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BAJO LA PIEL por Lady_Calabria

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Notas del capitulo:


Penúltimo capitulo.... TODOS.

Faltaban solo cinco días para Navidad.

Dante tomó el mando y encendió la televisión que descansaba pendiendo de la pared. Después de unos minutos de zapping la apagó de nuevo.

Le gustaba esa casa tan grande, pero no cuando estaba completamente solo. Echaba de menos el "ruido" de su hermano tocando el violoncello... o su risa... o simplemente su voz. Joder, añoraba hasta su respiración.

Se tumbó en la cama.

Aquellas eran sus primeras navidades solo. Su tía estaba en California con un surfista que tenía menos años que su bolso. A demás, no tenía ganas de aguantarla.

Su padre estaba trabajando en algún sitio... Así que decidió no ir a Portugal, porque era un lugar con demasiado recuerdos, fue a Italia. Solo.

Se encerró en la casa de verano, hacía años que no la pisaba. Pero estaba limpia porque la había mandado adecentar antes de ir.

Solían ir a Italia en navidad, pero nunca se quedaban todos los días de vacaciones allí, tomaba un avión privado y volvía a casa.

Ryan solía decir que no entendía como le podía gustar tanto esa fiesta de nochebuena que los Italianos celebraban en uno de los lugares más alucinantes que Dante hubiese pisado. 

Dante siempre le respondía lo mismo. Buena música, buenas drogas, buena bebida, buenos cuerpos sudorosos y calientes listos para follar.

¿Acaso eso no sonaba como el paraíso?

Lo único que consolaba a Dante de su soledad es que el día de esa fiesta se acercaba. Siempre que llegaba Enero pensaba en Diciembre para poder volver.

—Joder —dijo en voz alta, su voz produjo un poco de eco en aquella habitación semiamueblada— ¿Qué coño voy a hacer hasta entonces aquí solo?, Esto es el puto limbo. No hay nada....

Se encendió un cigarrillo y se puso a fumar.

*********************************************************************

Alex se sentía todavía algo mal, y estaba de un ansioso que en su vida había sentido con tanta intensidad.

Al principio incluso tenían que sedarle, porque perdía los nervios y se sentía agresivo e irritable. Su enfermedad y la abstinencia no hacían buena combinación.

Para evitarlo le daban pequeñas dosis de metadona o medicación para mantenerlo tranquilo, y eso le ayudaba, pero no demasiado. Frecuentemente incluso se preguntaba qué sentido tenía forzar una rueda que estaba rota, como lo era su mente, y que siempre sería igual.

Pero tenía que hacerlo, aunque ansiase con todas sus fuerzas un poco de falsa euforia, un poco de exquisito placer explotando en su cerebro, justo detrás de los ojos.

Debía hacerlo por él. Y por Nick, SU Nick.

Pensar en él de nuevo le hizo sentir tristeza, le necesitaba, y hacía ya mucho que no le veía.

Nick no había ido a visitarle desde los primeros días que ingresó en la clínica hacía ya semanas. Le seguía llamando y cada vez pasaba menos tiempo entre las llamadas, quizá guiado por la culpabilidad. Pero Alex quería verle, quería abrazarle... Quería follar.

Últimamente estaba más pervertido de lo normal.

Le habían explicado que el efecto secundario de algunas de las pastillas que había dejado de tomar era la pérdida de libido y que era normal que, al no tomarlas, su cuerpo recuperase el impulso sexual de un joven de dieciséis años. De modo que Alex intentaba darle esa explicación al fuerte impulso que le recorría el cuerpo cuando se encontraba con el hombre apodado B2 en las duchas comunitarias de la clínica.

Como en aquel momento, en el que el agua caía sobre su cuerpo desnudo, delineando cada músculo, y Alex no podía evitar mirarle desde el cubículo de pvc translúcido de su propia ducha junto a él.

En la clínica la intimidad no existía. Dividían a los internos peligrosos en dos grupos; los susceptibles de cometer actos suicidas o autolesiones y los agresivos para los demás. Y ningún grupo podía ducharse sin vigilancia. Iban pasando cada mañana en tandas de seis personas para ducharse bajo la estricta mirada de un guarda de seguridad que vigilaba, como vigilaban en cualquier otra habitación, por su bienestar.

B2 sabía que le miraba, y no se molestaba en fingir como intentaba hacerlo Alex. Le sonrió de lado, dedicándole una media sonrisa digna de las pasarelas de París y Roma.

Alex no se movió, se giró y le dio la espalda con obstinada expresión. Le gustaba cerrar los ojos cuando el agua caía sobre él, era algo que hacía desde pequeño.

Y quizás, y solo quizá, y nunca lo admitiría... Dejó que B2 le mirase bien.

El hombre tampoco dijo nada. Ese era un hombre de pocas palabras, callado y paciente.

Pero cuando estaban en los vestuarios vistiéndose con el chándal gris de aquel lugar, Alex se acercó cansado de ignorarle sin hacerlo.

—¿Por qué te llaman B2? —le preguntó el rubio rompiendo el silencio entre ellos.

—Era el número de piso que tenía cuando vendía drogas en la universidad, puerta B piso 2 —le dijo tranquilamente atándose los zapatos.

—Oh...

—¿Qué pasa?

—Me imaginaba un motivo más... emocionante.

—Bueno, ese es —le dijo sonriendo débilmente— Es estúpido, lo sé, pero la mayoría de los apodos vienen por cosas estúpidas. Todos me llaman así desde hace años.

—¿Y cómo te llamas de verdad? — le preguntó Alex colocándose en su sitio la sudadera áspera.

—Alberto River —le dijo él ahuecando su mano como si fuese un secreto. Alex le sonrió— Y tú eres Alejandro DeLoop. Te conozco.

—Sé que me conoces, me miras mucho.

Salieron del vestuario y caminaron juntos hasta la cafetería. Pasando por el patio interior.

—Necesitas un nuevo mote —le dijo Alex mirándole de arriba abajo. Se notaba que ese hombre había sido modelo, no solo por su atractivo, se le notaba en su forma de caminar.

—¿Cuál me recomiendas?

—Mister Speed —le dijo sonriendo tras meditarlo unos segundos. B2 rio.

—Me gusta —le dijo y le revolvió el cabello con las dos manos. Era la primera vez que aquel hombre le tocaba y Alex sintió la punzada de la culpabilidad apuñalando su conciencia cuando sintió que se estaba sonrojando bajo aquel simple contacto.

—¿Y yo a ti como te llamo?

—Llámame Alex —le dijo— Pronto no estaré enganchado a nada y el mote que me pondrás no valdrá.

—¿Y el mío sí? —preguntó B2 algo ofendido.

—Acabas de llegar... y no te veo con muchas ganas —respondió Alex tranquilamente, observando las manos temblorosas del hombre— ¿Por qué estás aquí?

—Me obligan...—gruñó el hombre como un niño enfurruñado— Quiero abrir mi propia agencia de modelos. Es un mundillo de mierda. Rodeado de tanta droga, tanto sexo... pero es mi mundo. Fuera de él no sé qué hacer. Empiezo a ser viejo para posar... y mi agente dice que si me paso el día drogado no puedo trabajar. Y puede... puede que haya hecho alguna que otra locura.

—¿Cómo qué?

—Como estampar mi coche contra una farola.

Alex sonrió. La cafetería estaba prácticamente vacía a aquella hora, así de pudieron sentarse a solas en una mesa.

—No hay nada más triste que un loco viejo— le dijo el hombre tamborileando con las manos sobre la mesa.

—¡Vaya! Pero si no eres viejo.

—Sí lo soy, ¿Cuántos años crees que tengo?

—Pues... —susurró Alex meditando la respuesta, no debían ser muchos, dudaba que fuesen más de treinta y cinco—Los años no importan. Lo que importa es el cuerpo y la mente... Eres joven. Mírate. Estás muy... bien.

Alex apartó la mirada siendo muy consciente de que aquella conversación no era una charla cualquiera, y que estaban coqueteando.

Notaba su mirada atenta recorriendo sus facciones.

—¿Te gusto? —le pregunto directamente. Alex se puso muy nervioso. Muchísimo.

¿Le gustaba? Le parecía muy guapo, eso era un hecho. Y le caía bien... y a veces la idea de comerle la boca bajo las duchas le sorprendía a sí mismo.

Pero no sentía por él lo que sentía por Nick. Y eso era una verdad tan rotunda como que el agua moja.

—¡Vaya! Yo... no sé qué responder —le dijo sin disimular su turbación.

—Es fácil, sí o no.

—Sí pero no. Provocas cosas en mí, pero no haces que se me ponga dura como Nick lo hace.

—Qué bonito...—le dijo B2 con puro sarcasmo— Muy romántico,sí señor... ¿No te la pongo dura?

Alex asintió.

-Me avergüenza admitir que lo haces con mayor frecuencia de la que sería conveniente. Pero Nick es mi novio.

—¿Dónde está ese tal Nick? —le preguntó B2 cruzándose los brazos molesto repentinamente— Desde que estoy aquí nadie ha venido a visitarte. Nadie.

—Ya lo sé... —susurró Alex bajando la cabeza y poniéndose triste de pronto. No era agradable que le pasasen por la cara su aplastante soledad.

—Oye, oye, no te pongas así, no quería... —se apresuró a decir B2 al ver que la había fastidiado.

—Está bien —dijo Alex suspirando y tranquilizándose respirando hondo, sus manos retorcían nerviosamente la tela de su sudadera —Tú me entiendes... ¿Verdad?

—Te entiendo muy bien. Tenemos la misma enfermedad...–Le dijo el hombre estirando lentamente el brazo y acariciándole la mano. Alex se tensó por el contacto pero el mayor no lo notó— Con tu edad yo era un manojos de dudas, descontrolado y loco. Nadie me supo diagnosticar hasta que tuve veintidós años. No entendía lo que me pasaba... Porque la gente no pensaba como yo,  no entendía porque hacía las cosas que hacía... Y me odiaba tanto a mí mismo...

—¿Y cómo se soluciona eso?

—No se soluciona. Aprendes a vivir con ello y aprendes a aceptarte... tomas tu medicación y esperas que te hagan efecto para llevar una vida normal.

—¿Y alguna vez pensaste en morir?

—Muchas. Cada vez que entro en un ciclo depresivo. A veces si no tomo la medicación lo intento, ¿Cómo te crees que acabó mi coche en esa farola?

—Pero...

—Lo que tienes que aprender es que siempre estarás enfermo. No vas a curarte mágicamente, así que no te sientas mal por ello. Eres así. Solo tienes que aceptarlo y tomar las medicinas que te mantienen enfocado.

Alex asintió y suspiró de nuevo. Hubo un largo silencio en el que solo se oía el ruido de las voces de los otros pacientes que se sentaban, como ellos, en la cafetería.

—¿Tú por qué estás aquí? —le preguntó B2 de pronto. Alex se encogió de hombros.

—Porque perdí el control y toqué fondo, me intentaron....ya sabes, hacer cosas...vio-viola... bueno ya sabes a lo que me refiero, y yo le abrí la cabeza con una barra de hierro...y me siento tan mal que solo quiero morirme...

B2 le miró durante unos instantes muy fijamente pero no dijo nada más.

—¿Alex? —dijo una vocecilla que pocas veces se dejaba escuchar.

—¡Jimmy! —le dijo para que supiese donde estaba. Jimmy se acercó. Alex buscó con la mirada a algún guarda de seguridad, era muy extraño que Jimmy saliese de su habitación y cuando lo hacía solía tener crisis—Ven... ven conmigo.

El chico le abrazó tan fuerte que le hizo daño. B2 se quedó mirando como los dos chicos se abrazaban. Él no conocía a Jimmy de nada, pero al ver como reaccionaba Alex buscó también ayuda más cualificada. Solo les vigilaba una joven menuda que no podría contra la fuerza del chico.

—Denis me dice cosas malas. No calla... —le dijo el chico tapándose las orejas con las manos desesperadamente— ¡No quiero! ¡Cállate!

Alex sintió como su corazón se encogía. Ese chico estaba atormentado por un tal Dennis que ni siquiera existía fuera de su mente.

—Busca a un enfermero —le dijo Alex a B2, que se mantenía apartado sin entender qué le ocurría al chico— Van a tener que sedarlo.

—Dennis dice que quiere rajarte. Te sacará el corazón. Te hará daño —le dijo Jimmy asustado. B2 retrocedió, pero Alex no se inmutó, ya le había dicho muchas veces las malas intenciones de  Dennis hacia él. No le hacía ninguna gracia eso, pero no se podía hacer nada para evitarlo—¡No quiero! ¡NO! ¡NO¡ Soy malo.... Lo dice....

Jimmy se tapó los oídos y cayó al suelo susurrando palabras atormentadas.

—Jimmy —le decía Alex, arrodillándose intentando que dejase de golpearse su propia cara con fuerza- Mírame, mírame ¿Dennis tiene amigos? Dennis es malo. Yo soy tu amigo. Yo soy bueno. Tú tienes amigos. Tú eres bueno...

—Yo no soy bueno —lloraba él. Se empezó a poner tan nervioso que B2 corrió al pasillo en busca de alguien que pudiera asistir al joven.

Y los celadores llegaron corriendo cuando Jimmy agarró una silla y la tiró contra la mesa. Alex se apresuró a salir corriendo para quitarse del alcance de su amigo.

Un hombre corpulento le sujetó inmovilizándole entre gritos enloquecidos y un enfermero pudo inyectarle un sedante para mantenerlo tranquilo.

—Mírale , Alex —le dijo B2 en voz baja, a su oído, mientras veían como le llevaban a Jimmy entre dos celadores— cuando te sientas mal por estar enfermo piensa en este chico. Dentro de lo que cabe somos afortunados. Hay enfermedades mucho peores que la nuestra ¿Por qué decía que es malo?

—Está aquí por matar a su madre —le contó Alex. B2 permaneció mirándole muy sorprendido— Como tú has dicho, hay peores enfermedades que la nuestra.

********************************************************************

—¿Estás seguro?- le preguntó David a Max, pero Max no solo estaba seguro, estaba segurísimo. Ese chico... merecía la pena hablar con él.

David suspiró, sabía que iba a pasar más vergüenza que en toda su vida junta. Pero iba a hacer el sacrificio para alimentar el gran monstruo que cobraba vida en sus pantalones.

La simple idea ya le agudizaba los sentidos, como un felino que cuadra los omóplatos antes de saltar sobre una presa.

No era cuestión de llamar a la puerta de la casa del chico y decirle "¡Hola!¿Quieres follar?"

Había que tantear el terreno...

Y se habían encontrado con que contaban con pocas ocasiones para eso, pues su vecino no solía salir de casa....

Pero esa vez era diferente. Max le dijo que iban a coger al toro por los cuernos, por el rabo y por los huevos si hacía falta.

El chico estaba en el jardín, les separaba la vaya de madera recubierta de hiedra que su abuela había plantado.

Se asomaron subiéndose al bordillo y poniéndose de puntillas. El chico estaba leyendo un libro bastante gordo de aspecto antiguo y no reparó en las dos cabezas que aparecieron frente a él.

—Hola —le dijo Max. El chico les miró y por un segundo se quedó así, mirándoles estático y luego volvió a su libro como si nada. Max decidió añadir algo— ¿Tienes sal?

El chico les volvió a mirar y frunció el ceño con recelo. Asintió en guardia, como pensando si se estaban burlando de él, y dejó el libro a un lado.

—Ahora vuelvo —dijo y entró en su casa.

David le pegó a Max un suave empujón en el hombro.

—¿Sal? —le preguntó rodando los ojos.

—Tenía que inventarme algo ¿no? —se excusó en un susurro.

El chico volvió con un salero y se lo tendió por encima del vallado. David lo tomó mirándole bien de cerca. Le rozó la mano cuando sujetó el salero y vio como el chico se sonrojaba frente a sus ojos por el contacto. Sonrió.

Max también vio ese gesto e intercambió con David una mirada llena de significado.

El chico se repuso y esperó una despedida.

Pero no se fueron.

—¿Queréis algo más? – preguntó el chico a la defensiva.

—Sí—dijo Max. David le pegó un pisotón porque sabía que iba a soltar alguna burrada incluso antes de que hablase. Max rectificó su tono— Nos aburrimos bastante. Si tú también te aburres...¿Te apetecería ir a dar un paseo?

—¿Qué? —dijo muy extrañado— ¿Por qué?

—Ya te lo he dicho —le dijo Max—  límpiate los oídos y escucha... nos aburrimos.

—Pues mira la televisión o lee un libro —le dijo el otro a la defensiva de nuevo, seguramente pensando que era una treta para mofarse de él—, No soy la distracción de nadie.

—Disculpa a Max —intervino David intentando apaciguar el ambiente— Tiene el celebro cerrado por vacaciones.... Es que no te conocemos de nada, y técnicamente eres mi vecino...

—¿Tú eres el primo de Eric, Virginia y todos esos desgraciados?

—Sí, esos desgraciados son mis primos —dijo David sin ofenderse lo mas mínimo, era consciente de que eran unos desgraciados por tratar como vio al chico.

—Pues adiós —dijo el chico de malos modos y fue a entrar en la casa de nuevo.

—¡Espera! —exclamaron Max y David a la vez. El chico se giró enfadado.

—¿Por qué queréis hablar conmigo? ¿Os mandan ellos para preguntarme cosas otra vez? ¡Pues no hace falta! Si lo que queréis saber es si soy maricón, lo soy. Y me han follado y menos chupármela me han hecho de todo. Y ahora id a contárselo a todo el puto barrio ¿CONTENTOS?

—No vamos a mover el culo de aquí —dijo Max simplemente negando con la cabeza. El chico le miró con el ceño fruncido y se acercó un poco.

—Ni se lo vamos a contar a nadie —añadió David luciendo su sonrisa más encantadora.

Su vecino parecía tan contrariado por aquella actitud que se olvidó completamente de su enfado y se quedó allí plantado.

—¿Por qué?

—¿Sabes guardar un secreto? —le dijo Max con esa voz suya tan sugerente— Está claro que no, después de esa confesión de tu vida sexual...

—Oh, joder —El chico se tapó la boca con su delicada mano al caer en la cuenta de lo que acababa de decir.

—No te preocupes. Está bien saberlo...

El chico le miró con una cara de extrañeza que era digna de una foto.

—¿Se puede saber quién cojones sois vosotros?

—Demos un paseo y te lo contamos.

*********************************************************************

Faltaban cuatro días para Navidad.

Alex miraba con el ceño fruncido y una indescifrable expresión en su rostro el terriblemente feo adorno navideño que le habían obligado a construir. El pegamento le había dejado los dedos pegajosos  y esa sensación le asqueaba.

Miró el bochornoso copo de nieve que B2 había hecho pegando torpemente trozos de pajitas previamente cortadas (no les dejaban usar tijeras de ningún tipo) con el mismo pegamento que había usado él.

Lo había apartado porque, en plena desescalada de su fase maníaca, había juzgado que tal como estaba era una obra de arte digna de un museo. Alex le observó sintiendo una punzada de culpable envidia. Las fases maníacas eran peligrosas para su bienestar y su vida. Porque si se juzgaba el puto amo capaz de hacer cualquier cosa, como por ejemplo volar, sobrevivir a un atropello o meterse cinco rayas de cocaína en cinco minutos, ponía su vida en jaque constantemente. Pero, en el fondo, envidiaba profundamente ese firme optimismo que recubría su autoestima en aquel estado; y que él, en remontada de su fase depresiva, era incapaz de sentir.

Desde que habían entablado conversación en las duchas no se habían separado apenas, y de todas formas, iban a las mismas reuniones y terapias de modo que nadie encontró extraño que se sentasen juntos todo el día.

—They tried to make me go to rehab —canturreaba en voz baja B2 a su lado, parecía muy animado mientras dibujaba algo en un adorno de papel— But I said "No, no, no"

Alex sonrió pensando que aunque Amy Winehouse hubiese dicho que NO ellos habían  tenido que decír "Sí, sí, sí"

Desistió de hacer manualidades y agarró otro adorno de papel para dibujar también cualquier cosa.

—¿Qué estás dibujando? — le preguntó B2. Alex le enseñó un folio de papel en blanco, no le había dado tiempo de coger el lápiz— ¿Qué es? Muy bonito.

—Adivínalo —le dijo Alex. Sonriendo. Ese tipo estaba tan loco como él, y eso le gustaba.

B2 entrecerró los ojos y giró la cara como si pretendiese desentrañar el arte abstracto.

—Es una mota de polvo en la nieve.

Alex rio. Exacto. Bueno no, pero podría haberlo sido.

—¿Y tú?- le preguntó.

B2 le enseñó el suyo.

—¡Vaya! —le dijo Alex sonriendo. B2 sonrió también— Es una polla muy bonita...

¿Qué mejor forma de hacer protesta silenciosa por obligarles a dibujar que dibujando cosas que no podrían colgar del árbol navideño de un lugar decente?

—Es un autorretrato —le dijo el hombre. Alex rio. La enfermera y otros enfermos, como ellos, pero con otras enfermedades les miraron un segundo, llevaba tiempo sin reír en alto.

—Estoy casi seguro de que tu polla no tiene una carita sonriente ahí— le dijo Alex bajando la voz.

—¿Cómo que no? ¿Te la enseño?

B2 fingió ofenderse.

—No hace falta. Ya te la he visto en las duchas —susurró Alex riendo.

B2 miró el dibujo con una media sonrisa arrogante.

—Entonces has mirado... —le dijo el hombre. Alex enrojeció.

—Para no hacerlo —le dijo simplemente. B2 le miró con un turbio pensamiento dibujado en sus ojos.

Alex se puso un poco nervioso, así que decidió llamar a Nick inmediatamente.

**********************************************************************

Max, David y Aitor estaban sentados en la playa, alejados de miradas indiscretas. Hacía tanto frío aquella tarde de diciembre que eran los únicos que habían decidido acercarse al mar.

Tras el día anterior, que lo habían pasado por completo los tres juntos, paseando y hablando, la tensión se había disipado. Y cuando el chico estaba visiblemente relajado junto a ellos Max le contó su propuesta indecente.

Al principio Aitor se había reído creyendo que era una broma, al ver que hablaban muy en serio el chico se había atragantado con su propia saliva.

—¿De verdad queréis hacer eso conmigo?- les preguntó Aitor por sexta vez, tan perplejo que no se lo acababa de creer.

—Pues...sí —le dijo David mordiéndose el labio tímidamente. Max sonrió.

Era la primera vez que veía a su novio encaprichado con alguien.

—Ya te dijimos que tú eres el elegido. Te aseguro que David es bastante selectivo, siéntete muy alagado —le dijo. David ponía los ojos en blanco a su lado en una mueca exasperada— De verdad, Aitor, ha rechazado a un amigo nuestro que está buenísimo y a Dante que folla como los ángeles.

—Y dale con Dante.

—Es que David, te encantaría.

—Estás pesadito, ¿eh? ¡Y vuelta la mula al trigo!

Aitor rio frente aquella escena de novios. Solo que aquella atractiva pareja por lo que peleaba entre risas era por acostarse con otro.

Aitor sonrió enrojeciendo apartando la mirada hacia el mar.

—Me halagáis... ¿Pero por qué yo? Si soy feo.

—No eres feo.

—Joder, ¿Os habéis mirado en un puto espejo? Sois otra liga, otra cosa. Yo soy como...

—Eres diferente —le dijo David. Max asintió. Miró a Max con un poco de culpabilidad— Me gustas. Tu personalidad y...

—Todos esos piercings... —completó Max recorriendo su cara lentamente.

Aitor rio de nuevo.

—¿Os gustan mis piercings? —preguntó el chico divertido— a mi madre le parecen horribles, los odia... a todos ellos, no se salva ni uno. Y los tatuajes ya... dice que parezco un maleante de una pandilla narcotraficante.

—¿Tienes tatuajes?  —preguntó David con curiosidad. Aitor sonrió moviendo con ese gesto el arito que colgaba de su nariz. Se quitó la chaqueta y el jersey a pesar del frío. Era muy delgado, y tenía la piel muy pálida. En la espalda tenía el tatuaje de dos alas plegadas. Un cristo en el bícep derecho, un pájaro en el pecho, e infinidad de dibujos en estilo tradicional.

Max observó la mirada libidinosa de su novio.

Por mucho que David se ocultase en prejuicios era un león con piel de cordero.

—¿Tienes un piercing en el pezón o estoy soñando? —le preguntó Max acercándose. Aitor asintió. En efecto, tenía uno, una barrita de metal que lo atravesaba.

—Eso tiene que doler —susurró David también acercándose.

—¿Y te gustará cuándo seas mayor? —le preguntó Max— Sé que suena a pregunta de abuelo de campo, pero...

—Max, eres un antiguo —le reñía David por esa pregunta.

Aitor bajó la mirada.

—Yo no cumpliré los treinta —dijo con voz repentinamente seria, pero no triste— no llegare a viejo... así que eso no importa.

—¿Qué quieres decir? —le preguntó Max muy extrañado por sus palabras.

—Estoy enfermo —les dijo. David y Max se miraron cargados de sorpresa— No os preocupéis no es nada contagioso, es más bien hereditario. Moriré joven igual que mi padre, y que mi abuela...

—¿Pero no se puede evitar?, ¿No tiene cura?

—No... — le dijo negando con los hombros hundidos— ya es demasiado tarde... y el tratamiento es demasiado caro. Hay una mínima posibilidad en un tratamiento en Estados Unidos pero no quiero ni pensar en ella, no tengo el dinero, ni ganas de mas hospitales. No quiero estar más allí, prefiero vivir lo que me queda de vida, aprovecharla y morir tranquilamente...

—¿Tan caro es ese tratamiento?

—Más de trescientos mil dólares. Mi madre quería vender nuestra casa pero me negué, y de todas formas... No hubiese sido suficiente.

—Te has rendido —dijo Max con voz casi mordaz. David sentía de pronto ganas de llorar solo con pensar lo que debía sentir su pobre madre.

—Claro que sí —dijo Aitor— ¿Sabes cuántos tratamientos he probado? Ninguno funciona... y hasta mi doctor me ha dicho que ya no hay más que esté al alcance de mi bolsillo. Por eso prefiero vivir lo que me queda de vida tranquilo.

Los chicos se quedaron con los ánimos por los suelos.

—Pero chicos... —les llamó suavemente— no quiero ver esas caras. Estamos hablando de follar, y os aseguro que pienso darle mucho antes de palmarla. Quiero experimentar todo lo que se pueda...

—Pero nunca te la han chupado —le dijo Max. Aitor negó. Max le sonrió en representación del pecado.

********************************************************************

Nick miró el mechero de Alex, ese mechero que siempre le había acompañado. Con él había encendido innumerables porros.

Según le había contado el rubio, lo tenía desde que era un niño, lo iba recargando cuando se gastaba en vez de comprarse uno nuevo.

Se lo había regalado a Nick porque decía que ya no lo iba a necesitar más. Le prometió que ya no iba a encenderse ninguno más porque no iba a volver drogarse. Y Nick rezaba porque así fuese.

Nada le dolía más que ver a Alex como estaba cuando ingresó, le habían medicado tanto para controlar su ansiedad que apenas podía mantenerse despierto.

Luego dejaron de medicarle tanto y la abstinencia llegó.

Eso no era mejor que verle como antes, no le gustaba verle encerrado, sufriendo y Solo.

Pero era lo mejor.

Alex hizo lo que debía hacer y estaba tan orgulloso de él por haber sabido pedir ayuda que su pecho se hinchaba de amor. Alex era la persona más fuerte y valiente que conocía, y él a su lado solo era un cobarde.

David le había hecho una visita express antes de irse a casa de sus abuelos con Max. Le había dicho que Alex le necesitaba y que no le importaba si al irse se le caía el alma a los pies, si lloraba de pena, que debía ir a verle.

Y Nick sabía que tenía razón.

David le había contado de un tal B2, un hombre atractivo que iba a terapia con Alex, no paraba de mirar a su novio y que por su mirada no solo quería mirarle.

Y luego... David le había besado. Nick se quedó de piedra cuando lo hizo, pero reaccionó alarmado y se separó de él sin entender qué hacía rechazándolo con la mayor educación que le permitía la sorpresa .

Y David lo que hizo después fue sonreír muy feliz y decirle que estaba orgulloso de él.

El manicomio pegaba la locura...

Le contó a Alex lo ocurrido en su siguiente llamada. Y Alex no se enfadó en absoluto, al contrario; Le notó un tono mucho más alegre en la voz el resto de la conversación.

Nick miró la botella de ron que descansaba en la mesa.

No había nada en el mundo, excepto estar con Alex, que le apeteciese más que beberse esa botella entera y ahogar en su ámbar alcohol las penas.

Pero eso no le ayudaría... nada se solucionaba bebiendo, y si le reprochaba a Alex huir drogándose él no iba a emborracharse como un hipócrita.

El móvil comenzó a sonar, corrió a contestar al instante. Era Alex.

—Hola —dijo rápidamente.

—Hola- le dijo el chico, su voz sonaba algo triste.

—¿Cómo estas?- le preguntó preocupado.

—No demasiado bien —respondió. Nick casi pudo imaginarse la cara que ponía al decir eso, le conocía lo suficiente como para saber que tenía el ceño ligeramente fruncido y los labios con un casi imperceptible puchero.

—¿Qué te pasa?

—Es un día malo... —le dijo. Nick comprendió. Había días en que Alex se encontraba peor de otros, no solía decirle mucho porque le incomodaba hablar de esas cosas, pero le había explicado que esos días se sentía mal;  Triste, notaba los efectos secundarios de su medicación, tenía sueño, náuseas y la mente simplemente le iba de otra forma...

Nick no comprendía, pero intentaba darle apoyo.

—¿Pero se lo has dicho al doctor?- le preguntó preocupado. Oía la pausada respiración de Alex a través de la línea, demasiado tranquilo como para no extrañarse.

—Sí —le dijo con voz adormilada—, me han dado una pastilla nueva... pero estoy bien. No te preocupes, es solo que me siento solo...  Nick, sinceramente ¿Vas a venir algún día a verme? Respóndeme la verdad, no pasa nada si no me gusta lo que digas, es solo que estoy harto de esperarte todas las mañanas, si me dices que no vendrás dejaré de esperarte y podré hacer otras cosas...

Nick notó un nudo en el estomago.

—Iré a verte, Alex, yo...

—¿Estás muy ocupado? —le interrumpió Alex sin llegar a sonar agresivo, pero sí completamente serio.

—Alex, lo siento —le dijo sin saber qué hacer.

—Nick —le dijo Alex suspirando— Hoy estoy triste, lento y con mucho sueño por las pastillas, he vomitado y me encuentro fatal, tengo ganas de cortarme las venas y de drogarme hasta perder el sentido; quiero mis polvos, mis pastillas, quiero salir que estas cuatro paredes y estar en la calle... Pero estoy aquí. Solo. Porque es lo que tengo que hacer. ¿Por qué no haces tú lo que tienes que hacer?

Nick suspiró tras oír todo eso. Cuando Alex estaba de bajón, solía tener ese duro carácter, lo soltaba todo con aquella despectiva sinceridad... porque ni siquiera tenía ganas de parecer feliz.

Se sentía tan terriblemente culpable por estar haciéndole eso a Alex que no pudo pronunciar palabra.

Oyó un ruido al otro lado de la línea. Como una puerta abriéndose y cerrándose de un portazo.

—¿B2, se puede saber qué haces? —preguntó Alex a alguien. Nick no atinó a oír la respuesta muy bien, solo pudo escuchar palabras sueltas "huyo, cabrona, pastillas, polla, robar"

Alex soltó una risita. Luego oyó un gran estruendo.

—¡Ah! ¡Me aplastas! —exclamó Alex. Nick frunció el ceño desde su habitación— Me la estas clavando, B2, por amor de dios, Aparta eso de mí. Estoy hablando con Nick.

—Cuelga y ven aquí—le dijo la voz de un hombre más nítida, pues se había acercado al teléfono. Parecía de un hombre más mayor de lo que Nick había imaginado. Era algo áspera, grave y sugerente; y Nick sintió el monstruo de los celos al instante— ¿Te gusta?

—Sí, pero es muy grande, ¿no?

—¿Y eso no es bueno?

—¿Alex? —le llamó Nick pensando cosas muy malas de eso que oía. Intentó alejar esos pensamientos, pero escuchaba reír a su novio y conocía aquella risa como para saber que no era por nada inocente.

—¿Nick? —oyó la voz jadeante de Alex —Ahora no puedo hablar más, ha venido B2. Piensa la respuesta y llámame cuando decidas si vas a venir a visitarme o no. Tengo que colgar, adiós.

Y acto seguido le colgó sin darle tiempo a contestar.

*********************************************************************

—¡Vaya! Joder... —susurró Alex. B2 le dio un beso en la mejilla.

—¿Te gusta?

—Sí.

—¿Cuánto te gusta?

—Toneladas.

—Bueno, vale —le dijo el hombre.

Alex tragó otro pedazo de aquel enorme trozo de tarta de chocolate que le había trido su amigo.

Y sus ojos se pusieron en blanco del placer cuando sintió esa cosa que le había quitado a la enfermera que les daba las pastillas. La mujer guardaba en su taquilla aquella especie de cojín que al presionarle un botón rojo vibraba y daba masajes. En ese momento estaba justo en su baja espalda, y B2 le daba un masaje por los hombros desnudos, con sus manos suaves, hábiles y calientes —¿Te sientes ahora mejor?

No tenía ni idea de cómo había conseguido hacerse con esos regalos.

—Bueno...- le dijo devorando otro trozo de tarta de chocolate. B2 dejó el masaje y le abrazó por detrás. Alex disfrutó ese abrazo porque le hacía mucha falta— Eres la única persona que conozco que sabe lo que me pasa con un simple "bueno".

—Yo también tengo días así... y cuando esté de bajón quiero mi masaje y mi tarta ¿Me oyes? —le dijo simplemente. Alex no dijo nada más durante un buen rato— ¿Con quién hablabas cuando entré? ¿Con Nick de nuevo?

—Aja...

—¿Y te ha dicho porqué el nadador no mueve su culo acuático hasta aquí?- le preguntó al oído, Alex sintió su nariz rozando la piel de su cuello. Notó erizarse su vello por completo, y decidió apartarse de él con la excusa de mirarle a la cara frente a frente.

—No  —le dijo bajando la mirada y hundiéndose repentinamente en su tristeza. B2 reaccionó rápidamente,  le acarició ambas mejillas con la yema de sus dedos hasta llegar al mentón y obligarle a levantar la cara.

—Eh... eh... —dijo con tanta suavidad que parecía un arrullo— Lo siento, no quería ponerte más triste... ¿Sabes qué haremos? Vamos a viajar en el tiempo.

Alex sonrió. B2 se apresuró a recoger lo que había traído y así dejarlo todo como estaba antes de entrar. Salióde la habitación y abrió la puerta de golpe, igual que lo había hecho antes.

Alex le siguió el juego.

—¡B2! ¿Se puede saber qué haces? —le dijo igual que lo había hecho antes con tono sobreactuado.

—¡Huyo de la cabrona reparte-pastillas, que me coma la polla porque le acabo de robar! - le dijo las mismas palabras que antes había pronunciado levantando el cojín masajeador con ademanes triunfante. Y antes de tirarse sobre él en la cama le dijo— ¡Y voy a hacerte un masaje!

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Ryan se dejó caer en la cama. Greg le miraba, y lo sabía, pero le dio igual en ese momento.

—Le echas de menos —le dijo el chico sentándose a su lado. Sus ojos rasgados le observaban detenidamente, con cautela.

—Sé que no te gusta —le dijo Ryan—Pero es Navidad y es mi hermano...

Greg suspiró, miró al suelo titubeante y miró a Ryan abriendo la boca como si quisiese decir algo, armándose de valor.

—Ryan, Sé que esto que te voy a decir es raro... —dijo poniéndose nervioso, tragó sonoramente— pero...¿Qué hay entre tu hermano y tú?

Ryan, que ya sabía que iba a preguntarle eso antes de que consiguiese formular la pregunta fingió no entender con su mejor máscara de extrañeza.

—¿Q-qué quieres decir? —le preguntó apartando la mirada tanto como podía.

—Sabes a lo que me refiero...

—Somos hermanos —le dijo actuando como si no supiera a lo que se refería.

—Eso ya lo sé —dijo el chico de cabello negro con tono helado—, es que lo vuestro es tan raro...

Ryan se giró hacia él encarándose con poca paciencia.

—¿Dónde estoy, Greg?- le preguntó Ryan cortándolo con tono tosco.

—Aquí.

—Contigo. Estoy aquí contigo. Y Dante está solo, completamente solo en Navidad... le prometí a mi madre que cuidaría de él antes de que muriese, debe estar llorando desde la tumba, ¿Y me vienes preguntándome cosas estúpidas? Me reprochas, cuando esta vez, has ganado tú.

—Vale, vale —le dijo acercándose con cara de arrepentimiento— No debí empezar esta conversación, lo siento...

—Debes entenderme... —le dijo Ryan susurrando— si no puedes aceptar a Dante en mi vida... No...

—Lo acepto, claro que lo acepto —se apresuró a decir— Solo es que vuestra relación es demasiado extraña... pero yo estoy contigo.

—Somos gemelos, Greg. Él y yo éramos uno. Pero llegaste tú, tuve que dividirme...

—Pero es que no tienes que dividirte, yo soy tu novio y...

—Y él es mi hermano. Y hazte a la idea que siempre voy a preocuparme por él.

—¿Por qué no le llamas? Para asegurarte de que está bien, y luego nos vamos a cenar.

Ryan asintió agradecido por la propuesta y le besó.

Greg asintió y sin decir nada más salió de la habitación. Ryan miró el teléfono móvil. Una llamada... una llamadita.... Solo saber cómo estaba.

A los tres pitidos el teléfono fue descolgado.

—¿Ryan?  —preguntó la voz ronca de su hermano como si no se lo creyese Dante.

—Dante... —susurró— ¿Cómo estás?

—Solo, desnudo, borracho... —le contó. Ryan sonrió débilmente— ¿Y tú?

—Solo, vestido, sobrio —respondió él— ¿Ya estás en la casa de Italia?

—Sí.

—¿Está arreglada la calefacción? – le preguntó frunciendo el ceño.

—¿A quién coño le importa la calefacción?

—A mí —le dijo—, no quiero que te resfríes...Como aquella Navidad en Lisboa, ¿Recuerdas?

—Acabamos en urgencias. Yo con una fiebre que me moría y tú estabas borracho riéndote con tía Carolina. Os acabaron echando de la sala y acabasteis bebiendo vino en el parking del hospital con villancicos a todo volumen.

Y ambos rieron recordando anécdotas fraternales.

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—Pues... esta es mi habitación —dijo Aitor tímidamente. En su casa no había nadie, su madre siempre estaba trabajando.

La habitación no era muy grande, y estaba llena de ropa y trastos por el suelo. Estaba muy desordenada. Junto a la pared derecha había una cama de matrimonio.

—Que cama tan grande... —le comentó David como quién comenta las virtudes del mobiliario en una tienda de Ikea. Aiton asintió y suspiró. Max notaba la tensión en el ambiente, la timidez de los chicos. Su novio, que llevaba dos días cachondo solo de pensar en follar con ese chico, en aquel momento parecía un gatito asustadizo.

—¿De verdad queréis hacer esto? —preguntó para asegurarse de que no se habían arrepentido.

Aitor asintió nerviosamente con la cabeza.

—Quiero hacerlo, joder, si se me pone dura solo de pensarlo... —les dijo. David rio asintiendo.

—Yo la tengo dura desde hace un rato... Pero...

Max chasqueó la lengua y se acercó. Tomó despacio de la mano a los chicos y notó como temblaban. Les atrajo hacia él con suavidad. Sé giró hacia su novio y mirando a Aitor a los ojos se inclinó para besar a David.

Los labios se David siempre le recibían delicados, suaves y cariñosos pero su lengua ávida estaba llena de deseo y siempre que la rozaba lo suficiente le acababa correspondiendo con violenta pasión.

De modo que Aitor pudo ver como aquel romántico beso se transformaba progresivamente en un espectáculo animal, avisándole de lo que le esperaba.

Cuando se separaron David respiraba descontroladamente y Max le miró burlón antes de acercarse a Aitor con una sonrisa amable, que le apretó la mano nervioso, y de besarle con igual delicadeza.

David miró como su novio besaba a aquel chico que le gustaba. Y se mordió el labio sabiendo exactamente cada sensación que notaba Aitor, la lengua de Max rozaba la del chico despacio haciendo que se estremeciera.

Y no sintió celos por esa visión, sino excitación. Realmente le gustaba Aitor, y se le ponía dura solo de pensar en el placer que Max le podía hacer sentir.

Max se separó del chico sonrojado y les apretó las manos para tirar de ellos con cariño y acercarles el uno al otro. Juntando sus manos antes de soltárselas para que las entrelazasen. David sonrió a Aitor con afecto mirando sus ojos, apretando sus manos. Se acercó levantándolas para acariciarle la cara y agarrarle de la nuca antes de juntar sus labios con los suyos.

No fue tan delicado como se había propuesto ser, aquel chico le gustaba demasiado sin saber por qué. Se adueñó de su boca y Aitor le correspondió dejándose llevar.

Se preguntó si aquella excitante sensación era la que recorría a Max cuando se echaba encima de las presas que había seducido.

Max se sentó en la cama como si fuese suya sin perder detalle de aquella visión. Su polla se apretaba contra su pantalón viendo como el beso de los chicos se hacía más y más apasionado. David estaba devorando a aquel pobre muchacho. Ese chiquillo no tenía ni idea de lo que le esperaba.

David no era consciente de que dentro de él tenía un cazador de placer muy parecido a el que él tenía, y que aunque siguiera atado por su propia timidez solo necesitaba un pequeño empujón para convertirse en el lujurioso depravado que en realidad era.

Aquel chico le había gustado, por alguna razón, en cuanto lo vio y ahora que le tenía iba a disfrutar de él. Sin ninguna razón, simplemente porque podía hacerlo. Jugando con él como un gato con un ratón.

Max decidió empujarles un escalón más.

—David, ¿Por qué no le enseñas a Aitor lo que se siente cuanto te hacen una buena mamada? —dijo tranquilamente, como quien comenta el tiempo.

David miró a Aitor, que había enrojecido.

—¿Quieres?- le preguntó amablemente. El chico asintió. David le agarró la mano y suavemente le llevó hasta la cama con Max. Max le agarró de las caderas y tiró de él hasta sentarlo entre sus piernas abiertas. David se arrodilló en el suelo frente a él. Y con la ayuda de Max desabrochó el cinturón y la bragueta del pantalón. Se los bajó. Y tras ellos fue la ropa interior.

Aiton parecía nervioso, Max notaba lo rápido que respiraba. Se tensó al sentir como David se la acariciaba despacio mirándole a la cara. Max sonrió. Menuda escena... apoyó el mentón en el hombro del chico para ver bien como David masajeaba su polla de arriba abajo con la mano metiéndosela en la boca despacio, mirándole fijamente a él.

Aiton cerró los ojos y entre abrió los labios

—¿Te gusta?- le preguntó Max, su voz grave provocó un estremecimiento en Aitor. El chico asintió. David sonrió con malicia y se la metió toda en la boca. Aitor jadeaba bajito. Max se ocupó de cubrir su cuello besos y mordidas. Hasta oírle gemir— Claro que te gusta...

—Dios...—susurró el chico con piencings.

David se estaba empleando a fondo para que disfrutase. Ese chico iba a morir, y nunca se la habían mamado. Era tan triste que apenas podía pensarlo. Él iba a solucionar eso y lo haría de manera que lo recordase todo lo que le quedaba de vida.

Pero David paró antes de que Aitor ser corriese. Aunque al chico le hubiese gustado sentir más de esa húmeda y caliente sensación. Se desnudaron rápidamente, mutuamente.

Aitor miró a Max unos segundos. David sabía perfectamente el motivo. Su novio estaba muy, pero que muy bueno. Tanto que el humilde Aitor estaba ahí plantado sorprendido preguntándose si aquel hombre era real.

Entre caricias y besos, se enredaron... Ambos a cada lado de Max, se encargaban de hacerle jadear. Y rodaron por la cama turnándose para  besarse, para lamer y morder. Se tocaron cuando llevaban ya un buen rato de preeliminales... las caricias se quedaban cortas, necesitaban más.

Max se acercó a David, que en ese momento estaba sobre Aitor besándole el cuello

—David, fóllatelo— le dijo su voz tentadora.

David se prendió en fuego bajo ese pensamiento, y cuando notó a Aitor estremeciéndose por la expectativa asintió a pesar de que siempre hubiese tenido un papel más pasivo en el sexo.

David no había metido su cuerpo en ningún sitio más de entre las piensas de aquella chica. Y quería hacerlo bien, por eso se puso nervioso. Pero Max estaba allí para ayudarle... y Aitor le fue guiando también.

Le gustó el ruido que salió de entre los labios de Aitor al meterla. Y más le gustó la sensación apretada, tener a Aitor bajo él, gimiendo cada vez que se movía, sentir sus uñas clavadas en su espalda.

La excitación que le daba dominar a aquel chico moribundo bajo la atenta mirada de su novio le expuso completamente, y en aquel justo momento en el que hundía su polla agarrándose a los muslos de Aitor comprendió que ni era normal ni quería serlo.

Y cuando Max se cansó de solo observar...

—Ah.

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Cuando después de tres horas de distintas combinaciones, risas, besos y muchos orgasmos los tres estaban muy cansados y satisfechos

Se tomaron un descanso tumbados en la cama, Aitor y David descansando a ambos brazos de Max, apoyando la cara contra su pecho.

Aitor susurró "Ya me puedo morir tranquilo".

Y ninguno dijo nada durante un buen rato, viviendo el luto de aquel muchacho que iba a morir.

Luego se vistieron porque la madre de Aitor iba a volver de su trabajo y lo mejor era que no encontrase aquella curiosa escena.

Y mientras David le decía al muchacho que lo mejor era que no se volvieran a ver nunca más, y el chico asentía comprendiendo que era la decisión más razonable, Max escondía un sobre en el fondo del cajón de los calcetines del muchacho. Lo bastante hondo como para que lo encontrase cuando ellos ya su hubieran ido.

En el sobre, aunque Aitor no lo sabía todavía, le esperaban dos cheques al portador por valor de cuatrocientos mil dolares a nombre de David y Max; y una nota que rezaba.

La decisión de hacer ese tratamiento es tuya, pero que no sea porque no tienes el dinero. Gástalo como quieras.

Atentamente, Santa Claus.

 

Notas finales:

Espero que os haya gustado ...
siento tan penoso trio.

----> TODOS II


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