Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

GRECIA VS ROMA por desire nemesis

[Reviews - 62]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

ESPERO QUE SIGA GUSTANDO

PORQUE COMO QUE BAJARON LAS VISITAS Y LOS REVS

UN BESO GRANDE A YANINA, A PHANTA Y A SAYA

 

 

A Yami se le cayó el alma a los pies. Si ambos hablaban puede que el príncipe descubriera la verdad.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El rubio se acercó montado en un alazán algo viejo y se puso frente al pequeño comité de recibimiento de parte de sus hombres que no dejaban que el grupo entrara al campamento ni dejaran este.

 

¿Qué es esto? ¿Otro de vuestros engaños?—preguntó furioso el ojos mieles.

 

Marco Julio miro al egipcio, sombra sempiterna del príncipe. – ¿Qué  os hace pensar que os he engañado?—preguntó muy serio sin apartar la vista de los ojos violáceos que también permanecían fijos en los suyos.

 

¡Dejad de tratar de engañarme!—exigió el griego pero de pronto se dio cuenta de quien era uno de sus acompañantes y se quedó de piedra un momento para después ordenar a sus hombres--¡Prendedles a todos! ¡Y cuidad en especial de esa sabandija! ¡Ese señores es un Senador romano y sin duda nuestra puerta a la victoria!—

 

¡Ácato!—le llamo el castaño al verse apresado por cuatro griegos que le bajaron del caballo al igual que otros tantos hacían lo mismo con los demás, mientras el otro giraba a su caballo para dejarles.

 

El príncipe detuvo el andar de su caballo y Atemu que no le perdía pisada se tensó. --¡Para vos, esta vedado mi nombre! ¡De ahora en adelante solo podéis llamarme enemigo!—dijo el rubio antes de volver a hacer moverse a su caballo rumbo a su tienda.

 

Los cuatro fueron llevados a una tienda y para asombro de su hermano y de su amigo, Marco Julio fue el peor tratado de los cuatro ya que los soldados le consideraban un traidor.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

¿Por qué no habláis con él? ¡Para que os explique las causas de…!—preguntó Yami sabiendo que así ante los ojos de Ácato se veía como un amigo bien intencionado.

 

El “León de Leoponto” no le dejó terminar. Sentía ira y dolor y no soportaba abordar ese tema—No quiero saber las causas. Me basta con lo que ha hecho—dijo. “Me basta con lo que me ha hecho”, pensó con dolor.

 

El tricolor no sonreía para afuera pero veía que su plan solo tenía una falla. La presencia del castaño en el campamento. Pero ya que el rubio no lo había colocado bajo su ala al susodicho tenía más de una idea de cómo deshacerse de su molesta presencia.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Mássimo vio el depresivo semblante de su amigo y supo el porque de este.

 

¡Dejad que el tiempo pase y él mismo os pedirá hablar!—le dijo.

 

No lo hará—contesto muy seguro el castaño. –Es demasiado orgulloso para hacerlo—añadió.

 

Se ha enojado por mi culpa. ¿No es así?—preguntó César Augusto.

 

Su hermano iba a responderle pero Tulio Aurelio con su tono soberbio e irónico le dijo—El error ha sido de vuestro hermano. De no haberme negado al griego nada de esto hubiera sucedido. En lo único que me alegro es que a pesar de sus desvelos ha logrado el mismo final mío y ha arrastrado a su familia en su desgracia. No debisteis venir aquí por cobijo. Mejor os hubiera sido ir a entregaros a los hunos que a este pueblo vengativo y molesto--.

 

Los ojos de los otros tres prisioneros se entrecerraron por la rabia.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Yami lo había decidido. Llevaría a cabo su plan. Aún con los peligros que eso representaba. No quería ser atrapado. El ser descubierto o no debería dejarselo a la suerte y a la precaución.

 

Su plan era simple cosa que lo hacía predecible o quizas impensable. Al menos esperaba que fuera así para su rubio amigo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Dos soldados vinieron por el Senador a la tienda de los prisioneros y lo halaron groseramente para ponerle en pie pues estaba dormido.

 

¿Qué rayos hacen? ¡Dejadme dormir!—dijo el prisionero de mal humor pues era noche cerrada y él se había dormido hacía poco.

 

¡Calláos! ¡Vos no teneis decisión en esto!—dijeron ellos antes de salir de la tienda con él. Los otros prisioneros despertaron y miraron con supiscacia la escena. Marco y Mássimo cambiaron miradas. Algo se cocinaba.

 

 

 

 

 

 

 

 

Había bebido en exceso y lo sabía y esa era la única forma en que se presentara en ese lugar. A esa hora y dispuesto a hacer tal cosa. Ordenó a los guardias que lo dejaran  pasar y eso hicieron. Dentro la tienda estaba a oscuras pero él entro con una antorcha. El castaño al igual los dems pestañeó por la repentina luz y cuando vio a quien la portaba se levanto rápidamente.

 

Estaba emocionado. Su corazón latía exorbitantemente. Ver allí parado al dueño de sus pensamientos lo colmaba de expectativas.

 

No penseis mal. No he venido aquí a perdonaros—dijo Ácato muy serio.

 

El rostro del romano se ensombreció por la decepción. –¿Entonces a que habéis venido?—preguntó.

 

El ojos mieles dirigio su mirada penetrante directo al azul del cielo que adornaba los ojos del que una vez fue su amante por unos momentos antes de contestar.

 

¡He venido a mataros!—respondió el “León”.

 

Marco Julio sintio que algo se quebraba en su interior. Un dolor agudo hizo presa de su pecho pero miro estoico al que amaba y acababa de declarar que cometería tal acto. Nada en su rostro denotaba la tristeza que se había apoderado de él ni delataba el duro golpe que había recibido. Era un guerrero. Un noble romano. Desterrado tal vez pero no por eso menos romano.

 

El verlo así parado y sin inmutarse hizo hervir la sangre real que en las venas del rubio corría. El quería una reacción de temor, una disculpa, una aclaración pero el otro permanecía callado.

 

¿No vais a decirme nada?—preguntó el ojos mieles.

 

¡Hermano! ¡Ácato, parad con esto!—salió en defensa del mayor César Augusto. Su hermano le detuvo con la mano en el pecho. Mássimo decidió no intervenir al ver tal acto.

 

¡Nada que yo diga podrá cambiar vuestra intención hacia mí pues no creeis en mi palabra!—contestó el ex Centurión.

 

¡Teneis razón!—dijo tajante el beodo y desenvainó su espada apoyándola de pronto en la nuez de Adán del ojos azules que se quedó muy quieto con la intensa mirada clavada en la suya.

 

Sus rostros quedaron a milímetros de distancia mientras sus miradas se sostenían en una muda puja.

 

Ácato dudaba y eso era visible. Marco Julio levantó su mano y apoyó la palma en el filo del arma para empujarla sin resistencia. El otro dio dos pasos hacia atrás mientras miraba aun intensamente al castaño para luego voltear e irse. El ojos azules se lo quedó mirando muy erguido hasta que desapareció tras la tela de la entrada de la tienda. Después de unos segundos de silencio fue hasta la antorcha que estaba puesta en uno de los porta antorchas y agarrándola con fuerza la miro como si la odiara para luego tirarla al suelo, apagándola. 

Notas finales:

ESPERO LES GUSTARA

JA NE

^^


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).