Capítulo XXXIX.
Guerra contra la sangre.
Tan solo dio la orden la batalla dio inicio, los veía chocar unos contra otros, arremetiendo con todas las fuerzas posibles, los lobos a la izquierda y derecha, los demonios en el aire para prevenir cualquier ataque aéreo y los vampiros, que superaban a casi todos en número en medio, él mismo al lado de Vialer y sus hermanos, gracias al armadura había librado algunos golpes que bien hubieran podido matarlo, presa de la sensación de peligro que siempre lo abrumaba acababa de separar a un cazador, habían manchas de sangre seca en su rostro y el campo de batalla empezaba a humedecerse por la cantidad de sangre que sus ocupantes derramaban. Nicolás se sintió morir en medio de tanto dolor, podía ver a los seres que luchaban desperdigados por el piso, sufriendo heridas mortales, abandonado a sus seres queridos por un capricho del destino, entonces lo vio, el señor de la luz sobre una de las rocas del lugar, vestido de blanco y a su lado, un hombre encapuchado, no se podía controlar más, el dolor de los que se morían a sus pies lo cegaba y perdió el control antes de que Val alcanzara a tomarlo de la mano.
—¡Nicolás! —Pero no escucho su nombre, si no el llanto de los que se quedaban solos, las madres sin hijos o esposos, los conyugues viudos y los descendientes huérfanos. El dolor y su melodía fantasmal en el chocar de espada contra espada—¡Regresa Nicolás!
Esquivo a un par de cazadores y blandió el arma contra Correlli, el castaño le sonrió antes de que el encapuchado detuviera el golpe y lo enviara al suelo ensangrentado de una patada, pero en lugar de replantear su posición en medio de la línea enemiga, impulso su cuerpo de nuevo con la intención de matar al hombre que inicio con el infierno para los de la noche.
Y el encapuchado una y otra voz lo regresaba al fango escarlata, la armadura empezaba a pesar mucho por la cantidad de tierra que se le pegaba y Nicolás no lo sentía, solo quería acabar con la guerra.
—¡Él confió en mí! —Grito golpeando al encapuchado con la rodilla en el estómago y mandándolo algunos metros lejos de Correlli—¡Y yo le prometí a la noche salvar a sus hijos!
Nicolás ya sentía al señor de la luz muerto por su espada, estaba tan concentrado en su objetivo que no alcanzo a ver al hombre que había golpeado detrás suyo y fue tarde cuando las manos pálidas le rodearon por la espalda y lo apresaban en una llave, por el dolor soltó la espada provocando una risa de burla en el máximo cazador.
—No prometas cosas que no puedes cumplir, ¿Sabes? De ser así te hubieras rendido en el principio y muchos no estarían muertos ahora…—Con una señal de sus dedos tersos el encapuchado giro a Nicolás para que apareciera el panorama desde lo alto—… pero de todos modos morirán, sin tu ayuda.
Las lágrimas granate se escaparon de los zafiros del rubio, en la delgada línea del horizonte Vialer, Val y Noa luchaban por alcanzarlo, Vyaron junto a Chia buscaban mantenerlos alejados de algunos heridos mientras Maley aplicaba a toda velocidad sus habilidades sanadoras junto a sus hermanos, daban todo de sí y él pobremente viéndolos sufrir, agacho la cabeza, seguramente Misho se decepcionaría al notar lo que no era capaz de hacer, decidido le asesto un cabezazo al hombre que lo mantenía cautivo, lo alejo lo suficiente como para correr hacia el castaño e intentar apuñalarlo, pero camino a Correli todo ruido quedo aniquilado, una exclamación general marco un cese de fuego y las miradas de múltiples colores quedaron pegadas a la figura en el piso que se sostenía el rostro y a la cual se le había caído la capucha por el golpe que le dio el rubio.
Noa fue el primero en reaccionar, atravesó el campo hasta llegar y se precipitó sobre el extraño, una sonrisa blanca y un par de ojos violetas le recibieron mientras el hombre se alzaba de un salto y llegaba a Correlli para interponerse ante Nicolás.
El cazador de la luz sonrió maquiavélicamente poniendo las manos sobre los hombros del pelinaranja cuyo rostro sonriente tomo desprevenido a medio mundo, tenía el cabello más largo y atado en una coleta alta recogiendo los dos mechones que le caían por el rostro y confiriéndole un aire infantil.
—Hijo activa el sello por favor…
—Claro padre. —El pelinaranja se levantó la manga de la camisa de su uniforme de cazador y les dejo ver a los nocturnos el sello que tenía tatuado en el antebrazo.
Val que recién recuperara el habla reconoció el sello que su antiguo consorte tenia, grito:
—¡Nicolás dicta retirada! ¡Moriremos todos si el sello es liberado por completo!
El rubio retrocedió aun centrado en ese rostro risueño hasta chocar con Noa en símiles condiciones, giro sobre sus talones y tomando de la mano de su primo vocifero:
—¡RETIRADA!
Siendo seguido por la voz de Linca y Seijaku, los soldados tomaron a los heridos junto a algunos caídos y emprendieron la marcha hacia la cuidad de la eterna noche donde el sello nos los alcanzaría, Nicolás apresuraba desde atrás a sus mesnadas pero Noa no podía dejar de ver al vampiro o al que se parecía mucho a su vampiro, el pelinaranja conjuraba un pentagrama que se extendía, conforme el conjuro avanzaba lograba ver como desintegraba los cuerpos de los que no sobrevivieron y quedaron olvidados en el campo de batalla. Traspaso el límite y el sello se detuvo, la tierra fangosa de sangre empezó a arder dificultándoles la vista de los cazadores que quedaban.
—Está vivo…—Susurro—¡Sigue con vida! —Grito sacudiendo a su primo frenéticamente.
Val se les unió separando al eufórico rubio del rey de la noche.
—No te emociones mucho, porque ese hombre aunque se le parece no lo es, Misho jamás hubiera activado el sello contra los de su especie, ¡Es más! ¡Nunca lo activaría luchara contra quien luchara! ¡Ese es un impostor! —Val se desesperó gritando improperios al que hombre que le robaba el rostro a su amigo.
Lograron ver cómo tanto Corelli y el pelinaranja abandonaban el campo como si se tratase de padre e hijo, es que hasta lo parecían.