Era una fuerza poderosa y animal que lograba que perdiera todo dejo de razón.
Para el rubio tampoco todo eso era tan facil porque algo dentro suyo lo obligaba a disfrutarlo. Seto Kaiba era como la fruta prohibida que era mas deliciosa justamente por estar prohibida. Y había algo mas. Algo cercano a un deja vu sin dejar de serlo.
Terminaron ambos a la vez y exhaustos se miraron. Estaban abrazados y empapados en sudor, rodeados del frescor nocturno.
--Hay muchas cosas por las que te vez diferente pero en esto no has cambiado en lo absoluto—dijo el castaño con una voz muy satisfecha.Eso enfureció al rubio sin tener una razón concreta del porqué.
Esa noche Sebastian fue a preparar las cosas para el baño del joven Wheeler y se dio cuenta de que el susodicho no había tomado sus remedios por lo que se los recordó.
--Herr Wheeler me temo que no ha tomado su medicación—dijo.
El otro lo miro con ojos de asesino y le respondio—Me agrada que recuerdes tan bien todo porque te dire una cosa y no quiero que la olvides, mis cosas privadas no son de tu incumbencia. Eres el sirviente de mi padre y nada mas. No te metas en mis asuntos y todo te ira bien--.
--¿Me esta amenazando? Porque debo recordarle que su padre me hizo responsable de que su vida privada se mantuviera de manera ordenada—preguntó el mayordomo.
--No te amezazo, por ahora. Solo deseo que me dejes en paz. Tomaré mi medicación después de un relajante baño y espero no verte aquí cuando salga—contestó el joven rubio y se fue a bañar.
Al día siguiente el mayordomo se dirigía al desayunador donde sabía que tanto el joven Wheeler como el invitado de su padre se encontraban desayunando cuando antes de entrar por la puerta se quedo tieso al oir—No puedes decirme que no te gusto—la voz era del joven Kaiba.
La frase en si no tenía nada de malo. Podía referirse al desayuno o a algo de la fiesta o una noticia, cualquier cosa. Lo que puso en alerta al empleado fue el tono con el que fueron pronunciadas tales palabras. Como con cierta sorna. Como si buscara pelea con el otro y ademas se oyo claramente como el Joseph escupía con fuerza el café que debía tener en el buche.
El café se derramo sobre el diario financiero que el rubio fingía leer para distraer su atención de la disgustante compañía del otro.Miro al castaño y luego a la puerta del desayunador.
--Escuchame bien. No sé que pretendes pero no voy a seguirte el juego. Lo que pasó anoche fue un error que no pienso repetir. Debí ser víctima del stress. Has sido como un surmenage que pienso olvidar—le dijo el ojos mieles.
El ojos azules sintio una punzada en su orgullo herido y le contestó—Dudo que la gente que sufre un surmenage diga lo que me dijiste anoche en ese jardín--.
Sebastian no quería pensar que las palabras que oyó segundos antes podían significar algo inimaginable para la orgullosa familia Wheeler. Además había otras implicaciones para él.
Tan ensimismado estaba que no oyó llegar a la fraulein Katsuya llegar a su lado hasta que le preguntó--¿Se encuentra bien Sebastian?—
Dentro del desayunador dos cabezas voltearon rapidamente hacia la puerta.