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Ojos Azules por Kitana

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Aquella mañana Milo se levantó muy temprano. No había dormido bien, estaba cansado y molesto. La discusión que había tenido con Camus lo había afectado más de lo que él hubiera imaginado. Estaba muy seguro de no amarlo más, pero lo conocía muy bien y sabía que sí estaba decidido a seguir interfiriendo entre él y Shaka lo haría sin que nadie se lo impidiera.   

Se levantó de la cama sin despertar a Shaka. Estaba harto de dar vueltas en la cama sin poder concentrarse en nada. Eran poco más de las cinco de la mañana, y estaba seguro de que no encontraría a nadie despierto, todos se habían desvelado en la fiesta de la noche anterior. Fue en dirección a la habitación donde dormían sus pequeños. Entro sin hacer ruido. Lo sorprendió encontrarse ahí a Camus. Se cubrió la boca con la mano para no gritarle, avanzó rápido hacia la cama, jaló a Camus fuera de la habitación muy enfadado.

- ¿Se puede saber que demonios hacías allí adentro? ¿No te basta con fastidiarme a mí, ahora fastidiaras a mis hijos? – dijo Milo conteniéndose para no gritar.

- Querrás decir nuestros hijos.- musitó Camus. Milo se puso completamente pálido y no pudo articular palabra, Camus aprovechó la oportunidad para seguir hablando. – Ahora lo sé Milo, sé que ellos nacieron de ti y de mí… lo que no sé es ¿por qué me lo ocultaste todo esté tiempo? ¿Ellos lo saben?

- Cállate.

- Milo, háblame, dime ¿por qué lo hiciste? ¿Es esta tu venganza?

-Cállate, no sabes lo que dices. – murmuró Milo limpiándose un par de lagrimas que habían brotado de sus ojos azules.

- Tienes que decírmelo Milo, quiero oír de tu boca que ellos son míos, que tú nunca me engañaste.

- Déjame en paz Camus… ya me hiciste suficiente daño. No quiero recordar, me niego a darte el gusto de verme destrozado una vez más por tu culpa. Por amor de dios déjame ya.- dijo Milo separándose de él. Camus lo siguió escaleras abajo. Milo no quería hablar con él, se sentía tan mal… nunca creyó que tendría que decir la verdad.

- Milo… ojos azules, por favor….- dijo Camus tomando a Milo del brazo.

- Jamás vuelvas a llamarme así, ¿me oyes? ¡Jamás!- gritó Milo liberándose de Camus.

- Cálmate… solo quiero hablar.

- Pero yo no… no quiero oírte, ¿entiendes? Me niego a seguir escuchando tus tonterías, ¿de donde sacas que mis niños son tuyos? Shaka es su padre no tú. Ellos no tienen nada que ver con lo que pasó entre nosotros, no los metas en esto por favor.

- Milo, escúchame, por favor.

- Te digo que no quiero.

-  Pero tendrás que escucharme algún día, deja a un lado tu orgullo por un momento y escúchame, por el amor que alguna vez me tuviste, escúchame.

- Está bien… pero solo si me prometes que pase lo que pase me dejarás en paz… no te quiero como una sombra en mi vida, quiero que te quede bien claro que yo ya no te amo.

- Lo sé… ahora lo amas a él.- dijo Camus muy dolido por las palabras del escorpión.

- Vamos, en la biblioteca nadie va a molestarnos. – dijo Milo dándole la espalda a Camus que lo miró lleno de tristeza, en ese preciso momento supo que lo había perdido para siempre.  Volvieron a la escalera, Milo estaba temblando, tenía los nervios destrozados… el momento tan temido de enfrentar la verdad se acercaba vertiginosamente, no tenía más opción que decir lo que en realidad había pasado después de ese día en Siberia, esa maldita tierra helada que le había arrebatado lo que entonces consideraba lo más valioso en su vida: Camus. – Esperame aquí.- dijo Milo cuando pasó por la habitación donde Shaka aún dormía. Entro y se sentó junto a la cama.- Angelito… angelito…- murmuró, los dulces ojos de Shaka se abrieron para mirar a su amado Milo.

- ¿Por qué estás levantado tan temprano amor?

- No podía dormir… afuera está esperándome Camus… él ya sabe…

- ¿Tú le dijiste? – Shaka abrazó a un Milo deshecho. El escorpión solo negó con la cabeza – Entonces, ¿como lo supo?

- No sé… y ahora quiere hablar al respecto, no le he confirmado ni negado nada… ¿qué hago? Yo no quiero que me quite a los niños, ni quiero perderte a ti, ni quiero lastimar a mis niños… estoy tan confundido…

- Creo que debes decirle la verdad.- dijo Shaka aguantando el llanto.- Él merece saberlo, después de todo son sus hijos.

- Pero… Cass y Egi  te ven a ti como su padre… fui un tonto… debí hacerte caso y decir la verdad cuando era el momento preciso, ahora me doy cuenta de que he fundado mi felicidad y la de mi familia en una mentira.  Tengo miedo Shak… mucho miedo de perder todo lo que he construido junto a ti… de perderte a ti…

- Tú no vas a perderme bichito, yo voy a estar contigo siempre, y si te culpas por esto, entonces yo también soy culpable. Yo también me quedé callado. Hace mucho que pude haber dicho la verdad. Pero no lo hice porque era feliz con lo que teníamos, con lo que tú y yo tenemos. Yo te amo por encima de todo y de todos, esa es mi verdad pura y simple, te amo más que a nada en el mundo, a ti y a nuestros hijos, a Cass, a Egi ya este bebé que llevas en el vientre. No tengas miedo de lo que pueda pasar, di la verdad y entonces sabremos que hacer. Ahora cálmate ¿sí? Recuerda al bebé.- murmuro Shaka con una sonrisa que logró levantarle el ánimo a Milo.

- Está bien… pero quiero que vayas conmigo Shak, no me siento capaz de hacer esto solo, por favor, no me digas que es algo entre Camus y yo porque eso no es cierto, esto es algo entre nosotros dos y Camus.

- Está bien, deja que me vista. – Shaka abandonó la cama. Milo estaba muy nervioso, no podía dejar de llorar, de nuevo su mundo se derrumbaba gracias a la intervención de Camus y no podía dejar de estar molesto y frustrado por ello.  Shaka salió del baño vistiendo apenas un pantalón y una camisa, estaba descalzo y su cabello estaba algo desordenado. No dijo nada, tomó suavemente la mano de Milo y abrazándolo, lo llevó a donde Camus esperaba. El caballero de acuario no se sorprendió al ver a Shaka abrazando a Milo, pero eso no significaba que no doliera.

- Vamos. Estamos listos. - dijo Milo encaminándose a la biblioteca de la mansión.  En silencio recorrieron los aún oscuros pasillos hasta llegar a la biblioteca. El primero en entrar fue Camus, estaba impaciente por escuchar la versión de Milo de la historia. Shaka tuvo que empujar un poco a Milo para hacerlo reaccionar. Al fin el escorpión entró, suspiró y se sentó en el sillón que se encontraba frente a la ventana. Camus se quedó de píe frente a Milo, apoyando su espalda en la pared. Shaka decidió situarse detrás de Milo, con sus manos apoyadas en los delicados hombros de su amor.

- Milo… creo que Camus esta esperando. – dijo Shaka al ver que ninguno de los ex amantes parecía dispuesto a ser el que hablara primero. Milo levantó su hermoso rostro lleno de lágrimas hacia Shaka con una triste sonrisa en sus labios.

- Creo que tienes razón angelito…y bien… ¿qué es lo que quieres saber?

- Tú sabes, quiero que me digas tú mismo sí ellos son míos. – dijo Camus luchando por no ponerse a llorar ahí mismo.

- Cassandros y Egisto… sí, ellos son tus hijos… al menos en cuanto a que los concebí de ti. Pero no te engañes, eso no es suficiente para ser llamado padre. Ese título solo se lo merece Shaka… él ha estado con ellos desde que nacieron, fue él quien sostuvo mi mano cuando di a luz y quien puso en mis brazos a mis hijitos. No tú. Él estuvo con nosotros cuando los niños enfermaron por primera vez, cuando les salió el primer diente, cuando dieron su primer paso.- dijo Milo aferrando la mano de Shaka.

- Yo no estuve ahí porque tú no me lo permitiste.- dijo Camus.

- Te equivocas… - murmuró Milo. – Yo iba a decírtelo… tenía la ilusión de que cuando supieras que iba a tener un bebé volverías a mi lado y te olvidarías de Siberia cuanto antes. Yo sentía que algo no estaba bien entre nosotros desde tiempo atrás, quizá intuía que tú ya no me amabas como yo a  ti… sí al menos tú hubieras dicho la verdad, entonces yo habría tenido el valor de decir la verdad también.

- Entonces, ¿mentiste para castigarme? – dijo Camus. Milo solo negó con la cabeza.

- Confieso que al principio no dije nada porque estaba dolido, tenía que darme tiempo para sanar mis heridas y poder enfrentarte libre de resentimiento, quería decírtelo, de verdad quería. Pero no pude porque estaba demasiado dolido y te amaba todavía, no quería que estuvieras conmigo solo porque habíamos tenido dos hijos. Yo quería que volvieras por amor a mí y no por compasión.  Cuando regresaste al santuario quise hacerlo, decirte de una vez que ellos existían, la verdad no podía más con el secreto. Pero entonces tú me insultaste, me tachaste de infiel, reclamándome mil cosas que ni siquiera hice… y no pude seguir hablando contigo, sé que me equivoqué… y aunque no lo creas, lo siento. Fui muy tonto, perdí mi oportunidad de decírtelo aquél día. Me arrepentí muchísimo cuando supe que estabas muerto, aunque no lo creas, me dolió en el alma verte muerto… yo te amaba todavía entonces. No te imaginas lo mal que la pasé en ese tiempo… y tu lindo Hyoga no ayudaba mucho, nos la pasábamos peleando por todo.

- Pero yo regresé de la muerte y tú no dijiste nada…- murmuró Camus un poco molesto. 

- Sí, si, eso lo sé... pero entonces las cosas eran muy diferentes a como eran cuando enfrentamos a los caballeros de bronce. Yo… había reconstruido mi vida junto a Shaka. –  escuchar aquello fue terrible para Camus, sentía que su corazón se deshacía con cada palabra de Milo. Se quedó callado para escuchar lo que Milo tenía que decir. – Cuando tu moriste en la batalla de las doce casas, también quise morirme… aún te amaba demasiado. Me di cuenta de que debía seguir con mi vida sin importar mi dolor, tenía que seguir adelante por mis hijos. Y lo hice. Shaka y Aioria me confesaron sus sentimientos, al principio no acepté a ninguno de ellos, mi corazón todavía te pertenecía y yo tuve que darme algo de tiempo para poder amar a alguien más. Shaka se ganó mi corazón y… comenzamos por ser novios, cuando los gemelos cumplieron dos años nos fuimos a vivir juntos y… aquí estamos.  Lo que trato de decirte es que… si no dije la verdad cuando volviste de la muerte fue porque no quería lastimar a los niños, para ellos Shaka es su padre y yo no quiero que se confundan ni que resulten heridos, ¿me entiendes? No puedo simplemente decirles que el hombre al que toda su vida han llamado padre no lo es en realidad y luego presentarles a un extraño diciéndoles que él es su padre.- al llegar a este punto Milo lloraba sin control, Camus tuvo que morderse los labios para no llorar, mientras que Shaka solo se mantenía callado con la mirada clavada en el piso. – No sé que más decirte… sé que lo que hice no tiene perdón, pero no puedo decirles ahora que tú eres su padre, ¿me comprendes? – dijo Milo.

- No puedo decir eso Milo, tú lo sabes, me quitaste la oportunidad de ser su padre sin siquiera preguntarme. ¿Qué esperas que te diga? ¿Qué no me importa que ante todos Shaka sea el padre de mis hijos? No puedo, de verdad no puedo Milo.  

- Pídeme lo que quieras pero no me pidas que les diga que eres su padre. – dijo Milo con los ojos llenos de lágrimas.

- Pues se los dices tú o se los digo yo.- dijo Camus, se puso de pie y se dirigió a la puerta.- Tienes una semana para decírselos, si no lo haré yo mismo.- dijo Camus, Milo se derrumbó en los brazos de Shaka, que solo lo abrazaba con fuerza, sentía como propio el dolor de su amado. A él también le rompía el corazón lo que estaba sucediendo, él sentía a los gemelos como propios, él había cuidado de ellos por cinco años, él los había visto nacer, y Camus no era nadie para venirle a decir ahora que él no era su padre por el simple hecho de no haberlos engendrado.  Sin pensarlo, Shaka salió de la biblioteca para alcanzar a Camus.

- ¡Espera!- le gritó en la escalera, Camus se detuvo y le lanzó una gélida mirada.

- ¿Qué quieres?- dijo Camus, Shaka se aproximó a él decidido a impedir que destrozara a Milo.

- Quiero pedirte que guardes el secreto… no te lo pido por mí, sino por Milo y los niños.

- Tú no tienes derecho a pedirme eso, ni siquiera Milo. ¿No te das cuenta Shaka? Ellos serán míos, como siempre debieron serlo. Tú puedes quedarte con el hijo que Milo va a darte, en cuanto nazca te lo entregaremos y yo me llevaré a Milo y a mis hijos conmigo a Francia.

- Estás loco Camus, ¿no entendiste que Milo me ama a mí ahora?

- Eso no importa, yo me ganaré de nuevo su corazón y tú tendrás que apartarte.

- Eres un imbécil Camus, no puedes ser tan egoísta, ¿no te das cuenta de que los harás sufrir más si te empeñas en tenerlos a tu lado? Vas a destrozarles la vida a los tres, y Milo quizá esta vez no lo resista. – dijo Shaka tomando a Camus del brazo. Milo se encontraba en el pasillo observándolos, había salido de la biblioteca al escuchar a los dos caballeros discutir  

- Tú no te metas.- dijo Camus y con violencia apartó a Shaka.

- ¡Shaka!- gritó Milo, al ver como su amado caía escaleras abajo como un muñeco de trapo, Camus le había hecho perder el equilibrio y rodar por las escaleras al empujarlo lejos de sí. Milo corrió desesperado junto a Shaka, se arrodilló a su lado y al encontrarlo inconsciente se preocupó muchísimo. – Angelito, háblame, di algo, lo que sea, solo quiero saber que estás bien.- dijo Milo acariciando el cabello dorado de Shaka. Un grito escapó de sus labios cuando al retirar su mano de la nuca de Shaka descubrió que estaba manchada de sangre. Cuando Camus llegó a su lado y trató de poner su mano en el hombro de Milo, éste lo rechazó. – No te atrevas a tocarme.- dijo mirándolo lleno de furia. – No te atrevas a acercarte jamás a alguien a quien yo amo, porque te mataré, no estoy bromeando. – dijo, depositó con cuidado el cuerpo de su amado Shaka en el suelo y se dirigió al teléfono. – ¿Sí?... ¿El hospital Metropolitano?… mi nombre es Milo Scouros, tengo un herido en la mansión Kido, envíe una ambulancia de inmediato, por favor a prisa… ¿en quince minutos? Correcto, yo veré que puedo hacer mientras llegan. – Milo colgó de sus hermosos ojos fluían sin control silenciosas lágrimas de furia y de dolor.

- Milo yo… no era mi intención lastimarlo…- dijo un muy apenado y asustado Camus.

- Si claro, nunca es tu intención hacer nada. Nunca es tu intención pero siempre acabas hiriéndome donde más me duele. ¡Te odio Camus¡ - gritó Milo lanzándole la más cruel de sus miradas. Camus no pudo decir más, afuera el ulular de la sirena indicaba que la ambulancia estaba llegando.

 

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