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Fiebre por starsdust

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En el capítulo anterior:

En el pasado, Milo le cuenta a Asmita lo que ocurrió con Kardia y su intento fallido de intercambio de cuerpos. Asmita le propone Defteros que ayude a volver las cosas a la normalidad.

En el siglo XX, Kardia y Camus se disponen a pasar la noche en el templo de Escorpio, donde Kardia le dice a Camus que ya no hay nada que puedan hacer para que todo vuelva a la normalidad.

 

 


 

 

 

El presente.

Kardia solía dejarse llevar por lo que sentía en el momento. Camus, por otra parte, estaba tan acostumbrado a controlar sus sentimientos que cuando los dejaba brotar libremente terminaba siendo avasallado por ellos. La combinación era peligrosa cuando los dos estaban desesperados, como era el caso.

Convencidos de que no quedaba nada por hacer y sin poder pensar con claridad, estaban dispuestos a entregarse el uno al otro. Después de todo, Kardia era parte de Milo, y Dégel era parte de Camus. Ambos entendían esto, pero habían acordado mantener la distancia. Kardia había ayudado a Camus a comprender cuáles eran sus sentimientos por Milo, y justamente por eso quería esperar por él. Sin embargo, si todo estaba perdido, ¿cuál era el propósito de esperar, cuando apenas se tenían el uno al otro? ¿Esperar por qué, cuando ya no quedaba nada?

Si cerraba los ojos, Kardia podía reconocer a Dégel en la manera de moverse de Camus, su manera de besar, de abrirse paso entre su ropa con urgencia y cuidado al mismo tiempo. Pero la verdadera razón por la que quiso cerrarlos fue para evitar tener que ver las lágrimas que Camus ya no podía contener.

Esa visión hacía que su corazón se encogiera, y le daba la desagradable sensación de estar siendo poco respetuoso consigo mismo. Pero no existía manera de interrumpir la reacción en cadena. Tampoco sabía cómo pedirle perdón a Camus, quien parecía dispuesto a seguir adelante hasta el final.

El acuariano ya no tenía control sobre sus propias acciones. Estaba haciendo todo lo que predicaba que debía evitarse: dejarse llevar por sus emociones. Sabía bien que aquello no terminaría bien, pero no podía detenerse.

Continuó hasta que escuchó una voz que lo hizo parar en seco. Estaba seguro de que no provenía de su interior, sino de algo que se había colado en sus pensamientos.

-¿Qué haces...? -preguntó Kardia, sin soltarse-. ¿Por qué te detienes?

-Espera -respondió Camus, poniendo un poco de distancia entre los dos para evitar que Kardia volviera a colgarse de su cuello-. Hay alguien.

-¿Alguien...? -dijo Kardia, mirando a su alrededor con nerviosismo.

Camus tenía la certeza de haber escuchado con claridad la palabra "Alto". Al prestarle más atención reconoció a su dueño, que le estaba enviando un mensaje telepático.

-¿Shaka...?

-¿Shaka? -repitió Kardia-. ¿Qué viene a entrometerse...?

-Toma mi mano, cierra los ojos y concéntrate -dijo Camus, obedeciendo a una orden silenciosa que estaba recibiendo de Shaka.

Con cierto recelo, Kardia hizo como le indicaban. En el momento en que cerró los ojos se sintió arrastrado hacia un torbellino, y una luz lo cegó. Cuando consiguió volver a abrirlos todo a su alrededor había cambiado.

Ya no estaba en el oscuro templo de Escorpio, sino en un bello campo repleto de flores que destilaban un aroma dulce, y pétalos que flotaban suavemente al ritmo de una melodía imperceptible.

A unos pasos de él estaba Camus, quien vestía una túnica que se amoldaba a su cuerpo con gracia. Al volver su atención hacia su propia persona se dio cuenta de que él estaba vestido de la misma manera. Se acercó a Camus y palpó la tela de su toga. Él a su vez pasó los dedos entre su melena, quizás también para comprobar qué tan real era aquello. Una brisa sutil dirigió su atención hacia adelante; los pétalos parecían estar indicando un camino.

-¿Qué es esto...? -preguntó Kardia-. ¿Fuimos transportados a otro lugar...?

-Tranquilo, no te apresures -respondió Camus, poniendo una mano sobre su hombro-. Mira hacia allí.

A lo lejos se veían algunos árboles, y a la sombra de ellos meditaba Shaka, que vestía lo mismo que ellos. A medida que se acercaban, Kardia pudo notar más detalles. El suelo que pisaban era suave y se adaptaba a cada uno de sus pasos. Las flores se apartaban, dejándoles la ruta libre para avanzar, y luego volvían a su lugar como si nada hubiera pasado.

-Bienvenidos -saludó Shaka una vez que llegaron hasta él.

-¿Qué tipo de lugar es este? -preguntó Kardia.

-Esto no es más que un espacio creado en mi mente al que ustedes han sido invitados. En realidad, ustedes siguen estando en el templo de Escorpio, y yo en el templo de Virgo.

-¿Por qué...? ¿Para qué?

-Porque dado que cada uno de nosotros está confinado a nuestros templos, pensé que sería mejor y menos confuso encontrarnos de esta manera.

-¿Menos confuso...? -Kardia no estaba tan convencido. Una diminuta ave de color extraño acababa de posarse en su mano y lo miraba con una expresión de curiosidad digna de un ser humano. Nunca había visto una criatura así.

-Me alegra que hayas podido volver, Kardia. ¿Qué fue lo que viste en tu viaje?

Kardia bajó la cabeza. Ni siquiera había sido del todo claro con Camus sobre lo que había sucedido.

-Llegué hasta el pasado, pero no pude hacer nada para volver a mi cuerpo... Y sentí que algo me expulsaba -respondió el escorpiano en voz baja-. Me preocupa Milo -agregó, mirando a Camus de soslayo.

-Si es que fuiste expulsado, fue hacia un espacio donde Mu fue capaz de encontrarte gracias a que tú mismo intentaste conectarte con un cosmos familiar que te guiara de vuelta. Eso es positivo, nos da esperanza de encontrar la manera de volver las cosas a la normalidad por nuestros propios medios.

-¿Por qué dices que te preocupa Milo? ¿Llegaste a verlo? -preguntó Camus. Kardia asintió. Tenía al pequeño pájaro entre sus manos y sus patitas se cerraban sobre las yemas de sus dedos haciéndole cosquillas.

-Quizás lo haya lastimado en el proceso.

Adelantándose a Camus, que abrió los ojos alarmado, Shaka intervino para calmar los ánimos de los dos.

-No subestimes a Milo, ni te subestimes a ti mismo. Para mañana la alerta sobre el santuario se habrá levantado. Quiero que tengan paciencia y confíen en mí. Que estén atentos para el momento en que les avise que estamos listos para volver a intentar un cambio. ¿De acuerdo?

-De acuerdo... -susurró Camus.

-Tengo cosas que hacer ahora. Descansen -dijo Shaka, haciendo un gesto que hizo que los pétalos que bailaban perezosamente a su alrededor comenzaran a agruparse.

El pájaro voló de las manos de Kardia, y Camus se protegió con el antebrazo del viento en el que la brisa se estaba transformando.

Cuando abrió los ojos volvía a estar en el templo de Escorpio. A su lado, Kardia yacía sobre la cama, inmóvil. Después de un rápido análisis, Camus comprobó que simplemente dormía profundamente. No sabía decir si era obra de la intervención de Shaka o un sueño natural producto del cansancio, pero era mejor así.

Acarició con delicadeza la piel que quedaba al descubierto por entre las telas, y prometió ser más fuerte. Lamentaba haber estado a punto de dejarse arrastrar por la desesperación.



El pasado.

Un rayo de sol que se filtraba a través de la ventana despertó a Milo, dándole justo en los ojos. En algún momento del interrogatorio exhaustivo de Asmita se había quedado dormido; de lo sucedido le quedaba solamente una vaga sensación de disgusto. Tenía la impresión de que había huecos en su memoria. Se sentía incómodo.

En las cercanías, dos voces que hablaban en voz baja se detuvieron como por arte de magia en cuanto él les prestó atención. Se incorporó y vio que eran Asmita y Dégel quienes estaban allí, a poca distancia de la cama. Dégel se veía más pálido que de costumbre. Parecía haber visto un fantasma.

-¿Qué es esto...? -preguntó Milo, refregándose los ojos.

-Buenos días, Milo -saludó Asmita-. La alerta fue levantada.

-Ya veo... -musitó Milo, sin demasiado entusiasmo y con la impresión de que Asmita llevaba allí demasiado tiempo para su gusto. Se volvió hacia Dégel y un chispazo de memoria lo despertó del todo, recordándole que aún no había podido discutir con él acerca del incidente con Kardia-. ¡Dégel, tenemos que hablar...!

Dégel asintió torpemente, le lanzó una mirada extraña a Asmita y luego fue hasta la cama, donde se sentó junto a Milo.

-Asmita me contó sobre Kardia.

Milo se quedó en silencio y miró a Asmita con estupor. Aquello era algo que él habría querido poder decirle a Dégel personalmente. La idea de que lo hubiera escuchado de alguien más le molestaba profundamente. Tenía la impresión de haber sido estafado.

-¿Cómo que le dijiste...? -preguntó Milo, incrédulo.

-Necesitabas descansar, te guste o no aceptarlo -dijo Asmita sin inmutarse por la crítica.

-No vengas a decirme lo que yo necesito -gruñó Milo.

-Pero es cierto -terció Dégel, poniendo una mano sobre la cabeza de Milo, que se volvió hacia él.

Sin darle tiempo a protestar, rozó el cuello de Milo con suavidad, donde eran ahora visibles algunas manchas sobre la piel, consecuencia del ataque fallido de Kardia. Milo llevó su propia mano hacia la garganta por reflejo, cayendo en la cuenta de que sentía un poco de dolor, pero su mirada permaneció decidida.

-No hay razón que justifique que me dejen por fuera de cosas que me involucran. Estoy entrenado como soldado, esto no es más que un rasguño para mí.

-Pero ese no es tu cuerpo y por lo tanto no lo conoces bien. Tienes que confiar en nosotros y en nuestro criterio.

La serenidad de Asmita estaba irritando a Milo más que calmarlo. Buscar apoyo en Dégel parecía inútil; él se veía decaído y ausente. Aunque Milo no lo supiera, esa noche ni siquiera había dormido.

-Entonces, ¿cuál es tu plan? -preguntó Milo con un cierto tono descreído.

-Mi plan sigue siendo el mismo de antes.

"Antes" sonaba como un concepto vago, y en esos momentos Milo estaba teniendo problemas para recordar.

-¿El mismo? ¿Y qué hay del objeto de la caja...? ¿No cumpliría ninguna función?

-La pieza que contenía la caja era parte de lo que se utiliza para sellar la armadura de Cronos, que está guardada en un lugar debajo de la estatua de Atenea. Saber esto solamente nos sirve para conocer el origen del problema: el contacto con un objeto infundido con el poder de Cronos creó una distorsión en el espacio-tiempo que se activó cuando Kardia usó su técnica más extrema.

Mientras que Milo asentía, Dégel la meneaba la cabeza en negación. No podía creer que no hubiera podido prever algo así, y se daba cuenta de que se trataba en parte de su propio error.

Ahora el incidente de Kardia en Viena tenía mucho más sentido, pero en su momento se había conformado con la explicación más simple, temiendo ir más allá. La voz de Milo, que tenía un acento y manera de expresarse diferente a la de Kardia, sonó muy cerca de Dégel, pero él apenas escuchaba.

-¿Entonces la solución no puede ser volver a tocar ese objeto?

Su entusiasmo llamó la atención de Dégel, cuyos ojos estaban ahora más abiertos que nunca. Asmita suspiró y elevó su mano en un gesto para pedirle que se detuviera.

-No es tan simple. Eso podría funcionar o podría terminar empeorando las cosas.

-¿Por qué?

-No sabemos qué provocó que este cambio se diera de esta manera y no de otra. Quizás podría haber sido diferente. Sería muy ingenuo de nuestra parte caer en el facilismo de creer que volver a tocar el objeto hará que todo vuelva a la normalidad.

-¿Pero ni siquiera consideras que es posible que esa sea la solución? -preguntó Milo, molesto por el tono de Asmita, que se expresaba con una autoconfianza que él encontraba demasiado exagerada.

En realidad no había habido demasiado progreso hacia una solución, ¿cómo podía descartar las palabras de otros tan fácilmente? ¿Acaso creía que era el único con la capacidad de encontrar la salida correcta?

-Podría ser que lo fuera -admitió Asmita-. ¿Pero cómo puedes saber que el mismo proceso se dará a la inversa? En el mundo en que vivimos existen diferentes realidades y dimensiones. ¿Cómo puedes saber que no terminarías siendo llevado a otra de ellas, a un espacio-tiempo diferente?

La idea planteada por Asmita intrigó a Milo tanto que le hizo olvidar temporalmente su disgusto. A su lado, Dégel también se veía interesado.

-¿Un espacio-tiempo diferente...? ¿De qué estás hablando? ¿Dimensiones paralelas?

-Entre otras cosas, sí. Muchas veces nuestra visión del tiempo y el espacio es muy limitada. También lo es nuestra concepción de nosotros mismos, que tendemos a creer solamente en lo que vemos. Como sabes bien, la realidad se compone de más de lo que se ve a simple vista. Incluso podemos existir en varios lugares al mismo tiempo. Por ejemplo, piensa en un árbol que crece y se ramifica.

Milo asintió, teniendo la sensación de haber escuchado aquella comparación antes. Era demasiado familiar, tanto que algo hizo brotar palabras de su boca para continuar el razonamiento de Asmita, como si se lo supiera de memoria por alguna razón misteriosa.

-"A algunas ramas les llega con más fuerza el sol, otras están más abajo y viven a la sombra, quizás algunas sean escogidas por un animal para hacer un nido, a otras les crecen frutos, otras son derribadas pronto por una tormenta… todas pasan por experiencias concretas diferentes, en diferentes partes del espacio ocupado por ese árbol, pero todas nacen de él"

Tanto Dégel como Asmita parecieron sorprendidos al escuchar a Milo hablar de esa manera.

-¿Milo...? -preguntó Dégel, poniendo una mano sobre su mejilla. Milo lo sorprendió inclinándose hacia él y apoyando la frente en su hombro. Después de dudar durante unos momentos, Dégel lo rodeó en un abrazo, aunque sin entender demasiado el porqué de su reacción.

-Estoy escuchando, continúa -susurró Milo.

-Es como dijiste... Hay que imaginar que la corteza de ese árbol es el alma de una persona y el área que ocupa es el espacio-tiempo en su totalidad. Aunque cada rama represente diferentes vidas a través de las eras y de las dimensiones, todas forman parte del mismo árbol. Cada rama es especial y existe por sí misma en un lugar del espacio diferente, formando al mismo tiempo parte de una misma cosa. Así es como tú y yo y cualquiera de nosotros no estamos limitados a una realidad, sino que existimos en varias, pero generalmente somos conscientes de solamente una a la vez.

Al parecer, Milo había renunciado a pedir mayores explicaciones y se quedó callado, pero Dégel intervino entonces con una pregunta.

-¿Pero en ese caso cuál es el universo "verdadero"?

-No existe tal cosa como un universo verdadero, cada uno lo es dentro de su propio espacio -respondió Asmita-. Pero en resumen, si Milo toca ese objeto podría quizás terminar no solamente en otro tiempo, más atrás en el pasado o más adelante en el futuro, sino también perdido en la nada, o en otro universo. Quizás terminara en un mundo donde la historia sea diferente de como la conoce, o en uno donde él ni siquiera existiera.

Después de la explicación de Asmita hubo un largo silencio. Milo continuaba apoyado en Dégel y tenía ahora los ojos cerrados. No estaba durmiendo, pero parecía haberse encerrado en un capullo, o ser presa de un extraño trance.

-¿Entonces qué sugieres que hagamos? -preguntó Dégel en voz baja.

-No podemos confiar en que el objeto funcione de la manera que deseamos solamente porque suponemos que podría ser así, cuando en realidad nosotros no tenemos ningún control sobre él ni sobre la manera en que trabaja.

-¿Entonces?

-Entonces tengo una idea, pero para eso tendrías que confiar en mí, Dégel...

-¿Estás hablando del enmascarado? -preguntó Milo en tono despectivo, saliendo de su dormitar.

Dégel se sobresaltó al entender de qué estaban hablando: el gemelo de Aspros de Géminis. No todos sabían de su existencia en el santuario, pero él había escuchado al respecto. Se decían cosas terribles sobre él y su nacimiento.

-¿Te has vuelto loco, Asmita...? -dijo Dégel, sin esconder su indignación.

-¿Tienes alguna mejor idea? -replicó Asmita con calma.

-¿Cómo sabes que puedes confiar en esa persona?

-¿Y tú cómo sabes que no, si no has tratado con él? -Dégel, que quedó descolocado por la pregunta de Asmita, apretó los puños-. ¿Tienes alguna mejor idea? Créeme que no hay mejor manera de mantener discreción sobre este asunto que recurrir a él.

-¿Pero no te das cuenta de que esa persona podría traicionarnos? Está escrito en las estrellas...

A pesar de querer mantener su neutralidad, a Asmita le molestaba cada vez que se enfrentaba con afirmaciones que venían de conclusiones tan apresuradas.

-Casi nadie sabe que esta persona existe, y las historias que se cuentan sobre él son tomadas casi como leyendas. Sería un colaborador invisible, que tiene más razones para esconderse que para delatarnos. Su poder está al nivel del nuestro. En este caso, necesitamos la colaboración de Géminis o Aries. Pero el poder de Shion es aún limitado.

-¿Por qué prefieres tratar con alguien que nació maldito antes que con un santo dorado?

-Porque Shion no tiene la capacidad, y porque no confío en Aspros. Y a ti tampoco te gusta la idea de ir con él -agregó, adivinando la expresión de contrariedad de Dégel al escuchar el nombre del otro gemelo.

-¿Estás seguro de que no hay otra salida...? -susurró Dégel.

-Sé que te cuesta confiar en él, pero no te pido eso. Te pido que confíes en mí y en mi criterio.

Mientras Dégel meditaba en silencio, Milo observaba a Asmita con una mirada cargada de dureza desde la posición más alejada a la que se había apartado cuando la discusión había comenzado.

Después de lo que pareció una larga meditación, Dégel volvió a acercarlo contra sí tomándolo por el brazo, y susurró una pregunta en un tono que sonaba tan entristecido que hizo que a Milo se le pusiera la piel de gallina.

-¿Cuál es tu opinión, Milo? -preguntó, poniendo una mano sobre su frente y apartando los mechones que le caían sobre los ojos.

-No sé si confío en él -confesó Milo-. Pero confío en ti y en lo que decidas hacer.

Asmita esperó la respuesta mostrándose tan calmo como siempre, aunque se sentía un poco impaciente. Creía que era hora de ponerse manos a la obra. Estaba seguro de tener la llave de la solución en sus manos, simplemente debía colocarla en la cerradura correcta. Finalmente Dégel se dirigió a él, y hablando en voz baja.

-Está bien... Confiaré en ti.



El presente.

El día siguiente, Kardia despertó sintiendo que había dormido demasiado tiempo. El sol brillaba ya alto en el cielo, pero al parecer lo habían dejado dormir. Camus ya no estaba allí; la cama estaba vacía.

Al salir la habitación encontró una bandeja con un desayuno cuidadosamente servido. Los sirvientes estaban de vuelta, lo que significaba que la alerta había sido levantada. No recordaba haber soñado nada durante la noche, pero recordaba haber hablado con Shaka, que opinaba que tenían una buena chance de solucionar el problema.

Sin embargo, Kardia aún estaba preocupado por lo que había ocurrido en su visita al pasado. Temía haber afectado el curso de los hechos de manera negativa. A pesar de que le hubieran prohibido leer los registros del pasado, ahora sentía que debía hacerlo para asegurarse de que todo estuviera bien. Necesitaba saber que no había terminado por causar un desastre.

Tomó unos bocados del desayuno y salió de su templo. Shaka había conseguido acceso a algunos archivos guardados en la sala del patriarca gracias a la confianza que éste le tenía. El observatorio de Star Hill era el otro lugar donde sabía que podría encontrar escritos sobre la historia del santuario. Podría ser peligroso intentar infiltrarse en cualquiera de los dos lugares sin permiso.

Star Hill era un lugar prohibido, mientras que el templo del patriarca podía ofrecer una mejor oportunidad, en especial si lograba entrar en algún momento en que el patriarca no estuviera allí. Pero antes tendría que reconocer el terreno para saber si era posible. ¿Qué tipo de patriarca tenía ese santuario? ¿Dónde estaba la diosa?

No se detuvo a pensar por mucho tiempo, y siguiendo un impulso comenzó subir las escaleras de las Doce Casas. La suerte estaba de su lado: los templos siguientes estaban vacíos. Suponía que Camus debía estar atendiendo algún asunto, y se alegró de no tener que encontrarse con Shura.

El aroma que envolvía Piscis era imponente, pero tampoco había nadie allí. El camino que iba hacia la sala del patriarca estaba libre. Por primera vez, Kardia sintió un atisbo de inquietud, pero aún así siguió adelante.

Llegó ante el templo del patriarca y entró. Tenía planeado lo que decir para no despertar sospechas. Aquella visita sería simplemente para tantear el terreno, se repitió a sí mismo. El interior de la sala se parecía a lo que recordaba, pero tenía un aire diferente.

Estaba a punto de avanzar para anunciar su llegada cuando escuchó una voz suave proveniente de sus espaldas.

-Ah, Escorpio, eres tú -dijo la persona misteriosa, saboreando cada letra de la frase. Al darse la vuelta Kardia vio al caballero Piscis apoyado contra una columna. Sonreía. Parecía mucho más cómodo en su piel que Albafica, aunque era igualmente hermoso, y llevaba una rosa en sus manos.

-Piscis.

-Qué apropiado que hayas venido -dijo el pisciano, mientras acomodaba la rosa entre su larga melena ondulada.

-¿Apropiado...?

-No es momento de jugar, Afrodita. El patriarca quiere verte, Escorpio -dijo una segunda voz, más ronca.

Instantes después, Kardia vio al caballero de Cáncer surgir desde entre las sombras. Al igual que Piscis él también sonreía, pero no de manera cálida. Su sonrisa era casi siniestra. Sintió que una mano se apoyaba en su espalda, empujándolo hacia un pasillo lateral. Sorprendentemente, se trataba de Piscis.

-Vamos, te está esperando.

-¿Esperándome...?

Una puerta se abrió ante Kardia, y de ella manó un denso vapor caliente. Olía a hierbas. Guiado por Cáncer y Piscis, Kardia se abrió paso entre el vaho. Estaba en una habitación enorme que pocas veces había visto: el baño del patriarca, con su enorme piscina de estilo antiguo.

Había un hombre parado de espaldas a la puerta en el medio de las aguas. Una larga cabellera cubría su espalda desnuda. Kardia fue impulsado hacia adelante, hasta que sintió que sus propios pies entraban en contacto con la humedad.

-Pueden retirarse -dijo el hombre de la piscina sin darse vuelta.

-Que te diviertas, Escorpio -comentó Death Mask mientras iba de camino a la salida, seguido por Afrodita, que disimuló una suave risa.

La puerta se cerró y Kardia quedó a solas con el patriarca, que lentamente se volvió hacia él y comenzó a avanzar en su dirección. El agua se escurría por su cuerpo joven a medida que el nivel de profundidad del fondo bajaba, marcando sus músculos con generosidad, y acompañando cada uno de sus movimientos.

Cuando levantó la cabeza dejando ver claramente su rostro, Kardia contuvo el aliento. Lo reconocía. Lo había visto antes. La diferencia era que este hombre exudaba un aura espeluznante.

-¿"Aspros"? -preguntó el hombre, robando el nombre de los pensamientos de Kardia, que intentó inmediatamente cerrar el pasaje hacia su mente para evitar que algo más se filtrara. No esperaba ser invadido sin permiso, así que no había sido lo suficientemente cuidadoso-. ¿En eso piensas cuando me ves? -insistió, aproximándose hasta tenerlo frente a frente-. ¿Te gusta lo que ves?

-¿Patriarca...? -murmuró Kardia.

-Soy Saga de Géminis -susurró el aludido, deslizando una mano sobre la nuca de Kardia para acercarlo hasta que sus labios rozaron la mejilla del escorpiano-. ¿Quién eres tú?

Continúa :P

 

Notas finales:

El medio del capítulo es un poco denso, me disculpo porque Asmita habla MUCHO, es un loro. Pero quería que todas esas cosas que él explicó quedaran claras ahora que se acerca cada vez más el final, para contestar algunas interrogantes sobre la trama y poder seguir adelante.

Lo del árbol y el alma es algo que Shaka había dicho en el capítulo 7.


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