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BAJO LA PIEL por Lady_Calabria

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Notas del capitulo:



TODOS II

Si con la mano contase los días que quedaban para Navidad Alex solo debería estirar dos dedos.


En un triste intento de animar el ambiente tenso y sobrecogedor que reinaba en el aquella clínica las enfermeras habían decorado el sitio con adornos navideños.


Les obligaban hacer dibujos de navidad y luego los colgaban por el pasillo, haciendo que aquel lugar pareciese el pasillo preescolar de un colegio. No valía para mucho. Aunque había que reconocer que lo del árbol de navidad en la sala común había sido un acierto.


Los enfermos habían trabajado juntos para decorarlo, y por un ratito parecían más felices mientras sonaba música navideña y comían dulces. Alex no lo hizo, se negó y se quedó mirando junto a Jimmy, B2 y una chica gótica que también se había negado a que el espíritu de la navidad le poseyera.


En ese momento estaba en una reunión antidroga. Odiaba tener que ir a la hora de comer... pero más tener que ir después de la cena. Se sentía constantemente agotado bajo el peso de la Venlafaxina.


En ese momento una mujer con bata estaba hablando y hablando de lo que sentían y de lo que sentirían después, al estar limpios. Alex frunció el ceño.


Conocía a esa mujer, era una buena mujer y una buena profesional, pero no era una buena yonki. Él sabía que la psicología le ayudaba a entender el comportamiento humano, y que seguramente esa mujer tendría razón, pero le costaba tomar en serio sus lecciones sobre unos sentimientos que jamás había sentido en primera persona.


-Usted no toma drogas -le dijo de pronto, interrumpiendo su discurso.


-No -dijo ella sorprendida por su interrupción.


-¿Entonces cómo espera poder ayudarnos? -le dijo él un poco indignado. Que una mujer sana le viniera a hablar a un loco drogadicto de la locura de las drogas como si supiese de que hablaba ya era la gota que colmaba el vaso. Por mucho que hubiera estudiado. Solo era teoría-No sabe lo que sentimos, cómo nos sentimos, porqué lo hacemos...


Le hubiese gustado que viniera un ex-adicto a darle la charla. Para que así le dijera si alguna vez se le pasaría esa sensación de encogimiento en la boca del estómago.


Poder saber si alguna vez en lo que le quedaba de vida podría tragar sin sentir añoranza de aquella sensación.


Algunos de los otros pacientes asintieron apoyándole. B2 le miraba como si estuviese orgulloso de él.


-¿Y cómo te sientes? Cuéntamelo, hazme entender -le dijo la mujer con ese tono condescendiente que solían usar los de su profesión- ¿Por qué lo haces? ¿Qué es lo que siente un drogadicto?


-¿Para qué? -se extrañó el chico, miró a los otros- Todos los que estamos aquí sabemos lo que se siente.


-Pero yo no -replicó la mujer-. Hablarme así no ayudará, ahora respira y cuéntame.


-¿Alguna vez... se ha sentido sola y triste? - le preguntó Alex dispuesto a hacerle entender como se sentía. Ella asintió- Pues intente imaginar lo que es dejar de sentir eso bruscamente. Notar como todo desaparece y deja de importar. Y lo que te has metido te abraza y te hace el amor como nada puede hacerlo. Y cuando se te pasa, porque es mentira, y siempre se pasa... Tu tristeza y tu soledad te matan. Tanto que piensas que la única forma de sentirse bien es meterte otro chute. Pero con eso estás tirando toda tu vida a la basura...y mientras tienes en la mano tus gramos de droga te sientes como la peor de las mierdas, por hacerlo, pero lo haces. Porque usted no sabe lo dulce que es.... flotar, dejar de pensar y dejarse llevar...


-Lo haces, por tanto, para huir del mundo y de tus propios sentimientos -dijo ella racionalizando sus palabras.


-Sí. Creo que sí. Puede sonar mal... pero es mejor matarse huyendo que morir de tristeza.


-¿Y no es más eficaz, entonces, trabajar en tu salud emocional para dejar de sentir los sentimientos dañinos que te impulsan a el consumo de una vía de escape?- le dijo ella. Alex lo meditó y al ver que no contestaba la mujer añadió- Trabajar en una felicidad real, alejando esos pensamientos tóxicos, y tomando un estilo de vida saludable que no te haga daño. Es un camino duro y rutinario que tarda tiempo en dar frutos, pero que es vital.


-Pero para eso hay que ser valiente- le dijo él hundido en aquel chándal viejo, se sentía tan pequeño- Hay que ser constante y para eso uno debe ser fuerte y... Y estar... así -Se señaló a sí mismo, era consciente que no tenía la mejor de las apariencias, ese no era su mejor momento- No quiero estar así...


-Sí eres valiente. Todos vosotros lo sois.


-No, soy un cobarde. ¿Usted ha despertado en un lugar sin saber cómo coño ha llegado hasta allí, qué ha estado haciendo? ¿Ha perdido el control decepcionando a gente que quiere? ¿Le ha hecho daño a alguien? Y aún así, elegimos todo eso antes de enfrentarnos al dolor de lo que sentimos. Si eso no es cobardía qué es.


-Eres valiente, Alex. Porque a pesar de todo eso estás aquí, intentando ser mejor. Y hay que ser muy valiente para obligarse a tener una nueva oportunidad ¿Cuántos días llevas sin consumir?


-Veintitrés días.


-Un aplauso para Alex -dijo la mujer. Los demás le aplaudieron y él levantó la mirada sorprendido.


-¿Por qué? ¿Por ser un enfermo drogadicto?-preguntó extrañado.


-No. Por ser sincero -dijo ella con una sonrisa.


*********************************************************************


Max estaba tranquilamente duchándose cuando le sonó el móvil.


David fue a avisarle. Sus abuelos habían ido al supermercado y les habían dejado solos dejándoles en una apacible tranquilidad.


-Tengo las manos mojadas. Contesta tú.


David frunció el ceño, porque no sabía qué decir si era uno de sus padres o el abogado para comunicarle algún detalle sobre el divorcio. Pero en la pantalla del móvil vio escrito "Alicia" y sin poderlo evitar se puso celoso. Porque recordaba a Alicia, una tremenda mulata que había quedado con Max un par de veces cuando todavía no habían hecho el portante trato en su relación.


Descolgó.


-¿Sí? -le dijo de manera más seca de la que la buena educación consentía.


-¿Está Max? -le dijo la voz de esa chica con proporcional frialdad.


-Esta ocupado -espetó dejando ya a un lado el fingir amabilidad.


-Es importante -le dijo ella con voz envenenada.


-Dime de qué se trata y yo le daré el recado después.


-Estoy embarazada.


David se quedó de piedra, pestañeó por la


sorpresa y luego frunció el ceño. Casi se le cayó el teléfono de las manos, pero se recuperó a tiempo para controlar su respiración.


-¿Y eso por qué debería interesarle a Max? -dijo a pesar de saber la respuesta.


-Porque él es el padre -dijo ella muy seria.


David alejó el teléfono de su cara y miró hacia el baño.


-¡MAX! -gritó- ¡MUEVE TU CULO HASTA AQUí! ¡YA!


*********************************************************************


B2 llevaba un buen rato mirándole, tanto que al final Alex le preguntó si tenía algo raro en la cara o si el problema era suyo.


-No... -le dijo pensativo- Es solo que... eres muy guapo.


Alex enrojeció.


-¡Vaya!


-En serio, esos rasgos tan finos...tan suaves... esa mirada profunda. Serías un modelo genial para mi agencia.


-No creo que eso sea verdad -le dijo Alex amablemente.


-En serio, esos ojazos que tienes merecen ser conocidos -le dijo B2 lo que le hizo enrojecer más. B2 le miró repentinamente triste y se inclinó para hablar suavemente con él- ¿Qué será de ti cuando salgas de aquí? Ni tú ni yo estamos hechos para un trabajo convencional. El sistema laboral no trata bien a la gente como nosotros y ni siquiera eres buen estudiante.


Alex se encogió de hombros.


-Ni siquiera soy mayor de edad, B2. Estás en la cima de la montaña y ahora crees que todo puede ir muy bien, súper rodado y fácil. Pero ni tú vas a tener una agencia de modelos hasta que te desintoxiques ni yo voy a ser modelo porque nadie pagaría para ver mi cara de niño imberbe.


B2 chasqueó la lengua con un mohín de la mano, y un "Ya lo veremos".


No dijo nada más, siguió jugueteando con su móvil, esperando la llamada.


-¿Le echas mucho de menos?


-Sí.


-¿Y piensas consentir eso?


*********************************************************************


-¿Cómo que me tranquilice!? -gritó David fuera de sus casillas. Max intentó agarrarle de las manos para obligarle a escuchar y David le apartó de un empujón- ¡Rompiste el trato! ¡Te la follaste! ¡y la dejas embarazada!!


-¡Ese niño no puede ser mío! -gritaba Max tras él con desesperación- ¡Yo NUNCA he roto el trato! ¡Juro que yo no he sido... después del trato yo no...!


David le miró respirando hondo para controlarse. Max se apresuró a intentar agarrarle de los hombros para que no volviera a marchar.


-Te lo juro, David. Yo no he follado con ella después del trato. Te lo prometo. Ni siquiera antes. Desde que empecé contigo no... Y de todas formas siempre con condón, no puede ser.


-¿Y antes?


-¿Qué?


-Te estoy preguntando si antes de empezar conmigo te la follaste alguna vez sin condon.


Max negó nerviosamente pero sus ojos se abrieron recordando algo y se quedó quieto.


David se llevó las manos a la cabeza, enredándolas en su pelo con un suspiro.


-Estúpido hijo de perra -logró decir. Max respiraba muy rápido, completamente asustado.


-No puede ser...


-Oh , no. Max -le dijo de manera tan seria que Max se quedó congelado, sin saber qué hacer o decir- Vas a hacerte cargo de tus responsabilidades...


-¡No es mi puta responsabilidad! ¡No te estoy mintiendo¡ ¡No he roto el trato! Me la folle hace mucho... no puede ser....


La idea de perder a David llenaba cada rincón de la mente de Max.


-¿Y qué? ¿QUÉ IMPORTA QUE HAYA SIDO ANTES O DESPUÉS? ¡Eso no cambia nada! Esto es mucho más importante que nuestra relación, Max. Está embarazada y vas a ser padre -le gritó pegándole un empujón, estampándolo contra la pared. Le agarró del cuello, sin hacer daño, pero posando su mano allí- Yo sé lo que es crecer sin un padre ¡No voy a permitir que dejes a ese niño solo! Así tenga que arrastrarte hasta allí de la puta oreja, o de la polla, si hace falta. Por mis muertos, Max, que si es tuyo te harás cargo de ese bebé.


-Pero... yo... -susurró Max derrumbándose.


-Haberlo pensado antes de meter la polla donde no debías -le dijo con frialdad el chico, y lo dejó solo.


*********************************************************************


Navidad. Villancicos... y en nochebuena el espíritu navideño se respiraba y entraba tanto en la gente que se necesitaba un exorcista para conseguir extirparlo del ambiente.


Aunque algunas personas eran más inmunes a este tipo de celebraciones...


Nick apenas salía de su habitación.


Simplemente no tenía ganas de hacer nada. Unas cuantas veces había pensado en emborracharse como en los viejos tiempos y dejar de pensar por un rato. Pero no lo hizo, aunque tuviese frente a él la botella.


Porque le parecía que si Alex estaba dejando eso, él no podía huir y emborracharse.


Así que pidió a recepción unas cuantas botellas de coca-cola... para al menos beber algo que no fuese agua.


Miró por la ventana. Fuera estaba nevando.


Se puso los zapatos. Había tomado una decisión, se había armado de valor... iba a ir.


De modo que recogería los refrescos de la recepción, cenaría algo, se iría pronto a la cama para no tener mala cara y al día siguiente se plantaría a primera hora en la clínica para sorprender a Alex.


Porque Alex no se merecía eso, estar solo allí por su cobardía. Y el no sería más un egoísta y le demostraría que le quería. Iba a ir a verle... a abrazarle.


A demás, no se fiaba un pelo de ese B2.


La música de su móvil resonó en la silenciosa habitación de hotel. Era Alex. Pensó en no decirle nada y darle una sorpresa cuando se presentase allí.


-Hola -le dijo.


-Hola -saludó Alex- ¿Cómo estás?


-Bien, solo en la habitación -le dijo Nick con una sonrisita.


-¡Vaya! -exclamó Alex. Enseguida Nick notó que estaba más animado de lo normal- ¿Y te gustaría dejar de estarlo?


-Dependiendo de la compañía -dijo el moreno extrañado. Apretó los labios disfrutando de su broma privada- ¿y a ti te gustaría compañía?


-En la clínica siempre estoy acompañado, no me dejan solo porque no se fían de mí.


-Me refiero a mi compañía, tonto.


-Ah, sí. Por supuesto que sí.


Nick sonrió. Quería darle una sorpresa pero las ganas de decirle que pronto le abrazaría eran más fuertes que él.


-Pues... -empezó a decirle.


-¿Has mandado ya la carta a Santa Claus? -le cortó Alex. El moreno se quedó un poco sorprendido.


-Puede...


Buscó distraido llaves de la habitación para bajar a por su cena.


-¿Y qué has pedido? -le preguntó el chico susurrando.


-A ti.


-Oh -exclamó Alex- Pues... ven a buscarme.


-Eso pienso hacer -le dijo poniéndose la chaqueta y abrió la puerta. Se quedó muy sorprendido, de piedra, congelado.


Frente a él, con el teléfono en la mano, estaba Alex. Vestía solamente el pijama de la clínica. Una camisa blanca con el escudo de la clínica mental en el pecho bordado en el hilo verde, y unos pantalones del mismo color que el escudo.


Estaba descalzo, sus zapatos habían desaparecido, llevaba unos calcetines negros con dibujos de redondeles amarillos con caritas sonrientes o tristes. Sus piececillos encogían los dedos bajo los calcetines por el frío. Tenía el pelo mojado por la nevada, algunos copos de nieve todavía se resistían a fundirse en su pelo. No llevaba abrigo.


-Ho, Ho, Ho, feliz Navidad -dijo Alex imitando a Santa Claus, sin apartar el teléfono de la oreja. Nick tampoco lo apartó, aunque estuviesen a menos de dos metros el uno del otro.


-Alex... -suspiró en un hilo de voz, todavía atónito- ¿Qué haces aquí?


-Me he escapado -le dijo el rubio con un susurro, como si fuese un secreto. Pero no había nadie más con ellos en el pasillo.


-¿Por qué? -dijo sin reaccionar, demasiado sorprendido para comprender.


-Me harté de esperarte... -dijo Alex muy serio, apagando el móvil. Nick también lo apartó. Y reaccionó por fin. Tras el shock llegó la alarma.


-¿CÓMO QUE TE HAS ESCAPADO? -exclamó sorprendido- Eso no puedes hacerlo ¡Es peligroso!


-Te juro que no me he acercado a ningún tipo de droga -le dijo Alex enseñando sus manos. Ya no temblaban- Aunque la verdad... tengo ganas....


-¿Ves?, no deberías haber salido.


-¡Vaya! ¿No te alegras de verme? -preguntó Alex totalmente tranquilo. Nick suspiró- ¿Piensas dejarme entrar o me dejarás en el pasillo toda la noche?


Se apartó y Alex pasó al interior de la habitación. Dentro se estaba más calentito que en el pasillo.


-¿Cómo te has escapado? -le preguntó Nick muy serio. Tenía ganas de agarrarlo y abrazarlo. De besarle y devorarlo... más no lo hizo. Debía controlarse y ser responsable.


Alex suspiró, conociendo a Nick ya se esperaba una reacción así. Primero las broncas y luego los besos.


Se puso a curiosear por aquí y por allá.


-Convencí al guarda de noche para que me dejara irme, ¿Vale? -le dijo un poco a la defensiva- Tengo hasta el cambio de turno para volver. A las ocho de la mañana.


-¿Y cómo lo convenciste?- le preguntó extrañado, preguntándose qué le habría dado a cambio para que aceptase a jugarse su puesto de trabajo- ¿Has hecho como con Tom?


Alex se giró y le miró muy serio, más de lo que le había visto nunca. Parecía de pronto un chico más mayor, más maduro...


-No hables de Tom -le dijo con lentitud a causa de la rabia, que le impedía hablar-Nunca...


-Lo siento, nunca debí decir eso. Yo... soy gilipollas -le dijo Nick arrepintiéndose de haber sacado ese tema tan doloroso.


-Nick -le dijo Alex volviendo a la normalidad, mosqueado, serio, pero él- Hablé con ese guardia, aunque no te lo creas sé usar mi boca y mi lengua para otra cosa que no sea chupar pollas...


-Ya lo sé -le dijo Nick ablandándose como un helado al sol-Sabes hablar.... Y genial, tu retórica es casi mortal. Eso jamás lo he dudado. No te enfades, porfa.


Alex le sonrió.


-Te he echado mucho de menos -le dijo el rubio, mirándole desde la cabeza a los pies con descaro.


Se miraron. Y no aguantaron más la espera. Necesitaban tocarse. Besarse.


Al mismo tiempo se acercaron el uno al otro. Nick sintió sus brazos colgándose de su cuello y rodeó su cintura en un fuerte abrazo.


Los labios de Alex buscaron los de Nick y chocaron con violencia. Su boca, su lengua que era de fuego, le abrasó.


Nick le agarró el trasero, porque le volvía loco, cada nalga en una mano y de un tirón lo levantó y lo estampó contra la pared. No pesaba casi nada, apenas unos cincuenta y pocos quilitos de rubio incendiario contra sus músculos de acero.


Sintió las piernas del chico enlazadas en su cadera. Sus manos en sus muslos para sujetarle. Las de Alex en su espalda. La violencia de sus actos estaba guiada por la necesidad, por la pasión contenida...


Nick agarró de nuevo al muchacho y le empujó contra lo primero que que encontró. Alex tiró todo lo que estaba sobre el escritorio, unas latas vacías y una botella de whisky, que al caer al suelo se rompió dejando salir su contenido y llenándolo todo de cristales.


El rubio se apoyó allí para no caerse. En ningún momento dejaron de besarse. Para Alex, la sensación de aquellos labios mordiéndole los suyos era mejor sustitutivo que la metadona.


Nick tomó su cara con las manos y le miró, rompiendo el beso.


-Sabes a chocolate... -le dijo sonriendo. Alex también le sonrió.


-Y tú a coca-cola -le dijo mordiéndose el labio.


Nick le quitó la fina camisa, estaba mojada por la nieve. Le preocupaba que el chico hubiese estado en la calle en tan poco abrigo. Pero en esos momentos ese pensamiento no duró mucho, desde entre sus piernas un nuevo pensamiento exiliaba al anterior.


Alex era hermoso. Era suave, pero resistente. Mezcla de ángel y demonio. El rubio pasó las manos por su pecho y le quitó la chaqueta de un tirón.


Nick levantó los brazos como un perrito manso cuando Alex le quitó también la camisa. Y besó su cuello blanco mientras desabrochaba su cinturón y sus pantalones. Se los bajó.


Dejó que le desnudase. Todo, entero. Estaba tal y como nació. El rubio miró ese cuerpo de atleta. 


Alex le miró de arriba abajo y le sonrió, no de felicidad, no estaba recuperado para eso. Pero sí para sentir lujuria y deseo... y dedicarle una sonrisa llena de pecado como nunca le había visto.


Nick dejó de ser el perro manso al ver esa sonrisa. Se convirtió en animal, en bestia dispuesta a devorar.


Casi le arrancó lo que le quedaba de ropa a Alex. Lo único que cubría su cuerpo eran esos calcetines de caritas sonrientes y tristes, le gustaban. Le ponían animal, porque eran típicos de su loco chico.


Alex entreabrió los labios cuando la mano del moreno acarició su pene. A Alex le encantaba esa mano.


Y así estuvieron un buen rato, dedicándose besos, caricias, palabras y jadeos.


Se calentaron mutuamente.


Tanto que necesitaban algo más.


Nick agarró a Alex de las piernas bruscamente para acercarle mucho más y cargó con él hasta la cama.


Con cuidado se introdujo en su cuerpo. Alex se agarró a él y cuando llegó hasta lo más hondo de un empujón, le clavó las uñas en la espalda con un gemido.


Alex le lamió el cuello como un gato.


-Ah... vuelve a hacer eso -le dijo Nick. Alex así lo hizo.


-¿Te gusta? -le preguntó el rubio.


-Sí -le dijo entrando más fuerte. Alex gimió.


Estaban siendo bruscos. Fuerte y rudo. La violencia de sus actos animales era proporcional a lo mucho que habían añorado aquella la fricción, movidos por placer que sentían. A Alex le gustaba tener a Nick encima, le gustaba que fuese tan machote, que los músculos de su trasero se tensasen en cada embestida, que le besase el cuello cuando él le arañaba y que le diese bruto, rápido, fuerte...


Pero también le gustaba estar arriba. Y tener el control.


Y eso hizo.


Arriba le miraba a la cara mientras se movía. Le gustaba verle jadear. Y a Nick le encantaba ver a su rubio así. Despeinado y sonrojado sobre él... con las manos en su pecho para mantener el equilibrio. Emitiendo suaves gemidos que solo él podría escuchar. Alex se movía lento, e iba acelerando. Como a Nick le gustaba.


Alex tiró de él para que se irguiese y se sentase, y así poder abrazarte. Nick sentía su fuerte respiración contra su cuello.


-Me corro -le dijo Alex jadeando. Sí, Nick también apretado en su orgásmico espasmo.


Primero se corrió Alex, sintiendo algo parecido a su añorada euforia, y después Nick; que tras unos segundos para recuperar aliento, salió con cuidado de su cuerpo.


Nick se tumbó y se limpió el abdomen de los restos de semen de Alex con las sábanas porque tenía las piernas demasiado temblorosas como para buscar pañuelos. Alex se tumbó a su lado.


Aún tenían la respiración un poco alterada.


-Ven aquí -dijo Nick pegando su cuerpo al suyo para abrazarle.


*********************************************************************


Dante estaba tan aburrido que puso la televisión. La principal cadena italiana emitía una película típica de Navidad. Dante no tuvo problemas con el idioma, sabía italiano tan bien como su madre, italiana de nacimiento.


El chico tuvo un ataque de risa cuando el protagonista soltó algo así como que había que salvar el espíritu de la Navidad. Dante tenía casi dieciocho años y todavía se seguía preguntando qué coño era el espíritu de la Navidad y por qué todo estadounidense de las películas se empeñaba en salvarlo. Todavía no había visto ninguna película donde el salvador de la navidad sea un ruso, un francés, o un checo.


Fuera comenzó a llover.


Se empezó a desvestir para ducharse. La ducha duró más de lo que esperaba, pero le sentó bien. Y tras eso... se fue a vestir. Debía ponerse presentable si quería pasárselo bien en la fiesta. Su fiesta soñada de Navidad.


En cuanto se abrochó el último botón de la camisa....


-¡Dante!- oyó una voz gritar. Dante creyó estar oyendo mal. Se giró hacia la televisión preguntándose si alguien se llamaba como él y eso era lo que había escuchado.


-Estoy perdiendo la cabeza... -susurró frunciendo en el ceño.


Una piedra pequeña chocó contra el cristal de la ventana. Él se acercó.


-¡Dante! -gritó la voz de Ryan. Dante abrió la ventana rápidamente y se asomó.


En efecto, Ryan, SU Ryan, estaba allí plantado en la entrada con las mejillas y la nariz coloradas por el frío. Y el pelo despeinado por el viento. Una chaqueta con una capucha evitaba que el agua le empapase demasiado.


-Ryan... -susurró. Ryan abrió la boca pero no dijo nada. Le costaba empezar a hablar.


Pero lo hizo.


-Yo sigo con Greg -dijo antes de nada. Para aclararle que aquello no era una reconciliación. Dante asintió- Pero solo vengo a hacerte una pregunta... ¿Cuánto decías que me querías?


-Te quiero más que a mi vida -le dijo sinceramente, sin exagerar ni un ápice- Eres mi hermano.


-Por eso estoy aquí -le dijo Ryan- porque yo estoy con Greg, pero también estoy contigo porque eres mi hermano, y te quiero. No voy a dejarte solo en Navidad.


Dante tragó saliva, su corazón de pronto había dado un salto muy grande y se había parado.


-Pasa antes de que te resfríes -le dijo y corrió a la planta baja a abrirle la puerta principal.


Y tras un largo rato de silencio Ryan se tumbó junto a Dante en la cama. Lejos, pero cerca.


-¿Cómo van las cosas con Greg?- le preguntó Dante, sin sonar agresivo, ni celoso. Solamente se interesaba por ese tema. Ryan suspiró.


-Bien -le dijo Ryan apartando la mirada- Es muy buena persona, Dante. Ha entendido que quiera pasar Navidad contigo. Me iré luego, y estaré en Nochevieja con él en París.


-¿Es bonito París?


-Es precioso, te encantaría... aunque yo no me defiendo nada con el francés, y si la gente no sabe inglés es difícil comunicarse -le dijo. Dante rio. Ryan se quedó mirándole. Hacía tiempo que no veía a su hermano tan relajado y feliz- Dante, te he echado mucho de menos.


-Y yo a ti, hermano -dijo en portugués. Se quedaron, simplemente, mirándose. Hasta que Ryan cayó en la cuenta de donde estaba, y cuando estaba allí.


-¿Qué hora es? - Le preguntó- ¿No vas a ir a la fiesta de todos los años? Vives para esta noche.


Sí. Dante vivía para esa noche, era LA NOCHE. Le encantaba. Y Ryan lo sabía, era lo más importante del año.


-Yo ... hoy creo que me quedo en casa. La familia va primero -le dijo mirándole a los ojos. El tono de cariño con el que se lo dijo le dejó sin aliento-. Lo de fuera no me importa ¿No ves que esta lloviendo...? ¿Y si hay tormenta? Te dan miedo.


Ryan sonrió emocionado. Era consciente de que la lluvia jamás había sido un impedimento para Dante y que estaba haciendo un gran sacrificio por él.


Había cambiado.


Un año atrás jamás hubiese dicho eso.


Y juntos, como hermanos, pasaron la noche recordando las escasas navidades que habían pasado junto a su madre.


*********************************************************************


Alex dibujó un circulo alrededor del pezón de Nick, Que sonrió y hundió sus dedos en su pelo peinándolo con cariño.


-¿Qué hora es? -le preguntó el rubio. En la clínica le habían quitado sus relojes y sus muñecas estaban desnudas.


-Son las doce, aun tenemos toda la noche por delante -le dijo Nick.


Alex sonrió.


El rubio tarareaba una cancióncilla acariciando la piel de su pecho.


-You are my sunshine- cantaba bajito, y levantó la cabeza para mirarle a la cara. Su voz suave era casi una nana. Nick se quedó atrapado en aquellos ojos que le hablaban con un enorme afecto- My only sunshine. You make my happy, when skies are grey. You never know, dear, how much I love you...


Nick le besó en la frente y le apretó entre sus brazos.


-Quiero quedarme aquí para siempre- le dijo acurrucándose contra su cuerpo.


-¿Has aprendido a parar el tiempo? -bromeó Nick.


-¡Vaya! Estoy en ello- replicó Alex bostezando. Se quedaron en silencio un rato, juntos, mirando al techo de color blanco.


-Alex... -le llamó Nick.


-¿Ajá?


-Tienes dieciséis años... -le dijo como si se diese cuenta en ese momento. Alex le miró con una sonrisa divertida.


-Sí, lo sé.


-Es que... yo tengo casi dieciocho, seré mayor de edad en dos semanas, y tú acabas de cumplir dieciséis...


Alex asintió sin adivinar por qué le decía aquello.


-Sí, eres un asaltacunas -le dijo de broma.


-He estado pensando -le dijo Nick poniendo sus manos tras la cabeza. Nick apoyó el mentón en su pecho- Yo... me iré a vivir solo en cuanto tenga la edad, ¿Y...te gustaría vivir conmigo?


Alex se sentó en la cama mirándole sin comprender.


-En la residencia ya vivimos juntos...-susurró- ¿Juntos como de compartir piso?


-Juntos como de que te cases conmigo.


Alex no reaccionó. Pestañeó visiblemente estupefacto.


Nick tragó pensando que había metido la pata y se apresuró a añadir


-No ahora. Cuando seas mayor de edad... O bueno, si no quieres... Yo lo que intento decirte es que no quiero compartir piso contigo. Quiero un hogar, juntos. Un hogar nuestro. Pero...


-Nick -le interrumpió Alex muy serio y dibujando una sonrisa progresivamente a medida que iba asimilando lo que Nick le decía- Me encantaría.


Se tumbó a su lado y Nick apoyó la cabeza en su hombro delgado.


-No creo que tu madre tenga inconveniente ¿No? -le dijo Nick. Alex se encogió de hombros- Quiero decir... nunca está contigo. Ni siquiera ha ido a verte en la clínica, mandó el consentimiento para internarte por fax.


-Ella tiene mi custodia, si se le cruzan los cables y se niega no podremos hacer nada. Y tú no le caes muy bien porque le insultaste -susurró pensando en esa posibilidad.


Nick recordó cuando tras el intento de suicidio de Alex le dijo a la mujer todas las cosas que pensaba de ella.


¿Qué clase de persona apaga el teléfono mientras su hijo se suicida?


Días después de aquel suceso, cuando empezaron a salir juntos, Alex le había contado entre susurros postcoitales y caricias muchos detalles de su vida. Como, por ejemplo, que nunca había sabido quien era su padre, que había nacido en Bristol y que la tarde antes de intentar quitarse la vida le había dicho a su madre "Mamá quiero morirme" y ella no había hecho nada.


Nick no podía permitir que Alex pasase más tiempo dependiendo de una persona que no cuidaba de él.


-Bueno -suspiró Nick- pues le convenceremos para que me ceda tu custodia, y así puedes estar conmigo.


-Eso de ceder custodias no es como regalar perritos, no es tan fácil.


-Pues pagaré para que sea fácil, sobornaré hasta al que sujeta la puerta. Encontraré la forma.


Alex asintió y se acomodó contra él, mirando hacia la ventana. Se quedaron quietos, en silencio. Alex creyó que Nick se había quedado dormido. Hasta que habló.


-Quiero ser fuerte para ti, Alex -le dijo- Siento mucho no haber ido a verte a la clínica. Quería ser fuerte, como un muro, para ser tu apoyo. Y tenía miedo de derrumbarme y hacerte daño, tenía miedo de que me doliese verte allí.


-Nick, no tienes por qué ser fuerte -le susurró Alex girándose hacia él- Es normal sentirse mal a veces. He aprendido que está bien no estar bien. Y pedir ayuda y aceptarla. Yo no quiero que seas mi muro, y menos quiero que te alejes de mí por no serlo. Quiero que seas mi novio. Y si tienes que llorar lloras, y te abrazo. Y si tengo que llorar lloro, y me abrazas.


Nick le besó.


-No le pidas tantas metas a mi duro corazón ruso- bromeó sonriendo contra sus labios. Alex rio.


-Cierto, Nickolas Gustav, no estaba pensando en tus fríos genes soviéticos.


-Hablando de frío ¿Por qué estabas descalzo y sin abrigo cuando llegaste? -le preguntó.


Alex sonrió.


B2, en pleno arrebato maníaco había trazado un plan para ayudarle a escapar de la clínica. Habían esperado al turno de noche, que tenía menos vigilancia, y B2 se había acercado al guarda de seguridad que siempre le miraba sonrojado en las duchas.


Su amigo, con su rostro de pasarela y su cuerpo perfecto, sabía ser muy seductor. Y con tres frases el hombre, algo panzón, había caído a sus pies y le había dejado marchar por la puerta del personal con la única condición de que volviese antes de las ocho.


Así que se marchó y dejó a B2 desnudando al hombre en un rincón oscuro del almacén de seguridad.


Cuando había salido... se había visto en medio de ninguna parte, por la noche y con una nevada. No podía avisar a nadie para que le vinieran a recoger o le encerrarían de nuevo y metería en un lío a ese guarda tan simpático, que incluso le había dejado su chaqueta.


Así que comenzó a caminar por el alcen de la carretera e hizo autoestop. Pero nadie se paraba a recoger a un niño en una carretera perdida de la mano de dios, a esas horas de la noche, tan cerca de un manicomio, y con el uniforme de ese sitio. Alex se tapó como pudo el escudo y por fin un hombre paró. Le dijo que le llevaría a cambio de sus zapatillas.


Le dijo que eran para su hijo. Era un hombre vulgar con pintas de ladrón.


Alex se las dio.


Le llevó hasta la ciudad, pero no hasta el hotel. Tuvo que pedirle a un sintecho que le guiase. Hizo un trato. La chaqueta a cambio de su ayuda. Total, le compraría una igual al guarda cuando amaneciese.


Y así consiguió llegar. Había sido una pequeña odisea y había pasado muchísimo frió para llegar hasta allí. Pero había valido la pena.


-Porque tenía calor.


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Notas finales:

Bueno... me encantaría saber qué os parece...



gracias por leer...

ÚLTIMO CAPÍTULO-- TODOS FINAL.


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