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Ojos Azules por Kitana

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Casi daban las tres cuando Milo y Shaka llegaron al lugar donde Camus había citado a Milo. El escorpión entro en el lugar tomado de la mano de Shaka y hecho un manojo de nervios. Camus ya se encontraba ahí esperando a Milo. No le hizo mucha gracia verlo llegar con Shaka, esperaba poder hablar con él a solas y estando Shaka presente era seguro que no iban a poder hablar con libertad.

 

- Bichito, yo me quedo aquí, ve con él.- dijo Shaka deteniéndose unas mesas antes de llegar a donde se encontraba Camus.

 

- Pero… angelito, yo esperaba que tú estuvieras ahí…

 

- No hermoso, esto es algo que tú tienes que arreglar a solas con Camus, yo salgo sobrando, además tú vas a contarme todo después, ¿cierto?

 

- Cierto.- dijo Milo con una dulce sonrisa. – Te amo Shak… y eso  no va a cambiar nunca. – Milo besó los labios de su amado Shaka antes de ir a reunirse con Camus.

 

- Yo también te amo, anda ve de una vez. – dijo Shaka separándose de Milo. Un muy nervioso escorpión se dirigió a donde estaba Camus. Nunca pensó que volverían a estar tan cerca sin medio matarse como en ocasiones anteriores.

 

- Hola.- dijo Milo en voz baja mientras se sentaba frente a Camus.

 

- Hola Milo.- dijo Camus.

 

- ¿Qué quieres de mí?- dijo Milo sin poder contenerse más.

 

- Hablar… aunque la verdad es que lo que quiero de ti sé que no querrás dármelo… aún. – dijo Camus alargando las manos para tomar las de Milo.

 

- No me toques… por favor, no me toques.- dijo Milo retirando sus manos de inmediato.

 

- ¿Por qué no? Aún recuerdo cuando me suplicabas que no te dejara, que te hiciera el amor y besara tus labios; ¿ya olvidaste ese tiempo Milo?

 

- Si, ya lo he olvidado. Lo olvidé hace mucho tiempo.

 

- Sí… lo olvidaste en los brazos de Shaka, ¿no es cierto?

 

- No tienes derecho a hablarme así… tú menos que nadie. – Milo comenzaba a perder la paciencia.

 

- Lo sé… cometí un error estúpido que nos costó demasiado a los dos. Te perdí por un estúpido error y por qué tú decidiste que era mejor no perdonarme. Tú y tu orgullo también contribuyeron a que lo nuestro terminara como terminó.

 

- Lo dices como sí alguna vez me hubieras pedido perdón. Cuando te vi con él supe que no tenía caso seguir pensando en ti. Tú ya no me amabas.

 

- Me equivoqué al estar con él, al creer que había dejado de amarte; además tú nuca quisiste hablar conmigo después de aquello. Tu orgullo era demasiado fuerte, como siempre.

 

- Tal vez… pero yo no te herí como tú me heriste a mí. Me habría dejado matar antes que permitir que alguien que no fueras tú me tocara… y en cambio tú a la primera oportunidad que tuviste, metiste a alguien en tu cama.

 

- Pues tú no tardaste demasiado en hallar consuelo en la cama de otro, porque esos gemelos no nacieron por obra y gracia de los dioses, ¿cierto?

 

- No sabes de lo que hablas y no te permito que te metas con mis hijos.

 

- Entonces dime Milo, ¿quién es el padre de esos niños? ¿En brazos de quien encontraste la venganza y el consuelo?

 

- No sabes lo que dices… Shaka es el único padre que mis hijos tienen, él es su padre. Y si estoy con él ahora no es porque necesite consuelo o vengarme de ti. Ya superé lo que me hiciste, he dejado atrás tu engaño y ahora solo quiero ser feliz con mi familia. Shaka y yo pronto vamos a tener a nuestro bebé, yo lo amo y sí vine aquí fue porque tenía que aclarar las cosas contigo antes de seguir con mi vida.

 

- Es decir que de verdad lo amas, ¿cierto?

 

- Sí así es. Y si tú me amas como dices entonces deja que sea feliz con él y con mis hijos.

 

- No lo entiendes, ¿verdad? Yo no quiero que seas feliz con nadie que no sea yo. Te amo demasiado Milo, fui un tonto al no darme cuenta de que lo que tenía contigo era lo mejor de mí vida. Sé que lo eché a perder enredándome con Hyoga, pero sí tú me das la oportunidad, te juro que me ganaré de nuevo tu corazón y aceptaré a tus hijos como míos aunque Shaka sea su padre.

 

-Estás loco Camus, eso no es amor. Yo no te quiero cerca de mí ni de mi familia. Tu querido Hyoga va a darte un hijo, ¿no te da vergüenza estarle haciendo esto?

 

- Él no me importa y mentiría si te dijera que el niño tampoco, pero sé que no puedo estar con él pensando siempre en ti.

 

- Eres un completo idiota Camus, la única persona que de verdad te importa a ti eres tú mismo. ¿Te has puesto a pensar en el daño que nos haces a todos con tu conducta? No lo creo. Eres demasiado egoísta como para pensar en alguien que no seas tú. Lo único que te pido es que nos dejes en paz y que vivas tu vida muy lejos de nosotros.- dijo Milo poniéndose de pie, Camus fue más rápido que él y logró sujetarlo de la muñeca.- Suéltame Camus.- dijo Milo después de un intento fallido de librarse de él.

 

- No Milo, no vas a librarte de mí tan fácilmente, te juro que te haré cambiar de opinión, por las buenas o por las malas.- dijo Camus. Shaka se apresuró a acudir en ayuda de su amor, no sin dificultad logró apartarlo de Camus.

 

- Será mejor que esto no se repita Camus, estás llegando al límite de mi paciencia.- dijo un furioso Shaka.

 

- ¿Cuándo te vas a dar cuenta de que tú no vas a impedirme que lo recupere?- dijo Camus en tono burlón.

 

- Cállate de una vez, vamonos de aquí querido. - Dijo Milo jalando a Shaka hacia la salida. La pareja abandonó el restaurante, ambos estaban furiosos, Milo fue el primero en estallar.

 

- ¿Pero que se cree ese grandísimo cabrón?- gritó Milo, Shaka lo abrazó y el hermoso escorpión se deshizo en llanto en los brazos de su amado.

 

- Cálmate bichito, vamos a estar bien, al menos ya le dijiste claramente que no quieres nada con él, espero que lo entienda al final.

 

- No creo que ese entienda algo, es un grandísimo imbécil. Maldito hijo de puta. – dijo Milo, a Shaka le bastó escuchar a Milo para darse cuenta de que estaba verdaderamente iracundo. A Milo solo se le podía escuchar expresarse de esa forma cuando estaba más que furioso. – No le basta con llamarme puta frente a todos mis amigos, ahora quiere que le de una oportunidad, lo que quisiera darle es una buena paliza al muy pendejo.

 

- Milito… no hables así, ya sé que estas muy enfadado pero olvídate del mal rato, ¿quieres? Para compensarte quiero invitarte a comer, ¿aceptas?

 

- Esta bien… y disculpa mi vocabulario… es que ese hijo de… lo siento cariñito, soy un bichito grosero y vulgar.- dijo Milo con una sonrisa.

 

- Pero yo te amo, y te amaría aunque hablaras así todo el tiempo.- Shaka selló los labios de Milo con un beso y tomados de la mano siguieron su camino.  

 

 

 

 

Camus los siguió hasta que subieron a un taxi. Era su oportunidad para hablar con alguien que si sabía la verdad no iba a quedarse callado: Saga.

 - Ummm así que estás interesado en saber lo que yo sé de tu… corrección, de tu ex bichito. ¡Qué interesante!- dijo Saga con un mal disimulado gozo. - ¿Qué te hace pensar que yo sé algo que tú no sabes del delicioso y sexy Milo?- dijo Saga sentándose en una de las bancas del jardín en la mansión Kido.

 

- Pues casi nada, tú siempre metes la nariz en lo que no te importa.

 

- ¿Me estás llamando chismoso? Por qué si es así te diré que empiezo a perder la memoria… oh si, se va… se va… está yéndose…uy¡ la perdí.

 

- Déjate de payasadas, ¿quieres? Conmigo no te va a funcionar eso, así que empieza a hablar o te congelo el trasero.

 

- Ja, ja, ja, con proposiciones indecorosas no vas a conseguir nada de mí, pero si la propuesta sigue en pie cuando terminemos de hablar… pues yo dejaría que me congelaras lo que quisieras.- Camus estaba perdiendo la paciencia.

 

- Está bien, ¿qué quieres que te dé para que me digas lo que sabes?

 

- Pues eso es fácil, si tú me dices con quien se la pasó tan bien mi hermanito la noche de la boda cantaré como un canario.- Camus se rió.- ¿De que te ríes hielito? He usado todas mis dotes detectivescas para descubrirlo y no logro dar con el culpable. Por eso te lo pregunto a ti. ¿A que tú si sabes quién hizo feliz al pequeño Kanon?

 

- Dime lo que quiero saber y te digo.

 

- Ashh, ¿por qué todos me dicen eso?- murmuró Saga.

 

- ¿Me vas a decir o prefieres quedarte con la duda?

 

- Eso jamás hielito. Bien… por donde comenzamos….? Ah sí ¡ ¿qué es lo que más te importa saber? Le sé unas cuantas cosillas al bicho que no te diré porque a mi me es más útil guardar el secreto, pero me imagino que a ti te hace falta saber de donde salieron esas fierecillas pelirrojas que llaman mami a Milo, ¿cierto? – dijo Saga con una sonrisa maliciosa.- Pues sé de buena fuente, no te diré cual, que esos tiros no salieron de la escopeta de Shaka, aunque el pastel que Milo tiene en el horno sí. En fin, esto último es cosa por demás obvia, lo que nos hace volver al asunto de ¿quién le hizo esos gemelos al bichito? Pues mi estúpido Camus me temo que has tenido a ese tipo frente a tus ojos todo este tiempo.- exclamó Saga.

 

-¿Tú? ¡Maldito infeliz!- gritó Camus zarandeando a Saga.

 

-De verdad que eres idiota, no me refiero a mi mismo, ojala los dioses no te hubieran hecho tan imbécil… me refiero al idiota que miras todos los días cuando te miras en el espejo, me refiero a ti ¡grandísimo animal! Se necesita ser un verdadero idiota para no darse cuenta, ¿o es que tanto hielo al fin te congeló el cerebro? Solo haz cuentas hielito, sí esos niños nacieron en abril y el bicho te fue a buscar a Siberia en octubre, es obvio que fabricó esos muñecos con tu materia prima en tu última visita, ¿entiendes o te hago un dibujo?- Camus estaba en shock, ¿por qué no lo imaginó siquiera? Soltó a Saga y se dio media vuelta, tenía que hablar con Milo, tenía que saberlo de sus labios. –Oye, ¿A dónde demonios crees que vas? No me has dicho lo que quiero saber.- le dijo Saga.

 

- Seiya.- fue todo lo que dijo Camus antes de entrar en la casa.

 

- Ay no… no lo creo, de verdad que no lo creo, ¿el jamelgo le hizo eso a mi hermano? Ummm… esto tendrá consecuencias… claro que las tendrá, solo yo puedo tocarle el trasero de esa forma a mi hermanito, así que habrá que hacer algo al respecto.- dijo Saga y luego desapareció detrás de un arbusto.  

 

 

 

Camus recorría la casa como un loco buscando a Milo. No pudo encontrarlo por ninguna parte. Se habría conformado con Shaka, pero él tampoco estaba en casa. Tenía que hablar con Milo, pedirle una explicación, tenía que pedir perdón… 

 

 

 

Salió al jardín al escuchar las inconfundibles risas de los gemelos. Esperando encontrar a Milo con ellos, Camus se dirigió al lugar de donde provenían las risas de los niños. Los encontró solos, jugando con una pelota. No pudo reprimir una sonrisa, esos niños eran sus hijos, suyos y de la persona a quien más amaba en el mundo… pero su sonrisa se borró al pensar que esos niños no tenían ni idea de que él era su padre, para ellos Shaka era su padre “su único padre” como había dicho Milo. Furioso, dio un puñetazo a un árbol cercano. Definitivamente tenía que hablar con Milo, suplicarle, si era necesario, que le dijera él mismo la verdad. ¿Cómo había podido castigarlo de esa manera Milo? ¿Por qué había sido tan cruel negándole la felicidad de escuchar a esos pequeños llamarle padre? Él sabía que su infidelidad había roto la pieza más delicada en el escorpión, su corazón… y quizá había sido el mejor castigo para él ocultarle que los gemelos eran sus hijos.

 

- Hola.- dijo una vocecita infantil sacándolo de sus reflexiones, era uno de los gemelos que se acercaba sonriendo a él. -¿Quieres jugar con nosotros?

 

- Cass, ¡no! Él es malo, él hace que mami llore. – dijo Egisto arrastrando a su hermano lejos de Camus.

 

- Él no es malo… él me bajó del árbol. – Egisto no dejo de mirar a Camus con molestia.

 

- Puedes jugar. – dijo el niño a Camus. Él sonrió y lanzó la pelota hacia Egisto.

 

- Veamos que tan bueno eres, haz tu mejor tiro. – dijo Camus.   

 

 

 

Pasó un buen rato junto a los gemelos, la desconfianza inicial de Egisto parecía haber desaparecido porque el niño se mostraba de lo más feliz jugando con su hermano y Camus.

 

- ¿Por qué estás tan enojado con mami?- le preguntó Cassandros.

 

- Bueno… es que tu mami y yo… tenemos que aclarar algunas cosas, cosas de grandes que a los pequeños como ustedes no tienen que preocuparles. Pero yo nunca he querido hacer sufrir a Milo. – dijo Camus con tristeza, los niños le sonrieron.

 

- Le voy a decir a mami que te perdone, pero está muy enojado contigo porque le dijiste cosas feas en la fiesta.  Pero no le digas a nadie que te dijimos, mami nos regañaría y papi también, él no está tan enojado contigo pero no le gustó lo que dijiste de mami.- dijo Cassandros.

 

- Cass, papi nos está llamando, vamos.- dijo Egisto un poco impaciente. Camus vio a sus hijos correr  hacia Shaka y se sintió el hombre más estúpido sobre la faz de la tierra. Había perdido no solo a Milo, también a esos niños, sus hijos por un error que pudo haber evitado de haberlo deseado, ¿qué pasaría ahora? ¿Tendría el valor de enfrentar las consecuencias de sus actos? ¿Cómo decirles que él era su padre sí era obvio que esos niños adoraban a Shaka? En especial Egisto, notaba en los ojos del niño la veneración que solo un padre genera y supo que a él jamás lo verían así. Además estaba el asunto del embarazo de Hyoga, ¿sería suficiente razón ese bebé para olvidar la tristeza que lo estaba invadiendo?

 

 

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