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GRECIA VS ROMA por desire nemesis

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Notas del capitulo:

Y LLEGO EL FINAL

 

O.-

 

 

 

Ácato sintió algo de pena por la muerte tan desgraciada de su amigo pero eso era lo más justo tanto a sus ojos como a los de sus dos amigos que miraron lo sucedido como se mira un accidente al pasar y siguieron con su lucha sin dar ni un vistazo más al cuerpo inerte del egipcio que siguió ahí tendido por el resto de la contienda hasta que finalizada esta recogieron sus huesos que sirvieron de alimento a los leones del circo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Estaban junto a la fogata después de un día agotador. Estaban tristes los tres pues no veían nada bueno en su futuro. El día anterior la cuádriga del pelinegro se había accidentado y por poco evitó ser arrollado por la que venía detrás.

 

De seguro en el futuro podía sucederle algo similar con resultados más tenebrosos. César  Augusto miraba con ojos angustiados a su amado ex Centurión para mirar después a su hermano con pesar, también él lo tenía difícil en cada combate y más con la ansiedad que le provocaba el haber visto al príncipe y ahora no saber nada de él. Se sentía un poco mal por el futuro que le deparó a su amigo ante sus ojos pero nada podía hacer para consolarlo si no lo veía y era eso lo que más echaba en falta.

 

Hubo un revuelo en el patio de las barracas cuando de pronto entro una tropa.

 

¿Quién es Mássimo Antonio Nereus?—preguntó un Decurión muy bien plantado.

 

El nombrado miro un poco nervioso a su amado Plineas y se levantó para contestar--¡Yo!—

 

El Decurión se adelantó hacia él y le dijo— ¡Vos venís conmigo!—

 

El pelinegro bajo los ojos y le siguió, no sin antes lanzar una última mirada a su amado y a su hermano.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Un día antes…

 

Casius era ahora un reconocido pretor. A sus compañeros les había costado aceptar al taciturno ex Centurión como un miembro más de la Guardia Pretoriana pero al fin, a regañadientes, lo habían hecho.

 

Es por eso que estaba solo en la antesala del salón en que el César revisaba documentos que había recibido con el mensajero que los traía y uno de sus más allegados centuriones.

 

Los dos acompañantes del sumo regidor de Roma se marcharon después de mucho tiempo conversando con este y planeando futuros movimientos militares en la península de Iberia. Cuando vio su momento llegado el nervudo y cetrino pretor entro en la sala con paso decidido y acercándose a este le vio mirarle inquisitivamente pero esto no distrajo su atención e hizo lo que estaba planeado.

 

Los pretores eran los únicos investidos del poder de portar armas frente a las autoridades de Roma. Por tal razón Casius estaba armado y no le costo mas de un segundo el desenvainar su espada y atravesar con  ella el pecho del sumo regidor que le miro con atónitos ojos.

 

 

¿Por qué?—pregunto este casi sin voz.

 

El que a hierro  mata a hierro muere, César. Vivisteis acumulando odio pero nunca pensasteis que este os alcanzaría—dijo el pretor.

 

Así murió Tulio Aurelio Sacras de las familias más dignas de Roma. Asesinado de la misma vilipendiosa manera en que tantas veces se había deshecho de sus enemigos. El odio es como la muerte, siempre te llega. Y a él como le dijera el Pretor le alcanzó finalmente.

 

 Después de que este cayera inerte a sus pies Casius se acercó a la ventana y silbó cual pájaro nocturno, pues el sol ya había caído. Una figura se movió rápidamente de la espesura de los jardines que rodeaba la construcción hasta la ventana en la que el pretor estaba por la que entro a la habitación alarmándose de inmediato ante el cuerpo que en esta yacía.

 

Matedoto no esperaba ver lo que vio y no lo vio por mucho tiempo ya que una certera daga recorrió su cuello mientras le daba la espalda al pretor que lo había conducido, ahora el sabía, hacia una trampa.

 

El ladronzuelo fue buscado días antes por el pretor bajo instrucciones de su aliado y le instruyó a este de que fuera a esa casa y esperara en los jardines, a los cuales accedería de determinada forma, que él le explicó, para no ser visto y allí esperaría a la llamada de Casius que sería en forma de canto de ave.

 

El pretor le dijo que se trataba de una tarea muy sencilla y muy bien paga. Robar unos papeles y entregarlos a un hombre que los esperaría en los baños públicos “Eurípides”.

 

Con los dos hombres ahora muertos el miembro de la Guardia Pretoriana puso su espada en la mano del ladrón, esta no era la suya sino una que él había entrado con ese propósito y recogió la suya en la antesala donde se apostó como estaba antes y fingió no saber que dentro de esta yacían dos muertos hasta que alguien más quiso ver al mandatario de Roma.

 

Entro y se halló sorprendido ante la escena en apariencia y el Senador que esperaba audiencia fue asustado por las declaraciones del guardia que como demente saliera de la habitación.

 

Un gran escándalo se formularía en Roma en las horas siguientes al suceso. La gente movida por el pánico empezó a insinuar que el gobierno era endeble ya que el César había sido muerto en su propia sala y que ni todo su poder pudo salvarlo de un ladrón común o un vil y solitario espía.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Nerón Aurus Nereus era un  sosegado y tranquilo hombre en apariencia. De no saberse su pasado victorioso en las gestas de octubre junto al Africano, cierto general romano que venció al renombrado general cartaginés Anibal, por lo que recibió tal mote, jamás se lo pensaría como un hombre capaz de tomar el liderazgo de esos veinte hombres allí presentes, de pasado militar como el suyo.

 

A sus cincuenta años Nerón Aurus ya era considerado como un patriarca mayor, miembro de tiempos augustos de la eximia Roma. Probablemente sería su última vez en los escaños de la República. Y su desgracia sería más caprichosa que la del resto de su generación pues sus descendientes o estaban muertos o habían caído en el lodo de la ignominia.

 

Aún así se percibía el respeto de los que le rodeaban al ser uno de los recuerdos vivos más importantes de la victoriosa Roma.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

A Casius Teodorico Malenota le encantó la nueva provincia a la que fue enviado. En ella fue recibido como un  rey y se alojaba en la mejor finca que jamás viera en las praderas Ibéricas, rodeado de viñas. Agradecía a su nuevo César su nueva posición y sus posesiones. Mas que un precio justo por ayudarle a arribar a su nuevo puesto, por deshacerse de un enemigo y resolverle cierto problema.

 

Esa noche se acostó ebrio de felicidad y poder con dos esclavas nubias. Pero no alcanzo a hacer nada porque un fuerte dolor se apoderó de él de tal manera que se dobló en si mismo mientras sentía en sus entrañas un fuego abrasador.

 

Así murió Casius Teodorico Malenota. Víctima de la poderosa cicuta que alguien había mezclado con su vino.

 

Nadie sabría los secretos que él se llevaba a la tumba.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Padre—dijo Mássimo Antonio al verse de pronto liberado ante su progenitor. Su cabeza daba vueltas pues no se imaginaba porque este se hallaba sentado en el sillón del mismísimo César.

 

¡Os he liberado usando mi nueva investidura!—dijo Nerón asombrando a su hijo.

 

¿Qué… que…?—preguntó el atónito joven.

 

No creo que vos con toda vuestra inteligencia no logréis colegir de mis palabras lo que en Roma ha sucedido—exclamó el mas grande de los Nereus allí presente. – ¡Idos Centurión! ¡Os agradezco que halláis traído a mi hijo!—añadió. Después de una reverencia este se retiró con sus soldados.

 

He de deciros hijo mío que esperaba que esta noticia os complaciera—dijo algo consternado el nuevo César.

 

¡Y me complace grandemente padre!—aseguró el menor de ambos. –Es que me ha tomado por sorpresa ya que nunca pensé que vos, considerando la situación en que yo os había puesto, fuerais considerado para tal cargo—explicó Mássimo Antonio.

 

Vos no me habéis complicado de manera alguna noble hijo porque siempre estuve seguro de que lo que pasó fue culpa del taimado Tulio Aurelio que buscando mi caída perpetró el vil acto de dañaros públicamente—dijo el padre.

 

Sintiendo algo de vergüenza el joven respondió—No del todo padre. Si bien él si quería deshacerse de vos a través de mi, temo que yo le di la excusa perfecta al intentar acabar con su vida utilizando a Marco Julio como mi arma—

 

¿Por qué lo habéis hecho?—preguntó Nerón.

 

El de ojos verdes miro fuera por la ventana—Es un poco difícil de explicar—afirmó.

 

¡Tenéis todo el tiempo de vuestro César!—contestó el otro.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Trataba de pensar en positivo, de que su mente no elucubrara terribles explicaciones al hecho de que se llevaran a su ex jefe y amante. Cada vez que el portón se abría su corazón se detenía y sus ojos buscaban ansiosos la causa de sus desvelos. Pasado medio día sin saber que sucedía los nervios le traicionaron y casi terminó yéndose a las manos. Gracias a su hermano se liberó de tal situación.

 

Sé como te sientes, lo sabes—dijo Marco Julio a su hermano menor. César Augusto sabía que así era. –Trata de no pensar por adelantado en lo que le ha sucedido a Mássimo Antonio. Esperemos lo mejor—añadió.

 

Esa noche mientras todos dormían unos soldados penetraron en las barracas y se llevaron a los hermanos sin despertar a nadie más. El menor de los Plineas estaba temeroso y a la vez impaciente por saber que sucedía porque presentía que tenía que ver con su amado ex Centurión.

 

Estaba oscuro en esa despoblada parte de Roma que estaba casi afuera de esta. Ahí esperaban tres soldados y un hombre vestido como un ciudadano pero se advertía su pasado militar por su porte noble.

 

Cuando ellos, subidos en sendos caballos, arribaron al lugar con los soldados que les escoltaban se hallaron ante Mássimo que les saludó prontamente.

 

Me alegro que hayáis podido venir sin percances mediante—dijo.

 

Sabía que se trataba de vos—exclamó sonriente el más joven Plineas.

 

El otro sonrió y luego explicó—Mi padre ha asumido el mando de la República y me llamó a su lado. Vosotros seréis liberados aquí y ahora con la condición de que os vayáis y nadie más sepa de vosotros—

 

Un helado soplo se apoderó del pelinegro más joven. Eso significaba que se separarían para siempre. Estaría libre pero sin Mássimo. El susodicho leyó en sus ojos lo que le afectaba y quitó su mirada de él para fijarla en el castaño.

 

Lleváoslo y cuidad bien de él, como vos ha tenido una dura vida—dijo el de ojos verdes.

 

El mayor asintió. Lo sabía perfectamente pero no había necesidad de aclarar.

 

Para vuestro viaje he traído avituallamiento—dijo el Nereus señalando unas mulas cargadas. Luego miro tras ellos y agregó—Y solicite algo de compañía a mi padre para que su trayecto sea más soportable—

 

¡No necesitamos más soldados!—exclamó Marco Julio algo molesto.

 

Yo estaba pensando en una compañía más real—dijo enigmáticamente el ojiesmeralda.

 

De pronto Marco sintió que su corazón se detuvo. ¿Sería lo que el estaba pensando?

 

Volteó y allí, erguido sobre un corcel blanco estaba. Un príncipe griego esclavizado que le miraba con esos ojos mieles que le fascinaban.

 

Es mejor que os vayáis antes de que alguien más se entere y os detenga. Mi padre prometió que os dejaría ir siempre y cuando fuera rápido—dijo el joven hijo del César.

 

A cada paso el pesar hacía presa del corazón de César Augusto. Sus manos se cerraban con fuerza sobre las riendas del corcel que lentamente lo alejaba del ser que más amaba.

 

Desde lejos el hijo del gobernador de Roma admiraba las espaldas de los tres que alejándose estaban. Después de interminables minutos de pelear consigo mismo dio vuelta a su caballo y ordenando a los soldados volver azuzó a su equino.

 

Veinte metros mas adelante no pudo más consigo mismo y girando de nuevo a su corcel le azuzó con ganas para galopar hacia el grupo que ya muy lejos estaba.

 

Cuando sintió el galope acercarse el corazón del joven Plineas se aceleró y tirando de las riendas miró sobre su hombro. Los demás también lo hicieron. –Pensé que…--dijo.

 

Mi padre es un hombre muy inteligente. Lo entenderá—afirmó el Nereus sonriendo y el otro le respondió de igual manera.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Una fogata.

 

Dos tiendas.

 

Dos pares de amantes.

 

Y la luna como fiel testigo de su amor.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Los labios de Ácato recorrían los de Marco Julio con la desesperación propia de un amante en celo que solo desea fundirse con el cuerpo del otro.

 

Las manos del romano recorrían ansiosas el cuerpo dorado de su griego, desnudándole. Era un amante gentil y precavido pero el deseo de ambos hacía casi imposible el detenerse a pensar en la forma más delicada de hacer el amor.

 

Cuando el ardor estaba en su punto más álgido el castaño dijo—Mío, eres solo mío—

 

Si, tuyo. Soy tu amante, tu amante cautivo—le dijo el rubio entre beso y beso.

 

Luego de terminar, con los cuerpos agitados tratando de reponerse se abrazaron y quedaron dormidos. Mientras en la tienda de al lado pasaba lo mismo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

                 Fin

Notas finales:

ESPERO LES GUSTARA COMO TERMINE MI FIC

MI COMPU ESTARA EN CTI ESPERO QUE SOLO UN RATO

PERO TARDE O TEMPRANO NOS VEREMOS DE NUEVO

ESPERO ANSIOSA TAL OCASION

COMO RUEGO POR SUS REVS

NO SEAN MALOS

HE DEDICADO MI ALMA A ESTA CREACION COMO A TODAS LAS DEMAS

BESOS A YANI

A ONE CHAN

A PHANTA

A SWEET QUEEN 

Y A TODOS LOS DEMAS

MATA NE

^^


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