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Fiebre por starsdust

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Milo.

Cuando llegaron a Escorpio, Dégel pareció dispuesto a seguir con su camino, pero Milo respiró hondo y tiró de su brazo para instarlo a detenerse.

-Dégel... -susurró. Estaba debatiéndose entre si continuar o no. Esperó la reacción de Dégel, pero éste no respondió. Se quedó inmóvil en el lugar, sin darse la vuelta para mirarlo.

-No digas nada -contestó Dégel con un tono de voz helado. Milo suspiró y pudo ver la huella de su propio aliento en el aire, que había bajado en temperatura.

-¿Primero me pides que no haga nada y ahora que no diga nada?

No le parecía justo. De repente sentía haberse convertido en un accesorio inútil. Buscó la mano de Dégel y la apretó en la suya. Quería volver a hablar con él, tenía cosas que preguntarle, pero ahora una barrera se había levantado entre ellos. La respuesta que vino de Dégel le recordó demasiado al Camus con el que se había enfrentado poco antes del cambio.

-No quiero que las cosas se compliquen aún más.

Al escuchar esto, Milo soltó la mano de Dégel. Le dolía darse contra esa muralla cuando poco tiempo antes había sido recibido con los brazos abiertos. Pero claro, todo aquello había estado en realidad destinado a Kardia, no a él.

-Entiendo, "señor". Que sea como a usted le parezca -dijo Milo en voz baja. Escuchó los pasos de Dégel alejándose y tuvo la esperanza de sentirlos detenerse y volver atrás, pero eso no ocurrió.

Pronto el templo quedó vacío, y Milo se dirigió hacia la puerta, desde donde se podían ver los templos que levantaban más arriba. El cielo estaba ahora completamente cubierto por la noche. Se sintió tentado a seguir a Dégel para enfrentarlo y pedirle una mejor explicación, pero a mitad de camino se tragó sus ansias y volvió a su templo. Subió al techo como solía hacer a veces, recostándose allí para ver las estrellas. Quería demostrar que no importaba lo que pasara, no necesitaba a nadie. Aunque no fuera cierto.

Se llevó una mano a los labios y cerró los ojos, estremecido por el recuerdo del beso de Camus, pero al mismo tiempo el incidente le parecía tan irreal como un sueño lejano. Quizás hubiera sido un accidente. Quizás se lo había imaginado. Mientras que Milo no podía olvidarlo, pero Camus parecía haber querido dejarlo atrás al instante.

Recibir los besos de Dégel había sido diferente, pero le habían producido la misma sensación de dulce placer. Como si se tratara de la misma persona con una actitud diferente. Se había sentido correcto. Antes de saber quién era en realidad, Dégel no había parecido tener vergüenza de sentir ni de estar con él. Quizás él fuera el problema al final de cuentas.

Despertó de repente al sentir una gota caer en sus labios entreabiertos, y le tomó unos momentos darse cuenta de que estaba lloviznando muy suavemente. Se había quedado dormido en ese lugar, y en una posición no demasiado cómoda. A pesar de que el cielo estaba empañado por la humedad, podía verse que la posición de las estrellas había cambiado. Habían pasado al menos un par de horas.

Se incorporó un poco, refregándose los ojos, y notó entonces que no estaba solo. Parado al borde de la cornisa, de espaldas a él, estaba Dégel. La luna brillaba pálidamente a través de la neblina y le daba un tono mortecino a su aura. Lo vio estirar la mano para sentir las gotas de la lluvia que comenzaba a tomar fuerza, y finalmente volverse hacia él. Dégel acababa de aparecerse de la nada en su lugar secreto. Milo no sabía si sentirse invadido o esperanzado.

-Una vez... -comenzó a decir Dégel. El corazón de Milo corazón latía con ansiedad, pero para su decepción, las palabras se esfumaron antes de terminar de formar una oración completa. Dégel se sentó a su lado en silencio. Parecía meditar sobre cómo continuar-. Una vez recibí una orden inusual del patriarca.

»Me pidió que fuera al templo de Escorpio, dijo que había alguien enfermo y que quizás mi aire frío podría controlar su alta temperatura. Me pareció extraño. ¿Te imaginas? Que requirieran de mis servicios para algo tan banal como una fiebre. Entonces fue la primera vez que hablé de verdad con Kardia, sobre quién era, sobre lo que sentía... …l tenía tu edad, y estaba muriendo. Aquella vez fue cuando pude ver la persona que era Kardia detrás de su máscara.

»Algo cambió a partir de ese día. Fue como si desde aquel entonces cada uno se hubiera convertido involuntariamente en guardián de los secretos del otro. Acepté lo que vino a continuación sin cuestionarlo demasiado. Por alguna razón, no quería pensar en eso. Entonces no me di cuenta de cómo las cosas fueron evolucionando. Y un día... cruzamos una línea...

-¿Una línea...? -preguntó Milo, mirándolo de reojo.

-Quise hacer de cuenta que nada había ocurrido. Pensé que estaría bien así. Pero me equivocaba. No había vuelta atrás.

-¿Por qué me dices esto...?

-Aquella vez me costó entender las cosas desde el punto de vista de Kardia. Ahora pensaba... me di cuenta de que no hablamos sobre cómo te sientes con todo esto.

Milo escondió la cara entre sus rodillas. Aunque no terminaba de comprender lo que Dégel contaba, sus palabras lo impresionaban. Cerró los ojos para cortarle paso a las lágrimas.

-¿Por eso viniste? ¿Por qué estás aquí, al final?

-Aquí es donde vino Kardia aquella vez. -Milo sintió la mano de Dégel sobre su cabeza, pero no quiso volverse hacia él.

-¿Y cuando dices que cruzaron una línea hablas sobre sexo? ¿Sobre lo que me hiciste a mí?

La mano de Dégel se congeló donde estaba, y unos segundos después Milo sintió que la retiraba.

-En realidad me refería a otra cosa, pero... sobre lo que te hice... perdóname. De haberlo sabido no lo hubiera hecho. Creía que eras él... pero no fue justo para ti vivir eso de esa manera.

Un tiempo antes, Milo hubiera estado de acuerdo, pero después de la conversación con la niña en el pueblo ya no estaba tan seguro. Luego de pensarlo mejor había superado la rabia del primer momento, y el recuerdo que le quedaba de la experiencia le producía una sensación cálida.

-Quizás así es como tenía que ser -susurró Milo, levantando la cabeza para mirar a Dégel-. Y después de todo, nosotros estamos conectados, ¿no es así? Tú y Camus... Kardia y yo. ¿No lo sentiste así en ese momento?

Dégel asintió, pero daba la impresión de estar librando una lucha interna consigo mismo.

-No noté la diferencia -admitió. La confesión lo hacía sentir culpable, pero estaba siendo sincero.

-Yo tampoco, pero luego pensé... Camus no querría esto conmigo.

-¿Cómo sabes que no? ¿Cómo estás tan seguro de lo que él quiere?

-No sé. Es lo que creo. Las cosas son diferentes allí. Incluso si es como Asmita dice sobre que somos lo mismo. Supongo que no es tan así. Así que debería dejar de fantasear con idioteces y dedicarme únicamente a mis deberes como santo... de la manera en que él lo hace. Es lo que corresponde al final, ¿no crees?

Milo se puso de pie, alejándose de Dégel y saltando desde el techo para volver al interior de su templo. Pero esta vez, al contrario que la anterior, Dégel fue tras él para buscarlo. Al verlo aparecer, Milo se cruzó de brazos y le dio la espalda. No quería mirarlo a los ojos y ver al Camus que no podía tener. Pero cuando Dégel se acercó de todas formas y lo abrazó con lentitud, como si estuviera pidiéndole permiso, Milo no pudo hacer nada para resistirse.

-…l te quiere -murmuró.

-¿Y cómo puedes tú estar tan seguro? -preguntó Milo. La respuesta tardó en concretarse, tanto que Milo estuvo a punto de romper el silencio él mismo. Pero finalmente se mantuvo callado hasta que Dégel habló.

-Porque tú me recuerdas a como era Kardia hace tiempo... y lo que me has contado me hace darme cuenta de que Camus es como yo solía ser.

-Dégel...

-No quisiera equivocarme en el futuro de la misma manera que en el pasado. Pero si lo hago, si hice algo que te hiciera doler, espero que me puedas perdonar. Perdona a Camus. No hay manera de que no te pueda querer, Milo.

En el espacio de unos momentos, Milo había vuelto a sentir que todo estaba en su lugar. Se apoyó en Dégel, dejando que él lo cubriera con su abrazo, olvidando los nombres, la época y el lugar, y se esforzó por grabar en su memoria cada una de sus palabras, para tenerlas siempre presentes. No tuvo dudas de que aquel era Camus.

Cuando Dégel se apartó de repente, Milo se sintió desconcertado, pero entonces notó la presencia de un cosmos extraño en el templo. La expresión de Dégel lo alarmó un poco. La silueta en la puerta le resultó familiar, pero tardó en creer lo que veía. Ese casco...

-Patriarca Sage -dijo Dégel en tono respetuoso. Milo sintió que la adrenalina comenzaba a recorrerle el cuerpo. No sabía qué tan preparado estaba para ese encuentro.

-Dégel, ¿recuerdas que habíamos acordado encontrarnos en el observatorio esta noche? -preguntó Sage. Dégel se puso tenso. Esa noche se produciría un fenómeno estelar poco corriente. Lo había olvidado a último momento-. Supuse que podrías estar aquí, y veo que no me equivoqué.

-Estaba en camino. Le pido disculpas por eso, pero aún estamos a tiempo si la noche nos lo permite.

-Creo que dada la inusual naturaleza del fenómeno vale la pena intentarlo -dijo Sage. Milo aún estaba inseguro sobre cómo comportarse. No le habían dicho suficiente sobre el patriarca, y para peor Sage no tardó en dirigirse a él-. Kardia, me alegro que estés mejor. ¿La misión se desarrolló sin dificultades?

-Sí... y le doy la bienvenida a mi templo -respondió Milo, preguntándose si estaba diciendo lo correcto. Dégel pareció incómodo.

-Entonces deberíamos aprovechar para ir al observatorio sin demoras -intervino Dégel, intentando desviar el tema. Sabía que aunque la visita de Sage pareciera casual, no lo era.

-Es cierto, se acerca la hora y deberíamos darnos prisa -dijo Sage asintiendo-. Aunque me interesa que Kardia nos acompañe.

-¿Kardia? Pero...

-El conocimiento es siempre productivo de una u otra forma. ¿Qué crees tú, Kardia?

-¡Claro! Es cierto, señor -respondió Milo, para frustración de Dégel. A veces Sage arrastraba a Kardia a algunas de sus lecciones, pero Kardia nunca se había mostrado demasiado entusiasta al respecto. De hecho, hacía muy poco por ocultar su disgusto.

-Pero Kardia, deberías descansar... fue un largo día, y no estás del todo bien aún -dijo Dégel.

-¡Estoy bien! -exclamó instintivamente Milo, sin caer en la cuenta de que no era la mejor de las respuestas. Cuando se dio cuenta de que había cometido un error, miró a Dégel con ojos arrepentidos.

-Entonces, ¿vamos? -Sage emprendió su camino, sin darles demasiado tiempo a pensar en una nueva excusa, y Dégel y Milo no tuvieron otra opción que seguirlo.




Mu.

-Mi respuesta definitiva es "no" -dijo Mu.

-Pero... ¿estás seguro? -preguntó Aldebarán. Aunque tratara de ocultarlo, sonaba bastante decepcionado.

-No quiero hacerlo. Creo que es mejor dejar las cosas como están. Entiendo que te resulte extraño, pero no quiero poner una puerta en la torre.

-Está bien, está bien. Entiendo -respondió Aldebarán, resignado pero sonriendo.

Mu sonrió también, y se abrazó a Aldebarán, satisfecho. A Aldebarán le gustaban los trabajos físicos. A veces sugería hacer algunas reformas en su casa para que ésta fuera lo que él consideraba más cómoda, y el tema de la puerta era uno recurrente. En general Mu se negaba por estar conforme con lo que tenía, pero la gran cama en la que estaban acostados ahora era un regalo que había decidido aceptar.

-Y sobre el otro tema... -susurró Mu, apoyando su mano sobre los músculos del pecho de Aldebarán y deslizándola sobre ellos-. Lo intentaré.

-¿Hablas en serio? -dijo Aldebarán, que después de las explicaciones de Mu sobre los problemas que podía traer, había comprendido su negativa inicial.

-Sí. Pero tendrá que ser a distancia. No iré al santuario, y no creo que sea conveniente que más personas vengan aquí, si lo que quieren es mantener el secreto. Deberían tener cuidado.

-Entiendo. Les haré saber eso. Confío en tu criterio.

-Lo sé. Gracias por eso -agregó Mu. Aunque no le interesara lo que otros pensaban, se sentía bien sabiendo que podía contar con Aldebarán. Se acercó a su boca para besarla, y la mano de Aldebarán apartó el pelo de su espalda para acariciarla mientras lo atraía contra él.

-Es una suerte tenerte.

-Que lo intente no significa que vaya a tener éxito.

-No me refería a eso. No importa lo que pase... eres una persona valiosa. Me gustaría que no estuvieras tan lejos.

-A mí también me gustaría... que no estuvieras lejos. Pero cada uno de nosotros tiene sus razones, ¿verdad?

Aldebarán asintió. No le gustaba la idea de que Mu viviera fuera del santuario, pero cuando otros buscaban criticar su actitud, él siempre era el primero en defender su decisión aunque no llegara a comprenderla.

-Ten cuidado. No quiero que te pase nada.

-Tú también, Aldebarán.

-¿A qué te refieres?

Mu se mordió el labio inferior, y desvió la vista para fijarla en la ventana cercana desde donde se podía ver el cielo nocturno. La noche en Jamir estaba nublada.

-Lo comprenderás en algún momento.




Asmita.

Había logrado salir de su cuerpo, y mientras se concentraba para intentar dirigirse al lugar de donde venía Shaka, una oscuridad cada vez más espesa lo rodeaba. No se trataba del mismo tipo de sombra al que estaba acostumbrado, sino a un aire denso que lo ahogaba cuando intentaba avanzar.

A través de la meditación, Virgo podía moverse en espíritu a través del espacio y las dimensiones, y el tiempo era una de ellas. Pero no era tan fácil. Dependiendo del destino, el uso de esa habilidad requería la implementación de una cierta cantidad de energía, determinación y concentración.

Energía no era algo que le sobrara en ese momento, pero la situación era urgente y ameritaba el esfuerzo. Debía sobreponerse a las dificultades para lograr comunicarse con Shaka, pero algo lo detenía. No quiso dejarse ganar por la frustración. El santuario cambiaba a su alrededor, podía sentirlo. El tiempo pasaba dejando su huella, las paredes se gastaban, los años fluían a través de él.

Pero mientras su espíritu viajaba a través de las eras y él se acercaba al momento deseado, sentía que cada vez se le hacía más difícil el avance. Supo que se acercaba al momento correcto, y sin embargo, algo estaba muy mal. Parecía haber una barrera cargada de un cosmos desagradable que le impedía el paso.

En cuanto Asmita se dispuso a intentar cruzarla, algo surgió desde la oscuridad y lo tomó por sorpresa, sujetándolo desde atrás. Aunque su cuerpo era intangible, cuando esa energía lo atrapó Asmita se sintió nuevamente presa de una forma, como cuando estaba en el mundo material. Pudo sentir las manos de una persona tomar su cuello y su cintura con firmeza.

-¿Qué tipo de intromisión es esta? -preguntó una voz profunda y suave en su oído. Asmita se mantuvo en silencio. La sensación de estar sometido a algo que no conocía le resultaba incómoda, aunque no podía dejar de estar intrigado-. ¿Quién eres? Tú no perteneces aquí.

-Estoy explorando los límites de mi habilidad para viajar fuera del cuerpo -respondió Asmita con calma.

-Este es tu límite -dijo la voz. Asmita percibió que la poca energía que le quedaba se disolvía al menor intento de repeler al ser que lo retenía. …l había decidido avanzar a pesar de las advertencias de su propio cuerpo para tomar una pausa, pero su adversario estaba en su mejor forma, y en su elemento. Podía sentirlo-. Vuelve al lugar donde perteneces, Virgo.

Asmita se tensó. De repente tomó conciencia de que esa presencia y ese cosmos se le hacía familiar. Los dedos del desconocido aprovecharon la cercanía para recorrerlo desvergonzadamente antes de enviarlo de regreso a su cuerpo y su época, donde se sintió caer sin tener control sobre sí, como si lo hubieran arrojado desde la cima de una montaña. Apretó los dientes, sin querer dejarse ganar por la rabia y la vergüenza que de repente sentía. Estaba de vuelta en el siglo XVIII, y en el mundo material.

Tardó unos momentos en darse cuenta que alguien lo sostenía. Pensó en Defteros, pero no sintió rastro de su cosmos en el templo. En cambio, escuchó la voz de Aspros que se dirigía a él.

-Entiendo tu dedicación, pero creo que llegaste a tu límite.

Límite.

La palabra sonó tal como la que había escuchado en su oído unos momentos antes cuando estaba fuera de su cuerpo. Confundido, se preguntó si habría sido Aspros quien lo había traído de vuelta, o si había tenido una visión. De lo único que estaba seguro era de que alguien lo había detenido, enviándolo de regreso. El contacto con la piel de Aspros le recordó la sensación que acababa de experimentar en el pasaje entre dimensiones.

-Estoy bien -susurró Asmita, apartando a Aspros.

-Tienes que descansar -insistió el gemelo.

-¿Tú me trajiste de vuelta?

-No sé de qué hablas. Alguien preocupado por tu seguridad me pidió que viniera a asegurarme de que estabas bien. Para poder cuidar de otros y cumplir con nuestra función adecuadamente primero debemos cuidar de nosotros mismos, ¿no te parece?

Asmita guardó silencio, intentando recuperar el control sobre su cuerpo antes de ponerse de pie.

-Gracias por tu preocupación, no hace falta que permanezcas aquí. Descansaré.

Aspros mantuvo su atención sobre Asmita hasta que éste desapareció tras una de las puertas de la parte residencial. Antes de salir del templo, instruyó a algunos sirvientes para que permanecieran alerta para asegurarse de que todo estaba en orden. Estaba molesto, y no sabía por qué. Algo estaba mal. Algo estaba fuera de control.

Entretanto, y por primera vez en un largo tiempo, Asmita se recostó sobre la cama, un artículo que usaba con poca frecuencia. Confiaba en que el sueño quizás le traería respuestas, y se concentró lo que necesitaba antes de dejarse llevar por él.

Esta vez el cuerpo le reclamaba hacer una pausa con urgencia, y sabía que era hora de escucharlo. El encuentro inquietante de antes le había dejado una reminiscencia amarga que le recordaba a lo que había sentido al escuchar a Milo hablar acerca del futuro.

Tenía la certeza de que quien había detenido su avance pertenecía a ese lugar, aunque no se correspondiera con ninguna de las personas que Milo había descrito. Un habitante de las sombras, un espíritu maligno cuya energía no podía dejar de relacionar con algo que ya conocía: el poder de Géminis.

Según el relato de Milo, en el santuario del futuro el templo de los gemelos estaba vacío desde hacía mucho tiempo. Pero aquello era una mentira, y la persona que había detenido el avance de Asmita no era otro que Saga de Géminis, que estaba más al tanto de lo que ocurría en el presente de lo que cualquiera de los implicados imaginaba.


Continúa :P
Notas finales: Capítulo que costó salir... porque la historia llegó a un punto en que me complica un poco la simultaneidad de los eventos.

La parte de Dégel y Milo... fue un poco demasiado reflexiva, pero era necesaria. Los tenía abandonados desde hacía tiempo. Estaba muy tenso todo ahí, y a Dégel le costó expresarse XD Ahora que más o menos hablaron lo que tenían que hablar me siento más libre y puedo pasar a otra cosa XD

La parte de Asmita espero que no esté demasiado confusa, pero es mi favorita de este capítulo.

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