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Fiebre por starsdust

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En el capítulo anterior:

En el pasado, Milo descubre que quien interrumpió el intento de intercambio de Kardia fue Defteros, quien creyendo que Kardia era un intruso, lo expulsó con la técnica Another Dimension. Asmita aparece en el templo de Escorpio de forma incorpórea para evitar que Milo ataque a Defteros.

En el siglo XX, Kardia se pregunta si decirle a Camus sobre lo que ocurrió en el pasado, y Camus le indica brevemente cómo actuar cuando Shura vuelva para preguntar sobre lo que pasó en Cabo Sunion.


 


 

 

Kardia. 

Después de hacerlo volver a acostarse sobre la plataforma de piedra empujándolo con suavidad hacia abajo, Camus soltó también la mano de Kardia, y tomó el mismo lugar de pie junto al pedestal que había ocupado antes de que Shura abandonara el templo un rato antes.

El consejo sobre no mencionar a Sagitario despertaba la curiosidad de Kardia, haciéndole querer justamente ahondar en el tema. La novena casa estaba notablemente vacía en ese santuario, y no hacer preguntas sobre eso había sido una de las primeras instrucciones que había recibido. ¿Por qué volver a recalcarlo en este preciso momento?

Escuchó a Shura acercarse con paso firme y entrecerró los ojos, ladeando la cabeza y concentrándose en esforzarse por cumplir con el pedido de Camus de no hablar de más.

-Milo -dijo Shura, en un tono un poco más suave que la vez anterior-. ¿Estás mejor?

Mordiéndose la lengua, Kardia asintió con la cabeza.

-Todavía está un poco confundido -intervino Camus. Shura levantó la mirada hacia él, inspeccionándolo con ojos críticos. Luego volvió a dirigirse a Kardia, mientras Camus guardaba silencio.

-Necesito que me digas lo que recuerdas. Es importante. Cualquier dato será útil.

Kardia se tomó unos momentos para recordar lo que Camus le había instruido que debía contar. Esta era una ocasión en la que incluso él se daba cuenta de que improvisar no era lo mejor.

-Estábamos entrenando. Sentimos una energía extraña que venía de Cabo Sunion y nos dirigimos allí. No sé lo que ocurrió después -respondió en voz baja.

-¿Cómo se sentía esa energía, podrías describirlo? -preguntó Shura.

A Kardia le molestaba la insistencia, y todo lo que quería era sacarse de encima a aquella persona. Cuando abrió la boca para contestar, notó que tenía la garganta seca. No quería decir nada que pudiera volverse en su contra. Para disimular su ansiedad y evitar el impulso de mirar a Camus, se cubrió los ojos con el antebrazo.

-No sé. Algo fuerte. No recuerdo.

-Camus, ¿qué fue lo que pasó? -Shura estaba ahora con la vista posada en el acuariano, que trataba de mantener la compostura y disimular el pánico que sentía ante la posibilidad de que Kardia dijera cosas que no debía.

-Eso mismo. Seguimos la pista de esa energía hasta Cabo Sunion. Milo colapsó cuando llegamos allí.

-¿Tuvo algún tipo de comportamiento inusual antes? ¿Dijo o hizo algo extraño?

-No.

-¿Cuánto tiempo estuvo inconsciente antes de que yo llegara?

-No lo sé -susurró Camus, inseguro sobre qué contestar-. Unos minutos.

-¿Minutos? ¿Y permanecieron allí sin hacer nada?

Hubo un silencio que se alargó más de lo previsto. Camus estaba tardando en encontrar su respuesta. A Kardia le parecieron siglos.

-No estoy seguro del tiempo. Sentimos que era nuestra obligación asegurarnos de que no hubiera una amenaza mayor allí antes de abandonar el lugar.

-Nuestra primera obligación es proteger el santuario.

Cada vez que Shura volvía a indagar en el asunto, Camus se iba sintiendo más acorralado y más cerca de perder el control de la situación. Volvió a esperar un tiempo prudencial para contestar, asegurándose de elegir bien las palabras.

-Actuamos con ese ideal en mente. Aunque es posible que no hayamos tomado la decisión más correcta.

Durante unos eternos segundos, Shura y Camus intercambiaron miradas de evaluación mutua. Camus había logrado mostrarse lo suficientemente convincente y frío, y Shura decidió que no había razones para sospechar de su versión. Finalmente se puso en marcha para investigar por sí mismo en Cabo Sunion, por órdenes del patriarca.

Apenas se encontraron solos, Kardia se levantó, no pudiendo aguantar más la inquietud. Venía de hacer gran esfuerzo para controlarse, y ahora no sabía hacia dónde enfocar su energía. Comenzó a caminar alrededor de Camus, que todavía se sentía un poco apabullado.

-Entonces, ¿qué podemos hacer ahora? -preguntó Kardia con impaciencia.

-Nada. Esperar a que la alerta pase y tener aún más cuidado ahora que Shura está en el santuario. Cuando vuelva de investigar, le diré que estás dispuesto a defender el templo a pesar de todo, pero que dadas las circunstancias, me preocupa que no estés aún en las mejores condiciones. Que el que yo permanezca aquí esta noche para asistir en la defensa del templo en el peor de los casos es lo más conveniente para la seguridad del santuario.



Milo.

A medida que se dirigía a encontrarse con Dégel, Milo intentaba calmarse. El pedido de Asmita de no mencionar al enmascarado le resultaba ridículo, a estas alturas. Antes había decidido callar, pero ahora las circunstancias eran diferentes. Al diablo con todo, pensaba mientras veía a Dégel aproximarse con aire distraído. Le diría cada detalle de todo lo que acababa de ocurrir. Era importante.

Pero extrañamente, cuando llegó a la sala principal del templo, Dégel estaba ya atravesando la puerta de salida. Algo parecía no encajar en la línea de tiempo, y la idea de que Dégel no se hubiera detenido para al menos hablar con él aunque fuera un segundo antes de ir a ver al patriarca también estaba fuera de sus planes.

-¡Dégel, espera! Tenemos que hablar... -dijo Milo, yendo tras él, sin llegar a alcanzarlo.

El acuariano estaba ya de camino a la siguiente casa para cuando Milo llegó a la puerta, pero se dio la vuelta un momento para responderle, aunque sin aminorar la marcha.

-Hablaremos luego. Tengo que reportarme con el patriarca, es importante. Mantente en tu puesto, vendré en cuanto pueda.

Tomado por sorpresa, Milo se quedó helado ante la frialdad de Dégel. Entendía que fuera imprescindible ir a ver al patriarca, pero en este caso, lo que él tenía para decir era sumamente importante.

Desesperado al ver cómo se alejaba, intentó transmitirle su urgencia utilizando telepatía, pero Dégel parecía haberlo bloqueado. Sabiendo que debía permanecer en el templo, Milo tuvo que tragarse su rabia, e intentar no pensar en las veces en que Camus le había hecho lo mismo.

Dentro del templo de Escorpio, Defteros aún se recuperaba del ataque que había sufrido. Parecía estar solo ahora, pero no era así.

-¿Los envolviste en espejismos para que no se encontraran cara a cara de verdad? -preguntó, reaccionando a la voz de Asmita que acababa de susurrar algo dentro de su cabeza. La imagen serena del virginiano volvió a tomar forma frente a él. Era un cuerpo astral que se veía perfectamente sólido.

-Era eso o hacerlo olvidar -respondió Asmita-. No puedo arriesgarme a que Milo hable de más ahora. Si lo hiciera, Dégel podría tener problemas para mostrarse tranquilo frente al patriarca. De esta manera, de momento Dégel pensará que habló con Milo y que él no le dijo nada fuera de lo normal, y Milo que no llegó a tiempo para hablar con Dégel.

El razonamiento de Asmita podía tener sentido, pero no era más que una solución temporal. Además, algo seguía inquietando a Defteros, que había activado por reflejo una técnica de Géminis, sin pensar en las consecuencias.

-Me preocupa que detecten nuestros movimientos -musitó.

-Lo que hiciste fue muy poco cuidadoso. Pero confío en tus habilidades para pasar desapercibido, y deberías confiar también en las mías -declaró Asmita. Defteros apartó la vista de su imagen. Sabía que podía confiar en Asmita, pero no estaba tan seguro de poder confiar en sí mismo-. Además, algo queda claro ahora más que nunca.

-¿Qué...?

Defteros sintió la mano irreal de Asmita apoyarse a un lado su cuello y hacerle levantar la cabeza.

-Si no encontramos otra manera, es probable que seas la pieza que nos falta para arreglar esto.

-No, tiene que haber otra manera. No hay garantías de que yo pudiera hacerlo.

-Tienes un manejo más amplio de dimensiones que yo, y es lo que necesitamos. Si Kardia llegó hasta aquí, eso significa que allí tienen una persona capaz de hacerlo también. Solamente falta balancear el proceso desde este lugar.

-No estoy seguro de poder usar la Another Dimension como un medio de transporte hacia otro lugar específico... Quizás en estos momentos Kardia esté perdido en la nada...

-¿Tan poca fe tienes en nuestra destreza? Además, esto no es algo que harías solo. Se trata de combinar la fuerza y habilidades de varias personas para trabajar por un objetivo.

-¿De qué hablan? -interrumpió Milo, apareciendo desde la puerta sin aviso, aparentemente molesto por encontrarse con ambos aún allí, aunque en realidad deseaba ajustar cuentas con ellos.

Se apoyó contra la pared. La sangre que corría por sus venas se sentía todavía demasiado caliente. Y el panorama ante él le resultaba extraño. Por un lado estaba Defteros, alguien tan fuerte como un dorado, que portaba una extraña máscara, y que aunque pareciera potencialmente feroz, lo miraba ahora con ojos arrepentidos.

Por otra parte estaba Asmita, que supuestamente no estaba realmente allí, pero parecía estarlo. Era una ilusión perfecta. Si Shaka tenía esa habilidad, Milo no estaba al tanto de ella. Se preguntó si acaso alguna de las veces en que había compartido momentos con Shaka, Shaka no había estado verdaderamente presente físicamente. La idea se le hacía un poco perturbadora.

-Milo, voy a necesitar que me cuentes todo lo que ocurrió, paso a paso -dijo Asmita.

-Pregunté de qué hablan, y quiero saber quién es él de una vez, y adónde envió a Kardia -exigió Milo con prepotencia, señalando a Defteros.

Defteros se sintió incómodo, porque él mismo no estaba seguro. Recordaba haber pensado en hacerlo regresar al lugar de donde había venido justo antes de ejecutar la técnica, pero no tenía idea del resultado. A su lado, Asmita estaba en silencio, evaluando cuánto decir y cuánto callar.

-Digamos que él es alguien que tiene el poder para poder ayudarnos a devolverte a tu lugar de origen.

La respuesta no contentó a Milo. Asmita estaba consiguiendo irritarlo con sus evasivas, y Defteros ni siquiera hablaba.

-¿Cómo es posible? ¿Qué clase de persona es? ¿Y por qué usa esa máscara?

-Una serie de circunstancias desafortunadas llevaron a que fuera juzgado de manera errónea. Por esa razón debe esconder su presencia ante los demás, ya que otros podrían malinterpretar sus intenciones -respondió Asmita sin ser demasiado específico, para mayor frustración de Milo.

-¡Habla claro!

-Lo que importa es que está de nuestro lado, y que sus habilidades están al nivel de un caballero dorado. Pero seguramente ya te diste cuenta de eso, ¿verdad?

Las palabras de Asmita no le daban a Milo ninguna tranquilidad. Por supuesto que había notado el potencial de Defteros, pero todo lo que Asmita decía servía para reafirmar sus dudas en lugar de contestar sus preguntas. Miró a Defteros con desconfianza, preguntándose por qué si se trataba de alguien tan confiable, vivía escondiéndose de todos.

-Tengo derecho a saber más. ¿Y por qué no quieres que hable con Dégel?

-Esta noche todos debemos permanecer en nuestros templos. Si le hubieras dicho a Dégel sobre lo que ocurrió hoy aquí, eso serviría solamente para preocuparlo por horas por algo que está completamente fuera de su alcance. Técnicamente, los poderes de Acuario no son útiles en este caso. No hay nada que él pueda hacer.

-¿Los poderes de Dégel no son útiles y los de este don nadie sí? -dijo Milo con ironía, aunque su actitud era más una cuestión de orgullo.

-No se trata de quién es más poderoso, sino de quién es más adecuado. Defteros tiene un poder equivalente al del caballero de Géminis, y por lo tanto puede manejar dimensiones.

-¿Géminis...? ¿Entonces es quien perdió la armadura contra el que ahora está en el puesto, acaso? ¿El que quedó segundo...? -preguntó Milo, todavía sin entender. La pregunta pareció incomodar a Asmita, a pesar de la expresión neutral que se esforzaba por mantener.

-No. Todo lo que necesitas saber es que su nivel está a la altura de un dorado. Y que en estos momentos tienes que confiar en lo que estoy diciéndote, y decirme todo lo que ocurrió. Cada detalle puede ser útil.

Observando al par que tenía frente a sí, Milo se dio cuenta de que no tenía elección. Asmita tenía razón. No era una opción, debía confiar en él.

Mientras tanto, a medida que la noche caía sobre el santuario, en el templo de Aries Shion se aburría.

En Tauro, Aldebarán disfrutaba del último resto que quedaba del vino que Sísifo le había traído de regalo, saboreándolo despacio.

En Géminis, Aspros se preguntaba dónde estaría Defteros, y cuál sería la razón por la que venía sintiendo movimientos energéticos inusuales, que no parecían venir desde afuera sino desde adentro. Se dirigió a la puerta posterior de su templo y observó el camino que iba hacia arriba con recelo.

En Cáncer, Manigoldo seguía pensando en lo que había visto. La sensación de que había energías extrañas en los alrededores también le molestaba. Iría a ver a Albafica al día siguiente, si es que él lo dejaba acercarse. Rió para sus adentros, imaginando diferentes resultados posibles del encuentro, desde los más viables a los más inverosímiles. Estiró una de sus manos, imaginando que lo tocaba, y enseguida la cerró, sintiéndose ridículo.

En Virgo, el cuerpo de Asmita flotaba en posición de loto en el medio del templo, como de costumbre.

En Libra, Dohko se sentía solo, y miraba hacia el cielo estrellado con cierta nostalgia.

En Escorpio, Milo contaba su relato con desgano. Al menos, la temperatura de su cuerpo se había normalizado.

En Capricornio, El Cid estaba parado en la puerta del templo, listo para cumplir su deber en el caso que fuera necesario.

En Sagitario, Sísifo rogaba por que no hubiera peligro real.

En Acuario, Dégel llegaba de ver al patriarca sintiéndose preocupado. Esta noche tendría que quedarse en su propio templo, y Milo en el suyo. Buscó un grueso volumen exótico donde creía recordar haber leído algo acerca de viajes extracorporales, buscó algo donde anotar, y comenzó a buscar los pasajes específicos a la luz de la vela.

En Piscis, para Albafica la noche era igual a muchas otras. Las rosas eran quienes lo acompañaban, como siempre. Durante un momento que duró apenas un suspiro, creyó sentir una caricia que le recorría la espalda. Cerró los ojos esperando poder revivir la sensación que acababa de experimentar y susurró un nombre que escapó al viento sin llegar a ser escuchado por nadie.



Kardia.

Camus le había pedido que permaneciera en la cama hasta que Shura volviera a pasar por el templo para dirigirse a Capricornio, donde se quedaría apostado toda la noche.

Se suponía que para resultar convincente, Kardia tenía que jugar el papel de convaleciente, una idea que detestaba. No podía estarse quieto, y mucho menos cuando ese cuerpo estaba en perfecto estado. Físicamente se sentía bien, aunque su cabeza diera vueltas por otras razones.

Se quitó la armadura y para distraerse se dedicó inspeccionar los objetos de la habitación, en especial algunos que no podía entender cómo funcionaban ni para qué servían, prender y apagar la luz incontables veces, activar y desactivar un aparato del que salía música, atrapar algún insecto con su uña.

Cuando creyó escuchar que alguien se acercaba a su habitación, se apresuró a meterse en la cama y hacer un esfuerzo por no moverse. Se envolvió descuidadamente en las sábanas cubriéndose completamente con ellas hasta por encima de la cabeza y cerró los ojos, intentando fingir que estaba durmiendo. Se daba cuenta de que quien se aproximaba no era Camus. Debía de ser Shura.

La puerta se abrió después de un breve y suave llamado al que Kardia no respondió. Efectivamente, se trataba de Shura. Kardia permaneció tan inmóvil como le era posible, incluso cuando Shura entró en la habitación y se sentó a su lado sobre la cama. Para su sorpresa, poco después el estricto guardián de la décima casa comenzó a susurrar algo, creyendo que el otro dormía.

-Cuando eras niño y ocurrió lo de Aioros, me llenaste de preguntas que no sabía cómo responder, porque en realidad yo también era también todavía un niño -dijo para empezar. Kardia temió entonces que Shura fuera a apartar las sábanas, pero no lo hizo. Apenas sintió un roce sutil sobre ellas antes de que el discurso continuara-. A decir verdad, aún hoy no sé si podría contestar a todas ellas y hablarte de todo lo que significa ser un caballero. Pero todos estamos juntos en este camino, compartiendo el mismo objetivo, sirviéndonos de apoyo el uno al otro. Por eso, cuando luchamos no somos solamente responsables de nuestras propias vidas, sino de las de nuestros compañeros del presente, del pasado y del futuro. Y por eso siempre tenemos que seguir adelante. Sé que estás a la altura de esa responsabilidad, Milo.

Sin más trámite, Shura se levantó y abandonó la habitación cerrando la puerta con suavidad detrás de sí. Kardia permaneció en su lugar, petrificado. Acababa de escuchar algo que no esperaba, y mucho menos viniendo de esa persona. En cierto sentido se sentía un ladrón. Eso no había estado destinado a él, pero resonaba en su interior como si lo estuviera, haciéndolo sentir algo muy intenso. Abrumado por el peso de sus pensamientos, que se volvían más densos, se quedó en el lugar donde estaba.

Al rato, la puerta volvió a abrirse, y esta vez era Camus quien entraba. Acomodó algunos objetos en su camino, levantó otros del suelo, y finalmente se sentó en el mismo lugar que había ocupado Shura, donde se quedó un buen tiempo sin decir nada.

-Estamos solos, podemos hablar ahora -dijo Camus. Esperaba que Kardia respondiera, pero el otro permanecía extrañamente silencioso-. ¿Kardia? -preguntó, apartando las sábanas que le cubrían la cabeza. Sin tener más con que cubrirse que su propio pelo, Kardia se incorporó con pesadez, manteniendo la cabeza baja, y abrazó a Camus, que respondió estrechándolo con afecto-. ¿Sentiste algo mientras estabas fuera?

-Lo arruiné -respondió Kardia, sonriendo para sí. Las lágrimas se le escapaban, y no quería que Camus las viera. Camus buscó apartarlo para verlo a los ojos, pero Kardia se mantuvo apretado contra él, rodeándole la cintura con los brazos y apoyándose en su hombro.

-¿Qué dices? -preguntó Camus, resignado a no poder sacarse a Kardia de encima.

-Arruiné todo. No creo que esto tenga vuelta atrás. Creo que condené a Milo a quedarse con mi cuerpo. Al final les fallé a todos, no solamente a Dégel, también a ti.

-Kardia...

-Me han llamado egoísta. Pero si siempre he querido actuar rápido es porque no me sobra el tiempo. Quiero intentar vivir sentir todo cuanto pueda en el tiempo que tengo. De todas formas yo no iba a llegar muy lejos, pero tú sí tenías la chance, ¿entiendes? ¿Será que me habrás entendido al final? ¿Dégel...?

En silencio, Camus se dejó apretar y escuchó todo lo que Kardia necesitaba decir, hasta que sus palabras fueron reemplazadas por un silencio húmedo. Entendía, sí. Aunque aquello estuviera dirigido en realidad a Dégel, estaba en parte aliviado por escucharlo. Le parecía que se trataba de una explicación obvia que sin embargo había estado esperando recibir desde hacía mucho tiempo.

Después de un rato, Kardia se aflojó un poco. Camus aprovechó para tomarlo por los hombros y alejarlo, esperando poder hablar con él frente a frente. Puso un par de dedos bajo el mentón de Kardia para hacerle levantar la cabeza con delicadeza, pero Kardia a su vez tomó la mano entre las suyas y se la llevó a los labios. Un momento más tarde, Camus se encontró siendo arrastrado hacia él. La distracción le había costado un beso sorpresivo, y ahora tenía a Kardia encima.

-¿Qué te crees que estás haciendo? -preguntó Camus, apartando a Kardia con firmeza.

-Lo que quiero hacer -respondió Kardia, volviendo rápidamente al ataque.

La segunda vez Camus logró reaccionar a tiempo para evitarlo, y lo empujó hacia abajo, contra la cama, inmovilizando sus extremidades. Kardia sonrió, como si la posición no le resultara tan incómoda a pesar de todo.

-Ya hablamos sobre esto. Creí que nos habíamos puesto de acuerdo -murmuró Camus. Kardia se rió en voz alta-. ¡Hablo en serio!

-No entiendes. Es diferente ahora. Eso ya no importa. El Milo que conoces no volverá. Yo soy lo único que te queda de Milo. Tú eres lo único que me queda de Dégel... Es todo lo que tenemos...

-¿Qué estás diciendo?

-Estuve a punto de conseguirlo, de poder volver a mi cuerpo. Pero fue imposible... y creo que lastimé a Milo en el proceso.

-¿Viste a Milo? -Al recordar que ese cuerpo le pertenecía a Milo, Camus disminuyó automáticamente la presión que estaba ejerciendo para mantener a Kardia quieto.

-Si este intento falló, no creo que podamos conseguirlo. Y tú estás pensando exactamente lo mismo, ¿por qué no lo aceptas de una vez, Camus?

-No digas eso.

-Estoy diciendo simplemente lo que tú no te atreves a admitir que estás pensando.

Camus negó con la cabeza, aunque aquella fuera la verdad. Contra sus dedos, la piel de Kardia latía, tibia y flexible. La piel de Milo. Soltó sus manos, dejando libre a Kardia, que de todas maneras no se movió de donde estaba. Camus tenía la intención de alejarse. Demasiada tentación.

-Milo -susurró Camus, acariciando con suavidad el contorno de los rasgos del otro. Kardia le sonrió con melancolía, y se mantuvo inmóvil hasta que Camus se acercó para besarlo. Era un beso triste, casi amargo, pero intenso. A través de él, Kardia sintió que Camus estaba aceptando la pérdida de sus esperanzas.

Mientras tanto, en Tauro, Aldebarán había vuelto desde Jamir, permitiéndole a Shaka regresar a su templo. Mu lo había devuelto a Grecia a regañadientes al ser Aldebarán informado de la alerta. También era Mu quien después de lograr detectar a Kardia flotando en otro plano, lo había ayudado a volver.

En Cáncer, la noche, la tensión y la soledad volvían al ambiente aún más lúgubre que de costumbre. Death Mask creyó escuchar que los rostros de las paredes susurraban algo, y eso lo distraía. Era hora de recordarles cuál era su lugar.

En Leo, Aiolia caminaba de un lado a otro, como fiera enjaulada. Milo era un idiota, pero no era débil. Por lo tanto, él quería una buena explicación de lo que fuera que había pasado, y la obtendría en cuanto le fuera posible salir del templo.

En Virgo, Shaka meditaba, intentando reestablecer el vínculo que había perdido con el pasado.

En Capricornio, Shura estaba alerta, sin bajar la guardia a pesar de no haber encontrado nada sospechoso en Cabo Sunion.

En Piscis, Afrodita estaba tranquilo. Sin importar lo que pasara, no tenía nada de qué preocuparse. Nada ni nadie podía pasar a través de él.

Y por último, en la sala del patriarca, Saga dejaba que el agua tibia envolviera su cuerpo desnudo. Por un momento había temido que el movimiento en Cabo Sunion tuviera que ver con Kanon, pero había podido comprobar rápidamente que no era así.

Sabía que el santuario no estaba siendo amenazado, y por el relato de Shura podía deducir la verdadera causa del problema. Por el momento, no encontraba razones para intervenir. La situación no le parecía grave, pero los tenía bajo la mira. Mientras no se metieran en su camino, los dejaría actuar. Le resultaba moderadamente entretenido verlos intentar salir del laberinto que ellos mismos habían construido.

Se preguntó si el otro Virgo insistiría en volver a intentar invadir su territorio, y casi deseó que fuera así. Se preguntó también si acaso debería ir a prestarle una visita a Escorpio. Después de todo, quizás fuera él quien estaba realmente destinado a formar parte de su ejército, y no Milo.

Continúa :P

Notas finales:


Estos capítulos han sido algo densos, pido disculpas. Cuanto más me acerco al final, más difícil se me va haciendo.

Tengo inspiración pero me falta ~motivación~ y con eso también se atrasa la realización de ideas que tengo para oneshots.

Gracias Circe por su ayuda con Shura XD

Este Shura no es malo ni sabe que Saga es el patriarca, es un engañado  (también recordar que este fic es mucho años antes de la serie... y que me estoy basando en la versión de Shura de Episodio G).


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