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GRECIA VS ROMA por desire nemesis

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Notas del capitulo:

ESPERO LES GUSTE Y GRACIAS POR LOS REVS

 

El griego sintió muy raro al ver en esa pose tan informal, rodeado de familia y con una sonrisa en el rostro al feroz Centurión.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Los ojos azules del más joven eran ligeramente más fuertes que el color de los del castaño. Miro inquisitivamente al desconocido rubio.

 

Marco Julio vio la dirección de su mirada y sonrió—El es Ácato, príncipe de “Leoponto”—le dijo.

 

El menor abrió mucho los ojos y preguntó con verdadera emoción--¿Un príncipe real?--

 

El griego sonrió y asintió.

 

El castaño le dijo—Es mi hermano menor. Se llama César Augusto--.

 

 

Desde ese día el joven y el griego se hicieron muy unidos. Constantemente César Augusto pedía a Ácato que le contara de su país y su gente y el griego se pasaba las horas contándole con añoranza en sus ojos.

 

El Centurión al volver a su casa de sus salidas siempre los encontraba en el huerto sentados juntos y sonreía por el bello cuadro. Es que ver a ambos así le hacía sentir que su familia estaba completa y tranquila.

 

Su tía le decía siempre lo inconforme que estaba con el nuevo esclavo que se negaba a hacer lo que ella demandaba y le decía que: ¿Qué caso tenía tener un esclavo que no obedecía?

 

El ojos azules le respondía—Lo he traído para que entretenga a mi hermano--.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En el mes que siguió algo se removió en el interior del griego. Al ver  como cada día el Centurión trataba amablemente a su hermano. Siempre al volver le dedicaba tiempo para lo que el menor que quisiera. Era gentil y tierno. ¿Acaso era el mismo hombre que le venciera en batalla? ¿Ese hombre feroz que logró lastimarlo?

 

Marco Julio se sentía inexorablemente atraído por el griego y eso ni el mismo podía negárselo y con su poder de observación logró identificar que el otro también sentía un genuino interés por él.

 

Es por eso que un día en que su hermano había salido a visitar a uno de sus amigos acompañado de su tía que no vivía con ellos pero que se las pasaba acompañándolos. Envió a un esclavo a por el griego.

 

¿Qué se os ofrece?—preguntó el rubio al entrar en la recámara del señor de la casa.

 

Entonces sintió unos fuertes brazos que lo empujaban contra la pared y de pronto se vio mirando a esos profundos ojos marinos desde muy cerca. Esa cercanía le puso sumamente nervioso y más aún lo que siguió pues lentamente el Centurión unió sus labios con los del príncipe que de pronto se sintió débil ante ese cuerpo alto, fornido, de piel canela cuyo simple contacto le hacía enloquecer.

 

Correspondió a esos ansiosos y carnosos labios que parecían querer devorarlo por entero. Las manos del más alto le rodearon y sin que sus labios se separasen le condujo al lecho que estaba a unos pasos más allá frente a la gran abertura que daba al balcón cuya vista era una pendiente llena de frutales y el ancho mar que a la distancia se unía con el cielo.

 

El castaño depositó suavemente el cuerpo del otro sobre las marfilíneas sábanas mientras sus frenéticas manos no dejaban de recorrer la sedosa piel del torso de Ácato despojándole de la parte superior de su túnica. Las manos del rubio se movían con apasionado ritmo sobre el pecho del otro.

 

Marco Julio acarició la pierna del otro hasta debajo de su pollerín para irlo subiendo hasta la cintura mientras su entrepierna se acercaba a la del otro y los jadeos de ambos empezaron a oírse con más intensidad. El romano alzó ambas piernas del rubio y se refregó contra la parte trasera del rubio sin que sus labios abandonaran los de él.

 

El calor iba en aumento mientras sus pieles abrazadoras se tocaban mutuamente. Los labios del castaño se apoderaban sin cesar de los del otro mientras su lengua no dejaba de invadir el territorio de su boca.

 

¿Ya habeis tenido a otros amantes?—preguntó el de ojos azules en un impas.

 

Si—respondió el rubio para luego preguntar--¿Y vos?—

 

Los latidos de ambos estaban a mil y los ojos azules de pronto estaban mirando de nuevo detenidamente los mieles.

 

De pronto las manos del Centurión agarraron ambas muñecas del otro y las sostuvieron contra la cama sin mediar palabra. Contestó—He tenido muchos pero ninguno me ha atraído como vos me atraeis--.

 

De pronto el griego sintió las manos del otro abandonar sus muñecas para ir por sus piernas las cuales levantó para colocarse en medio de ellas, entonces sintió la hombría de el romano erecta frotarse en el interior de sus muslos. El tenía el mismo problema que el castaño y abrazó su cuello para atraer de nuevo la boca que le había abandonado y beso apasionadamente esos labios deliciosos mientras sus lenguas se enredaban en un pasional combate. Entonces el prepucio del ojos azules se abrió paso a través de las nalgas del rubio y con suaves movimientos de pujación fue entrando despacio en esa suntuosa entrada.

 

Los dos creían morir en ese contacto tan íntimo y devastador que los estaba llevando a la pura locura del placer.

 

Cuando todo él estuvo dentro del príncipe los gemidos de Marco Julio se volvieron gritos de deseo. No quería abandonar esa dulce morada que le sabía a gloria.

 

¡Sois mío! ¡Sólo mío!—dijo de pronto el romano sin poder contenerse.

 

Ácato le miró atentamente totalmente embargado de la dulce sensación de estar con el ser amado y saberse correspondido. Aunque no quería admitirlo era suyo, sólo suyo. Ni él sabía como había llegado a enamorarse hasta los huesos del que le capturó y le alejó de todo lo suyo para reducirlo a la horrible condición de la esclavitud.

 

Las pieles sufrían la satisfactoria agonía del placer con cada roce y sus dueños  pedían más y más a sus ya agotados cuerpos por tan irresistible placer.

 

Cuando el éxtasis llegó ambos se arquearon y depositaron su semilla, uno en el otro y este en el vientre de ambos.

 

Cayeron ambos en el gustoso sueño que trae el cansancio de la agotadora experiencia de haber obtenido del otro lo mas preciado y de haber descargado todo su ser.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Días después llego una inesperada visita al hogar de Marco Julio Plineas.

 

Era un senador de la República llamado Tulio Aurelio y después de ser  invitado a comer como corresponde a tan ilustre visita explicó los motivos de su visita a su anfitrión mientras comían ambos unas uvas frescas esperando que la comida estuviera pronta. Marco Julio captó las miradas que el senador dirigía al griego y eso lo puso de mal humor pero nada podía decir pues no se maltrata a un senador que honra tu casa con su presencia.

 

¡He venido a pediros a vuestro sirviente pues lo quiero para mí!—le dijo con descaro el rubio de largos cabellos.

 

 

El príncipe se inquietó. Sabía de la jerarquía romana y se consideraba un insulto negarle algo así a un senador de Roma. Además se notaba que para el castaño la cosa mas importante además de su hermano era su carrera. Era ambicioso y si quería seguir ascendiendo en esta no debía enojar a tan ilustre personaje. En el fondo estaba muy asustado. No quería separarse del Centurión. El pánico se veía claramente en su mirada.

 

Lo siento—dijo firmemente el de ojos azules mirando con estos directamente a los ojos del senador. – ¡No puedo daros lo que me pedís pues mi hermano siente mucho cariño por él!—puso como excusa el castaño.

 

¿Vuestro hermano o vos? ¡Os entiendo! ¡Es un magnífico ejemplar!—dijo el mayor disgustando a sus oyentes pues parecía hablar de un animal no de un hombre pero así se trataba a los esclavos en Roma, Marco Julio lo entendía pero su sangre hervía al ver que su ser querido era tratado de esa manera. --¡Entonces os propongo que me lo vendais si no quereis deshaceros de él por nada! ¡Os lo pagaré a buen precio y tendreis mi favor para lo que emprendais! ¡Mejor acuerdo no puedo ofreceros!—añadió el senador de ojos verdes.

 

Ácato se asustó en verdad mirando los ojos del pensativo Centurión que sopesaba lo que el otro le había ofrecido.

 

Era verdad. Era un magnífico trato. El antiguo Marco Julio se hubiera aferrado a él con uñas y dientes pero algo había cambiado profundamente en él por lo que contestó--¡Lo siento senador pero debo rechazar vuestro ofrecimiento!—

 

Los verdes ojos le miraron con furia mientras se hacían dos rendijas y ambos jóvenes supieron que con ese acto el castaño se había ganado a un poderoso enemigo.

 

¡Me lo pagareis muy caro!—amenazó el otro dándoles la razón a ambos. – ¡Debéis saber que al final yo venceré porque siempre obtengo lo que quiero!—añadió antes de levantarse de forma brusca e irse de  manera muy teatral.

 

Marco Julio apretó ambas manos en un puño en las que afirmó su rostro con el ceño fruncido. El griego se le acercó y se hincó a su lado. Mirándolo fijamente le dijo--¡Debisteis dejar que me llevara! ¡El puede arruinaros!—

 

Los lagos profundos le devolvieron la mirada mientras las manos se desentrelazaban para tomar las muñecas del ahora esclavo y atraerlo muy cerca de él.

 

¡Recordad que vos sois mío y solo mío!—dijo con todo el apasionado frenesí del que era capaz el Centurión.

 

Entonces la tía y el hermano del romano atravesaron la puerta y se los quedaron mirando mientras el griego se separaba lo más rápido que podía del otro.

 

¿Qué esta sucediendo? He encontrado al Senador Tulio Aurelio saliendo de aquí muy enfadado. ¡Respóndeme Marco Julio!—exigió su tía. El castaño le explicó cosa que asustó y enojó a la castaña. – ¿Como habéis podido? ¿No os dais cuenta de lo grave que habéis hecho? ¡Habéis arruinado vuestra carrera, vuestra vida!—gritó furiosa luego de saber la verdad. Luego volteó para ver de frente al príncipe al que dirigió sus pasos— ¡Vos sois el culpable de todo! ¡Sois una desgracia! ¡Habéis arruinado todo para Marco! ¡El es un joven brillante con un futuro brillante y vos lo habéis desgraciado! ¡Sois una maldición!—dijo fuera de sí la tía del Centurión y se fue dejando con una peor sensación de culpa al griego.

 

¡No le hagáis caso!—pidió el ojo azulado.

 

¡Pero tiene razón! ¡Os he arruinado la vida!—respondió con apesadumbrado semblante y voz suave el rubio.

 

César Augusto vio las miradas y palabras que ambos intercambiaron y lo comprendió todo. En silencio se retiró dejándoles solos.

 

No habéis arruinado nada—le dijo el castaño con voz dulce. –Solo le habéis dado un  nuevo sentido a mi vida—dijo acercándose al otro y después de tomar con su mano su mentón le besó con cariño y ternura. Sus cuerpos se fueron juntando y el más alto rodeó con sus brazos al otro como si con esa simple acción pudieran alejar todo lo que les amenazaba.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

ESPERO ANSIOSA LOS COMENTARIOS

POR FA DEJEN UNO AUNQUE SEA CHIQUITO

MATA NE


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