N.A.: En este fic Joseph Wheeler se llama Ácato y es el príncipe de Leoponto y Seto Kaiba se llama Marco Julio Plineas y es un centurión romano.
--No me impresiona ni Roma ni tu ejército—dijo este al centurión con su mirada altiva.
El centurión se le acercó de pronto e instintivamente el joven príncipe retrocedió.
--No estoy tan seguro de ello—dijo complacido el ojos azules mirándole de arriba abajo.
El camino era largo y polvoriento y durante el viaje cruzaron por varios pueblos donde ya gobernaban los romanos.
¿Ves? Hemos traído la civilización a estos lugares llenos de barbarie—dijo el orgulloso romano.
No me importa lo que creas. Sus métodos no son mejores a los nuestros. Ustedes son solo una pila de niños jugando a los soldados—dijo el rubio furioso con su captor.
Pues esta pila de niños te han derrotado—dijo el de los ojos azules.
Tal vez me habéis derrotado pero mis hermanos ocuparán mi lugar y los hijos de Ares saldremos victoriosos ante cualquier enemigo al final—dijo con tal convicción que recordó a Marco Julio a los romanos hablando de Roma.
¿En verdad piensas que pueden vencernos después de la batalla que nosotros hemos tenido? Tu ejército ya no existe mientras que él mío, aun con todas sus bajas sigue aquí—le respondió curioso el castaño.
Quien no tiene fe en algo mucho mas grande que él realmente esta muy solo—dijo enigmáticamente el rubio dislocando al ojos azules que dejo la tienda del otro muy confundido.
Llegaron a Roma con toda la pompa y la gloria con que la ciudad recibía a los vencedores y mostraron al rubio prisionero por las principales calles de la ciudad como un trofeo en una cuádriga con ribetes dorados, Junto a él iban su hermana y dos soldados y en la cuádriga frente a ellos el General Pascasius Albo todo cubierto de oro y rojo. En la cuádriga detrás iban los Tribunos y tras ellos los legionarios. Después iba el centurión mas osado cabalgando su aballo blanco frente a lo que quedaba de su centuria.
Ácato estaba preocupado por su hermana pues su figura estaba débil y su ánimo parecía abatido.
¿Qué te sucede hermana?—preguntó.
Que Roma nunca te haga lo que me ha hecho a mí—fue la sencilla y conmovedora respuesta de ella que tenía lágrimas en sus ojos. El corazón del príncipe se lleno de furia y deseos de venganza.
El senado se rió de ellos de la más burda de las formas llenando de más enojo los corazones griegos.
Este senado es una farsa—dijo el “León de Leoponto”. —Son un montón de viejos carcamanes que no saben que hacer con su tiempo y hacen barbaridades en nombre de una ciudad a la que ensalzan todo el tiempo pero que en realidad es tan miserable como ustedes. Nosotros somos hoy los derrotados pero mañana otros se reirán de vosotros—añadió con voz encendida.
Desde un apartado lugar el castaño miro todo y ver así al rubio con su encendido lenguaje provocó algo resurgir en su interior que ni el sabía que tenía.
Desgraciadamente a uno de los senadores, Tulio Aurelio le pasó algo parecido. Al oír al galante príncipe hablar de tan apasionado modo su sangre hirvió.