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Hermosos y malditos por Kitana

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Milo caminaba lo más rápido que podía por los oscuros corredores que conducían al ala norte del colegio, donde debía encontrarse con Camus. De haber podido habría evitado verlo de nuevo, pero no tenía opción. Y pensar que en algún momento de su vida lo había considerado su mejor amigo, que había estado enamorado de él. Pero esos eran tiempos pasados, ahora el corazón de Milo solo rebosaba odio cuando  pensaba en el pelirrojo de sus pesadillas.  Detrás de él caminaba Isaac, al chico moreno le divertía la actitud que Milo siempre tenía cada vez que se encontraba con Camus y con cualquier otro. Era como si el chico pensara al mal paso darle prisa, porque siempre caminaba tan rápido como podía y trataba de que las cosas duraran el menor tiempo posible. Aquella noche Milo se sentía particularmente vulnerable, por lo que estaba todavía más hosco que de costumbre.

- Vamos chico, tienes que entrar ahí. - le dijo Isaac al notar que Milo se detuvo en seco sin decidirse a entrar cuando llegaron al dormitorio donde Camus esperaba al rubio.

- Eso ya lo sé, déjame en paz.

- Mira rubio, a mi no me vas a tratar como al resto de los idiotas de la escuela, ¿entiendes? - dijo Isaac sujetándolo de las muñecas, la única respuesta de Milo fue un escupitajo que se estrelló en el rostro de Isaac, quien muy molestó le abofeteo,  habría terminado su labor de no ser porque Camus salió de la habitación.

- ¿Qué está pasando Isaac? - dijo el pelirrojo. Isaac dejó libre a Milo que se quedó parado siendo escrutado por los verdes ojos de Camus.  La sonrisa cínica en los labios de Camus le resultó repulsiva. - Pareces un niño caprichoso Milo, sabes que no tiene caso que te resistas, y hasta me atrevería a decir que te gusta venir a verme, ¿con quien disfrutas si no es conmigo? - dijo Camus. - Lárgate Isaac, yo mismo lo llevaré de vuelta cuando termine con él.

- Pero... Camus...

-Pero  nada, lárgate de una vez y no molestes. Dile a Death que me lo quedaré toda la noche. - dijo Camus, sujetó a Milo del brazo y con violencia le hizo entrar en el dormitorio.  El rubio tuvo ganas de llorar de tan furioso que estaba, pero se contuvo, no iba a darle el placer a Camus de verlo llorar de nuevo. - ¿Me extrañaste durante las vacaciones Milo? - dijo Camus acorralando al rubio contra la pared. Milo cerró los ojos al notar que las manos de Camus le recorrían, pronto los labios del pelirrojo se posaron en la delicada garganta de Milo, sintió los dientes de Camus desgarrando su piel. - No te preocupes... le pagué extra a Death para que me dejara marcarte, además yo hago contigo  lo que se me da la gana porque sin importar cuantos te toquen, sin importar que el idiota de Death te haya quitado la virginidad que yo quería quitarte, tú Milo, tú eres y siempre serás mío, ¿lo oyes? Por siempre y para siempre. - sin ningún tipo de consideración Camus le arrancó la ropa.  La habitación oscura fue mudo testigo de la escena que se repetía constantemente entre esos dos muchachos. Con violencia Camus arrojó a un semidesnudo Milo a la cama. Sin miramientos le arrancó lo que quedaba de su ropa y procedió a desnudarse, Milo ni siquiera lo miraba. Tenía los ojos clavados en el techo, se preguntaba si podría soporta más tiempo aquello. Tenía miedo, no podía negarlo, quizá Camus no era tan brutal como Death o Aldebarán, pero ejercía formas más sutiles de violencia que hacían mella en el espíritu de Milo.  Camus acarició la mejilla de Milo con suavidad.  - ¿Sabes? Este es mi último año en el colegio... pero no te preocupes, estoy seguro que Arles me dejará visitarte de vez en cuando pequeño mío. - los labios de Camus bajaron por el cuello de Milo que se esforzaba por no llorar. Apretó fuertemente los parpados para impedirse a sí mismo llorar. Camus le separó las piernas e introdujo uno de sus dedos en la cavidad de Milo, el rubio se mordió los labios para no gritar de dolor. - No sé como lo haces, pero sigues tan estrecho como la primera vez. - dijo Camus riéndose. - Vamos mi pequeño, muévete como si lo estuvieras disfrutando. - dijo Camus introduciendo otro dedo en Milo, esta vez el rubio abrió los ojos desorbitadamente, le dolía pero  no quiso demostrarlo.  Camus le besaba y le acariciaba. Pero Milo parecía un cubo de hielo en los brazos de ese hermoso y cruel pelirrojo. - Maldita sea, eres más frío cada vez, ¿es que nunca sientes nada? - dijo Camus penetrándole con tanta fuerza que hizo sangrar a Milo.  Camus tomó las rodillas de Milo y le abrió aún más las piernas, el rubio permanecía quieto, con lo ojos puestos en el techo y rogando porque todo terminara lo antes posible.  Como de costumbre, Milo se refugió en la fantasía, en el pensamiento de los ojos azules del chico que le había robado el corazón. Pero una bofetada de Camus le hizo volver ala realidad y sintió como las lágrimas rodaban por sus mejillas. - De nada te sirve llorar pequeño, y tú lo sabes, aunque, ¿sabes? Me excitas más cuando lloras. - dijo Camus con una sonrisa retorcida al tiempo que le imprimía más fuerza y velocidad a sus embestidas.  Camus derramó su semen en el interior de Milo, el rubio había dejado de llorar y le miró con expresión ausente cuando el pelirrojo se levantó de la cama. - Me parece que tú no te excitas con nada, creí que a estas alturas habías aprendido a hacer algo y no solo a tumbarte en la cama y dejar que yo hiciera todo el trabajo.  Si no me gustaras tanto ya habría pedido a alguien más, me aburro de que seas tan pasivo niño. Espero que la próxima vez al menos hagas ruido. - dijo Camus bastante molesto. - Vístete, te llevaré a tu dormitorio. - dijo Camus arrojándole a Milo lo que quedaba de su ropa. El rubio se levanto a pesar del dolor y comenzó a vestirse ante la mirada lujuriosa de Camus que se masturbaba viéndolo vestirse. Milo enrojeció al mirar al pelirrojo desnudo frente a él acariciándose como si la vida le fuera en ello, a veces Camus le daba asco, pero la mayor parte del tiempo le odiaba. - Acércate. - ordenó Camus. Milo se acercó y Camus lo obligó a quedar de rodillas. - Anda chupame, y pobre de ti si intentas morderme de nuevo. - dijo Camus aferrando un mechón de la rubia melena de Milo.  Camus apartó los rebeldes mechones rojizos que se pegaban a su frente y con una macabra sonrisa acercó su miembro a los rosados labios de Milo. - Vamos, abre la boca, no me hagas que te obligue, ¿recuerdas que la última vez que te resististe casi te fracturo la mandíbula? Así que has lo que debes o le pediré a Death que te castigue.  - Milo abrió la boca, sintió como el miembro de Camus, aún empapado en su propia sangre entraba lo más lejos posible en su boca haciéndole daño. - ¿Lo ves? No es tan difícil, si cooperas todo saldrá bien. - dijo Camus con una sonrisa cruel. - Aaah, al menos has aprendido lo que me gusta. - dijo Camus gimiendo de placer, Milo sintió que sus ojos ardían. No quería llorar, se negaba a hacerlo a pesar de lo humillante que era aquello. Tenía los ojos a punto de arrasarse de llanto, pero se negaba a llorar ante Camus, ante el causante de su desgracia.

Milo casi vomitó cuando Camus terminó en su boca. Hizo acopio de fuerzas para poder levantarse y seguir al pelirrojo fuera del dormitorio.  En silencio se dejó llevar por Camus de regreso al dormitorio 79 sintiéndose cada vez más débil.  Comenzaba a tener fiebre, decidió que en cuanto llegara se metería en la cama no sin antes tomar un analgésico.  Al fin habían llegado hasta el dormitorio de Milo, como siempre la luz estaba encendida.

- Te veré después. - dijo Camus, besó los labios del rubio y luego lo empujó hasta la puerta. Milo n pudo menos que sentirse aliviado.  Entró en la habitación y corrió al baño. Vomitó una y otra vez, se sentía fatal.

Se miró al espejo, ese gesto de temor y desolación estaba presente de nuevo. Estaba asustado y lleno de rencor.

- Milo... te buscan. - dijo el pequeño Sorrento después de dar dos golpecitos a la puerta del baño.

- Diles que no estoy, que me morí y acabo de descender al quinto infierno y que ahí soy feliz, que me escape, diles lo que quieras pero no quiero ver a nadie. - dijo Milo tratando de no seguir llorando.

- Pero... es que quien te busca es Kanon... - dijo Sorrento, Milo en seguida levantó el rostro, a toda velocidad se limpio lo mejor que pudo y como no tenía otra cosa a mano se puso la pijama.  Se peinó y volvió a lavarse el rostro, no quería que él viera el desastre en que Camus lo convertía. No pudo evitar sonreír. Kanon lo buscaba, lo buscaba solo a él.  Salió del baño intentando aparentar naturalidad. Sabía que no tenía sentido fingir pues Kanon sabía, al igual que el resto del colegio, de sus actividades nocturnas.

- Hola... este... yo venía para... decirte algo. - dijo Kanon mirando al rubio, Milo solo sonrió, le encantaba el aire tímido de Kanon, la forma en que metía las manos en los bolsillos, la inquietud en esos ojos azules, la forma en que el rebelde flequillo se negada a permanecer lejos de los ojos que lo tenían loco. Kanon se llevó la mano a la nuca, un gesto muy suyo que le encantaba a Milo. Los negros cabellos de Kanon brillaban bajo la luz de la lámpara, a Milo le parecía que ese chico era el paradigma de la belleza masculina.

- ¿Y qué querías decirme? - dijo Milo al ver que Kanon no se decidía a hablar.

- Bueno es que... cuando terminó el curso pasado no pude hablar contigo y yo... pues como tú te fuiste tan rápido yo no pude darte esto... - dijo Kanon ofreciéndole un cuaderno algo maltrecho pero que Milo reconoció de inmediato como suyo.

- Gracias... creí que lo había perdido. - dijo Milo un poco apenado al pensar que Kanon pudiera haber visto el contenido de ese cuaderno, en su mayoría dibujos del mismísimo Kanon que Milo había hecho desde que lo viera por primera vez.

- E que yo lo encontré... lo dejaste en el jardín azul y pues como no pude dártelo antes lo he estado guardando... espero que no te cause problemas con esto... tú sabes. - dijo Kanon, estaba tan sonrojado que no podía ocultarlo.

- No te preocupes... todo bien. Gracias por el cuaderno, no sabes lo importante que es para mí.

- Lo imagino, ¿sabes? Yo quisiera que pudiéramos hablar, solo hablar. - dijo Kanon al ver que Milo se ponía a la defensiva. - Pero no en el colegio... sé que aquí no se puede.  He notado que tampoco tú sales los fines de semana, si tú aceptas podríamos ir a la ciudad y ver una película.

- Yo... me encantaría... pero no sé si se pueda.

- Sí dices que sí yo me las arreglaré para que puedas ir, ¿qué dices?

- Pues... yo...- Milo bajó el rostro si eso era un sueño no quería despertar, tenía frente a sí al chico de sus sueños invitándolo a salir y no podía decir simplemente que sí.

- Por los dioses dile que sí o no me dejará en paz. - dijo otro chico idéntico a Kanon saliendo de detrás de Kanon. - No me mires así, él y yo somos gemelos, me llamo Saga. - dijo el chico tendiéndole la mano.  Milo estrechó la mano del chico que enseguida se separó y fue a pararse junto a su hermano. -¿Qué dices? ¿Aceptarás?

- Está bien... voy contigo.

- Querrás decir con nosotros, porque no esperarán que me quede a aburrirme yo solo en el colegio. Así que ¿quién se apunta para ir con nosotros? - dijo Saga con una enorme sonrisa que a Mu le pareció encantadora. - Vaya no veo muchas manos levantadas... - recorrió el grupo con mirada penetrante, todos se sintieron algo incómodos, en especial Shun. - Hey ¿qué tal tú? - dijo Saga deteniendo su mirada en Mu.

-¿Yo? - dijo Mu señalándose a sí mismo.

- Sí, tú, tienes cara de ser agradable, dime ¿me acompañarías? - dijo Saga con una seguridad en sí mismo que a Mu  se le antojó aplastante.

- Es que yo... nosotros... lo que quiero decir es que...

- Solo dime que sí. Con eso será suficiente. - dijo Saga y tomó la manita de Mu, el castaño se sintió aún más pequeño ante ese impresionante chico tan hermoso como Milo le había descrito a Kanon. Y por si fuera poco le estaba tomando la mano. Cuando Saga vió lo sonrojado que estaba el pequeño sonrió felicitándose a sí mismo por haber aprovechado la oportunidad de acercarse al chico que más le gustaba. - Entonces, vamos, dime que sí. - dijo Saga ensanchando aún más su sonrisa que a Mu se le hacia tierna y seductora. El pequeño Mu no dijo nada pero asintió con la cabeza. - Entonces esta hecho, será el sábado y prepárense para pasarla genial. - dijo Saga, tomo a Kanon del brazo y lo jaló hacia fuera, Kanon aún no salía del shock en que lo había dejado que Milo hubiera aceptado la invitación, tan feliz estaba que no le importaba que tuviera que acompañarlos Saga y el amigo de Milo.

- Esperen un momento chicos. - dijo Afrodita haciendo que Saga se detuviera  a un paso de la puerta.

- ¿Que pasa Zlatan? - él conocía a Afrodita pues iban en la misma clase.

- Pasa que no puedes venir y emocionar así a mis amigos y a tu hermano sabiendo que lo que quieren es casi imposible, ¿a que no habías pensado en Death Mask?

- Tan lo pensé que no me he comprado ni un chicle en todo el verano ahorrando para comprar el tiempo de Milo. - dijo Kanon. - No me mires así, yo no estoy de acuerdo en como se manejan las cosas en este colegio y por los dioses que sí pudiera hacer algo por todos ustedes sin causarles problemas lo haría, pero me temo que esos infelices se han cubierto bien las espaldas y no hay mucho que hacer sin que ustedes salgan perjudicados.  Si no me importara lo que les pasa a todos ustedes no me sentiría tan mal de tener que hacer lo que me prometí a mi mismo que no haría.

- Mi hermano no esta de acuerdo y yo tampoco en lo que les hacen. - dijo Saga mirando a Afrodita con dureza. - Escucha Zlatan, nada me haría más feliz que partirle la cara y algo más a ese idiota de Altovelli, pero con eso no arreglaría nada. Mi hermano y yo pagaremos por el tiempo de tus amigos pero no vamos a hacer nada con ellos, solo iremos a ver una película y quizá a cenar o algo semejante. Creo que hablo por los dos cuando digo que nuestras intenciones son buenas y que ellos nos interesan sinceramente y no solo para acostarnos con ellos.  ¿He sido claro? - dijo  Saga. Afrodita no pudo sin o reconocer que a pesar de su carácter juguetón Saga era una buena persona. Además sabía que Death Mask no se metería con ellos pues los gemelos eran de los pocos en el colegio que no eran molestados por él a pesar de las bravatas del italiano.

- Escucha Afrodita... yo sé que tú no me conoces, y que estás en todo tu derecho de pensar que puedo tener las peores intenciones con Milo, pero déjame decirte que no es así. ¿No crees que sí solo quisiera acostarme con él lo más fácil del  mundo sería pagarle a Death Mask para que me dejara estar con él? Pero yo no quiero eso, lo único que quiero es que Milo y yo hablemos, que lleguemos a ser amigos y sí él lo quiere así...  pues llegar a ser algo más, por supuesto que después de un tiempo razonable.  - dijo un Kanon sonrojado hasta las orejas. Milo sintió latir su corazón con más fuerza, ¿es que eso que había escuchado era posible? - He esperado esta oportunidad por mucho tiempo... pero si Milo creé que lo mejor es negarse, aceptaré el rechazo y  lo dejaré en paz. - dijo Kanon apretando con fuerza los puños.

- No será necesario... yo quiero que tú yo nos veamos. - dijo Milo acercándose un poco  a Kanon.  Los demás los miraban como si estuvieran presenciando el bello final de un cuento de hadas.  Mime sonreía abiertamente, mientras Sorrento contemplaba a Milo sorprendido de verlo tan feliz, jamás le había visto esa sonrisa a Milo, jamás desde que lo conocía lo había visto así de ilusionado.

- Entonces no hay más que decir. - dijo Afrodita sin poder ocultar su alegría. - por ahora será mejor que se vayan, si alguien los ve aquí no solo nosotros tendremos problemas. - los gemelos asintieron y después de despedirse, desaparecieron tan repentinamente como habían llegado.

- Te felicito amigo. - dijo Mime palmeando la espalda de Milo.

- Lo mismo digo.- dijo Shaka con una sonrisa tremendamente hermosa.

- ¿Lo ves? Creo que hasta el peor de nosotros tiene esperanza. - dijo Afrodita yendo a abrazar a Milo que no salía de su estado de ensoñación.

-  Me parece que estoy soñando. - dijo el rubio, la emoción de ver a Kanon le había hecho  olvidar los maltratos de cierto pelirrojo.

- Milo, no quiero ser un aguafiestas pero lo mejor será que trates de ocultarle al mundo lo feliz que estás, ¿qué va a pasar cuando Death se entere de esto? - dijo Shaka.

- Él tiene razón Milo,  trata de ocultar lo que sientes. - dijo Mime mirando a su rubio amigo.

- Y lo mismo va para ti.- le dijo Afrodita a Mu que no podía ocultar la sonrisa en sus labios. El pequeño tibetano se sonrojo.

- Dita déjalos gozar de esto, al menos aquí en privado, ya mañana se pondrán la máscara igual que todos nosotros.- dijo Sorrento.

- Si Dita, déjalos disfrutar del poquito de felicidad que pueden tener. - dijo Shun muy sonrojado.

- Ah esta bien, y no me digan esa clase de cosas, me hacen sentir que soy un ogro malo y feo. -  todos rieron, Shun se sorprendió a sí mismo sonriendo, había pensado que jamás volvería a sonreír, pero ahí estaba de nuevo su sonrisa, sus nuevos amigos le miraron con ternura, había pensado que después de lo sucedido a suy llegada al colegio nada podría salir bien pero el hecho de que esos chicos pretendieran a sus amigos le daba esperanzas de que a pesar de todo, en algún momento, alguien le dejaría entrar en su corazón, decidió que no permitiría que le arrebataran sus ilusiones, algún día eso terminaría como había dicho Afrodita y él no iba a dejarse vencer tan fácilmente.

 

 

Notas finales:

Holaaaa¡¡¡ espero que les guste este cap, hay un poquitín de lemon y otro toquecito de romance, a ver que le s parece, dudas, comentarios, etc, serán bien recibidos, nos leemos pronto, bye¡¡


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