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GRECIA VS ROMA por desire nemesis

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N.A.:

 

En Grecia se concebía al amigo íntimo como un amante y amigo. Generalmente eran compañeros en batalla o amigos de esos con los que charlas varias horas. La homosexualidad no era penada ni por los griegos ni por los romanos que veían el casamiento como una forma de bendecir a su descendencia y a la mujer como solamente útil para esa tarea.

 

 

¡Dejadme! Tengo que pensar en algunas cosas—dijo el príncipe y el otro debió obedecer.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Debido a su experiencia en el ejército el castaño fue crucial en la planificación de emboscadas. Se ganó su lugar entre los hombres del príncipe pero sentía que el lugarteniente de éste de él desconfiaba o más bien le miraba con un marcado desagrado.

 

Pero el guardaba para el otro los mismos sentimientos pues el tricolor no le dejaba acercarse demasiado al rubio  y cuando se le acercaba el ojivioleta siempre estaba con ellos. Además siempre que se levantaba los veía juntos caminar y hablar, luego de la comida se solían retirar juntos a la tienda del rubio donde pasaban parte de la tarde a solas y después de la cena solían quedarse charlando amenamente por horas. Además Atemu tocaba a Ácato con tanta familiaridad, a veces acariciaba su brazo o le rodeaba la cintura de una manera que hacía hervir la sangre del ojos azules.

 

Un día en una reunión se pelearon con tanto enfado que el ojos mieles llegó a pensar que se golpearían, sus voces eran tan feroces que el príncipe llego a pensar que se matarían.

 

¡Basta! ¿Qué rayos os pasa? ¿Es que os habéis vuelto locos?—preguntó entre furioso y preocupado el rubio haciendo valer su autoridad.

 

Los ojos azules estaban fijos en los violetas en franco desafío, los violetas le devolvieron toda la ira contenida.

 

Más adelante el rubio preocupado fue a ver a Marco Julio a su tienda. El castaño al verlo se sorprendió pero no lo demostró y le dio paso adentro.

 

Quiero saber que es lo que esta pasando—dijo el ojos mieles decidido a descubrir que sucedía.

 

¿Preguntasteis ya a vuestro perro faldero?—preguntó el romano con tono hiriente.

 

¿Por qué os tratáis así?—preguntó el rubio ya harto de ese comportamiento. –Si le he preguntado pero él me dice cosas como que no confía en vos pero sé que solo son excusas, así que…--dijo Ácato.

 

…así que como él se niega a deciros el por que de nuestro comportamiento vos habéis acudido a mí—terminó la frase el romano con una ira muy mal contenida.

 

El griego lo miro de pronto confundido por el actuar del otro-- ¿Qué centellas os pasa a vosotros?—preguntó colmada la paciencia del miembro de la realeza.

 

¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?—dijo con furia el ex Centurión. --¿Acaso realmente no os dais cuenta de lo que sucede?¿Podeis ser tan ciego así?—preguntó después acercándose con su mirada encendida al rubio que lo miraba con los ojos muy abiertos y para su sorpresa el castaño se dio cuenta de que era así en verdad.

 

Los ojos mieles solo podían mirar atentos a esos azules que le hacían olvidar el porqué se hallaba allí y que les hacían sordos a cualquier sonido.

 

Así que aún no os habéis dado cuenta—dijo el castaño.

 

Volviendo a la realidad el príncipe le preguntó—Perdón… ¿De qué?—

 

No tiene caso—dijo algo furioso Marco Julio y se levantó para abandonar su propia tienda ante la mirada anonadada de Ácato que deteniendo su andar con un brazo después de levantarse tras él le habló.

 

¡Vos no os iréis de aquí hasta explicarme el motivo de vuestra contienda con mi mejor amigo!—dijo.

 

Los zafiros le miraron profundamente y después la boca perfectamente delineada dibujó una sonrisa en el atractivo rostro.

 

¿Él es uno de vuestros amigos íntimos, verdad? ¿Es por eso que siente tantos celos de mí? ¿Por qué se siente amenazado? ¡Decidle que ya no somos nada y veréis como vuestro amigo se calma!—dijo el castaño sin más y el otro se puso lívido.

 

El y yo… Es cierto que lo fuimos pero…--contestó el rubio algo conmocionado.

 

¿Y por que creéis que en su cabeza eso podría haber cambiado?—preguntó el ojos azules.

 

Pensé que había olvidado eso como vos lo hab…--respondió el otro.

 

El cuerpo del mas alto acorraló al más bajo contra la pared de la tienda y con sus labios a milímetros de los del otro y su mirada seria y profunda taladrándolo le hizo la más seria y conmovedora pregunta que se le pudo ocurrir al príncipe--¿Por qué pensáis que os he olvidado?—

 

Abrió su boca pero las palabras se le atoraron en la garganta, sus ojos mieles habían sido atrapados por el inmenso mar que se escondía en los ojos del ex Centurión.

 

Las bocas se acercaron casi en cámara lenta mientras que los ojos por inercia se cerraban porque el cuerpo se preparaba para disfrutar el contacto. Al tocarse en una de sus partes más sensibles miles de corrientes eléctricas como divinos  rayos de Zeus o Júpiter recorrieron todo su interior.

 

La mano  derecha del romano tomo la nuca de Ácato para profundizar el beso, quería más de ese tacto que hace tiempo no sentía. Él contacto con esa boca era todavía más abrasador de lo que recordaba. Esos labios sabían a libertad y a gozo. Eran perfectos. Eran divinos. Ahora entendía los cuentos que hablaban de Dioses que se enamoraban de humanos, si el fuera uno de ellos sin duda hubiera bajado a la tierra para amar a ese humano.

 

Mientras tanto los brazos del griego rodearon el cuello del castaño y su cintura se pegó a la del otro. Quería mas contacto con ese cuerpo que el propio ansiaba.

 

El beso se volvió más demandante mientras las manos comenzaron a explorar los territorios conocidos de los cuerpos de ambos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Yami sabía adonde había ido su amigo y sin pena entró a la tienda del castaño pues quería ya aclarar las dudas del príncipe y poner en su lugar al otro pero lo que vio lo detuvo en seco y reaccionó saliendo de la tienda sin ser visto por los otros. Fuera de la tienda cerró los puños y frustrado se fue. Ya encontraría la manera de deshacerse de esa rata, pensó.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Por otro lado dentro de la tienda de Marco Julio, este disfrutaba del placer de los dioses bañado en oro y miel. Después de abandonar su boca almibarada se aposentó en su cuello de cisne para luego deslizarse cual esquiador por la deliciosa pendiente de este hasta el valle de su hombro. Los estremecimientos del otro terminaban en voluptuosos gemidos llenos de pasión.

 

Una vez os dije que os amo pero vos nunca me habéis dado una respuesta—exclamó el romano de pronto tornando a las vasijas de miel que eran los ojos del otro.

 

El rubio intento responder pero las palabras se negaron a salir de su boca. El de ojos zafiro atacó sus labios de nuevo por miedo a lo que el silencio del otro podía significar.

 

Sus manos recorrieron el torso de éste, desnudándolo lentamente dejando ver los rosados botones que florecían en su frente y pronto ambas manos estaban acariciándolos y sus labios recorrieron la distancia que separaba el mentón de estos, deslizándose hasta ellos por la cálida piel para atrapar uno y lamerlo lentamente como  un gato goloso.

 

¡Parad! ¡Por los dioses parad!—gimió el griego, entonces el romano decidió que era momento de recostarlo en su lecho de pieles en el piso, lo cual hizo cuidadosamente apoyando cuidadosamente en los almohadones.

 

Sus manos continuaron bajando, acariciando los muslos por fuera y luego metiéndose bajo la falda del rubio para después recorrer bajo esta los centímetros que le separaban de la entre pierna.

 

Al los dedos llegar a su objetivo el ojos mieles se arqueó de tal manera que parecía que iba a quebrarse, empujando al castaño al mismo tiempo. Sus manos se apoyaron en el pecho del otro y sus dedos arrugaron la tela sobre los pectorales de éste. El ojos azules levantó tanto la falda del otro como la propia y friccionó ambos miembros con una caricia brutalmente lasciva a la vez que este gemía nuevamente.

La fricción se hizo más y más intensa hasta que los dos perdieron el control de sus propios cuerpos y el castaño en un impulso levanto ambas piernas del rubio y sin preparación previa le penetró.

 

El príncipe lanzo un grito ahogado por el dolor pero también reconocía interiormente que no quería esperar y lo besó para que supiera que estaba bien mientras una de las manos de Marco Julio se apropiaba del miembro del griego y mientras lo embestía ansioso acariciaba algo bruscamente al susodicho.

 

Los minutos pasaron en que las embestidas se volvieron más y más potentes mientras los dedos del ojos azules aumentaban su vigor. La presión en ambos falos se volvió incontenible y pronto, con un grito, el blanco fluido que provenía de lo más profundo de ambos se desparramó volcánicamente.

 

      El cuerpo del ojos azules quedó suspendido sobre el de ojos mieles mientras estos se observaban intensamente se oían sus respiraciones entrecortadas, sus pieles perladas brillaban por la luz, que entre los retazos de telas que formaban la carpa, se filtraban desde la fogata.

 

Ácato quería decir las palabras que Marco Julio tanto esperaba pero algo lo detenía, quizás el presentimiento de que cuando lo admitiera algo terrible sucedería que los separaría para siempre.


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