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GRECIA VS ROMA por desire nemesis

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Notas del capitulo:

PARA LOS QUE QUERIAN SABER DE NUEVO DE YAMI

AUN NO VEO LOS REVS

GRACIAS POR ELLOS

YA LOS CONTESTO

 

 

 

 

Cuando el otro rodó y se colocó sobre él penetrándolo después se oyó un quejido que provocó más excitación en su ser, el cual supuso era de pleno placer por lo que se sintió triunfador ante su rival, sin saber que tal quejido en realidad significaba que el alma del otro se estaba rompiendo por ese despiadado acto.

 

 

 

 

 

Marco Julio se sentía inquieto pues el griego no había vuelto a aparecer. Algo en su interior le decía que el ojos mieles estaba pasando por un mal trago en manos de Tulio Aurelio.

 

¡Quitaos esa cara, hermano!—le dijo César Augusto. –Estoy seguro que tus preocupaciones son mal fundadas y que vuestro amado está bien—añadió.

 

Yo no lo estoy—murmuró el castaño con agria cara mientras se abrían las puertas para que salieran a la arena.

 

Tras horas de ardua lucha ambos hermanos volvieron a los recintos para los gladiadores mientras la arena era preparada para las carreras de las cuadrigas, justo antes de las escenificaciones de históricas batallas navales.

 

César Augusto esperaba impaciente el final de la carrera en que Mássimo Antonio corría cuando oyó el gran tumulto y supuso, no sin lógica que algo malo había pasado en el estadio.

 

Pero el no podía ir a verlo y saber que estaba sucediendo. De pronto entendió a su hermano al sentir que la misma angustia apretaba su corazón.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Estaba sentado en el alto sillón del señorial edificio en que se asentaba el poder de Roma. Recientemente el César había muerto en el sueño y un nuevo Senador había sido electo por sus colegas para ocupar tal puesto. Había sido él. Se sentía pleno de gozo pues todos sus planes y acuerdos le habían llevado al lugar  al que tanto quería arribar.

 

Sus ojos verdes admiraron aquel lugar que tanto había ansiado ocupar con una mirada llena de deseo como queriéndose comer el lugar para que nadie más lo toque.

 

Esa noche en su casa mientras se preparaba para cenar uno de sus esclavos se presentó ante él y le anunció a un recién llegado que él recibió e invitó a cenar. El mencionado venía de las lejanas tierras de Egipto a donde había sido destacado por Roma para tareas de traducción entre otras cosas por ser de ese lugar pero también ser romano por mérito.

 

Ácato lo vio recién cuando fue a servir la cena. Sus ojos se abrieron más de lo usual al ver a su antiguo amigo y aliado y ahora traidor. Los ojos de Yami no pudieron sostenerle la mirada.

 

Atemu se asombró del debilitado estado de su antiguo amigo. Antes un feroz y temido guerrero. Ahora lucía escuálido y níveo, tan frágil como una blanca pluma. También se asombró de su comportamiento durante el servicio en la cena, tan callado y sin sus usuales desplantes orgullosos aunque el dueño de casa hacía siempre referencia a que ellos dos se conocían y a su pasado. No había ni una mirada malhumorada de parte de su ex amigo. Verlo así, domado, le causaba una profunda tristeza. Era como ver a un maravilloso y portentoso alazán salvaje convertido en un caballo que carga una pesada carreta con paso sumiso y cansado, mientras su cabeza se ve baja y totalmente resignado a su dura vida.

 

Pasada la cena el nuevo César y su visitante conversaron un rato pues el ex Senador estaba muy agradecido con el otro por salvarle. La intrincada mente del egipcio, traidor, espía y gran estratega le había permitido llegar al cargo con que tanto soñara pues con su vuelta victoriosa y con el príncipe griego, tan temido y odiado por los romanos, como prisionero era lo que le había vuelto tan popular entre el pueblo.

 

Cuando Atemu se iba sus ojos violáceos se encontraron con la figura del rubio que se dirigía de la cocina al cuarto de su martirio nocturno y le interceptó.

 

¡Debo hablaros!—le dijo.

 

Entonces la mirada altiva del antiguo príncipe se hizo presente y le contestó—Nosotros no tenemos nada de que hablarnos--.

 

¡Os equivocáis de pleno! Cuando ayudé a haceros prisionero no pensé que este fuera vuestro destino. Pensé que os tratarían…--trató de explicar lo inexplicable el otro.

 

¿Qué? ¿Dignamente?—le cortó el ojos mieles.

 

Como a un guerrero y un príncipe—le respondió el tricolor.

 

¡Ja! O sea que pensabais que me matarían dignamente—aclaró el rubio con una cínica sonrisa asomando en su rostro. –Solo vos os hacéis esas ilusiones con Roma. Un enemigo para Roma no es alguien digno de ser tratado de acuerdo a ninguna norma. El vencedor jamás obedece a ninguna regla—añadió.

 

Una duda se hacía palpable en la mente del egipcio mientras el otro hablaba y preguntó--¿Y cómo está vuestro romano?—

 

Entonces el príncipe intentó golpearlo pero fácilmente el otro le detuvo comprobando que ya no poseía la fuerza de antes mientras en los ojos mieles descubría que allí escondida permanecía la fuerza de antes.

 

¡Jamás vuelvas a mencionarle! El es demasiado digno para ser mencionado por la boca de una rata—dijo casi escupiéndolo Ácato.

 

El odio hacia el castaño hirvió de nuevo. De alguna manera el malnacido seguía vivo. La actitud del otro se lo decía y también anunciaba que toda su fuerza de espíritu estaba centrada en adorarle.

 

¡Tened cuidado en como me habláis! No sea que un infructuoso accidente se lleve la vida de vuestro amado—dijo con mirada venenosa el de ojos amatistas. Para su sorpresa el griego no se inquieto ni un poco. Al contrario, sonrió ampliamente.

 

Estoy seguro de que si hacéis algo como eso vuestra amistad con el César se acabará de inmediato. Así que cuidad de vuestra lengua porque ella puede convertirse en la causa de vuestras desgracias—le dijo el rubio y entonces el antiguo amigo supo que la razón de que el “León” permaneciera tan sumiso tenía nombre y apellido y odió mas que nunca a Marco Julio Plineas.

 

Al entrar en el dispuesto cuarto para sus encuentros Tulio Aurelio ya se encontraba ahí. Permanecía desnudo extendido en el lecho.

 

¿Qué os ha demorado?—preguntó.

 

Es culpa de vuestra visita. Me ha interceptado y no me dejaba venir a vuestro encuentro. Al parecer él quiere lo que vos poseéis—dijo el esclavo.

 

Los ojos del mayor se estrecharon con enfado. Pensándolo bien el traicionero egipcio podía ser más un problema que un aliado. Podía ser comprado por alguien y volverse en su contra como ya lo había hecho con su amigo de la infancia.

 

Tanto tiempo en presencia del mayor le había enseñado los ardides de la política. Como engañar a alguien para que se encargue de algo que te asola sin que se entere que te hace un favor y que esta siendo víctima de un ardid.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Atemu se encontraba en su nueva casa pensando en el significado de las palabras de su ex amigo cuando un tropel de soldados entró de golpe empujando a sus sirvientes y le agarraron de los brazos con claras intenciones de llevárselo.

 

¿Qué hacéis? ¡Soy un aliado de Roma! El propio César ha de enfadarse con vosotros si…--no pudo terminar su declaración pues uno de los soldados le interrumpió.

 

¿Con que el propio César, no? Pues para vuestra información bastardo el propio César ha ordenado vuestra detención por conspiración contra la República así que vos veréis como arreglaréis vuestra delicada situación, señor amigo del César—le dijo divertido éste.

 

Es así como el egipcio volvió a verse cara a cara con el ex Centurión Marco Julio de la manera menos pensada para él.

 

Cuando tiraron en medio del patio de las barracas para los habitantes del circo al egipcio los ojos azules del castaño se abrieron con estupor primero para después entrecerrarse mostrando su profundo desprecio por el que se presentaba ante él.

 

En seguida se dirigió a él con claras intenciones de matarle con sus propias manos pero su hermano que percibió en su cara su intención se interpuso en su camino y le detuvo pues las riñas entre prisioneros estaban prohibidas y de haber su hermano cometido su propósito le esperaba un duro castigo de cien latigazos.

 

¡Cálmate hermano!—le llamó a la razón el menor de los Plineas. –Ya tendrán tiempo vuestras cosas en la arena—añadió mientras ambos enemigos se fulminaban con la mirada.

 

 

 

 

 

 

El César debía presentarse en el circo los Dominus Dei como ceremonia para que los dioses fueran favorables a tener un gran espectáculo y al verlo sentado allí los hermanos hijos del famoso general romano Plineas se dieron cuenta de lo que había sucedido.

 

Mirando altivamente al que estaba coronado por laureles en señal clara de su nueva posición el castaño dijo—Con que esa cucaracha ha logrado lo que deseaba--.

 

Parece que la diosa fortuna le favorece hermano—dijo con pesar el menor.

 

Pero esa diosa es voluble como toda mujer y tanto te quiere un día como te desecha al siguiente. Y cuando ese día llegue yo estaré allí para ocuparme de ese bastardo—sentenció Marco Julio y de pronto sintió un empellón.

 

César Augusto empujó a su hermano mayor cuando vio como armado de espada se acercaba Atemu dispuesto a matar al distraído Plineas por la espalda.

 

Desgraciadamente su espada hirió al menor.

 

Su hermano se acercó ahora totalmente alerta, con la mirada fija en el egipcio, y le preguntó como se encontraba a lo que este respondió que bien.

 

¡Acaba con esa rata traicionera!—lo instigó el pelinegro a lo que el castaño asintió con vigor. Eso no estaba en discusión.

 

¡Este será vuestro último día en la tierra!—dijo el egipcio.

 

Con tantas veces que lo habéis intentado y  no habéis aprendido de vuestras desgracias. Sois un regalo de los dioses para mí. Antes, cuando solo yo estaba prisionero aquí, erais inalcanzable para mí, pero ahora habéis sido traído a mi presencia por la diosa justicia para liberar al mundo de vuestra asquerosa presencia—dijo el ex Centurión.

 

Arriba en las gradas dos ojos mieles no se separaban de ambas figuras. Estaba feliz por su amado. Tendría su venganza y él también sería vengado.

 

Eso es lo que vos creéis sin duda pero yo os enseñareis que estáis equivocado—dijo el ojos violetas antes de arremeter contra el castaño que haciéndose a un lado tomo por el brazo al egipcio y le tiro al suelo para poner la punta de su espada en su garganta.

 

¿Y? ¿Qué esperáis para matarme?—preguntó el tricolor.

 

¡No sois digno!—dijo con cara de asco el ojos azules habiendo meditado eso, retiro su espada y se alejó.

 

Los ojos de Atemu se estrecharon ante la suma afrenta pues había sido desechado por el otro como enemigo alegando que no valía la pena ensuciarse las manos con su sangre.

 

Se levantó dispuesto a arremeter con su espada por la espalda del otro nuevamente.

 

Ácato desde su punto de visión se acongojó. El egipcio mataría a su amado.

 

Ambos habían olvidado por el momento de que trataba todo aquello pero el frío acero que traspasó el pecho de Yami se lo recordó a ambos. Ese era el circo romano y esa era una batalla por la supervivencia en que el descuidarse por un momento traía fatales consecuencias como pudo comprobar el egipcio que traspasado por una espada enemiga de un desconocido al que no le importaba para nada su reyerta con el castaño aprovechó la oportunidad para liquidar a otro posible rival.

 

Y así murió Atemu. Por un simple desconocido. Sin la gloria de que fuera batallando, o en un honroso duelo. Murió asesinado traicioneramente como él había querido asesinar. Por un desconocido que se llevo así no solo su vida sino toda honra que el hubiera podido reclamar. Llevándose así toda victoria que podía haber tenido sobre su enemigo de ojos azules.

 

Ácato sintió algo de pena por la muerte tan desgraciada de su amigo pero eso era la mas justo tanto a sus ojos como a los de sus dos amigos que miraron lo sucedido como se mira un accidente al pasar y siguieron con su lucha sin dar ni un vistazo mas al cuerpo inerte del egipcio que siguió ahí tendido por el resto de la contienda hasta que finalizada esta recogieron sus huesos que sirvieron de alimento a los leones del circo.

Notas finales:

GRACIAS POR LEER

QUIEN QUIERA

DEJE REV

EL QUE NO LO DEJE

IGUALMENTE GRACIAS POR SU COMPAÑIA

MATA NE

^^


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