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TRAICION Y ATRACCION por desire nemesis

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Sus caras quedaron a centímetros la una de la otra y el castaño solo dijo—Más vale que mañana no digas que esto fue un error—

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

7

 

 

 

Fue un mes tempestuoso. Lleno de noches en que la lujuria no dejaba de apresar en sus brazos a los dos. John comprendió que Marcus iba en serio cuando cambió su horario de trabajo para que coincidiera con el suyo aunque entonces era menos movido y no percibía las propinas que por las noches.

 

Cuando se reencontraban se miraban a los ojos y de inmediato todo empezaba. El castaño se sentía enviciado con los agudos gemidos  y la tersa piel del ojos azules. Mientras que el otro se quedaba como hipnotizado por los oscuros del barman.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Una noche en que los cuerpos de ambos desatados de nudos terrenos confundieron de pronto la mente del contador a tal punto que de sus labios escapó la tan valorada frase.

 

Estaban por llegar al clímax sonó bajo pero totalmente audible.

 

Te… te amo—dijo John.

 

Los ojos del castaño se abrieron con estupor y un momento después mostraron felicidad. En un impulso abrazó fuerte al otro y luego le estampó un beso pasional que John correspondió luego de un momento con el mismo vigor. Sus labios solo se separaron para que el barman contestara—Yo también te amo—

 

Esa mañana el castaño despertó primero y cuando el otro abrió los ojos  se encontró con los mieles observándolo fijamente, por lo que se sonrojó. El  más joven acercó su cara a la del otro y le dijo con voz grave—No piensas parar de provocarme. ¿Cierto?—Antes de que el otro le contestara agregó—Pero por ahora no puedo. Sino llegaré tarde a la universidad—luego se irguió sobre la cama, se sentó a un lado y comentó—Esto me está matando. Si seguimos así nos internarán—luego volteó y sonriendo preguntó--¿Te  traigo el desayuno a la cama bombón?—

 

Molesto de pronto John se irguió en la cama pero aún los colores delataban su incomodidad. --¿Cómo crees? Ya estoy grandecito para que me traigan el desayuno a la cama y además no me digas así—exclamó el rubio.

 

¿Así cómo?—preguntó fingiendo ingenuidad el ojos mieles.

 

¿Me tomas el pelo?—preguntó el rubio y al ver la cara del otro esta vez exclamó--¡Me tomas el pelo!—

 

Es que me encanta verte así—dijo el sádico universitario.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Alguien golpeó a la puerta un rato después de que Marcus se fuera. John se preguntó si el otro había perdido la llave que le diera. Entonces miró por la mirilla e impactado dio dos pasos hacia atrás. Despacio, como queriendo que lo que estaba tras ella no fuera cierto, abrió la puerta. Allí estaba ella con su larga cabellera negra y su cutis perfecto.

 

¿Christine?—preguntó el contador.

 

¡Quería saber si estabas bien!—exclamó ella, parecía algo apenada. –John, siento como pasaron las cosas y quería decirte que… si esa mujer no es tan importante como yo creí tal vez tú y yo podríamos… podríamos volver—añadió.

 

¡Christine yo…!—trató de responder él sin en verdad encontrar las palabras para lo que quería decir.

 

¡No digas nada!—le dijo ella. –No es necesario que contestes ahora… solo piénsalo—agregó antes de desaparecer casi corriendo.

 

John se la quedó mirando.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Fue a bañarse a su apartamento. Desde que empezó a compartir su vida con el contador, Marcus le había aclarado a Christine que él salía con alguien que tenía vivienda propia y que iba a quedarse con esa persona por un tiempo. Ella había aceptado su nueva situación de inquilina de Marcus y le aseguró que pronto conseguiría vivienda propia.

 

Es por eso que cuando él salió del baño y quedaron frente a frente ella lo miró muy sorprendida y luego sonriendo le dijo--¿Qué? ¿Tu nueva novia no tiene baño en su casa o ya te cansaste de ella?—preguntó Christine acercando mucho su cara a la de Marcus que se alejó un poco de ella. Al ver esto ella se sorprendió y luego rió, para después decir— ¡No te preocupes! ¡No pienso volver a la carga contigo! Además… quizás vuelva con John—

 

El corazón del castaño dejó de latir por un segundo.

 

¿Su John?

 

La miró.

 

 Ella le sonrió. –Si. John y yo hablamos hoy. Y me parece que él está con ganas de volver—dijo ella.

 

 

 

 

 

 

 

Llegó a la casa y abrió con las llaves que John le diera. Entro y preguntó por él.

 

¡Estoy en la cocina!—recibió por respuesta.

 

A paso lento se dirigió allí. Se paró en la puerta y miro la espalda del otro mientras este trajinaba con las cosas. Después de unos minutos el de ojos azules volteó a mirarlo y con el ceño fruncido le preguntó si pasaba algo.

 

Nada. No pasa nada—le respondió. Por dentro le corroía la duda de si el otro le diría lo sucedido con Christine.

 

Esa noche cenaron y Marcus insistió en mirar la tele después. John también necesitaba pensar en sus cosas así que le dejó tranquilo mientras lavaba los platos. Usualmente el otro le ayudaba, pero hoy como en todo estaba diferente. Su mirada fija en él en todo momento durante la cena como si buscara algo escondido dentro de él.

 

Entonces también se puso a pensar en lo más inquietante sucedido ese día. Christine. ¿Qué le había llevado a buscarlo luego de un mes? ¿Sería que había reflexionado y decidido que en verdad lo amaba?

 

Por otro lado estaba Marcus. Estaba empezando algo con él y por extraño que fuera no quería arruinarlo por lo que había decidido no decirle nada. Era lo mejor.

 

Escuchaba los sonidos que escapaban de la cocina mientras pensaba en los tantos porqués que el otro podía tener para no decirle lo sucedido con Christine.

 

Pero el que sonaba más fuerte era que lo estaba considerando.

 

Salió de la cocina y miró la espalda de Marcus por un momento. Sonrió ampliamente después de un momento y se le acercó como un gato por la espalda para abrazarle el cuello y besarle una oreja.

 

¿Quieres que vayamos a dormir?—preguntó el rubio.

 

El ceño del castaño se frunció y molesto se levantó deshaciéndose de sus brazos.

 

Se volteó y miró al que estaba del otro lado del sofá.

 

Si. Es buena idea que vayamos a dormir—dijo antes de dirigirse al dormitorio.

 

John pudo ver que en los ojos del otro no había ningún brillo. Cuando llegó al cuarto el ojos mieles se estaba acostando. Cuando él hizo lo propio intentó abrazarse al otro pero este no se movió, fingió estar dormido.

 

Las dudas rondaban las cabezas de ambos.

 

 

Pasaron varios días y nada dijo John a Marcus de la propuesta de Christine. Un día se pusieron a discutir por algo insignificante que detonó el conflicto entre ambos.

 

¿Cómo pudiste olvidar algo como esto?—preguntó el contador.

 

No es nada importante—repuso el barman de mal talante como todos esos días.

 

¿Nada importante?—preguntó el rubio incrédulo y molesto. --¡Es la factura de la hipoteca! Si me atraso en esto podrían quitarme la casa—casi gritó.

 

No importa. Al fin y al cabo tenemos mi apartamento. ¿No?—preguntó el castaño para asombro del otro. En verdad no se había olvidado de la factura sino que era su venganza por el silencio del ojos azules.

 

¿Estás escuchándote? ¿Qué diablos te pasa? ¡Hace días que estás así! Pensé que con el tiempo se te quitaría pero veo que no. ¡Dime que me ocultas!—gritó desesperado el contador. En el fondo temía que el otro se estuviera aburriendo de esa relación y aunque temía confirmar sus temores, temía más ser engañado nuevamente.

 

La última frase dejó de piedra al ojos mieles. Mientras el otro se acercaba por detrás su furor iba en aumento. ¿Cómo se atrevía a exigirle saber que ocultaba cuando él era el culpable de todo lo que estaba pasando?

 

Bastó que John colocara la mano en su hombro indicando que quería que volteara para hacer explotar su furia. Volteó, pero para asestarle un duro golpe en la mandíbula.

 

¿Cómo se te ocurre preguntarme eso? ¡Tú y solo tú es el que empezó a ocultarme las cosas! Dime… ¿Cuándo ibas a decirme de tu feliz encuentro con Christine y de que planeabais volver?—le gritó fuera de sí Marcus.

 

Los ojos azules se abrieron grandes mientras el corazón del otro se detenía por un segundo, la mano con el papel lo soltó y la otra enjuagaba la sangre que manaba de su labio partido.

 

Lo sabía. Todos esos días lo había sabido. Era la razón por la que desde aquel día no había querido ni tocarlo.

 

¿Cómo no se había dado cuenta?

 

No te lo dije porque nada había que decir—exclamó el contador.

 

¿Ah, si? Pues a Christine le pareció otra cosa—dijo el castaño en contestación.

 

Pues no tengo la culpa si ella pensó eso. Yo no le he contestado porque no me ha dado la oportunidad. Me soltó eso de que podíamos volver y se fue como si nada. ¿Qué querías que te dijera? ¿Que ella me propuso eso y que planeaba rechazarla?—contestó algo molesto John.

 

El otro le tomó por los hombros y mirándolo a los ojos con la esperanza de obtener una respuesta que resolviera sus dudas le preguntó--¿Estás seguro de que ni por un momento se te ocurrió vivir de nuevo con ella?—

 

El rubio le empujó. --¡No soy ese tipo de persona!—contestó.

 

¡Te acostabas conmigo estando con ella!—le recordó el ojos mieles.

 

¡Eso no tiene nada que ver! ¡Yo estaba confundido! ¡Y tú…!—trató de responder.

 

¿Y ahora no estás confundido?—preguntó el barman.

 

Los ojos azules le miraron sorprendidos para después entrecerrarse  mientras que de nuevo lo empujaba para deshacerse, esta vez exitosamente de sus brazos. Entonces el barman se dio cuenta de la respuesta y se acercó de nuevo sin más para acariciar la mejilla y el labio torturados con una mano amable. El otro pareció sospechar otro ataque y retrocedió pero entonces los labios del otro se estamparon con los suyos en un beso demandante mientras su espalda chocaba contra  la pared más cercana. Entonces sus labios se separaron y los del castaño formularon una disculpa.

 

No quise herirte. Es que… no soportaba la idea de que me dejaras—dijo.

 

Los  ojos azules no se apartaron de los mieles ni un momento mientras le decía—No te dejaré—

 

¿Nunca?—preguntó la grave voz del otro.

 

Nunca—repitió el contador. –Me ha tomado un tiempo aceptarlo pero yo… yo soy… tuyo—dijo mientras sus mejillas tomaban rojizo tono.

 

La sonrisa de Marcus no podía crecer más y después atacó de nuevo esos labios que le enloquecían mientras entre beso y beso repitió--¡Mío, solo mío!—

 

Luego aparecieron esos gemidos que le enloquecían y que le llevaron a tomar ahí mismo ese cuerpo que hacía tiempo que no probaba.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Christine tocó el timbre. Llevaba una bandeja de masitas para un café y estaba vestida adecuadamente para ver a un novio que quería reconquistar.

 

Cuando John abrió no le dio tiempo a negarse y entró diciendo—Traje esto para que podamos charlar tranquilos cariño—Se quedó de piedra al ver a Marcus recostado en una puerta, mirándola. Frunció el ceño. –Perdón. Creí que estabas solo—exclamó.

 

No es necesario que finjas. Él ya lo sabe todo—dijo el joven barman.

 

¿Con que derecho vienes a complicarme la vida? ¡Tú y yo ya no tenemos nada! ¡Ni siquiera vivimos juntos ya!—le imprecó ella.

 

Es cierto. Te pedí que te fueras. Por ello es que estas buscando una nueva vivienda como me dijiste. ¿Cierto?—retrucó él y entonces el rubio se dio cuenta de que él había sido solo una solución para ella. No volvía porque lo quería sino porque no tenía donde  más ir. La falta de escrúpulos de Christine no tenía límites. Estaban su amante y novio engañado en la misma sala y ella cubría las apariencias para encontrar alojamiento.

 

Eso lo decidió.

 

¡Por favor Christine, vete de mi casa!—le dijo para asombro de ambos oyentes y alegría de Marcus.

 

¡Cariño, no te dejes engañar por lo que este hombre te dice! Lo dejé porque no era la clase de persona que esperaba. ¡Me robó mi anillo! El que me diste—dijo ella fingiendo.

 

Eso es mentira. ¡Tu lo empeñaste para pagar tus deudas!—respondió el castaño para sorpresa y más decepción del rubio.

 

¡Mentira! Tú lo robaste. ¡Se lo diré a la policía! No había dicho nada porque me guarecías en tu casa pero…--dijo la pelinegra furiosa e indignada porque él se metiera en sus asuntos con John. No tenía derecho.

 

¡Cállate ya!—gritó para asombro de todos el contador. Su mirada era oscura por la furia que le embargaba. Había amenazado a Marcus con la cárcel con tanto descaro. Sabía que el otro decía la verdad. –Él no robó nada. El anillo lo tengo yo. Él me lo dio. Así que ve con tus amenazas y mentiras a otra parte porque yo no quiero verte más por acá—añadió mientras empujaba a la sorprendida Christine fuera de la casa. Después de cerrar la puerta tras ella se quedó mirando esta y respirando trabajosamente.

 

¡Vaya que eres un león cuando te lo propones!—exclamó Marcus dándole vuelta para besarlo y aprisionar su cuerpo contra la puerta.

 

No era justo contigo. Tú tan solo…--dijo el otro con mirada tímida pues no podía creer que él lo hubiera hecho. Eso ameritó otro ataque de esos labios que lo transportaban a la locura.

 

¡Di que me amas!—exigió el posesivo castaño.

 

Te amo—respondió sin más el otro que se dejó llevar a la habitación donde Marcus no pensaba dejarlo dormir en toda la noche.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

            FIN

 

Notas finales:

 

¿LES GUSTÓ?

 

¿QUÉ  PIENSAN DE MI PRIMER ORIGINAL?

 

QUIERO SABER SI LES GUSTÓ PORQUE SOY MUY INSEGURA Y PORQUE YA LO TERMINE

GRACIAS POR LEER Y SALUDOS A TODOS


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