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Ojos Azules por Kitana

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El crepúsculo se mostraba en todo su esplendor en las costas de la isla de Milos, sentado sobre la arena de la playa Milo contemplaba los tonos rojizos del cielo. La suave brisa del mar llegaba hasta él y le despeinaba. Shaka lo contemplaba desde lejos, la figura del caballero de Escorpión había sufrido la transformación normal de su estado, a sus más de ocho meses de embarazo Milo exhibía una muy redonda pancita que era su orgullo. Aunque todavía lloraba y sufría por la traición de Camus, su estado de ánimo había mejorado lo suficiente como para poder volver a regalarle al mundo su bella sonrisa.    

Shaka lo contemplaba desde lejos, embelesado con la belleza del dorado escorpión. Pronto Milo notó su presencia y se volteó a mirarlo.

 

- Ven Shaka, veamos juntos el ocaso.- dijo Milo con una dulce sonrisa. Shaka se sentó junto al escorpión dejando que el viento agitara su dorada cabellera.

 

- Este es un hermoso lugar.- murmuró Shaka mientras observaba como el mar se teñía con los tonos rojos del cielo donde el sol agonizaba.

 

- Sí, es el lugar más hermoso de la tierra, es el lugar donde nací y donde he sido más feliz, y aunque me gustaría que mis hijos crecieran aquí, sé que no es posible, hay que volver al santuario de inmediato.

 

- Entonces estás enterado de lo que esta sucediendo.

 

- Si Shaka, lo sé, estoy embarazado pero no soy tonto. Sé que no puedo estar más tiempo fuera del santuario. Debo cumplir con mí deber como caballero y regresar a proteger el templo de Escorpión. – Milo sonrió acariciando amorosamente su muy abultado vientre.

 

- Sabes lo que pasará, todos tendrán que regresar.- dijo Shaka mirando al frente, no quería mirar los ojos de Milo y saber que esa mirada de amor al pensar en Camus seguía ahí.

 

- Lo sé, él también estará ahí y tendré que verlo. Quizá podría retrasar mi regreso lo suficiente como para que mis bebés nazcan aquí en mi hogar. Pero ya no puedo darle más excusas al patriarca, él te ha enviado por mí, ¿cierto?

 

- Sí, así es. Pero no creo que sea lo más correcto que vuelvas ahora. Es obvio que tú… estas embarazado, con verte solamente todos se darían cuenta de inmediato. Camus estará ahí…él se dará cuenta, sería imposible que no se diera cuenta.

 

- Dudo que lo note. Estará muy ocupado para notarme.- la sonrisa de Milo se desdibujó. – Además, él no tiene por qué saber que mis bebés son suyos, él no es el único hombre en el santuario.

 

- Milo, sí él te ve le bastará con hacer cuentas para saber que tus bebés son suyos.

 

- Mentiré. Le diré que también lo engañaba.

 

- No va a creerte, él te conoce tan bien como yo y sabrá que mientes.

 

- Entonces tendré que conseguir alguien que confirme mi mentira. Tranquilo, no voy a pedírtelo a ti, sé que jamás mientes. Sé que no te preguntará a ti y Afrodita dirá lo que yo le pida.

 

- Dudo mucho que Camus crea que el padre de tus hijos es Afrodita, en especial con lo celoso que es Death Mask.

 

- Entonces tendré que pensar en alguien más o simplemente no decirle nada y ocultar a mis hijos el mayor tiempo posible. De cualquier forma, una vez que de a luz, nadie sabrá que yo estuve embarazado. Podría decir que ellos tienen una madre y no habría mayor problema.

 

- Cierto. Pero tarde o temprano se sabrá la verdad.

 

- De cualquier forma, no pienso decirle nada.sí depende de mí no lo sabrá nunca. Él ya tiene a alguien. Debe ocuparse de Hyoga y olvidarse de mí.- dijo Milo enjugando las lágrimas que brotaban de sus azules ojos. – Si no me presento ante él embarazado jamás sabrá nada.

 

- Él te buscó.

 

- Sí. Lo sé. Pero no me importa demasiado. No quiero verlo, él no tiene nada que ver conmigo ahora.

 

- Aún así es el padre de tus hijos.

 

- No. Él no es nada suyo, lo único que ellos tienen es a mí y yo a ellos.-la voz de Milo se escuchó dura, hueca, libre de emociones, como si de verdad no sintiera por Camus sino odio. Shaka no quiso ahondar más en el tema.

 

- ¿Qué vas a hacer cuando él vea a tus hijos?

 

- Nada, solo ruego a los dioses que no se parezcan a él. Así sería más fácil ocultarle que son suyos.

 

- ¿Aún lo amas?- dijo Shaka apretando los puños.

 

- No sé… han pasado tantas cosas… él me traicionó, me abandonó a mi suerte por ir detrás de ese muchacho. No lo culpo a él sino a Camus, si ya no sentía nada por mí debió decirlo, debió confesar que no me amaba, que ya no había sitio para mí en su vida y no darme falsas esperanzas de que a su regreso todo sería como antes. Entonces yo habría sabido que hacer, habría olvidado, habría logrado sanar mi corazón, pero él me traicionó a mí y también a ese muchacho, aunque este con él lo traiciona pues me sigue buscando. Pero no me importa cuanto me busque, no voy a hablar de nuevo con él, no podría hacerlo. Aunque siga sintiendo algo por él no podría hablarle con calma sin enfurecer y gritarle todo el daño que me ha hecho. Mis bebés son inocentes, ellos no deben sentir el odio que siento por su padre, por eso no quiero hablar de él o con él.

 

- Entiendo… y tú debes entender que mi deber es llevarte de inmediato al santuario.

 - Iré, no te preocupes, no voy a empeñarme en quedarme aquí como la última vez. Te agradezco todo lo que has hecho por mí. No sé como voy a presentarme ante el patriarca pero lo haré. Ven, vayamos a mí casa, me tomará unos momentos empacar lo necesario para el viaje. Ay por todos los dioses, ¿podrías ayudarme a levantar? Debo verme enorme.- dijo Milo con una sonrisa divertida. El comentario del escorpión logró hacer sonreír al caballero de Virgo. Tomó las manos de Milo y con suavidad lo ayudó a levantarse de la arena.- No sé como voy hacer para entrar en mi armadura.- Milo soltó una divertida carcajada.   

Juntos se dirigieron a la casita donde Milo se había hospedado durante su estancia en la isla de Milos. Le tomó unos minutos empacar sus cosas. Apenas tenía lo indispensable. Lo más difícil fue empacar las cosas de los bebés.

 

- ¿Cómo voy a hacer para llevar la cuna?- dijo Milo.

 - Por eso no tienes que preocuparte, Aldebarán y Aioria ya tienen cada uno una cuna para tus bebés, por fortuna estás esperando gemelos, no se como habrías hecho para decirle que no a uno de esos dos.- Milo se rió de nuevo, Shaka se sintió feliz de saber que al menos la alegría había vuelto al Escorpión.   

Al día siguiente abordaron un barco que los llevaría a El Pireo, de ahí viajarían por tierra hasta Atenas. Apenas desembarcaron, Shaka notó que Milo no se encontraba bien.

 

- Milo, ¿cómo te sientes?

 

- La verdad no muy bien, creo que los bebés no van a esperar a llegar a Atenas. Creo que quieren nacer aquí. – dijo Milo con resignación. Hizo un gesto de dolor y se llevó las manos al vientre.  Shaka lo sostuvo en sus brazos y lo llevó a un lugar seguro. Usando sus dones telepáticos pudo hacer contacto con Mu y le informó de la situación. Mu no tardó en tele transportarse hasta el lugar donde se encontraban Shaka y Milo. Los dos caballeros se encontraban muy asustados, Shaka todavía más que Milo. Mu se dio cuenta de que ese el lugar donde se encontraban no era el más adecuado para que Milo diera a luz, así que resolvió que tendría que tele transportarse junto con Milo y Shaka al santuario. A Milo le aterró la idea pero la aceptó al saber que Mu tendría que practicarle una cesárea para que sus bebés pudieran nacer.

 

- ¿Todo bien?- le preguntó Mu a Milo cuando se materializaron en el templo de Aries.

 

- Esto no es como yo lo había imaginado, creí que sería en un hospital, con médicos y enfermeras, no te ofendas Mu, pero es que esto no es exactamente lo que yo había pensado.

 - Entiendo, pero no te preocupes, estoy preparado para esto.

- Shaka, no te vayas, quédate conmigo, no quiero estar solo en esto.- dijo Milo tomando la mano de Shaka.

 

- Quédate tranquilo, voy a estar aquí acompañándote.- Milo quiso sonreír pero el dolor se lo impidió.

 - Será mejor que comencemos de inmediato. – dijo Mu.  

Después de tanto dolor, Milo sonrió al escuchar a uno de sus bebés llorar, Shaka sostenía su mano, tuvo que soltarlo para recibir al bebé que Mu le entregaba. Era un niño pelirrojo Shaka pensó que era muy parecido a Camus. Sintió que todo su ser se estremecía al notar que la pequeña mano del bebé se aferraba a su dedo sin dejar de llorar, lo puso al lado de Milo para poder recibir al segundo, un varoncito, con el cabello y los ojos del mismo color que su hermano.

 

- Felicidades Milo. – dijo Mu sonriendo. Milo abrazaba a sus pequeños, la mirada en sus ojos y la sonrisa que se dibujó en sus labios enterneció a Shaka y a Mu. – Será mejor que los dejemos descansar. – dijo, él y Shaka salieron de la habitación dejando a Milo descansar con sus pequeños.

 - Mis bebés… al fin los tengo en mis brazos, les juro que nada ni nadie los lastimará ni les causará dolor, yo voy a cuidarlos siempre mis pequeñitos. Tú te llamarás Egisto, como mi difunto hermano.- dijo mirando a uno de los pequeños pelirrojos. – Y tú serás Cassandros, como mi padre.- dijo volteando a mirar al pequeño hijo. No tardó en quedarse dormido abrazando a sus dos tesoros.   

A la mañana siguiente, Milo insistió en que se presentaría ante el patriarca de inmediato. Sin importar los regaños ni las advertencias de Mu y Shaka, decidió que se presentaría en el palacio del patriarca para avisarle de su llegada de inmediato. Mu y Shaka lograron convencerlo de esperar hasta el anochecer para que descansara un poco y así hacer más creíble que apenas llegaban al santuario.

 

- Milo, ¿estás seguro de esto?- le dijo Shaka mientras lo veía alistarse para ir con el patriarca.- Yo podría hablar con el patriarca y decirle que llegarás mañana.

 

- No es necesario, ahora que puedo entrar en mi armadura todo será más fácil. - respondió Milo con una sonrisa.

 

- Esta bien, aunque yo creo que deberías quedarte un poco más con tus pequeños.

 - Quisiera hacerlo, pero debo ir de inmediato con el patriarca, además Mu, Aldebarán y Aioria los cuidarán bien. Será mejor darnos prisa.    

Haciendo uso de toda su habilidad para fingir, Milo se presentó en el palacio del patriarca, no se sentía nada bien y estaba preocupado por sus bebés pero tenía que hacerlo. El patriarca le dijo que debía hablarle a solas, por lo que Shaka se retiró.

 

- Bienvenido al santuario Milo de Escorpión.- le dijo el patriarca. El caballero de Leo se encontraba también ahí. Aioria se sintió sumamente nervioso al tener a Milo tan cerca de nuevo, en las últimas horas habían estado muy cerca y Aioria había tenido oportunidad de cargar a los pequeños Cassandros y Egisto.

 - Gracias santidad.- dijo Milo inclinándose ante el patriarca.

- Me alegra que te encuentres entre nosotros. Como sabes, vivimos tiempos difíciles. Por eso es que he llamado a todos los caballeros dorados para venir al santuario. Casi todos han llegado. El único que falta es Camus de Acuario. – al oír ese nombre, Milo sintió que el piso se desvanecía bajo sus pies. Logró disimular su desconcierto y le sonrió al patriarca.

 

- Será bueno volver a ver a todos los caballeros dorados.

 

- Tengo una misión para ustedes dos Milo y Aioria.- dijo el patriarca, Milo hizo lo posible por mantenerse calmado, lo último que quería era separarse de sus bebés.- Deben saber que algunos caballeros de bronce han estado participando en un torneo en Japón mostrándole al mundo sus habilidades solo para hacerse de una armadura dorada. He enviado a dos grupos de caballeros de plata para escarmentarlos pero han fallado. Los han derrotado cinco caballeros de bronce- a Milo le tomó un instante pensar la forma de escapar de esa misión.

 

- No lo creo, debe ser un error.- dijo Milo fingiendo una autosuficiencia que lograría engañar a cualquiera. – Es imposible que un caballero de bronce derrote a un caballero de plata.

 

- Me han llegado informes indicando que Marín nos ha traicionada y se ha aliado con ellos al igual que el caballero del Cisne que envié a escarmentarlos al principio.- Milo sintió que se le congelaba la sangre al escuchar sobre el caballero del Cisne, sabía que él era el amante por el que Camus lo había dejado.

 

- Aún así santidad, enviar a dos santos dorados a castigar a unos insignificantes santos de bronce es demasiado.- Milo rió despectivo, sabía que no iba a poder negarse y rogó a los dioses para que algo sucediera para librarse de ese viaje. No se sentía bien y no quería dejar a sus bebés.

 

- ¿Estás pensando en desobedecerme Milo de Escorpión?

 

- Por supuesto que no santidad, no me atrevería, es solo que enviar a un caballero dorado para enfrentar a un simple caballero de bronce es como pedirle a un león que acabe con un puñado de hormigas. Usted no puede humillarnos de esa forma.- dijo Milo fingiendo una sonrisa.

 

- No me importa lo que pienses Milo, ese problema debe ser resuelto de inmediato, ellos tienen en su poder la armadura dorada de Sagitario que el traidor Aioros entregó hace más de 13 años. Además, esta el santo dorado de Libra, aun cuando es el más anciano de todos los caballeros dorados, es sin duda el más poderoso de todos. Sí él llegara a aliarse con esos santos de bronce que desafían el poder del santuario, las consecuencias serían terribles. Por eso es que deben ir allá y acabar con todos esos traidores.- dijo el patriarca.

 

- Comprendo santidad.- dijo el león- Sin embargo coincido con Milo en que es demasiado enviar a dos santos de oro contra esos santos de bronce. Sería una burla enviarnos a ambos. Permita que sea yo quien vaya a eliminar a esos santos de bronce.

 

- Pero… Aioria.- dijo Milo, intentando detener al caballero de Leo.

 

- Déjalo Milo, él solo podrá hacerse cargo de esos traidores a Athena. En cuanto a ti, será mejor que no abandones de nuevo el santuario, podría necesitar de tus servicios.- dijo el patriarca. Los dos caballeros dorados abandonaron el palacio del patriarca.

 

- Gracias Aioria.- dijo Milo con una sonrisa.- Tú sabes que en otras circunstancias no habría puesto objeción en cumplir las órdenes del patriarca pero en mi condición actual no podría hacerlo.

 

- Lo sé Milo y no tienes que agradecer nada, yo simplemente quiero ayudarte en todo lo que pueda.

 

- No sé si lo merezca, nunca he sido muy bueno contigo.

 - Eso no importa ahora, siempre podrás contar conmigo. Ahora debo irme. Cuida mucho a Egisto y a Cassandros. A mi regreso quisiera hablar contigo- le dijo Aioria tomando su mano, Milo sonrió al sentir la calidez del toque del león, Aioria no pudo decir más, estaba extasiado contemplando la sonrisa en los labios de Milo sabiendo que esa sonrisa solo le estaba dirigida a él. Los caballeros se despidieron y mientras Aioria se apresuraba a llegar a su templo, Milo se dio tiempo de ir a visitar a Afrodita en el templo de Piscis, quería pedirle que lo acompañara a su templo donde lo esperaban sus bebés, quería que su amigo conociera a los pequeños.  

Llegó hasta el templo de Piscis y escuchó llorar a Afrodita. Entró en el templo y se encontró a un Afrodita bastante lastimado.

 

- Pero ¿qué fue lo que pasó Dita?- le dijo Milo poniendo su mano en el hombro de su amigo.

 

- No ha sido nada… solo otra pelea con Death Mask.

 

- ¿Y por qué fue esta vez?

 

- Creyó que le coqueteaba a Aldebarán.

 

- Ven, vamos a mi templo, quiero que conozcas a alguien.

 

- Si te refieres a tus bebés me temo que te arruiné la sorpresa, fui hace un rato a buscarte. Shaka, Mu y Aldebarán estaban ahí, me dejaron cargarlos, son hermosos Milo.- dijo Afrodita limpiando los lagrimones que escurrían de sus ojos.

 

- De todas formas ven conmigo, no me gusta que estés solo cuando peleas con él.

 

- Perdona Milo, no quiero ser descortés pero… el patriarca me ha encomendado una misión y debo partir de inmediato.

 

- ¿A dónde irás?

 

- Debo ir a la isla de Andrómeda para eliminar a Daidaros.- dijo Afrodita lleno de tristeza.

 

- Así que es eso.

 - Si. – dijo Afrodita, de nuevo comenzó a llorar.- No puedo negarme. Si va a morir, prefiero hacerlo yo. Al menos así sabré que no va a sufrir demasiado. Además, lo hice también por ti… como no quisiste ir a Japón, el patriarca iba a enviarte a ti a que lo hicieras y yo no quería que dejaras solos a esos lindos angelitos.    Milo dejó a Afrodita preparándose para el viaje. Realmente sintió compasión por él. Afrodita y Daidaros habían sido pareja durante un largo tiempo. Luego Daidaros lo había dejado porque dejó de amarlo. Afrodita había sufrido mucho, su única solución había sido liarse con Death Mask, lo que al final había sido contraproducente; no había conseguido olvidarse de Daidaros y Death Mask continuamente le maltrataba a causa de sus celos enfermizos. Más de una vez Milo había tenido que cuidar de Afrodita después de alguna pelea con Death Mask.   

Con una sonrisa Milo entró en su templo. Ahí se encontró a Shaka con el pequeño Egisto en brazos, Mu acababa de acostar en su cuna a Cassandros y miraba a Shaka que acunaba en sus brazos al pequeño hijo de Milo.

 

- No lo acostumbres a los brazos, ¿qué voy a hacer cuando los dos lloren?- murmuró Milo.

 

- Mu o yo te ayudaríamos.- Milo sonrió al ver la expresión de Mu al escuchar a Shaka.

 

- Tengo que irme. – dijo Mu desapareciendo de inmediato.

 

- Dámelo.- dijo Milo recogiendo a Egisto de los brazos de Shaka, el pequeño se revolvió un poco pero no despertó. Milo lo llevó de inmediato a su cuna que estaba justo al lado de la de Cassandros. – Se ven tan hermosos. – dijo Milo mientras arropaba a Egisto.

 

- Sí, se parecen a ti.

 

- No mientas Shaka, yo sé que son idénticos a él. Pero no me importa, los amo. Son mis bebés, los tuve en mi vientre casi nueve meses y espero estar junto a ellos por siempre.

 

- ¿Qué te dijo el patriarca?

 

- Quería que fuera a Japón con Aioria. Parece que unos caballeros de bronce se rebelan al santuario y quiere acabar con el problema de inmediato. Teme que el anciano de los Cinco Picos se alíe con ellos.

 

- Me parece extraño que el patriarca se tome tantas molestias por unos simples caballeros de bronce.

 

- Según dijo no son tan insignificantes porque ya derrotaron a dos grupos de caballeros de plata. Por suerte Aioria logró convencerlo de que él podía ir solo y no tuve que acompañarlo.

 

- Te noto muy turbado, y no creo que se deba a que no pudiste ir con Aioria.

 

- Es verdad. El patriarca dijo que el caballero del Cisne es uno de los traidores.

 

- El discípulo de Camus…

 - El mismo. Si Camus lo apoya en esto entonces el anciano de los Cinco Picos no será nuestro único problema.- Shaka se quedó callado, si Camus se unía también a los rebeldes la batalla sería desastrosa, además él sospechaba que Mu no era tan leal al santuario como el patriarca suponía.   

Cuando Shaka se retiró a su templo y estuvo solo, Milo se metió a la cama, no podía dejar de pensar en lo que pasaría cuando Camus llegase al santuario, era obvio que Hyoga no estaría con él, aunque también podría suceder que ni siquiera se presentara, si apoyaba a su amante entonces no iba a volver al santuario.

 - Camus… si solo me hubieras dicho la verdad…- dijo Milo con lágrimas en los ojos que limpió de inmediato, no quería arruinar su felicidad recordando a Camus, ahora tenía a sus hijos, ellos le ayudarían a olvidar su pena y a aprender a vivir sabiendo que Camus ya no le pertenecía a él sino a Hyoga. - ¿Por qué sigo amándote a pesar de todo? – se preguntó el Escorpión, el llanto de uno de sus bebés le hizo volver a la realidad, se levantó y fue hasta la cuna del pequeño Egisto, lo tomó en brazos y sonrió. – Tranquilo mi pequeño, ya estoy aquí, mami te va a cuidar, calma amorcito, calma que vas a despertar a tu hermanito.- al abrazar a su hijo se dio cuenta de que tenía una razón para vivir, que sin importar lo que sucediera, él tenía que seguir viviendo para cuidar a sus hijos y hacerlos felices. 

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