Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Fiebre por starsdust

[Reviews - 97]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Milo.

Asmita esperó al momento en que sintió que estaban realmente solos para hablar nuevamente, y lo hizo en un susurro.

-¿Dejarás que Albafica crea que fue él? -preguntó. No había reproche en su voz, era una simple pregunta.

-¿Tienes alguna mejor idea? Por ahora es la mejor manera que hay de tener algo de control sobre la situación -fue la respuesta temblorosa de Dégel, que aferraba el cuerpo de Milo como si temiera que fuera a escaparse, aunque el chico estaba inconsciente-. Si él no es Kardia, ¿dónde está Kardia?

Asmita se acercó a Dégel y puso una mano tranquilizadora sobre su hombro. Dégel lo miraba con impaciencia pero aún intentando mostrarse calmado, olvidando que Asmita no podía verlo pero sí sentirlo.

-Considerando las circunstancias, se me ocurren tres opciones... La primera, si se tratara de un caso parecido al de una posesión normal, Kardia podría estar aún en ese cuerpo, sólo que sin ser capaz de controlarlo; el control lo tendría "Milo". La segunda, si Milo está en Kardia, Kardia podría a su vez estar en el cuerpo de Milo, en el futuro. Y la tercera... el que Milo haya tomado posesión de este cuerpo podría deberse a que Kardia se desprendió de él por alguna razón. En ese caso, no habría manera de traerlo de vuelta.

Dégel recordó el incidente en Aries, en el que Kardia había activado el Katakeo, y apretó a Milo con más fuerza contra sí.

-¿"Por alguna razón"? -preguntó con voz trémula.

-Parece que sabes de qué tipo de razón podría tratarse. Creo que hay cosas que no me has explicado aún... -susurró Asmita colocando sus manos con cuidado sobre las de Dégel, intentando hacer que aflojara la presión que estaba ejerciendo sin notarlo. Dégel lo notó y cedió un poco. Se decidió a dejar a Milo sobre la cama de la habitación, aunque sin querer apartarse demasiado de él.

-Cuando llegamos de la misión algo extraño ocurrió... Kardia terminó utilizando su técnica definitiva, una técnica que de ser llevada al límite es mortal para quien la usa... tuve que intervenir para que no fuera así.

-¿Por qué quiso utilizar esa técnica, contra quién?

-Contra Shion... -murmuró Dégel desviando la vista. Estaba consciente de lo ridículo que sonaba lo que acababa de decir.

-¿Shion? ¿Estás hablando del pequeño Shion? -preguntó Asmita, incrédulo.

-Sí... Shion dijo que tuvo la impresión de que Kardia parecía estar atrapado en una especie de alucinación, pero no dio muchos detalles.

De repente, Dégel lamentó no haberle hecho más preguntas a Shion cuando lo tuvo a la mano. Se arrepintió de no haberse dado cuenta de la gravedad de la situación solamente por querer creer que lo podía tener todo bajo control. Esto era un poderoso recordatorio de que aunque quisiera convencerse de lo contrario, él no era capaz de dominar todo lo que ocurría a su alrededor. La voz de Asmita interrumpió sus pensamientos.

-Dégel... ¿estás seguro de que nada extraño pasó en esa misión a la que fueron? Algo tiene que haber ocurrido, aquí o en el futuro. Algo que desencadenara todo esto.

Esta vez Dégel recordó cuando había encontrado a Kardia en la Cámara del Tesoro, y una vez más, cómo había elegido creer que no era de gran importancia por simple miedo a que sí lo fuera. Ahora estaba atrapado dentro de un laberinto por causa de su pobre cadena de decisiones.

-Luego de que recuperamos el objeto, Kardia no se sentía bien... pero no quiso explicarme, y asumí que tenía que ver con la enfermedad. La misión en sí no tenía nada fuera de lo común, era bastante simple.

-Y sin embargo, Sage accedió a dejar que dos dorados se encargaran de ella.

-Eso no quiere decir nada, ya sabes que a veces lo hace... -dijo Dégel. Y así era. No eran raras las veces en que Sage enviaba a más de un dorado a una misión para la que supuestamente no se necesitaba tanta inversión en fuerzas; Dégel asociaba esto con la política que tenía el patriarca de crear promover la unidad entre los miembros de la orden de santos.

-¿Pero qué tal si esta vez sí había algo de gran importancia detrás...?

Dégel negó con la cabeza, aunque su negación era más un deseo que una respuesta a la pregunta de Asmita. Entendía que había cometido un error, y que era hora de enfrentar las consecuencias.

-No sé. Pero hay que mantener esto bajo control. Si esto sigue así Milo terminará lastimando el cuerpo de Kardia por no saber usarlo. -Dégel se volvió hacia Milo, estirando una mano instintivamente para acariciarlo, pero se detuvo al ver que tenía los ojos entreabiertos. Había estado escuchando por algún tiempo, haciendo un esfuerzo por mantenerse callado, asimilando la información.

-Estás despierto... -dijo Dégel en voz baja. Milo se estaba tragando su ira. Tenía ante sí a Acuario y Virgo, y sabía que esta vez estaban en guardia. No le sería fácil escabullirse, y no cometería la insensatez de intentar atacarlos sabiendo que no tenía oportunidad.

-Quiero una explicación -murmuró Milo-. ¿Estoy metido en esto por culpa del dueño de este cuerpo defectuoso?

-Técnicamente, tú también eres esa persona... -acotó Asmita.

-¿De qué estás hablando...?

-Reconociste a Dégel como la persona que es Acuario en tu época, y a mí como "Shaka".

-¡Se ven igual! Casi... tú te ves más grande.

-¿Por qué crees que nos vemos igual, Milo? -preguntó Asmita. Milo no respondió. Miró a uno y a otro, y guardó silencio, esperando una aclaración-. Reencarnación.

Cuando Asmita dijo la palabra, Dégel y Milo lo miraron con la misma expresión de estupor, pero fue Milo quien habló primero.

-¿Estás diciendo que ustedes son...? Pero... ¿es así como funciona?

-La reencarnación funciona de diferentes maneras... en algunos casos, se trata solamente del alma que reencarna y tanto la apariencia como otros detalles, como el sexo, pueden variar...

»Pero en otros casos, cuando las ataduras a la misión de una vida a una obligación o trauma son extremadamente poderosas, esto se manifiesta en el cuerpo que la persona elige en la vida siguiente... haciendo que esta persona tome en una apariencia similar a la anterior, o incluso herede huellas de heridas sufridas con su anterior cuerpo. Por eso algunas personas nacen con cicatrices inexplicables, por ejemplo. Quizás no nos vemos tan igual, sino que es tu cerebro el que llena los huecos, porque tu alma nos reconoce.

Escuchando con atención, Milo intentaba digerir la explicación de Virgo. Recordó los sueños recurrentes que había estado teniendo, la breve conversación con Shaka antes de que el problema comenzara y los retazos de recuerdos de Dégel que había tenido después de despertar en el cuerpo de Kardia.

-Mi alma... -murmuró, llevándose una mano al pecho. Esta vez buscó a Dégel, pero encontró que él se había puesto de pie mientras Asmita hablaba, y ahora miraba a través de la ventana, con la vista perdida en la lejanía. Asmita continuó.

-Los santos estamos cumpliendo un destino poderoso... y por lo tanto, muchas veces, cuando nos es posible, regresamos para pelear juntos. ¿Qué crees tú, Milo? Si pudieras elegir, ¿querrías volver como santo junto con tus compañeros?

-¡Sí! -exclamó Milo sin pensarlo dos veces. Asmita notó un cambio en el sentir de Dégel, quizás una pizca de sorpresa a través de su aura helada.

-Tu conciencia y tus recuerdos pertenecen al futuro, pero compartes la misma alma que "Kardia"... y sobre Dégel... considerando que lo identificaste... es el mismo caso.

Milo asintió en silencio. Dégel se acercó y sin decir una palabra volvió a sentarse junto a él. Milo no se atrevió a mirarlo, inseguro sobre lo que sentir respecto a él y lo que había pasado entre los dos.

-Si un día alguien que conoces te dice de repente que no es esa persona... ¿cómo lo tomarías? ¿Qué pensarías? -preguntó Dégel después de unos instantes. Milo imaginó la situación a la inversa. Al mirar a Dégel de reojo percibió la desolación que lo empapaba, y la visión le encogió el corazón. Camus podía esconder mejor sus sentimientos, y Milo aún no decidía si eso era para mejor o para peor. La voz de Asmita volvió a sonar.

-Tenemos que resolver esto, pero para eso necesitamos que colabores... queremos ayudarte, no lastimarte... -Asmita hablaba con suavidad, e hizo una pausa antes de agregar algo para asegurarse de tener a Milo en sus manos-. Además, el honor de la armadura de Escorpio está en juego.

Aunque odiara más que nada que le dijeran lo que tenía que hacer, aunque odiara verse envuelto en una situación que no había sido provocada por él, y a pesar de todas sus dudas, Milo sí tuvo la certeza de que podía confiar en lo que le decían. Sus instintos no lo engañaban. Apretó los puños y habló con resolución.

-Está bien. Cooperaré.




Kardia.

Cuando Kardia entrecerró los ojos y se recostó en el sofá, no tenía otra intención más que la de escuchar por unos momentos al cuerpo que era ahora suyo. Le prestó especial atención al latir de su corazón: rítmico, fuerte, seguro. Un organismo libre de dolor, tan liviano que parecía irreal. No sabía qué sentir. Estaba acostumbrado a convivir con un cuerpo por el que debió luchar para controlar, habiendo terminado por convertir un defecto en un arma que le brindaría la oportunidad de vivir y morir con intensidad, como siempre había querido.

Tenía claro que esta vez había cometido un gran error al no seguir las instrucciones de Dégel. Tenía claro también que en el caso de que cualquier otra persona terminara teniendo que ocupar su cuerpo, no se las vería tan bien manejándose en esa situación. Le había tomado trabajo controlar su enfermedad, para desarrollar su técnica definitiva había tenido que llevarse a sí mismo al límite sus capacidades.

Sus labios se curvaron en una sonrisa macabra de solo imaginar lo que debía estar pasando su contraparte, en el caso de que estuviera allí, y tuvo que hacer lo posible para contener la risa. Pero en cuanto miró de reojo a Camus, que se había abandonado a la lectura de los tristes viejos papeles que había traído Shaka y vio su rostro serio y apesadumbrado, recordó las palabras de Virgo.

Camus también era Dégel. Como lo sintió la primera vez que lo había visto, Camus se mostraba como el Dégel enmascarado que muchos en el santuario creían frío y controlado. Pero como en el caso de Dégel, bajo esa capa se encontraba una persona sensible que no muchos llegaban a conocer. Las veces en que había hablado sobre esto con Dégel, el acuariano le había subrayado que nada podía reprocharle, porque Kardia también prefería ocultarse tras su propia máscara, la máscara del orgullo y la despreocupación. Pero eso no debería sorprender a nadie... todos usan máscaras al fin y al cabo.

Al tiempo que el sonido de la lluvia se volvía más intenso, Kardia pudo escuchar una melodía que se colaba a través de él, internándose en su cerebro. Se sintió descender de a poco, cayendo en la profundidad de un océano, guiado por hilos invisibles. Ya no estaba en la biblioteca, ni en el santuario. No era la primera vez que escuchaba ese sonido. Venía del fondo del mar...

-Kardia -dijo una voz que lo hizo abrir los ojos. "¿Dégel?", pensó. Pero no. Quien estaba allí era Camus, sentado a su lado. Tenía los ojos cansados, y parecía haber envejecido.

-¿Qué? ¿Qué hora es? ¿Estás bien, Camus? -preguntó Kardia, incorporándose. Camus, que no esperaba esas preguntas, tardó en articular una respuesta.

-¿Milo...? -fue lo que atinó a decir, desconcertado. Kardia observó el semblante angustiado de Camus sin responder inmediatamente. Estiró la mano para acariciar los labios de Camus, preguntándose si serían vírgenes, como sospechaba, y siguiendo un impulso avanzó hacia él para probarlos. Eran frescos pero deliciosos, igual que los de Dégel, pero definitivamente menos experimentados.

-No, lo siento... -susurró Kardia, apartándose apenas. Apenas escuchó esto, Camus se encargó de alejarlo de sí, aunque la sorpresa lo tenía estupefacto.

-¿Qué te crees que haces?

-Lo que quería hacer... y lo que tú querías -respondió Kardia-. Y no me mires así... seguramente es lo que "Milo" quiere también, ¿verdad?

"¿Qué sabes de lo que Milo quiere?", fue lo primero que vino a la mente de Camus. Desgraciadamente, si Shaka estaba en lo correcto, Kardia tenía muchas razones para saber lo que Milo quería. Camus se calló la boca, intentando despejar su mente y alejar el recuerdo del beso, queriendo convencerse de que no le había resultado placentero.

-No es momento para juegos.

-¿Juegos? ¿Así lo llamas? Yo sólo vivo de acuerdo a mis sentimientos. Y no te haría mal probar eso de vez en cuando. ¿O vas a negarte incluso las cosas que te gustan por miedo a salirte de tu esquema?

-¡No pretendas darme clases de vida, por tu culpa estamos en esta situación!

-Ah, estás enojado. Así me gusta más. Que no te escondas -dijo Kardia con una sonrisa, divirtiéndose ante la vista de ese Camus que trataba de enmascarar sin mucho éxito su molestia.

-¿Acaso te parece entretenido todo esto? ¿No piensas en lo que significa para ti y para los otros?

-¿De qué me serviría actuar con seriedad? Esta es la situación, aquí estamos, hay que enfrentarla. Si no hay nada que pueda hacer, nada que me dejen hacer, déjame actuar de la manera que me parezca. ¿O debería trazar un plan sobre como se supone que debo sentirme en cada momento de acuerdo a lo que pase? Al final, a ti no te funciona, a Dégel tampoco. Es sólo una fachada construida con materiales baratos.

-No seas irrespetuoso... -dijo Camus, poniendo en orden los papeles que debía devolverle a Shaka.

-Si te molesta tanto lo que digo... por algo será.

Camus se plantó frente a él sosteniendo los papeles y mirándolo con severidad. Kardia le dio la espalda.

-Tengo que irme un par de horas, ya no lo puedo retrasar... te pido que vayas a Escorpio y te quedes allí, sin llamar la atención. Shaka tampoco está, pero volverá luego, también...

-Está bien -respondió Kardia. La melodía que había escuchado antes de dormirse no se iba de su cabeza, y prestando atención se dio cuenta de que aún sonaba, como viniendo de algún lugar escondido-. ¿Encontraste algo útil en los papeles?

Temiendo divulgar un dato que a Kardia no le correspondía saber, Camus dudó sobre qué decir.

-Hay esperanza -dijo luego de una larga pausa.

Kardia se dio vuelta un poco, para mirarlo de perfil. Se veía distraído.

-Camus... ¿qué es esa música?

-¿Qué música...? -preguntó el acuariano. El único sonido que se escuchaba era el de la lluvia que caía.

-Nada... era sólo mi impresión -mintió-. ¿Cuánto tiempo dormí?

-Algunas horas -contestó Camus. Kardia, que podía haber jurado que habían sido segundos, dejó escapar una exclamación de sorpresa, y se volvió de inmediato hacia Camus, que estaba en la puerta de la biblioteca-. Por favor, ve a Escorpio. Volveré en cuanto pueda.

De mala gana, Kardia se dejó escoltar hasta la salida de Acuario y se dirigió a Escorpio mientras Camus iba cuesta arriba. La melodía que no dejaba de sonar comenzaba a molestarle, sin mencionar que detestaba no poder hacer nada en esa situación.

Entró al templo de Escorpio y éste le pareció más silencioso que nunca. Comenzó a desesperarle cada vez más la idea de esperar a que los otros buscaran cómo resolver un problema sin tener cómo intervenir él mismo en el desenlace.

No pasó mucho tiempo hasta que tomó una decisión. No sabía qué hacer ni sabía cómo, pero abandonaría el santuario en busca de su propia solución. Y la única clave que tenía para dar el primer paso era encontrar la fuente de la música. Al fin había podido identificarla: la había escuchado del flautista austriaco.

Caminó escaleras abajo bajo la lluvia siguiendo la pista de la melodía, seductora e inquietante como el canto de una sirena.




Milo.

Después de una larga charla con Asmita acerca de la época y los habitantes del santuario, la segunda desde que había llegado, y donde además Dégel había intentado nuevamente instruirlo acerca de cómo controlar su temperatura, Milo se sentía aturdido. Entendía que Dégel también lo estaba, y probablemente lo considerara un intruso en el cuerpo de una persona que era evidentemente importante para él. Milo podía comprender la explicación de Asmita acerca de las almas y la reencarnación, pero era mucho más difícil cuando asimilarlo en carne propia.

¿Hasta qué punto eran Kardia y él lo mismo? ¿Y hasta qué punto lo eran los otros con respecto a las personas que conocía en el presente? Recordó a Sagitario, con su sonrisa amable, y no supo qué pensar. Se miró las manos y sintió su cuerpo latir, intentando reconciliarse con él. ¿Qué pasaría si no podía volver? ¿Si se quedaba en ese cuerpo, viviendo la vida del anterior dueño, sin volver a ver a ninguno de sus compañeros, sin saber sobre su destino y sin poder ayudarlos?

Dégel lo había acompañado al templo de Escorpio, y ahora Milo estaba sentado en las escalinatas. Este santuario se sentía diferente al que conocía. Parecía estar rodeado de un aura distinta, y sus habitantes se veían más relajados. En comparación, el lugar donde él vivía parecía estar sumiéndose en las tinieblas. Escondió la cabeza entre las rodillas, queriendo entender.

Algo le rozó la piel. Una sensación fresca y suave que lo hizo levantar la vista. A su alrededor nevaba con suavidad. Dégel estaba sentado a su lado.

-¿Qué es esto...? -preguntó Milo.

-Nieve -dijo Dégel con una sonrisa triste.

-¡Sé lo que es! No me refería a eso...

-¿Te molesta? Puedo hacer que pare...

-No... -respondió Milo en voz baja, extendiendo el brazo para atrapar un copo con su mano.

-Quería pedirte perdón, Milo -dijo Dégel.

-Está bien -replicó el escorpiano, aunque estaba complacido por las disculpas de Dégel. Recordó que él mismo lo había atacado antes-. Yo también... supongo que... perdón por lastimarte antes...

-Ah... ¿te refieres a tu uña? No llegaste a clavarla. Fue sólo un raspón. No es la primera vez que tengo que evitarla, diría que hasta estoy acostumbrado -dijo Dégel sonriendo un poco. Milo lo miró con curiosidad, y no pudo resistir hacer la pregunta que había estado guardándose desde hacía rato.

-¿Qué es Kardia para ti?

-Kardia... -Dégel sonaba pensativo-. No sé... no estoy seguro de cómo llamarlo. ¿Qué es Camus para ti?

-Mi amigo, mi mejor amigo -fue la respuesta instantánea de Milo.

-Me parece bien. Yo no sabría decir si alguna vez he considerado a Kardia mi amigo. Creo que siempre ha sido algo un poco diferente de eso. Ya ni siquiera estoy seguro de cómo empezó todo.

-Pero sobre eso... ¿está bien que así sea? Somos guerreros, y...

-¿Conoces de historia griega?

-Claro que sí.

-Entonces, ¿dirías que los que compartían vínculos especiales con sus compañeros de armas no eran buenos guerreros?

Milo no necesitó contestar. Internamente el escuchar esas palabras lo hizo feliz, en especial después de haberse descubierto sintiendo cosas por Camus que lo hacían sentir contrariado consigo mismo. Y de haber hecho lo que había hecho con Dégel. Se preguntaba lo que Camus pensaría de aquello, y mirando a Dégel recordó a Asmita diciendo: "…l también es Camus".

-¿Qué pasará ahora? -preguntó Milo.

-Te prometo que arreglaremos esto. Tengo que ocuparme de algo que no puede seguir siendo pospuesto... ¿te quedarás aquí? Volveré pronto. Sólo recuerda nuestras instrucciones.

-De acuerdo.

Dégel se alejó de Escorpio llevándose la nieve, pensando en si estaba haciendo lo correcto al dejar solo a Milo o si no habría sido mejor encerrarlo por su bien, para que no interfiriera. Pero a pesar de que después del interrogatorio al que lo había sometido se encontraron con que Milo era más joven que Kardia, tenía la impresión de que el escorpiano no quería complicar aún más las cosas y no cometería locuras.

Sin embargo, al igual que Kardia, Milo detestaba más que nada en el mundo que le dijeran qué hacer. Y a pesar de sentirse más confiado, o quizás justamente por eso, necesitaba alejarse, estar solo por un rato para pensar en qué hacer a continuación. Se negaba a creer que no había nada en que pudiera ayudar. Apenas Dégel se alejó, Milo se puso de pie y comenzó a caminar en dirección a la salida del santuario.

Aunque no lo notara, alguien lo estaba siguiendo.


Continuará :P
Notas finales: Capítulo necesario para que puedan pasar otras cosas que ahora no parecen muy claras, pero se aclararán más adelante. Aquí la prioridad era calmar un poco a Milo. La nieve la trajo Dégel, por si no quedó claro XD

Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).