In search of the Truth
III
Había pasado casi una semana en que Jackie no tenía mucho contacto con Louis. Vivian en la misma casa, desayunaban juntos y compartían la cama al dormir, sin embargo Lou desaparecía toda la mañana. Llegaba por las tardes al refugio, "preparaba comida" para él y para Jackie, y luego de eso, desaparecía nuevamente para llegar muy tarde a dormir.
En esos momentos, Jackie se encontraba descansando sobre una enorme roca que dividía las calles de ese sucio vecindario de la improvisada "cancha" de futbol. El partido de esa tarde había sido bastante largo y cansado, quedando el marcador en 20-17, a favor del equipo contrario. Los jugadores y los demás niños comenzaban a regresar a sus casas. Eran aproximadamente las 5 de la tarde. Anne, la chica pelinegra de ojos oscuros, se acercó al pequeño.
- Louis no jugó otra vez... Y no le he visto en varios días. ¿Sabes dónde estará? – Le pregunto ella.
- No ha hablado conmigo. Tal vez tiene más amigos…
- ¿De otro barrio? No lo creo. Pero bueno, le había traído un emparedado, pero como él no está, ¿Por qué no te lo comes tú?
- ¿De verdad? ¡Muchas gracias!
El rostro de Jackie se ilumino y tomó rápidamente la comida. Anne reía al ver como al comer se llenaba de migajas toda la carita.
- Bueno – continuaba hablando ella – será mejor que me vaya. Te veo luego.
- Sí, y gracias por la comida.
Ahora Jackie se encontraba solo. Pensó en ir a visitar a Nana, pero recordó que a esas horas ella seguramente estaría trabajando. No le daban ganas de ir al refugio, pues sabía que Lou no se encontraría ahí. Se levantó de aquella piedra y comenzó a caminar.
Todas las personas (o la mayoría de ellas) se conocían en ese lugar, se trataban como si fueran una gran familia, y se cuidaban de personas ajenas, pues era un barrio pequeño, pero a Jackie lo que le gustaba, era ir a la ciudad, donde el olor era agradable, y no había basura tirada en los alrededores. Donde las casas estaban en buen estado y eran bastante coloridas. Donde al pasar, los vendedores regalaban pequeñas probadas de comida, y lo que más le gustaba, era pararse enfrente de las tiendas de ropa y observar los maniquíes luciendo prendas de hermosas telas y diferentes diseños, y pensaba que eran prendas tan bellísimas que harían verse muy hermosa a una muchacha sin gracia.
Caminó y caminó hasta que llego a una calle en la que nunca había estado. Era larga, y tenía muchos restaurantes y cafés. Afuera de los locales, se apreciaban muchas sillas y mesas con sombrilla. El olor a chocolate caliente y pan recién horneado inundó la nariz del pequeño y decidió adentrarse más en aquel lugar. En el centro de la calle había una especie de parque, con figuras metálicas altas acomodadas entre los árboles y arbustos. A Jackie les recordaban a los maniquíes de las tiendas, pero sin ropas. Algunas de aquellas figuras tenían rostro y cabello, pero todo hecho del mismo material. Unas le parecían tan reales que se preguntaba si se moverían cuando nadie las observaba. Una extraña voz le sacó de sus pensamientos:
- ¿Te gustan las esculturas?
Jackie lo observo unos momentos. Era un muchacho, calculó que sería apenas más grande que Louis, quizá de unos 16 o 17 años. Rubio igual que él, pero de ojos miel. Alto y delgado, y lucía ropas bastante elegantes.
- ¿Esculturas? – pregunto Jackie
- Así es como se llaman
- ¿Por qué?
- Viene del latín.
- ¿De dónde?
El muchacho le sonrió y continúo hablando
- Es una lengua muerta
- Y ¿de quién era? – pregunto nuevamente el menor con un rostro notablemente confuso y a la vez asustado
- Un lenguaje que ya no se habla. – le explicaba aquel muchacho con tranquilidad.
- Ah… ¿Por qué?
- Es bastante antiguo
- Ah…
Una nueva risa se escuchó de los labios del mayor.
- ¿Te gustaría algo de tomar?
Jackie lo pensó por un momento, pero aceptó finalmente. Entraron a un pequeño café. Jackie pidió una malteada y el muchacho un café. Conversaron un largo rato. Jackie supo entonces el nombre del muchacho: Kale.
Pasaron alrededor de 3 horas, tuvieron que pedir un postre para poder seguir sentados en aquellas sillas verdes del pequeño local. Jackie le preguntaba a Kale muchas cosas y éste mostraba sus conocimientos. El menor no comprendía la mitad de lo que Kale le explicaba, pero no había problema, pues sentía que era bastante entretenido charlar con él, ya después le preguntaría a Louis. La noche había caído ya. Un hombre mucho mayor que Kale apareció y le dijo “Amo Kale, será mejor irnos ya”. Se despidieron y Jackie regresó al refugio.
Se encontró con Louis ya dormido y un plato de comida en la pequeña mesita que tenían. Jackie se recostó al lado de su “hermano mayor” sin hacer demasiado ruido. Le besó la mejilla y se quedó dormido.