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Sunion Break por Agus y Moony

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Notas del capitulo: Hola! Acá estamos de vuelta. Con una aclaracion IMPORTANTE esta vez:

Dijimos el capitulo pasado que para salir, todos debían meterse en la celda de Milo y Aioria y de ahi hacer un recorrido hasta la enfermería. Bueno, ES UN ERROR. El plan de ellos es salir por el cobertizo de los guardias.
La abertura de la celda está para que Aioria pudiera entrar y salir de la celda cuando quisiera.
Perdonnnn!!

Ahora si, aclarado eso, dedicamos este capitulo a Cybe que esta viajando, que lo disfrutes mil, te esperamos!
Realmente estaba triste por lo sucedido con el hermano de Leo.
No esperaba menos, de hecho el pobre hombre estaba a punto de ser asesinado de una manera realmente cruel, pero aun así.
Aun así quería pensar que los hermanos Sagitario y Leo eran personas distintas.
Eran personas que habían terminado en la cárcel por malas circunstancias de la vida y que se habían equivocado, pero en el fondo de su alma no habían querido hacer mal a nadie. Bueno, no podía decir esto en voz alta ya que a Sagitario se le acusaba de haber asesinado a la hermana de la vicepresidenta, pero sin embargo, durante los cinco años que había pasado en Sunión, jamás había tenido problemas con nadie.
Siquiera había levantado la voz. Sus guardias personales lo adoraban y hablaban maravillas de él.
Era una situación que realmente me ponía tenso y triste. Lo único que quería era que hubiera pasado una semana, que las cosas ya hubieran terminado y refugiarme por varios días en los brazos de mi chino.
Suspiré, lento y pausado. Pero para eso faltaba, y tenía trabajo que hacer.
Me dirigí con pesar al Ala A, donde estaban los presos.
Pedí hablar con Aioria, y Radamanthys me lo trajo, de la manga de la camisa. También tristemente me dí cuenta cuanto disfrutaba este todo aquello. Había “criado” a un verdadero monstruo.

-¿Qué pasó con mi hermano, señor? -me indagó Aioria en cuanto se acomodó un poco la ropa.

Radamanthys frunció el ceño, pero lo cierto es que no tenía ganas de discutir y menos con este chico adelante. Las últimas semanas no había venido a trabajar a la Muralla porque lo notaba totalmente perdido. Era lógico, así que había decidido que quedaría para después, para cuando tuviera la capacidad y la concentración para ayudarme.

-Lo trasladamos a solitario Aioria, lo lamento.

-Pero, ¡necesito verlo, por favor!

Me dió verdadera pena, los ojos verdes se le llenaron de lágrimas genuinas.

Negué con la cabeza.

-No, lo siento pero no se puede. Es totalmente comprensible, le quedan pocas horas de vida, se puso violento.

Aioria negaba con su cabeza llena de rulos.

Radamanthys seguía allí, frunciendo el entrecejo.

-Pero, ¡tengo que verlo! -insistió.

-Lo veras mañana hijo, en la ejecución. Pero ahora se quedará en el SHU.

Me di vuelta. La discusión había terminado.

* * *

No podía creer como las cosas se habían complicado otra vez. Era realmente increíble, habíamos estado tan cerca. La rabia y la desazón que tenía no me dejaban respirar bien.
Pero no me importaba, iba a seguir intentándolo. Tenía un pequeño plan a medio armar y si era necesario, lo usaría.
No era cómodo ni placentero, pero no me importaba. Nadie me iba a arrebatar a Aioros. Nadie.
Estábamos trabajando afuera, medio podando el pasto. Yo sabía que todos tenían sus opiniones al respecto pero realmente no me interesaban para nada.
Me daba igual lo que pensaran todos, excepto tal vez Milo.
Este venía caminando después de hablar por teléfono al hospital donde habían llevado a Death Mask.
Al parecer, por su cara compungida, no había obtenido buenos resultados.

-Pregunté por Cáncer, por Giovanni, incluso por Death Mask y no me dieron ninguna información.

Negaba con su cabeza rubia llena de bucles.

Afrodita merodeaba cerca de nosotros intentando meter su bocadillo en el momento oportuno. Yo estaba casi seguro que había tenido algo que ver en lo de Cáncer pero no tenía ninguna prueba y no quería meterme en problemas ahora. Ya tenía demasiados.
Empezaría a solucionar los más próximos:

-Tenemos que suspender la huida. -largué, esperando sus reacciones.

Estas no se hicieron esperar. Milo abrió grandes sus ojos pero no dijo nada. A Dohko juraría que le vi una pequeña sonrisa de suficiencia, como si hubiera sabido que iba a decir eso. Mu, por supuesto se enojo.
Sus tatuajes de puntos estaban tan unidos que parecían uno solo.
Me miró a los ojos y dijo con voz grave, simulando estar tranquilo.

-Entiendo tu punto, pero, los dioses bendigan a Sagi-silla, el ya está muerto.

La sangre me hervía.

-Si estas pensando que me voy a ir y dejar atrás a mi hermano me estas subestimando enormemente.

Dijera lo que dijera no me iba a hacer cambiar de opinión.
Y al parecer yo a ellos tampoco.
Afrodita me tocó el hombro.

-Yo me voy por ese hoyo, bonito. No tengas la menor duda.

Tampoco le preste mucha atención. Aunque negué con la cabeza, despacio.

-Todos podemos opinar, gatito. El plan es de todos.

¡Vaya caradura!

-Lo único que tenemos que hacer es esperar en el cobertizo, meternos al hoyo, llegar a la enfermería y de ahí, a casa. -explicó Mu, haciéndose el sabiondo.

Por Dios, que entupida puede llegar a ser la gente, pensé.

-Hoy mismo nos vamos. Es más, esta misma noche ceno en mi casa. -anunció Afrodita.

Milo lo miró con escepticismo. Dohko parecía estar en otra, aunque estaba seguro que no se perdía detalle de la conversación. Su cabello rojizo brillaba de manera extraña bajo el sol, dándole un aspecto casi mágico.

-¿Se quieren ir de día? -pregunté, en contra de mi voluntad ya que estaba decidido a quedarme callado. -Van a arruinarlo todo. -agregué, tomándome la cabeza con las manos.

Afrodita se movió tan rápido que casi ni lo vimos, me empujó contra el alambrado y me habló en voz tan bajo que solo yo lo oí.

-Nos vamos esta tarde, con vos o sin vos. No vamos a dejar que tu estúpido hermano nos arruine la vida.

Me lo saqué de encima de un golpe y él me lo devolvió. Empezamos una pequeña escaramuza que los guardias no tardaron en notar. Mu fue el primero en acercarse a separarnos.

-¿Qué pasa ahí? -preguntó uno de los oficiales, ya sacando su macana.

-Nada, solo están jugando. -contestó Aries con una sonrisa falsa, agarrando con su pequeño pero fuerte cuerpo a Afrodita y trayéndoselo para si.

-¿Estás loco o qué? -lo soltó después de un rato. -El chico hizo todo su esfuerzo para sacarnos.

Vaya, ahora resulta que me defendía. Afrodita lo ignoró.

-Y vos, gato. Ya está, superalo, te conviene irte con nosotros y olvidar todo esto.

Estúpido, ¿Cómo creía que me iba a olvidar de mi hermano?

* * *

El gato estaba sentado en la silla de la celda con las manos dentro de sus rulos.
No se las veía, prácticamente.
Yo estaba sentado también pero en mi cama, la de arriba, pensando en todas las cosas que nos habían pasado y en como, de un momento a otro la vida da un giro y te pone todo dado vuelta.
De pronto Aioria habló, su voz sonó apagada y sin vida.

-Lo estás considerando, ¿no? Por eso estás tan callado...

Sentí como un puñal sus palabras:

-Mentiría si te dijera que no. Tengo un hijo en camino...-le había contado del incidente con Camus y Crystal y lo cierto es que estaba enloquecido ante la situación de tener algo que nos uniera con Camus y también enloquecido ante la posibilidad que Crystal me lo robara.

…l no dijo nada. Ni siquiera le veía la cara ya que estaba de espaldas a mí. Agradecí por eso.

-Si te encuentran con el hoyo acá, -lo señalé con la cabeza. -Serían quince años mas, papi.

No reaccionó tampoco. Pero faltaba una parte de mi discurso.

-Claro que si estuviera en tu lugar, tampoco dejaría a mi hermano. No, ni a palos.

Ahora sí se dió vuelta y sonrió como solo me sonreía a mi y a Aioros.
Agradecí por eso también.

* * *

-Le dije a un amigo del informante misterioso y nos va a prestar un poco de tiempo en la corte. -soltó Kanon de repente.

Saga y yo lo miramos sorprendido. Todavía no le habían dado el alta pero había conseguido un teléfono y había comenzado a mover los hilos. Tan rápido y tan certero como solo él sabía hacerlo.
Me pregunté si Saga estaría envidioso de su gemelo, de ver lo hábil e inteligente que era.
Me pregunté también si yo no estaría endiosando a Kanon de una manera que nunca había endiosado a nadie. Me sentí infantil.

-¿Qué amigo? -inquirió Saga, confirmando mis sospechas de sus celos profesionales.

Kanon se estiró en la cama. Todavía tenía la ropa celeste del hospital pero estaba mucho mejor de aspecto. Incluso parecía menos delgado que antes de conocerlo.

-Es el asistente del Juez federal. Nos va a dar unos minutos en el juzgado para que podamos contarle todo lo que nos diga el informante.

Sonreí. El plan sonaba genial.

-¡Y cuando lo haga, y tengamos la posposición de la ejecución, vamos a poder liberar a Aioros! -gritó Saga, de repente contento, abrazando rápidamente a su hermano.

Mis sospechas se fueron al tacho. O quizás mi papá fuera mas importante para Saga de lo que podía imaginarme.

-Tengo que ir a la prisión, y contarle a Aioros todas las novedades. -dijo después comenzando a buscar su bolso y las llaves del auto.

Pero Kanon lo detuvo:

-Si vas para allá van a interceptarte los medios. -le advirtió. -Hay un montón de grupos pro-vida en la puerta de Sunión y dos o tres cadenas televisivas.

Miré a Saga, para ver que pensaba, pero al gemelo no parecía molestarle la idea.

-Mejor. Intentamos escondernos y nos fué mal. -Tocó el hombro de su gemelo que aun estaba vendado. -Vamos a ir a lo grande.

Sus ojos brillaban de entusiasmo.

-Vamos a decirle a todo el mundo lo que sabemos. Vamos a ganar.

Parecía más embalado que nunca. Temí por él, temí porque todo esto terminara mal y se cayera de la nube en la que se estaba subiendo.
Pensé también que si salía mal iba a tener otras cosas más importantes por la que estar triste...

-¿Estás listo para todo eso? -preguntó Kanon y me di cuenta que me había perdido un poco de la conversación.

Los ojos de Saga chispearon nuevamente y me llenaron de alegría y de esperanza.
Era difícil no creerle a ese hombre.

* * *

Levanté el tubo y marqué.
Como siempre hacia ahogué el ruido ambiente con un trapo que puse sobre el auricular. No podían enterarse de nada. Sonó unos dolorosos minutos y luego la voz de Kiki atendió de repente.

-¿Hola?

Sentí un agradable calor al escucharlo. Había cuidado a ese chiquito desde que era un bebé y lo quería como a un hijo. Odiaba tener que esta separado de él, y sobretodo odiaba mentirle.

-¡Hola Ki! Habla Mu.-respondí

-¡Mu!-gritó el chiquito con alegría- Te extraño, ¿Cuando volves?- preguntó sin mas.

Reí por su inocencia. Por suerte, después de muchas veces de escuchar esa misma pregunta, podría decirle lo que quería escuchar.

-Muy pronto Kiki. Yo también te extraño.-le dije mientras escuchaba que gritaba de la emoción.

-Tokusa, ¡¡Mu dice que va a volver!!-le gritó al chico que lo cuidaba.

Este le sacó el teléfono.

-¿No le estarás dando falsas esperanzas a este niño, no Mu?- me reprendió.

-No T, esta vez es cierto. Vuelvo a casa.

-Eso es genial.-me dijo sincero.- Pero creí que la peregrinación no terminaba hasta el año que viene, o el otro.

Tragué saliva antes de contestar.

-Al parecer ya hice suficiente caridad, porque voy a estar ahí la semana que viene.

-¿Podes apurarte Puntitos?- me dijo un preso muy cerca del teléfono y temí que Tokusa hubiera escuchado.

-Callate imbécil- le escupí en voz muy baja lejos del auricular.

-¿Mu? ¿Estas ahí?- me llamó Tokusa.

-Si claro, lo que pasa es que no se puede usar mucho este teléfono, ¿viste?-mentí.

-Claro...entonces, para hacer rápido, ¿Te vamos a buscar al aeropuerto?-preguntó emocionado.

-¡No!...No es necesario, la congregación lo tiene todo preparado.-me apresuré a contestar.- ¿Está Atla por ahí? Necesito decirle un par de cosas.

El chico tardó un poco en llamarlo, y luego me pasó con el despidiéndose.

-Hey Mu, ¿Como anda Sunión?-me saludó Atla, que estaba enterado de todo.

Intercambiamos un par de frases y le comenté de la huida. El tenía un vehiculo grande que podría pasar a buscarnos.
Ya que el italiano había quedado knock out, necesitábamos un transporte. El chico me lo aseguró y luego me pasó una vez más con Kiki para que pudiera despedirme.

-Nos vemos pronto chiquito- le dije, deseando que todo saliera bien.

* * *

Le dije a Milo lo que estaba esperando porque no podía seguir mas con este tira y afloje.
…l había confiado en mi, el se había quedado a mi lado a pesar de todo y el se estaba convirtiendo en mi mejor amigo. En alguien que no había tenido nunca.

-Vamos a hacerlo. -murmuré.

Sus ojos celestes brillaron de entusiasmo, su sonrisa inundo la habitación. Luego, de pronto, se puso serio.

-¿Y Aioros?

Mi corazón se alegró, Milo actuaba siempre según lo planeado, se lo agradecí.

-El también, por supuesto.

Me miró sorprendido, pero ya estaba acostumbrado a mis cosas, así que no dijo nada.

-Necesito una hojita de afeitar.


Cuando el filo cortó mi piel realmente me dolió. Milo a mi lado balbuceaba frases como: "oh Dios mío" "me duele" "ay, papi, no".
Fue rápido, eran unos dos centímetros en el antebrazo, justo en la tira que unía la constelación de Leo que tenía tatuada. De ahí, bajo la epidermis, saqué la pastillita que tenía encapsulada en un papel.
Milo miraba todo sin poder creerlo.

Escondimos la hojita de afeitar, y me quedé mirándome el corte. Tendría que solucionarlo pero por lo pronto me até una cinta que habíamos conseguido en la cocina y lo dejé bastante bien apretado. Eso primero, ahora, la otra parte del plan.

Le pedí a mi compañero que fuera a buscar al cura de la prisión y mientras preparé lo que faltaba.
Alone llegó con su clásica sotana y sus ojos claros tristes, compadeciéndose de mi.
Pensé en como se sentirían los griegos antiguos al pensar en un cura católico apostólico romano. Pero no me importó mucho, no en este momento en que mi cabeza estaba en otra cosa.

-Me llamaste, ¿Aioria? -preguntó, con voz suave y relajada.

Milo salió por la puerta como habíamos acordado y me dirigió una mirada extraña, que no pude descifrar realmente. Creo que el también estaba compadeciéndose de mi.

-Si, padre.

Rezamos un rato en latín y finalmente cuando el cura seguía hablando sobre lo bien que iba a estar Aioros en la otra vida, sobre lo liberador que iba a ser todo, creo que un poco me quebré.
Aunque estaba convencido del plan, tuve que respirar hondo para poder seguir con eso.
Las lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas cuando el futuro inmediato sin mi hermano se me presentó en la cara. Quise gritar y patalear y decir que nadie me lo iba a sacar. Que lo iba a defender con uñas y dientes, pero que los del otro lado hacían mucha mas fuerza de la que yo tenía.
La mano calida de Alone en el hombro me sacó de mi ensimismamiento y de la tortura psicológica a la que me había sometido.

-¿Hay algo mas que necesites?

Hipé y tomé el rosario que le había pedido a Milo.

-Me gustaría que le dé esto a mi hermano. -le pedí, con la voz aun temblorosa.

…l lo agarró, sorprendido. Sin embargo asintió, sonriendo.

-Se lo daré.

-Pero dígale expresamente que yo se lo mando. -imploré. -Va a ser muy importante para él.

El cura asintió nuevo y finalmente salió de la celda. Me sequé las lágrimas antes que Milo volviera a entrar.

* * *

Otra vez habían lastimado a Aioria. Otra vez estaba en la enfermería. Otra vez estaba contento tocándolo.
Terminé de limpiarle el antebrazo donde tenía el corte y me pregunté como se lo habría hecho. Pero no me importaba, no quería ponerme a discutir cuando me mintiera.
Las vendas blancas contrastaban de una manera deliciosa sobre su piel bronceada.
Pero él estaba triste.

-¿Alguna vez te preguntas que pasaría si estuviéramos juntos? -dijo de pronto, dejándome helado.

Me miraba a los ojos con los suyos verdes brillando de manera extraña. Quizás por lo inesperado de la declaración, quizás porque había estado llorando.

-La verdad es que no. -mentí.

El se dió cuenta.

-Me hubiera gustado que las cosas sean diferentes. -siguió calmado, pasándose una mano por el brazo distraídamente.

-¿Diferentes Aioria? ¿Qué querés decir?

Negó con la cabeza suave, riendo, pero nunca había visto una risa tan deprimente.

-¿Por qué me parece que te estás despidiendo? -le pregunté yo a su vez.

Con una ligera sensación de angustia, como si la idea de perderlo se fuera haciendo mas fuerte de repente.
El suspiró y no contestó, para variar.
El señor del mantenimiento tocó la puerta, interrumpiéndonos una vez mas, como siempre pasaba. Le hice un gesto para que entrara. Tardó mientras movía su carrito lleno de escobas y limpiadores líquidos.
Y Aioria agarró mi mano fría con la suya extraordinariamente caliente.
Y me miró fijo y me dijo:

-Gracias.

Y yo me quedé perdido en sus ojos, con los míos llenándose de lagrimas sin saber muy bien por qué.

* * *

Cuando el cura Alone me dió un rosario de parte de Aioria, sentí que el mundo se desmoronaba. Si Aioria era capaz de rezar a un cura católico, entonces estaba desesperado.
Entonces estaba tirando la toalla. Entonces habíamos perdido.
Sentí tristeza, rabia, miedo quizás. Y una profunda añoranza por las cosas que podrían haber sido y no fueron.
Pensé en Saga, en Seiya. Pensé en la vida que les debía y que les había arruinado.
Quise llorar, pero no lo iba a hacer. No dentro de esa celda tan oscura y solitaria.
Me aferré al rosario de Aioria solo porque mi hermano me lo había mandado.

* * *

No podía creer que esos abogados se animaran a tanto, incluso después de todo lo que habían pasado.
Allí estaba el gemelo mayor, bajando de un auto, muy elegante con su traje oscuro y su camisa blanca. Lo odie más que antes.
Era increíble que se viera tan bien, a pesar de todo.
Me puse cómoda para ver mejor. Saga no me conocía así que no tenía por que preocuparme.
Llamé al jefe, para decirle las noticias.

-Behemont- me llamó por mi apellido con voz seria-¿Qué novedades tenés?

El 'hola, ¿como andas?' para qué, ¿no?

-Estoy en Sunión. Geminis mayor acaba de llegar.-le informé.

Pareció meditar la situación.

-¿Tenés idea donde está Hypnos?-

¿Eh? ¿Que tenía que ver eso? Además, si no sabia él, que era su hermano y estaban todo el día juntos, ¿como iba a saberlo yo?

-No señor, lo llamé hace unas horas y no me contestó. ¿Hago algo con el abogado?

Thanatos no solo no respondió, sino que cortó la conversación. Maldito demente.

Enojada por el plantazo me dediqué a observar con una sonrisa como la cadena de noticieros que trasmitía, desde varios días antes, la ejecución, comenzaba a entrevistar a Saga Geminis.

* * *

Mi hermano me lo había mandado, repetí.
No podía ser que fuera para rezar, no tenia sentido. No podía ser.
Si conocía a Aioria, y vaya que lo conocía, había algo oculto en ese rosario.
Y tenia que encontrarlo.
Di varias vueltas con el objeto en la mano. Miré la cruz, la recubría un suave metal que estaba medio corrido. Medio corrido.
El corazón me dio un vuelco dándome cuenta. Abrí la patita de hierro y cayó un papelito. Sonreí. Olvidándome de la tristeza, olvidándome de todo y queriendo a mi hermano más que nunca.
Me acerqué a los tropezones a la puerta donde había una pequeña rendija y abrí el pequeño trocito de papel.
Decía simplemente: COMER A LAS 8.10 y había una especie de pastillita.

* * *

Estábamos nerviosos. Todavía faltaban varias horas pero igual no podíamos quedarnos quietos.
Finalmente el orgulloso gato había recapacitado y se iba a venir con nosotros. Estaba feliz, una nueva vida me esperaba, y nadie me la iba a sacar. En el cobertizo, teníamos menos ganas que nunca de hacer las cosas, total, ¿para qué?
Estábamos tan cerca de irnos. El atlante hablaba con el estúpido viejo que había insistido en venir. Si se quedaba atrás, yo no iba a esperarlo, de eso podrían quedarse bien seguros.
Pensé fugazmente en el italiano, lamenté un poquito que no hubiera podido escapar con nosotros. Pero muy poquito, además, él había empezado con todo esto. ¿Por que yo me tenía que quedar afuera?

-¿Qué hacemos hasta la hora de salir? -preguntó el cada vez mas tonto de Milo a su cada vez mas odioso compañero de celda.

-Lo que hacemos siempre. -contestó este, tan escueto como siempre. -Fingir que trabajamos.

¿Eso había sido un chiste?

-Pero, ¿la hora del escape no iban a ser las nueve? -inquirió nuevamente, le faltaba rascarse su rubia cabeza.

Pero tenía razón. Yo también lo había estado pensando pero me había olvidado de indagar en el tema.

-Parece que te olvidaste que la IP cierra a las 5, bonito. -le dije.

Me encantaba ver como se enojaba cuando le hablaba.

-Esta vez nos quedaremos a hacer horas extras.

¿Eso había sido otro chiste?

Se paró de donde estaba sentado lo mas tranquilo y se acercó a una cañería pequeña que corría debajo de los paneles de yeso.
Pidió un martillo.
Dohko se lo pasó en silencio, sin saber muy bien que se le pasaba por su extraña cabecita.
Vimos sorprendidos como le daba varios golpes y como en pocos minutos el lugar estaba todo empapado. Incluidos nosotros.
Ninguno se atrevió a criticarlo, porque ya había quedado claro que era mucho mas que una cara bonita.
Simplemente esperamos en silencio como se desarrollaban las cosas.

* * *

Radamanthys entró hecho una furia. Cuando el agua de la cañería rota empezó a mojarlo todo, nos preocupamos de hacer mucho escándalo para atraer a los guardias que vagaban por ahí. Estos, incapaces como siempre, habían ido corriendo a buscar al Capitán Wyvern para que el dispusiera de el castigo.
Miré al Gato, que ponía cara de póker, el agua había empapado sus rulos y los tenía aplastados y pegados a la frente.
Era increíble como tenía un plan para cada situación.
Cuando había visto como los guardias se llevaban a Aioros, pensé que todo estaba perdido, pero increíblemente Aioria había sacado un as de su manga, literalmente, ya que al parecer la solución de todo estaba tatuado en su piel, y aquí estábamos.
Luego posé mi vista en Milo, Mu y Afrodita, todos, al igual que yo, chorreando agua, sentados en el piso, fingiendo culpabilidad.

-¿Qué demonios pasó acá?-preguntó Radamanthys saltando de las húmedas paredes a nosotros.

-Rompimos un caño por accidente- expliqué, para sacarle la responsabilidad a Aioria.

-Nunca ví hombres tan inútiles como ustedes...

-Lo siento jefe.-le dije mirándolo.-No quisimos que sucediera.

-Vos y tus estúpidos modales, Libra- me respondió enojado-¿Acaso en China no te enseñaron a trabajar?

-Fue un accidente- repitió Aioria- Además, las posibilidades de que aparezca el Stachybotrys atra son muy bajas...

Tiró la carnada y Radamanthys no tardó en picar. Ingenuo.

-¿Qué estás diciendo Leo?

-Digo, el moho tóxico-se explicó.

-Hey, ¿Por qué no te callas cerebrito?-le retó Mu.

El oficial se puso serio.

-¿Estás diciendo que hay posibilidades de que el agua que ustedes tiraron provoque un moho tóxico para nosotros?-

-Bueno, a decir verdad-- empezó Aioria pero Mu lo interrumpió

-Claro que no, jefe-aseguró.

-Usted cállese Aries-lo retó Wyvern- ¿Leo?

-Hay un veinticinco por ciento de posibilidades.-terminó el Gato.

Afrodita bufó junto con Mu que empezó a mascullar maldiciones contra Aioria.

Radamanthys ni lo pensó.

-Ah no convictos, ustedes no se van de esta habitación hasta que hayan secado podas las paredes. Así les llevé toda la noche. No quiero ni una gota, ¿entendido?

-Pero--protestó Piscis.

-Pero nada, a trabajar.-

Pusimos cara de pesar. Cuando el hombre salió aun rezongado por nuestra incompetencia, esperamos unos minutitos hasta que se hubiera alejado. Finalmente explotamos en unas carcajadas de júbilo.
Le extendí la mano al Gato por su excelente plan, mientras todos sonreían. Milo le revolvió los rulos.
Ya teníamos un pie afuera.

* * *

El abogado hablaba y se podía ver incluso a través de la tele la pasión que estaba poniendo en cada palabra. Sentí un poco de pena, pero demasiado asco.
Era obvio que uno de los nuestros nos había traicionado.
Estaba cansada de todo esto, nada terminaba de salir bien. Esos gemelos les habían dado un baile a los míos y no podía seguir tolerando fracasos.
Llamé a Thanatos que se presentó enseguida, con la devoción pintada en sus lindas facciones. Pobre iluso.

-Alguien estuvo hablando. -le anuncié, señalándole la televisión con un ligero movimiento de la cabeza.

Se puso pálido. Escuchó al abogado hablar y sus promesas de mas datos.

-Seguramente fue tu hermano. -No era una pregunta.

Se movió de un lado a otro nervioso.

-No, no fue él. -aclaró, pero su voz le temblaba un poco. Tonto fracasado.

Violatte, sentada frente a mí asintió con su cabeza morocha.

-Than, lo lamento, pero los únicos que pueden haberlo hecho son ustedes. O estas con nosotros, o estas con él.
Vaya, ¿a qué venía tanta confianza? y también, ¿a que venían tales acusaciones cuando Violatte siempre lo había defendido? Dicen que no hay nada más peligroso que una mujer despechada. Ja.

-Voy a solucionarlo, señora. -prometió finalmente
Thanatos ignorando olímpicamente a su interlocutora.
Y sin más salió de la habitación.

Violatte Behemont hizo un puchero que la hizo ver adorable.

* * *

Mientras caminaba con el guardia hasta la celda de Aioros, la tensión bajó hasta quedar casi a oscuras por un momento.
No quería, pero me imaginé al personal de mantenimiento probando la silla eléctrica para que en escasas horas se sentara Aioros y lo frieran hasta la muerte.
Pensar esto me descompuso por un momento y casi pierdo el equilibro. El policía a mi lado ni siquiera lo notó.
Me esforcé en pensar en el informante que vería esa misma noche y en que todo saldría bien.

Caminamos más de lo normal y supuse que lo habrían trasladado. Nos detuvimos finalmente frente a una puerta de grueso metal que tenía apenar una abertura enrejada.
El guardia la abrió.
Allí estaba. A oscuras y dentro de una pequeña habitación donde solo cabía una miserable cama y un diminuto pasillo.
Me dió muchísimo odio. Por más que fuera un sentenciado a muerte no tenía porque recibir esa clase de trato a horas de su ejecución.

-Le sugiero que encienda la luz ahora mismo oficial-le ordené tratando de permanecer calmo.

-Este convicto esta castigado-me respondió despectivo.

No me iba a ganar.

-Esta violando una ley nacional, prenda las luces si no quiere recibir una carta de la corte.-lo amenacé.

Mascullando unas protestas lo hizo. Sentí que Aioros se reía por lo bajo. A pesar de todo no había perdido esa tranquilidad y amabilidad tan característica.

Se paró cuando entré a la celda y prácticamente me tiré a sus brazos. No quería soltarlo, porque en realidad temía hacerlo. Temía que si perdía el contacto, lo perdería para siempre.

-¿Estás bien?-me preguntó con la voz opacada por mi cabello que le envolvía la cabeza.

Asentí despacio. Sin soltarlo aun. No valía la pena decirle que había estado tan cerca de la muerte como lo estaba él.
-¿Seiya?-me preguntó inmediatamente después.

-Está bien, un poco asustado, pero bien. Se quedó con Kanon.-respondí evitando agregar 'en el hospital'.

Sentí que se relajaba un poco en mis brazos y aproveché para besarlo.
Fue escueto pero sentido. No necesitábamos grandes demostraciones para reflejar nuestros sentimientos, menos ahora.

-Encontré a alguien-le dije feliz cuando al fin nos separamos. El abrió sus ojos sorprendido.

-¿Cómo? ¿Quién?-preguntó sin salir del asombro.

-No se- respondí sincero- Pero me dijo que tiene lo necesario para liberarte. Todo va a salir bien.

Lo intentó, se que lo hizo, pero no pudo sonreír.

-Confiá en mi, amor-lo incentivé- Lo que sea que esté haciendo Aioria, no es necesario. Vamos a llevar el caso a la corte. Esta vez va a funcionar.

Yo lo creía.

* * *

Golpeé la puerta despacio y le pregunté la hora a Garan. Seguía sintiendo el perfume de Saga. Seguía sintiendo los labios de él sobre los míos. Seguía sintiendo incluso un cosquilleo en la entrepierna.

-Son pasadas las ocho, Aioros. ¿Necesitás algo? -su voz sonaba comprensiva como siempre lo había sido conmigo.

-No, nada. Gracias.

Sin pensar nada mas, me metí la pastilla en la boca y al cabo de unos minutos que se me hicieron eternos, comencé a sentir un dolor de estomago tan fuerte que parecía que me estaban clavando un fierro caliente.
Me moví y grité, intentando calmarme. Lo último que me acuerdo es que Garan abrió la puerta y me miró con sus ojos sorprendidos.

* * *

Aioros estaba muy mal, se convulsionaba en nuestros brazos mientras mi compañero y yo lo llevábamos a la enfermería.
Sufría horribles arcadas y su cara pasaba de la palidez al enrojecimiento en cuestión de segundos.
¿Qué le había pasado desde que me había preguntado la hora?

-¡Llamen al Doctor D'Virgo! -grité cuando entramos al lugar. Lo sentamos en la camilla. Bajo las luces blancas se veía incluso peor. Me sentí un poco descompuesto yo también, viéndolo en ese estado. Parecía tan débil y vulnerable.
Se suponía que tenía que vigilarlo -y cuidarlo en cierta forma.
Además, le quedaban horas de vida, no era justo que terminara de esta manera.
La angustia se me disipó un poco cuando vi entrar al medico.
Shaka parecía alertado pero muy profesional, enseguida se hizo cargo de la situación.
Me quedé junto a él viendo como le colocaba una sonda a Aioros.
Luego le tomó el pulso y le observó los ojos con una linternita. Tenía el rubio cabello mojado y le chorreaba sobre su uniforme blanco.
Después de unos minutos de espera, Aioros se quedó tranquilo. Y después lentamente abrió los ojos. Parecía extrañamente feliz.
Aunque debía, no quise esposarlo, no creo que hiciera nada que no debía.
Las ganas de quedarme con él hasta que se le pasara eran muy fuertes, pero no me correspondía. Salí de la enfermería y esperé órdenes afuera.

* * *

El gato me abrazó y me quedé estático, era la primera vez que me demostraba tanto cariño. Se notaba que estaba feliz. Me alegré de haber sido su compañero, y agradecí haber compartido la celda con alguien tan especial como él.

-Son las nueve en punto. -dijo Mu chequeándolo en su muñeca blanca y delicada.

Miré por la ventana, estaba oscuro. El corazón me latió fuerte, de una manera poco normal. Las manos me temblaban.

-Es la hora del show caballeros. -dijo Aioria, aún sonriendo. -Nos vemos al otro lado.

Levantó la alfombra, levantó el cuadro de honor de los polis que parecía que hacía años que lo había puesto ahí y con un movimiento realmente felino se metió por el hoyo.
Miré a Dohko que tenía también una sonrisa radiante y lo invité a entrar. El viejo sonrió y también se metió.
Era mi turno. Respiré hondo y bajé a la oscuridad de las cañerías con la piel de gallina y el corazón contento.

* * *

Le controlé una vez más el pulso y también aproveché para tomarle la presión. Sentir su piel bronceada me hacía estar más cerca de Aioria. …l parpadeó, se había quedado un poco dormido gracias a los medicamentos que le estaba pasando.
Le sonreí para que se calmara y movió su cabeza en señal que estaba bien.
Le toqué el lugar donde le había inyectado la vía para ver si había hecho un coágulo. Por suerte no.
Dió un grito tan exagerado de dolor cuando le puse el dedo sobre la piel que me asustó, pero cuando lo miré se estaba riendo. Tontuelo.
Me sentí mal, por lo que tenía que hacer a continuación. Pensar que el pobre hombre estaba a horas de morir.

-Lo lamento, un envenenamiento de comida no hará que retrasen la ejecución. -La última palabra me salió en voz tan baja que apenas me escuché yo mismo. A él pareció no importarle, seguía sonriendo.
Era increíble como se parecía al hermano, si no hubiera sido mas grande hubieran pasado por mellizos.

-No se haga problema, doc. -dijo suavemente. -está todo bien.

Y así parecía. Se puso a mirarse las manos, después se tocó el pelo y repentinamente me sentí demás.

-¿Querés que me quede acá con vos? -le pregunté. Por lo menos podía hacer eso por él.

Parecía sorprendido de mi ofrecimiento. Pero agradecido.

-No, está bien, no quiero que mi hermano se ponga celoso-añadió, sonriendo.

Negué con la cabeza mientras sentía que me ruborizaba.

-Está bien, te dejo entonces. Nos vemos mañana, voy a estar todo el día ahí por si necesitás algo.

Y salí de la habitación mientras él miraba hacia afuera. Me dió aún mas lastima ya que la metáfora de la ventana y la libertad estaban muy cerca.
Arreglé con Garan que estaba esperando, que el prisionero se quedaría a pasar la noche en la enfermería. El oficial asintió, al parecer tan complacido como yo. ¿Cómo era posible que tantas personas estuviéramos equivocadas?

* * *

Era el clásico escenario para una película de terror. Una calle oscura, la puerta trasera de un bar, y varios autos estacionados.
Pero yo no tenía ningún miedo. Al contrario. El corazón se me salía del cuerpo, desbocado ante la ansiedad y los nervios de la situación.
Era el momento, lo saboreaba, lo tenía tan cerca.
Haber ido a ver a Aioros había sido una idea tan buena como mala a la vez. Lo había besado, lo había sentido de nuevo, pero a la vez me había matado abandonarlo ahí, en esa celda horrible.
Pero eso se terminaba hoy, eso se terminaba ahora.
Ví los faros de un coche doblar la esquina y supe que era el informante.
Me cerré más el abrigo porque ya me estaba agarrando frío.
Al cabo de unos minutos en que solo se oyeron ruidos, apareció frente a mí un hombre de cabellos dorados que no había visto nunca, pero que sin embargo, era muy parecido a uno del FBI que había estado una vez en mi despacho, cuando había empezado con todo esto.
Me dio una fea sensación, pero respiré profundamente y pensé en Aioros, y en Kanon, y en todo lo que estaba en juego.

-¿Saga Geminis? -inquirió, la voz le temblaba un poco.

Asentí, un poco enojado. No podía creerle que no supiera quien era, con las veces que nos habían perseguido. No sabía si había sido él pero algo dentro mío me decía que sí. Debía ser alguien que estuviera muy involucrado como para saber tantas cosas.

-No tenemos mucho tiempo para hablar. -dijo de manera trillada.

No dije nada. Lo miré a través de la oscuridad.

-Lo primero y principal, Aioros Sagitario es inocente.

Respiré mientras mi corazón se salteaba un par de latidos.

-Fue seleccionado un tiempo antes del incidente con la hermana de la vicepresidenta. Pero nunca apretó el gatillo.

-¿Quién fué? -pregunté incapaz de mantenerme callado. El labio me temblaba de los nervios. Ya no sentía ni frío.

-Nadie.

Me quedé estático. Por suerte, el extraño hombre siguió hablando.

-Artemisa no está muerta.

Parpadeé por hacer algo. …l sacó un sobre marrón del bolsillo del saco que traía y lo estiró hacia mí.

-Acá están todos los nombres. -anunció.

Pero el segundo antes que yo lo agarrara, mi informante se quedó quieto. Una luces lo enfocaron de golpe y se echó para atrás, con el sobre en la mano.

-No. -murmuré, lleno de terror de que no pudiera hacerme con la información.

-Escondete si queres vivir.

Y echó a correr. Quise salir tras él, pero la amenaza había sido contundente.
Me quedé quieto, incapaz de moverme, hasta que el ruido de un disparo me sobresaltó.
No podía morir ahora, sin la información salvadora.
Me tiré detrás de uno de los coches estacionados y esperé, intentando escuchar o ver algo a través de la oscuridad.
Era imposible, solo oía sus voces.
Tendría que prestar atención hasta el momento de recuperar mi sobre. De recuperar la libertad de Aioros. No estaba en mis planes perder algo tan importante.

-¿Dónde está el abogado? -escuché decir una voz.
Era tan igual a la del hombre con el que había estado que no supe muy bien que pasaba hasta que entendí que debía ser su hermano. Quizás su gemelo, por eso se parecían tanto.
Sonreí nervioso ante la ironía.

-No hay nadie. -mintió mi informante.

Escuché al otro reír de manera falsa.
Unos ruidos de forcejeos y supe que le habían sacado mi sobre. Mi información, la libertad de Aioros. No pude evitar las lágrimas que se me formaron en los ojos.
Me preparé para levantarme y correr hacia ellos, aunque me dispararan, aunque muriera. Hacía menos de dos horas en que le había dicho a mi amor que iba a solucionar todo. Nada me iba a detener. Y si moría, por lo menos lo había intentando.

-¡¿Pusiste mi nombre? !-gritó de pronto una de las voces, sobresaltándome.

-Perdón Thanatos, pero estamos demasiado involucrados.

-"¿Perdón Thanatos?" ¿Es todo lo que podes decirle a tu hermano? ¿Qué te perdone?

Ahora ellos también parecían tan quebrados como yo.

-Sos demasiado ingenuo Hypnos. -dijo Thanatos.

-No me mates, somos hermanos. -imploró mi informante.

Me ví obnubilado por la situación, sentí el dolor de ellos como mío, pensé en mi propio gemelo. Temblé.
Escuché dos o tres tiros.
Era mi momento de salir, era el momento de correr y gritar que me entregaran mi sobre, que me devolvieran mi vida, y la de Aioros.
Pero no pude.
Pensé en Kanon, en que no podía morir sin volver a verlo. En Seiya, que me estaría esperando y que si a su padre le pasaba algo, podía contar con nosotros.
Lloré amargamente hasta que no oí nada más y salí de mi escondite sintiéndome el peor.

* * *

Trepé por la cuerda con esfuerzo. Sin pensar ni sentir nada. Ya sería el momento de festejar.
Los músculos de los brazos me pesaban, pero tenía que seguir.
Finalmente alcancé la tapa del subsuelo de enfermería. Salí como pude y desaté la cuerda mientras tomaba aire.
No quería sonreír. No aún.
Até con doble nudo la cuerda a una canilla que había cerca y les hice un ruido a los demás para que empezaran a trepar.
Solo me quedaba esperar.
Pronto vería a Aioros.
Estaba oscuro, pero ya había estado tantas veces ahí que tenía todo controlado.
Estiré los brazos y conté hasta diez, intentando relajarme. Eran los últimos momentos, no podía desconcentrarme con nada.
Miré el reloj. Habíamos tardado lo estimado.
Pronto vería a Aioros y nos iríamos.
El corazón me latía tan fuerte que prácticamente lo sentía saliendo del pecho.
Ayudé a salir a Dohko del hoyo y la alegría del viejo me hizo sonreír.
Pronto vería a Aioros y nos iríamos y seríamos felices.
Enseguida salió Milo con su cabello revuelto y con la frente transpirada. Pero con sus dientes blancos brillando incluso en la oscuridad del lugar.
Cuando habían salido todos, nos dimos unas rápidas palmadas.
Mu le preguntó a Dohko si estaba bien y este respondió que nunca había estado mejor en su vida.
Pronto vería a Aioros y nos iríamos y seríamos felices. Y tendríamos la vida que nos merecíamos y que nadie podía quitarnos.

Pero lo habían hecho.
Alguien, probablemente el hombre de mantenimiento que había interrumpido mi despedida de Shaka -pensé con el odio comenzando a crecer en mi interior- había visto la rejilla corroída. Habían cambiado la cañería.
Ahora estaba un nuevo tubo liso y completo. Ahora estábamos separados por unos 30 cm de acero.
La respiración se me aceleró de tal manera que me mareé.
Los chicos seguían festejando, hasta que en un frenesí lleno de locura y desesperación me trepé a los estantes y me intenté colgar del caño.
Por supuesto nada pasó. Ahora todos se dieron cuenta de la situación.

-¿Pero qué pasó, bonito? -preguntó Afrodita, incapaz también de creerlo.

-Lo cambiaron por uno nuevo -dijo Milo por mí.
Se lo agradecí, yo no podía hablar.
Golpeé como pude el gran caño, Dohko me pasó un palo de escoba y con Milo, que también había trepado nos colgamos, intentando hacer una palanca, intentando moverlo.
Pero era inútil.
Las lágrimas que tenía en los ojos me cayeron cuando sentí como Aioros hacía presión con algo desde arriba.

-Está ahí. -dije de manera autómata. -Está ahí.

Pero por más fuerza que hicimos, el palo se terminó quebrando y nosotros caíamos. No había manera.

-No vamos a poder salir. -dije.

Y me puse a llorar como un nene chiquito.

* * *
Notas finales: Todo mal para el gatito y el arquerito. ¿Se solucionaran las cosas? Esperamos que el capi no les haya resultado muy angst.
Gracias por seguir ahi.

Besitos

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