A veces, de manera inesperada, encontramos a quienes nos darán el valor necesario de cambiar las cosas porque todos tememos al cambio—dijo sabiamente el ex gladiador.
Apoyados por la luna que se encontraba en su fase nueva salieron de ese campamento. Mássimo Antonio había llevado consigo unas ropas de soldado atadas en la espalda con las que Marco Julio se vistió apresuradamente y luego partieron rumbo a su destino.
Llegados al campamento del Centurión este ordenó a la guardia del General que los dejaran pasar ya que el que le acompañaba era un mensajero con urgentes noticias de Roma.
Entraron a la tienda donde el Senador que acababa de cenar se deleitaba con una esclava nubia la que les miro con estupor. El castaño se acercó a dos pasos de Tulio Aurelio y le apuntó con su espada al cuello. Este sabía que de gritar bastaría un segundo para matarle.
Imagino que vuestra traición se debe a nuestro querido César Augusto—dijo muy calmo el de cabellera rubia.
Mássimo perdió el control de sí y dio unos furiosos pasos hacia el otro con intenciones de acabar rápidamente con su vida. — ¡No os atrevas a nombrarlo!—grito fuera de sí.
Marco Julio puso su mano en el pecho del otro para que se detuviera. Algo andaba mal. Lo podía sentir. El Senador estaba muy calmo para estar viendo su fin, aunque podía ser solo que el otro no creyera que ellos lo lograran por ser él tan superior.
¡Pueden oíros y venir a ver que pasa!—le advirtió el ojos azules.
Lo entiendo. El es capaz de volver loco a un hombre en la cama—dijo el de pelo largo haciendo que esta vez ambos se le abalanzaran.
¡Ahora si, os mataré bastardo!—dijo el pelinegro un segundo antes de que seis soldados con sus lanzas enhiestas aparecieran de los lados de la tienda, saliendo de entre las telas y les apuntaran, rodeándoles por completo.
Lo sabía—dijo el castaño mirando fijo al creador de todas sus desgracias. –Estaba muy tranquilo para estar esperando ser asesinado—añadió.
Siempre fuisteis el más listo de los Centuriones mí querido Marco Julio. Hubierais llegado muy lejos de no haberos opuesto a mí—dijo el General mirándole sonriente. Luego los miro a ambos y dijo con su habitual tono de autosuficiencia--¿En verdad creyeron que su plan tendría éxito?—
¿Cómo lo habéis sabido?—preguntó ya sintiendo su fin cerca el ojos azules. Solo sintió curiosidad.
Querido Marco Julio, la información es lo más importante para ganar en la guerra y ascender en la política—dijo de lo más tranquilo el otro. –Si he llegado a este lugar es porque la se manejar y obtener—añadió ensanchando su sonrisa. –Mássimo. ¿Creísteis que me quedaría sin saber quien era el que vos tratabas como aliado? ¿Un supuesto soldado griego capturado hace poco en una batalla que de pronto sale al auxilio de un Centurión romano en plena batalla con los que se supone vinieron a salvarlo? Eso no sería digno de mí. Uno de mis hombres os ha seguido y averiguó todo en la interesante charla que ambos habéis tenido hace un rato. Cuando supo de vuestras intenciones vino a mí y me lo contó todo. Es por eso que la trampa estaba preparada mucho antes de que vosotros salieras del otro campamento—dijo el jactancioso romano y su mirada se tornó lobuna. Mirando al ojos azules le dijo—Ahora podré terminar lo que comencé hace 4 años. Ya no me veo atado por el Senado ni por vuestras influencias joven Mássimo Antonio. Esta ves estáis regidos por el poder militar que concibe la ejecución inmediata para aquellos que han incurrido en alta traición—dijo desplegando su sonrisa zorruna como si de alas se tratara. Estaba feliz. Tenía a esos dos que se creían tan listos en la palma de la mano. Ya no podrían escapar y como tenía pruebas mas que suficientes, es decir testigos de que intentaron asesinarle todo había salido de perillas y el Senado nada podía alegar en contra de la muerte del joven Mássimo Antonio. Además con esto daría un golpe mortal al padre de este que esperaba una vacante en el Senado para entrar a él pues era lo más lógico, Nerón era muy preciado por el pueblo romano. Y por fin podría acabar con el fantasma de Marco Julio que permanecía como una inacabada meta. Era la completa felicidad para Tulio Aurelio. Dos éxitos de una sola vez.