DEDICADO A SWEET QUEEN QUE PARECE QUE LE GUSTA EL MÁSSIMO X CÉSAR
Y A PHANTA QUE AUN ENFERMITA LEE MI FIC
Y A TODAS MIS REVIERAS
YANINA
ONE CHAN
KENY CHAN
Y A TODOS MIS LECTORES
YO SOY UNA LECTORA ASIDUA ES POR ESO QUE TARDO EN ACTUALIZAR
KENY ERES UNA GENIAL ESCRITORA PERDONA QUE ME RETRASE A VECES.
O tal vez no—dijo el de ojos verdes al ver la identidad del encapuchado.
El de ojos azules no supo si sentirse feliz por su hermano o triste por lo que el destino les obligaba a sufrir.
Los labios de César Augusto eran la fruta más ansiada por el ojiverde pero temía ser rudo con él por todo lo que este había pasado.
Por su parte el ojiazul se sentía in merecedor del afecto de Mássimo Antonio al ser este un hombre recto merecería estar acompañado de un ser mejor que él y a la vez se sentía culpable porque era un joven muy inteligente y no se le escapaba que la razón de que el otro traicionara a Roma y terminara en ese suplicio del que tal vez terminara muerto era por saber lo que el Senador le hiciera. O sea que el que estuviera allí y no al frente de una centuria era su culpa.
Entonces ese Dominus dei el circo estaba a reventar y él y su hermano luchaban denodadamente por salvar sus vidas. Entonces una estocada le dio de lleno en la espalda.
Los ojos de Marco Julio se abrieron con estupor al ver a su hermano caído con lo que él creía una herida mortal y enloquecido de furia al creer muerto a su hermano salió a batallar contra cualquier hombre o bestia que osara cruzarse en su camino terminando con los demás seres en la arena después de unos minutos.
Luego volvióse a su hermano y acuclillándose a su diestra comprobó que continuaba con vida y en sus brazos le llevo hasta la entrada donde los soldados no prestaron atención a su pedido de ayuda.
Mássimo que estaba tras ellos esperando su momento para salir montado en su cuadriga, escuchó las voces de su amigo y corrió de inmediato a ver la razón de tal escándalo para descubrir a su amado efebo herido en brazos de su hermano y llenose de furia al ver que los soldados dispuestos estaban a dejarle morir.
Una gran pelea armóse detrás de las rejas entre la soldadezca y el joven ex Centurión que cayó herido también por la espada de uno de ellos mas no por ello dejo de pelear hasta que de un golpe traicionero en la cabeza cayó sin sentido.
Despertó con sabor a metal en la boca y sintiendo un agudo dolor en su costado y de a poco giro su cabeza pues se sentía mareado y vio a su lado al inconsciente Mássimo. Preocupado se levanto a mirar al de ojos esmeraldas esperando que solo durmiera pero pudo apreciar su ropa ensangrentada.
Desesperado se arrodillo junto a su cuerpo mientras cristalinas lágrimas escaparon de sus ojos. Levanto dudosamente una mano y la acercó al rostro de quien para entonces ya era su amado pero estando a milímetros de su piel detuvo sus dígitos pues no se consideraba suficiente hombre para tocarle.
De pronto el dolor sobre su costado aumentó enormemente y se dobló. Quizás un sonido que produjo el menor al doblarse o un sexto sentido hizo que el dormido, despertase para ver al de ojos zafiro en el suelo a su lado todo encogido. Preocupado se sentó en su camastro e intento ayudar al joven Plineas que al sentir sus manos encima de la piel desnuda de sus brazos reaccionó con presteza mirándole a esas selvas frondosas que el otro tenía por ojos.
Los labios de ambos fueron acercándose por inercia y los brazos del más grande rodearon al otro amorosamente mientras los del ojiazulado se posaban sobre el fuerte pecho del otro.
Despacio los sonrosados labios fueron tocados levemente la piel tersa de los labios del ojos zafiro como un paleontólogo toca la roca que ha permanecido intacta desde los albores de la humanidad y teme con su simple contacto el desmoronarla y perderla para siempre.
El beso se volvió intenso y deseoso gracias al mismo Plineas que abrió su eufórica boca para devorar con prisa los ansiados labios del que una vez fuera su jefe.
¡Deteneos!—dijo de pronto el menor y el otro lo hizo.
¿Os he hecho daño?—preguntó alarmado el mayor.
No—contestó el más joven entonces el otro volvió a acercar sus labios a César Augusto.
Sé que sentís lo mismo que siento por vos—dijo el ex Centurión mientras sus labios rozaban los del ojiazul causando descargas eléctricas en su interior.
Pero no os merezco. Vos estáis aquí por mi culpa. Si no fuera por mí estaríais libre y al mando de vuestra centuria—susurró el de zafírica mirada.
Eso no tiene nada que ver. Lo que hice fue lo correcto y prefiero mil veces estar aquí con vos que al frente de cualquier centuria—dijo el mas alto convencido.
Si es eso lo que deseáis os daré todo de mí—dijo el ex Decurión.
Tomado por sorpresa el mayor se alejo del menor y dijo—No es vuestro sacrificio lo que quiero. Me habéis mal entendido. En verdad es mejor que no sigamos con esto—Y se marchó dejando compungido a César Augusto que aunque por días intento explicarle, Mássimo no daba lugar a sus palabras, evitándolo todo lo que le era posible.
Entonces, llegado el segundo día de evitarlo el menor acorraló al ojiesmeralda y le dijo—No importa lo que creáis, yo no deseaba agradeceros nada de tal forma. Yo solo necesitaba deciros lo que me pasa. Tal vez sea mejor no estar juntos debido a que yo he traído la desgracia sobre vuestra cabeza. Pero… la verdad… Yo os… No mejor no—y se dio la vuelta para irse pero el otro lo tomo del brazo y le arrinconó ahora a él contra la pared.
¿Vos me…?—preguntó deseoso de saber la respuesta el más alto a milímetros de la boca del otro.
Os… amo—dijo el ojiazulado y de pronto sintió los deseosos labios del otro sobre los suyos y todas las palabras de su mente se borraron y todo lo que deseó era estar así con el para siempre.
Fueron hasta un rincón de aquel lugar y se besaron como nunca habían besado antes. Con amor, con cariño, con ternura. Lo más importante no era el sexo sino el estar juntos, unidos. Por supuesto que si hicieron el amor en aquel terrible lugar, apartados de todos, sintiéndose mutuamente. Los gemidos del menor enardecían al mas adulto que palpó su miembro erecto solo para ver como se sonrojaban sus mejillas de placer y de vergüenza y acabado el acto en que este expulsara su semilla utilizó esta para lubricar tres de sus dedos y así dilatar su entrada mientras los dos se consumían en el fuego de la pasión lanzando gritos de placer. Los labios de Mássimo Antonio no se apartaron del cuello de César Augusto mordiéndolo un poco en ocasiones llevado por el deseo tal que tenía de marcarlo como suyo.
Y en el momento de que ambos se vinieran esparciendo su ser así, tanto el uno en el vientre de ambos, como el otro en el interior del mas joven, el mayor mordió el lóbulo de su amante tan fuerte que se lo hubiera arrancado de no haberse controlado a último momento mientras era abrazado por el cuello con tal ahínco que parecía que el otro pretendiera ahorcarle.
Rato después permanecían juntos, acostados en el suelo de tierra y paja. El ojiverde abrazándole fuertemente mientras el otro se miraba en esas esmeraldas que el otro poseía.