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GRECIA VS ROMA por desire nemesis

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Notas del capitulo:

*Caro: preciado, valorado, querido. Uso esa acepción italiana en este cap pues en español también se usa aunque no comúnmente.

 

Algunos dicen que Yami tiene ojos rojos yo lo recuerdo ojivioleta así que en esta historia lo pondré así porque también lo siento mas realista.

 

Perdónenme si no les gusta el cambio. Por demás disfruten este cap.

 

Arigato go sai masu por leer. Me pone bien que les guste mi trabajo.

 

gracias Antarion, Saya, y Phanta por sus revs

En tanto a Phanta le digo que era una apuesta al destino el que lo leyeras. ^^

 

Marco Julio fue llevado a las barracas frías de madera en donde el viento otoñal no tocaba a la puerta sino que directamente entraba y las mantas que les daban para cobijarse eran apenas desgastados cueros de cabra  ya vencidos por el tiempo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Para su suerte el Senador había olvidado con quien trataba. Se creyó que Ácato era un simple esclavo, un débil sirviente que no sabía como defenderse.

 

Olvidó al “León de Leoponto” un avezado guerrero que sabía muy bien como terminar con la vida de un hombre.

 

Para suerte del Senador este no lo mató porque no era de los que se ensuciaran con esos bichos inmundos. Además la desgracia podría caer sobre el joven César Augusto. Tenía ganas de llevárselo consigo pero eso sería perjudicial y hasta peligroso para el joven romano si los capturaban.

 

Tulio Aurelio estaba tirado en el piso víctima de un golpe en la cabeza y el en su condición de sirviente se escabulló a la puerta, ya con el collar sacado, y le dijo a uno de los guardias que el Senador solicitaba su presencia en sus aposentos.

 

El soldado no podía negarse a ir, aunque dejara su puesto y siguió al sirviente hasta las habitaciones de Tulio. Entro primero y se asombro de ver al rubio tirado en el suelo. Pero no tuvo tiempo de reaccionar ya que fue golpeado en la crisma por el otro que de inmediato se dedico a desvestirlo.

 

Minutos después el griego salía por otra puerta vestido de soldado y se fue a los establos de donde sacó un caballo en el que se fue raudamente.

 

Nadie lo detuvo debido a que se pensó que era un soldado con una encomienda y nadie se dio cuenta de lo que paso al saber que el soldado faltante se había ido. Solo horas después cuando ambos hombres despertaron se supo lo que el príncipe había realizado.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ácato sentía por momentos la necesidad de ir por su romano pero no sabía si aún vivía, es más era muy posible que ya hubiera sido ejecutado por su crimen y si estaba vivo tendría que buscarlo en toda la ciudad y el tiempo era esencial para su escape. Ya nada podía hacer por el otro. Su mente de guerrero lo sabía pero su corazón se negaba a aceptarlo.

 

Así, cobijado por la noche partió de Roma y por quince días se mantuvo en camino a Grecia. Por el camino encontró una centuria que hacia allá se dirigía y se mezcló con sus soldados. Donde comen 100, comen 101.

 

Estando dentro del destacamento pudo aprender las fuerzas y debilidades internas del poderoso ejército romano.

 

Para cuando se escabulló de ellos cerca de su destino conocía muy bien a su enemigo.

 

Su odio a los romanos como individuos no era tanto pero por Roma sentía un odio atroz que en los siguientes tres años lo convirtió en el azote de sus ejércitos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La tradición era que un gladiador debe ganar 10 veces, o sea derrotar  10 veces a todos los demás gladiadores para obtener su libertad. No recuperaría aquello que le fuera quitado por Roma pero si le sería otorgado el mayor de los derechos.

 

Habían pasado ya tres años desde que el mundo de Marco Julio se viniera abajo, de que fuera separado tanto de su griego como de su hermano y solo deseaba volver a verlos. Es por eso que cuando su César le otorgó el ansiado anillo de la libertad no perdió tiempo en irse luego de una reverencia.

 

Su ropa era más apropiada para un campesino que para alguien criado en una de las casas de más alcurnia de Roma y su aspecto barbudo y desalineado concordaba con ella.

 

Es por eso que cuando fue a ver a su hermano pues sabía que se encontraba bajo la tutela de Tulio Aurelio y su tía lo vio no le reconoció en lo absoluto.

 

¿Qué queréis mendigo? No tenemos nada que daros—dijo ella.

 

Tía, soy yo. Marco Julio—dijo él y ella abrió los ojos con espanto al ver las condiciones en que se encontraba su querido sobrino.

 

¡Oh, por los dioses!—dijo la castaña pasmada corriendo a él pero no se atrevió a abrazarle por las condiciones higiénicas de su sobrino.

 

Mi hermano. ¿Dónde esta? He venido por él—dijo el de ojos azules.

 

¡Oh, no creo que debieras! Tulio le ha tratado como a un  hijo, incluso después de vuestras afrentas hacia él. César Augusto tendrá un mejor futuro tutelado por él que por vos, sois un hombre manchado y lo sabéis Marco Julio—le dijo su tía.

 

¡Eso no me importa! ¡He dicho que he venido por él y me lo llevaré!—gritó el castaño con la cólera haciendo presa de él al escuchar semejantes palabras de su tía. ¿Qué el hombre que le hizo caer en la trampa que lo llevo a 3 años de infierno cuidaría mejor de su hermano que él? Era insultante.

 

Pero querido—dijo con voz melosa ella. –Tu hermano tiene ya 18 años y esta sirviendo como corresponde a Roma—añadió.

 

El ojos azules se sintió abatido por lo que tales palabras representaban. Su hermano ahora era Decurión en alguna campaña. Su pequeño hermano del cual siempre había cuidado estaba en la guerra. En peligro de ser asesinado por cualquier miserable. De él haber estado ahí no lo hubiera permitido. El se había arrojado al combate para evitar que en el futuro César Augusto debiera hacerlo. El planeaba una vida tranquila de académico para su hermano.

 

¿Esta todo bien señora?—dijo saliendo de la casa un sirviente alertado por los gritos que desde dentro se oían.

 

Todo esta bien Pietro—dijo ella y su sobrino la miro con el ceño fruncido. Su tía comprendió y aclaró sus dudas—Verás Marco Julio, yo estaba sola y el Senador nos ha ayudado tanto…--

 

El castaño dio dos pasos atrás comprendiendo. La castaña se había casado con su peor enemigo. La miro feroz.

 

¡Vos no tenéis derecho a juzgarme! ¡Sois un asesino!—gritó ella.

 

Solo hay algo más que quiero saber de vos—dijo el ojos azules.

 

Si, lo imagino—dijo ella con sonrisa torva—Hace tres años que se marchó de aquí. Actuó como lo que es, un enemigo de Roma. Atacó por la espalda y huyó en la noche. Nadie sabe lo que fue de él—le informó.

 

El castaño se sintió aliviado por eso. Si el rubio estaba vivo y tenía la confianza de que sí, sabía donde buscarle. Sin más que decir dio la espalda a su tía y se marcho, mientras se alejaba la oyó gritarle— ¡Ni se os ocurra ir a buscarle! ¡El solo os ha traído desgracias y solo eso os traerá!—Por supuesto el no la escuchaba. Jamás volvería a hacerlo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El príncipe griego se encontraba rodeado de sus guerreros, fieros y tenaces que le escuchaban con atenta adoración. Solo los iluminaban las luces de unas antorchas pues estaban en un páramo muy al norte del Leoponto pues se alejaba de ese lugar para liderar en el frente a sus tropas.

 

De pronto un extraño encapuchado se acercó al grupo y con voz ronca anunció.--¡Quiero una audiencia con el príncipe!—

 

El príncipe no recibirá a nadie hoy—le contestó el lugarteniente de Ácato.

 

Estoy seguro de que a mí me recibirá—dijo el de la capucha descubriéndose.

 

Azul y miel se encontraron aun con la oscuridad que les rodeaba gracias al fuego de las antorchas.

 

El lugarteniente del príncipe, Yami Atemu, un egipcio que vivía en Grecia desde joven pues sus padres eran mercaderes y desde ese tiempo conocía al rubio, vio una chispa de reconocimiento y alegría prenderse en los ojos de su amigo y este sonrió para después adelantarse hacia él y abrazarle.

 

¡Pensé… pensé que habíais muerto!—tartamudeó emocionado el ojos mieles.

 

Yo también—respondió con una sonrisa surcando su rostro el más alto. Estaba afeitado y vestido sencilla pero limpiamente. –Debemos hablar—añadió.

 

Claro—dijo Ácato y sin más dio por terminado el debate que él y sus hombres llevaban.

 

Esto no gustó nada a Atemu. Algo raro pasaba. Desde que su amigo volviera de Roma no lo había visto nunca alegre por más que se había esforzado, incluso el vino lo hacía sentir miserable y con la sola presencia de ese sujeto el otro se había llenado de alegría.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Estaban en la tienda del príncipe. Ambos se habían sentado en unos almohadones a charlar. El castaño observo que para ser la tienda de un miembro de la familia real esta era muy sencilla.

 

Viendo que miraba el lugar el rubio le dijo—Soy espartano. ¿Recordáis?—hacía alusión a la ascética vida de estos que solo tienen lo útil y no aman los lujos además de ser excelentes guerreros.

 

Ambos se miraron sonrientes.

 

¡Me parece un delirio el veros!—exclamo de pronto el rubio.

 

¡También a mí!—respondió el ojos azules.

 

¿A que has venido?—pregunto Ácato.

 

A ayudarte a derrotar a Roma—dijo secamente el otro.

 

El rubio comprendió pero dijo—No puedo dejaros hacerlo por más que quiera. Vuestro hermano…--

 

Ellos también me quitaron la posibilidad de verle, tal vez crea que he muerto pero si es voluntad de los dioses nos volveremos a ver—respondió Marco Julio.

 

¿No os arrepentirás?—preguntó dubitativo el rubio.

 

¡Jamás me he arrepentido de nada de lo que he hecho!—le respondió el romano mirándole a los ojos y refiriéndose a más cosas de las que el otro se refería.

 

Pero el griego se hizo el desentendido y le dijo—Entonces anunciaré a mis soldados que a partir de hoy formarás parte de mi ejército--.

 

Los ojos azules miraron directo a los mieles, el poseedor de estos últimos se había levantado y la sonrisa que se formó en el rostro del castaño era de ironía, quien hubiera dicho tres años antes cuando ambos peleaban a muerte en esos mismos lares que terminarían en el mismo lado y más aún que el orgulloso romano consintiera estar bajo las órdenes del príncipe.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Salieron de la tienda y el rubio llamó la atención de todos los presentes en el campamento haciendo que uno de sus soldados cabalgara a lo largo y ancho anunciando una nueva reunión.

 

Estos regresaron al lugar iluminado por antorchas pero ahora encontraron junto a Acato al recién llegado.

 

¡Él es ahora parte de nosotros!—anunció el ojos mieles. – ¡Su nombre es Marco Julio Plineas!—añadió.

 

Todos comenzaron a murmurar de inmediato al reconocer un nombre romano.

 

¿Un romano? ¿Habéis aceptado a un romano?—preguntó perturbado y casi furioso el egipcio dando voz a lo que todo el ejército se preguntaba.

 

Si. ¿Tened algún problema con ello?—preguntó a la vez que contestó Ácato.

 

¡Claro que lo tenemos! ¡El puede muy bien ser un espía de los romanos! ¿Eso no se os ha pasado por la mente alteza? Es peligroso tenerlo junto a nosotros y dudo mucho que vos siendo tan astuto no lo sepáis—dijo  el de ojos violetas violentamente. Estaba pensando que de alguna manera el castaño se estaba aprovechando de su amigo. No sabía cómo pero tenía toda la intención de averiguarlo.

 

¡Yo confío en él y eso debe bastaros después de todo soy vuestro príncipe y no un simple general!—dijo el rubio furioso de que dudaran de su cordura pues veía como los demás asentían mientras su amigo hablaba pero odiaba ser demasiado autoritario por lo que agregó--¡El lo perdió todo por protegerme en Roma! ¡Perdió su hogar y su libertad así que su amistad esta más que probada!—

 

¡Por ello mismo debéis ser desconfiado, amigo mío! ¡Recordad que él de todos aquí es el que tiene mas motivos para aborreceros!—aseveró astutamente el garboso tricolor.

El romano que hasta entonces permaneciera callado, sintiéndose hastiado de que se discutiera sobre él como si no estuviera presente habló--¡Que tenga motivos para odiar a vuestro príncipe no es algo de lo que debéis dudar!—Esta afirmación tomo por sorpresa al ojos mieles que se sintió angustiado. –El que lo odie es cosa distinta. Pero eso solo podré probároslo con el tiempo. ¡Vigiladme si no me creéis! ¡Eso en nada me afecta! ¡Mi odio no esta dirigido hacia vosotros! ¡Se guarda y recicla para la pomposa Roma que en sus juegos de poder me arrebató mi casa, mi fortuna, mi nombre pero por sobre todo me arrebató a mi querido hermano al que muy posiblemente no vea de nuevo!—añadió.

 

El griego sintió que su pecho dolía al saber de golpe tan fuerte noticia. Creía saber lo que el otro debía estar sintiendo. Su hermana, supo por un Centurión que había atrapado en una emboscada, había fallecido hacía un año y medio por su propia mano, víctima, supuso él, de la amarga vida que le habían obligado a llevar como esclava.

 

Yami vio la mirada triste que puso su amigo cuando el otro contara su triste historia y eso caló hondo en él ya que percibía que de alguna forma el romano ocupaba parte del corazón del príncipe. Debía descubrir quien era para Ácato ese hombre y como se habían relacionado ambos para que aquél diera tanto por el griego y éste le defendiera con tanto fervor aunque tenía sus sospechas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

A Marco Julio le fue asignada una tienda a la que fue a guarecerse de las inclemencias del frío invierno.

 

Mientras tanto en la tienda del príncipe penetraba su mejor amigo—Espero no me guardéis rencor por lo sucedido allá afuera—dijo.

 

¡Sabéis que no! Sé que solo os preocupáis por mí y lo agradezco—dijo el rubio con semblante serio.

 

Esto también turbaba al egipcio. Desde que el ojos mieles huyera de su suplicio en Roma no lo había visto sonreír genuinamente, incluso bajo los efectos del vino su semblante era serio y su mirada se perdía en la inmensidad como si buscara algo que sabía no hallaría. Pero esa noche, al ver a ese romano descubrirse eso cambió y él pudo ver al amigo que desde la infancia conocía como en aquel entonces, con pura felicidad en su hermoso rostro.

 

¡Decidme os suplico! ¿Cómo os conocisteis y quién es él para vos?—preguntó Atemu.

 

¡Os preocupáis  demasiado pero si juráis no contar a nadie esto os lo diré!—dijo el ojos mieles.

 

¡Os lo juro!—afirmó el ojivioleta y su amigo le contó parte de la historia.

 

Pero hay algo que me ocultáis—dijo el astuto egipcio.

 

Aún siendo quien os atrapó, os esclavizó, si os protegió tanto que lo perdió todo es porque le eras *caro—dijo Yami.

 

Eso ya no importa. Le he traido mucha desgracia  a su casa y dudo de que vuelva a serle caro. Él solo esta aquí para vengarse de la sociedad romana—dijo el rubio con pesar en su voz. Eso le dolió a Atemu que en un impulso tomo la triste cara de su príncipe y besó sus labios.

 

Suave y cortésmente el rubio lo separó de él y el tricolor supo que era por el de ojos azules. Le miro a los ojos con una profunda tristeza en ellos.

 

¡Dejadme! Tengo que pensar en algunas cosas—dijo el príncipe y el otro debió obedecer.

Notas finales:

ESPERO LES GUSTE Y SUS REVS ANSIOSA

MATA NE

^^


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