Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Fiebre por starsdust

[Reviews - 97]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

 

Milo.

Dégel daba vueltas por la habitación, caminando rápidamente entre los libros. Milo lo seguía con la vista, sin poder dejar de pensar en Sagitario. Sagitario había muerto luego de haber intentado asesinar a Atenea, habiéndolos traicionado a todos… al menos eso creía recordar. Y por más que le dijeran que sus recuerdos no se correspondían con la realidad, la sola mención de ese nombre le provocaba escalofríos. Y el hecho de que Dégel razonara en voz alta como si estuviera hablando consigo mismo no ayudaba a calmar su inquietud.

—Deberíamos haber ido ayer a reportarnos con el patriarca… Sísifo volvió de su misión y fue hablar con él... Ni siquiera lo sentí atravesar este templo… El patriarca lo mandó a que viniera a buscarnos… Deberíamos ir... esto no puede postergarse más.

—Está bien, si es lo que tenemos que hacer… —murmuró Milo.

—¡No! ¿Qué tal si te pregunta… cualquier cosa? Dudo que sepas cómo responder.

—¡Hey…!

—Pero quizás sería peor si no fueras… ¿qué voy a hacer contigo?

—¿Entonces vas a llevarlo a ir a ver al patriarca? Quiero ver eso… —dijo Asmita conteniendo una risita.

—No es gracioso. Supongo que habrá que enfrentarlo tarde o temprano… Tendré que llevarlo conmigo.

—No estás pensando con claridad, Dégel.

—¿Entonces qué es lo que hay que hacer? —terció Milo, confundido.

—Espera aquí. A que Sísifo se vaya. Te avisaré cuando puedas salir. Y luego cuando vayamos a ver al patriarca tendrás que hacer exactamente lo que te diga.

—¿Sísifo aún está allí…? —preguntó Asmita.

—Sí… Me había pedido un libro… —respondió Dégel con fastidio, mientras buscaba rápidamente en la biblioteca. Quería sacarse a Sísifo de encima lo más pronto posible. En cuanto halló el libro se dirigió hacia la puerta y dejó la habitación luego de dar un último vistazo a Milo, que se veía aún más desconcertado que hacía unos momentos y a Asmita, que no parecía preocupado en absoluto.

Sísifo estaba esperando a las puertas del templo. A su lado, o mejor dicho detrás de él estaba Regulus, su pequeño discípulo, que había llegado al santuario hacía no demasiado tiempo. Todavía no parecía haberse acostumbrado a su nueva situación y se aferraba a la mano de Sísifo mientras miraba a Dégel con desconfianza.

—Gracias —dijo Sísifo sonriendo cuando recibió el libro de manos de Dégel—. Quería leer este libro, después de una conversación que tuve con El Cid durante esta misión... tengo la impresión de que podría descubrir algo importante acerca de él a través de esta historia, ¿sabes?

—Entiendo —dijo Dégel, que no había prestado demasiada atención a las palabras de Sísifo, pero había captado el tono interrogativo de la última palabra—. Entonces, tengo cosas que hacer, así que…

—¿Ah, pero irá Escorpio contigo? Porque su templo estaba vacío… ¿tienes idea de dónde está?

—¿Escorpio…? Bueno… —comenzó a decir Dégel, pero se detuvo en cuanto notó que Sísifo había dejado de mirarlo a él, y en cambio miraba detrás de él. Deseó que no fuera lo que creía, pero al darse la vuelta vio que Milo había salido del cuarto y se asomaba desde detrás de una columna.

—¿Kardia…? —preguntó Sísifo. Milo salió un poco más de su escondite, mirándolo con ojos casi desorbitados. Sísifo notó que se veía despeinado, un poco ojeroso y ni siquiera tenía puesta la armadura, lo cual lo hizo caer en la cuenta de que Dégel tampoco se veía demasiado bien—. Bueno, ya que estás aquí… ustedes dos realmente deberían ir a ver al patriarca… ¿pero dónde está tu armadura, Kardia? ¿Y qué haces aquí?

—No es lo que estás pensando —dijo Dégel antes de que Milo pudiera contestar. Podía ver que Sísifo se había puesto tenso, y que si se ponía a atar cabos la situación se vería catastrófica. Regulus se había despegado un poco de su maestro, al parecer para ver mejor la escena, y sonreía un poco, como si aquello le divirtiera.

—No estoy pensando nada. Conoces las reglas mejor que nadie, no creo que deba recordártelas…

—Kardia está un poco enfermo —se adelantó a decir Dégel antes de darle oportunidad a Sísifo de que continuara—. Es algo que tuvo que ver con la misión. Lo traje aquí porque en este lugar tengo preparados especiales. Pero está bien. Estará bien.

—Entiendo tu preocupación, pero si no es algo grave podrías haber enviado instrucciones a través de los sirvientes, para eso están… Dégel, esta no es tu responsabilidad. ¿Está el patriarca al tanto?

—Iba a ponerlo al corriente cuando llegaste —respondió Dégel. Sísifo se veía bastante convencido, y ahora su atención estaba puesta en Milo, a quien miraba con preocupación.

—¿Estás bien, Kardia…? —preguntó Sísifo.

—Kardia, deberías volver adentro… —dijo Dégel.

Milo no sabía que hacer. Estaba paralizado ante la majestuosa visión de Sagitario, que le producía una mezcla de rabia y emoción. La adrenalina corría por su cuerpo como si estuviera en un campo de batalla. La sonrisa de ese hombre era amable, pero Milo no podía dejar de pensar en lo que le dictaban sus recuerdos: asesino.

Tus recuerdos están distorsionados, le había dicho Dégel antes. Esta vez pudo entender esas palabras en toda su extensión. Sagitario había muerto, o eso creía él. Y sin embargo, allí estaba, y nadie parecía asombrado al respecto. Por primera vez pensó que quizás su nombre sí era "Kardia" y no "Milo", y estaba perdiendo la razón. Buscó ayuda en los ojos de Dégel, que se veía impaciente. Quizás debería haberle hecho caso y quedarse donde estaba, pero había querido ver si aquello era real con sus propios ojos.

Sagitario se acercó a él con aire preocupado, seguido por el niño que se escondía detrás de él. Dégel se apresuró a adelantárseles para llegar junto Milo.

—¿Qué haces aquí, Kardia? Te dije que no salieras... —susurró Dégel.

—Kardia, ¿estás bien? —repitió Sísifo una vez que llegó frente a él.

—Sí... —dijo Milo, en un hilo de voz.

—Si me permites te puedo acompañar a tu templo y arreglar para que recibas lo que necesites allí.

Milo volvió a mirar a Dégel, como pidiendo consejo acerca de cómo proceder.

—No hace falta. Yo mismo lo haré —dijo Dégel.

—El patriarca quiere que vayas ahora, yo puedo hacerme cargo… Dégel, tienes que aprender a delegar, ¿por qué te cuesta tanto?

—No es problema. Puedo hacerlo.

—Creo que es importante que aprendas que no podemos hacerlo todo. Sé que te gusta hacer las cosas a tu manera, pero no eres el único que puede hacerlas, y no siempre podemos abarcar todo. Hay que aprender a confiar en los otros, ¿no lo crees? De eso se trata ser un santo…

—Esto no se trata de querer hacer las cosas a mi manera…

Mientras Dégel y Sísifo intercambiaban argumentos, Milo le prestó atención por primera vez al chico que había venido con Sagitario, y sintió que el corazón le daba un vuelco: parecía una especie de Aiolia en miniatura. El chico le devolvió la mirada, sonrió y le sacó la lengua. Milo olvidó por un momento dónde estaba.

—¡¿Qué te crees que haces, enano?! —exclamó el escorpiano, avanzando hacia el niño, que comenzó a correr mientras reía como si encontrara aquello muy entretenido. Milo fue tras de él, para sorpresa de Sísifo y Dégel, que dejaron de lado su discusión.

—¡Regulus! —gritó Sísifo, aunque su discípulo no pareció escuchar.

—¡Te voy a enseñar a respetarme…! —vociferó Milo, pero poco después las palabras murieron en su boca cuando sintió que se le acababa el aliento. Le pareció que pisaba en el lugar equivocado, y cuando quiso darse cuenta estaba de rodillas en el suelo, intentando respirar con normalidad. El chico estaba ahora arrodillado junto a él, mirándolo con expresión arrepentida.

—¿Estás bien…? —preguntó con timidez.

—¡Claro que estoy bien! —respondió Milo, molesto—. Supongo que tú eres Leo, ¿verdad?

—¿Leo…?

—Regulus —dijo Sísifo, que se había aproximado a ellos —. Vamos.

Regulus se incorporó y le dirigió una sonrisa a Sísifo, que se la devolvió acariciándole la cabeza. Mientras, Dégel se acercó a Milo. Estaba demasiado preocupado como para regañarlo, pero alcanzó a susurrarle las palabras "No hables".

—Disculpa por todo esto… —dijo Dégel, volviéndose hacia Sísifo, que suspiró resignado.

—Por esta vez supongo que está bien que lo hagas a tu manera. Pero piensa en lo que dije.

—Claro —respondió Dégel.

—¿Y qué se dice, Regulus…? —preguntó Sísifo poniendo una mano sobre el hombro del chico.

— Perdón… —dijo Regulus—. ¡Pero eres muy lento, Kardia!

—¡¿Qué?! —exclamó Milo, dispuesto a volver a incorporarse.

—¡Déjalo así! —suplicó Dégel en voz baja.

Una vez que Sísifo y Regulus se hubieron alejado, Dégel sintió que le sacaban un peso de encima.

—¡Él empezó! —protestó Milo.

—Olvídalo… Y definitivamente no puedo llevarte ante el patriarca.

Milo no sabía si sentirse aliviado o humillado. Dégel estaba haciendo lo posible para ayudarlo, y él le agradecía arruinándolo todo. Sin oponer resistencia dejó que Dégel tomara su mano para conducirlo de vuelta a la habitación, donde Asmita se encontraba en el mismo lugar que antes, sentado sobre la cama.

—Asmita… ¿por qué dejaste que Kardia saliera de aquí? —preguntó Dégel.

—Le pediste a él que se quedara aquí, pero en ningún momento me pediste a mí que lo detuviera si intentaba salir. No intentes hacerme responsable por algo que no tiene nada que ver conmigo —dijo Asmita encogiéndose de hombros.

Dégel se quedó sin palabras. No solamente era difícil rebatir los argumentos de Asmita, sino que en este momento lo necesitaba de su lado.

—Perdón, es mi culpa… —dijo Milo—. Sigo sin entender lo que está pasando... ese hombre... ¿por qué tiene la armadura de Sagitario? No es así como lo recuerdo…

—¿Cómo lo recuerdas? —preguntó Asmita con curiosidad.

—Un asesino… y un traidor.

—Hmmm… Se me ocurren muchas palabras para definir a Sísifo, pero definitivamente no elegiría esas dos —dijo Asmita—. Interesante. ¿De verdad esos son tus recuerdos de él?

Milo lo pensó un momento, y comenzó a dudar. Ese porte, esa sonrisa... como si fuera un ángel... Aquello también tenía lugar en sus recuerdos, recuerdos que quería negar pero que a veces afloraban, haciendo que se sintiera avergonzado.

—Tengo que arreglar esto. Y tengo que ir con el patriarca —murmuró Dégel.

—Ve, Dégel. Me quedaré con él, esta vez no irá a ninguna parte. Y mientras no estás, Milo me contará qué otras cosas "recuerda", ¿verdad? —preguntó Asmita.

Milo no respondió. Ya no estaba tan seguro acerca de cuál era la línea que separaba la realidad y la ilusión.

Kardia.

El templo de Virgo estaba silencioso. Camus había arrastrado a Kardia hasta allí y ni siquiera estaba seguro de por qué, pero esta vez sentía que no tenía tiempo para hacer mayores dilucidaciones. Tenía que confiar en su instinto.

—¡Shaka! —gritó Camus.

—¿El templo de Virgo…? ¿Por qué estamos aquí? —preguntó Kardia.

—¡Shaka! —insistió Camus, haciendo caso omiso a las preguntas de Kardia. Sabía que una vez más estaba cometiendo el error de elegir retrasar enfrentar una situación que le parecía más difícil de enfrentar que una batalla real, pero era consciente que en su interior había comenzado a correr una cuenta regresiva y temía lo que ocurriría al llegar al cero.

—No me ignores… —dijo Kardia, pero ya resignado a que sus palabras rebotaran tal como habían venido haciéndolo en el camino de Acuario hasta Virgo. Ni siquiera se sentía con el ánimo para discutir, sólo quería despertar de ese sueño.

—¿Qué es este ruido…? Espero que haya una buena razón… ¿Camus? —preguntó Shaka asomándose.

—¡Algo está mal con Milo!

—Eso no es algo con lo que yo tenga nada que ver, Camus —Shaka se veía de mal humor, pero aún así se acercó dispuesto a escuchar. Sabía que Camus no irrumpiría en su templo en el medio de la noche sin tener una buena razón, así que no podía evitar sentir curiosidad.

—Milo dijo que había estado teniendo problemas, supuse que podría haberlo hablado contigo.

—¿Y por qué no le preguntas a él en lugar de venir a despertarme?

—Ese es el problema… ese ni siquiera es Milo —intentó explicar Camus, aunque estaba consciente de que sus palabras sonaban absurdas. Kardia lo miró con disgusto. No le gustaba que se hubieran referido a él como si fuera una especie de objeto.

—¿Que "no es Milo"? ¿Qué quieres decir con eso?

—No sé por qué lo sé, y no sé por qué estoy aquí, pero sé que puedes ayudar —Camus intentaba mantener la compostura a pesar de no estar siquiera entendiendo las palabras que salían de su propia boca.

—¿Qué está pasando? —preguntó Kardia— ¿Y qué son esos nombres que están usando? ¿Asmita, tú también…?

Apenas hubo terminado de decir eso Kardia se encontró con dos pares de ojos clavados sobre él. El primero era el perteneciente Camus, pero para su sorpresa Virgo también había abierto los ojos y se había vuelto hacia él.

—¿Qué dijiste? —preguntó Shaka.

—Tus ojos… —dijo Kardia, sorprendido. No solamente estaban abiertos, sino que su mirada lo atravesaba con intensidad. Aquellos ojos podían verlo, no cabía duda. Kardia retrocedió, inseguro de cómo comportarse.

—¿Quién eres tú?

—Kardia... —respondió el escorpiano, sin darse tiempo a pensar que era una pregunta ridícula. Aquella persona frente a él no parecía ser Asmita, así como el otro no parecía ser Dégel. ¿Pero quiénes más podrían ser?

—Camus, ¿qué es esto? —preguntó Shaka dirigiéndose al acuariano, que intentaba mantenerse al margen escondiéndose en una de las sombras del templo.

—Esperaba que tú fueras capaz de explicarlo…

—¿Te das cuenta de lo que significa? Es increíble… Creo que ahora entiendo…

Camus se cruzó de brazos y meneó la cabeza, mientras Shaka se acercaba a Kardia y lo recorría con la mirada de pies a cabeza.

—¿Qué está pasando aquí…? —preguntó Kardia, dispuesto a ponerse una vez más en guardia si era necesario.

—¿En qué siglo estamos? —preguntó Shaka de repente.

—¿Qué clase de pregunta es esa? Dieciocho... —respondió Kardia, sintiéndose cada vez más incómodo. Camus miró a Shaka con extrañeza; el virginiano asintió con la cabeza como si la respuesta confirmara sus sospechas, y acto seguido comenzó a caminar en círculos alrededor de Kardia.

—¿Camus, no te suena familiar el nombre de "Kardia"?

—Sí, pero no puedo recordar de dónde…

—Mientras estuviste ausente Milo ha estado teniendo sueños —comenzó a narrar Shaka—. Se trataba de sueños que venían en forma de lo que parecían ser una especie de recuerdos. Esperaba que Milo pudiera comenzar a entender esto por sí mismo antes de poder hablarlo mejor con él, pero todo indicaba que se trataba de sueños vinculados a memorias de una vida anterior.

—¿Una vida anterior…? —preguntó Camus en voz baja.

—Desde hace generaciones, nosotros hemos luchado juntos… en diferentes momentos nuestras almas se han reunido para un mismo propósito. Es un ciclo que se repite. Somos parte de un mismo camino. Pero por supuesto, no todos son conscientes de esto.

—¿Qué estás queriendo decir?

—El nombre del santo de Escorpio en el siglo XVIII.

Camus miró a Shaka con recelo y luego al escorpiano, que lo miraba a su vez como pidiéndole una explicación. Parecía estar encerrado como un animal salvaje en la jaula invisible que parecía crear Shaka caminando en círculos alrededor de él.

—"Kardia"… —dijo Camus, asintiendo instintivamente. Ya antes de que el otro dijera ese nombre por primera vez, él mismo lo había recordado. Ese era el nombre que se había escapado de su boca sin que él mismo supiera por qué.

—Asmita era el nombre de Virgo… mi nombre —agregó Shaka.

—¿Tú puedes recordar eso con claridad?

—No en su totalidad... sólo parcialmente. Como si fueran una serie de impresiones, imágenes y certezas.

—¿Entonces qué está ocurriendo con Milo?

—Es probable que Milo lo esté recordando de manera mucho más intensa... tanto como para sentir que él es esa encarnación anterior...

—¿Qué? ¿De qué están hablando? —preguntó Kardia. Shaka dejó de dar vueltas por un momento y se plantó frente a él, poniendo una mano sobre su mejilla.

—Es fascinante. Incluso su cosmos se siente diferente… —dijo Shaka. Kardia se quedó petrificado. No podía acostumbrarse a esa mirada y no sabía cómo reaccionar a ella. Shaka sonrió, por primera vez, y se alejó un poco.

—En el caso de que sea como dices, ¿cómo podemos arreglar esto? —Camus había dejado de mirar a Kardia, que podía jurar que el aire del templo se había estado volviendo más y más frío desde que Shaka había empezado a explicar. A pesar de su actitud de aparente serenidad, Kardia conocía aquella reacción indirecta. Dégel hacía exactamente lo mismo cuando comenzaba a preocuparse.

—Si es la primera opción, una manera extrema de experimentar recuerdos relacionados con una vida anterior, no debería tardar en volver a la normalidad. Sin embargo… existe otra posibilidad que me preocupa.

—¿Otra posibilidad?

—Una grieta en el tiempo —comenzó a explicar Shaka—. Aunque ese sería el peor panorama posible…

—¿Qué quieres decir con una "grieta en el tiempo"?

—Ya sabes que el tiempo es algo con lo que no se puede jugar y que sería mucho más complicado de arreglar. En el peor de los casos… esta persona que tenemos aquí no sería ya Milo, sino el mismísimo Kardia del siglo XVIII.

—¿Cómo sería eso posible?

—¡Claro que soy Kardia…! —interrumpió el escorpiano, aunque Shaka continuó hablando sin prestarle al parecer demasiada atención.

—Es un escenario hipotético que tenemos que tener en cuenta dentro del abanico de posibilidades.

—Bien, ¿qué te parecería adecuado como primer paso? —preguntó Camus, que parecía estar escupiendo las preguntas automáticamente.

—Hablar con el patr…

—¡No! —exclamó Camus. Shaka, que también había notado el cambio de clima del templo, entendió que Camus estaba llegando a su límite. Su falsa calma se estaba resquebrajando—. Te lo pido como un favor personal… Lo que estás diciendo es algo que no sé si entiendo aún del todo. Pero creo que mientras menos sean las personas que sepan al respecto es mejor.

Shaka lo miró con aprensión, pero finalmente cedió.

—Está bien, entiendo.

Camus se volvió hacia Kardia, que los miraba como si fueran un par de dementes. Toda la arrogancia y agresividad de antes se habían desvanecido, dejando en su lugar a un chico confundido no muy diferente del mismo Milo.

—Tenemos que hablar —dijo Camus. Kardia asintió en silencio. Entendía que esta vez lo que fuera que estuviera ocurriendo estaba demasiado por fuera del alcance de sus manos.

·

·

·

Milo.

Al volver de la reunión con el patriarca Dégel se encontró con un panorama sombrío. Al sentirlo llegar Milo levantó la vista hacia él y Dégel vio desolación en su mirada. Asmita tomaba una de sus manos.

—Dégel, estuvimos hablando sobre muchas cosas—dijo Asmita, poniéndose de pie dispuesto a retirarse—. Ahora creo que ustedes dos son los que tienen que hablar… pero después necesito decirte algo importante, tenemos que hablar con urgencia.

Dégel asintió y Asmita los dejó solos. Había algo en las palabras de Asmita que le había puesto los pelos de punta, pero intentó alejar esa sensación y se sentó a los pies de la cama donde estaba Milo.

—Entonces realmente todo lo que recuerdo no existe —dijo Milo.

—¿Es sobre eso que hablaron? —preguntó Dégel.

—Sí… sobre este lugar y sobre mí… ¿Pero cómo es posible? ¿Cómo puedo haberlo olvidado todo? ¿De dónde vienen estos recuerdos…?

—Eso no importa… yo te ayudaré. Buscaré la manera.

—Es gracioso porque creo que sí recuerdo algunas cosas sobre ti.

—¿Qué cosas?

Milo había estado intentando retener las lágrimas, pero le era imposible seguir haciéndolo. Tomó aire y decidió continuar.

—Eres mi mejor amigo… la persona a la que más admiro... en la que sé que puedo confiar... el mago del agua y del hielo.

—¿El qué? —dijo Dégel, dejando escapar una sonrisa incrédula.

—¡Sí! Eres increíble... no te rías. Es lo que pienso. Olvídalo —murmuró Milo, escondiendo su cara entre las manos. Se había convertido en un ovillo. Lamentó haber hablado y comenzó a sacudirse con sollozos. Nunca se había sentido tan miserable.

—No sabía que pensaras eso. Nunca me lo dijiste —dijo Dégel con suavidad, mientras rodeaba a Milo con sus brazos.

—Perdóname… —respondió Milo, confundido. Ya no estaba seguro de qué correspondía a sus recuerdos y qué era fabricación pura de su imaginación, pero los brazos de Dégel eran un lugar donde se sentía confortable, donde todo parecía correcto. Se dejó envolver por ellos y buscó su boca, que respondió al contacto con un beso.

Aquella intimidad tan intensa era una de las cosas que definitivamente no formaba parte de sus recuerdos, pero se dejó llevar por el impulso como si estuviera siendo guiado por una fuerza superior. De alguna manera conocía el camino, y esta vez no se sorprendió cuando Dégel comenzó a recorrerlo con sus manos y sus labios.

Cada vez cobraba más sentido dentro de sí la idea de que él era Kardia. De una vez por todas Milo decidió resignarse a ella y dejar atrás sus viejos recuerdos.

Continúa

Notas finales:

Este es el capítulo que más me costó, en especial la parte de Camus, a quien tuve muchos problemas para manejar. En su momento publiqué una versión que luego edité para intentar agregarle más sentimiento...

Yo no veo a Camus como un cubo de hielo, sino como alguien que muchas veces esconde sus sentimientos para no dejarse afectar demasiado por ellos, pero siente las cosas con mucha intensidad. Sin embargo, me costó agarrarle la mano al personaje, creo que empecé a sentirme más segura con él a partir del capítulo que le sigue a este.

Regulus, el alumno de Sísifo de Sagitario, es quien termina siendo el caballero de Leo, pero este fic está situado bastante antes de que eso pase.

El título del capítulo, "Nueva visión", nunca me conformó tampoco... pero tiene que ver con que Milo tiene la chance de ver a Sagitario con otros ojos y además se convence de que sí es Kardia, y en el futuro, Shaka provee un poco de luz sobre la situación de Kardia.

Agregué algo al final, en la parte de Dégel x Milo, para hacerla más intensa... quienes me han leído en otras cosas saben que me gusta Escorpio de uke.

"El mago del agua y del hielo" es como llama Milo a Camus en el manga clásico... sí, en serio XD

El próximo capítulo cuenta la historia de cómo pasó este intercambio bizarro.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).