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Hermosos y malditos por Kitana

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Los meses pasaron rápidamente y las vacaciones de invierno ya estaban a unos días de comenzar. El más animado de todos era Sorrento, al fin podría ver a sus padres y hermanos. Miraba por la ventana abierta del dormitorio 79 en dirección al enorme jardín trasero donde ya se encontraba Afrodita esperando a Death Mask para recibir la lista de la semana. Milo estaba más callado que de costumbre leyendo por décima vez el poema que Kanon le había dado la noche anterior. Mu por su parte reía mientras hablaba por teléfono con su adorado Saga. El mayor de los gemelos finalmente se había ganado la confianza del pequeño castaño y ahora hablaban por  medio de celulares cada vez que podían. Los gemelos se habían convertido en parte indispensable de la vida del grupo de amigos. Inclusive se habían ganado la confianza del siempre esquivo Afrodita. Mime no paraba de hablar con Shaka  y Shun de lo grandioso que sería volver a casa al menos por unas semanas y de todo lo que él y su hermano planeaban hacer.  Shaka solo sonreía, mientras que el pequeño pelirrojo asentía con la cabeza, Mime iría a los Alpes a esquiar en compañía de Hagen, Shaka viajaría a Egipto a encontrarse con sus padres que se encontraban trabajando en una excavación en ese país. Milo, Mu, Afrodita y Shun volverían a casa para reunirse con sus familias. De todos, el más inquieto era Shun. Había conseguido ocultarle la verdad a Ikky durante meses, pero no estaba seguro de ser tan buen actor como para engañar a su hermano estando con él todos los días. El moreno ya había comenzado a hacer preguntas al notar el cambio en la actitud de su hermano menor, pero ante la resistencia del menor no podía hacer más. Ikky lo había atribuido al cambio de ambiente, a verse rodeado por esos muchachos que podían tener lo que quisieran con solo  pedirlo. Estaba muy lejos de imaginar siquiera lo que le sucedía a Shun.

Milo contemplaba la hoja donde Kanon había escrito el hermoso poema de amor que le diera apenas la noche anterior.  Amaba tanto a ese muchacho... lo amaba tanto y le dolía el solo pensar que ni siquiera eran libres de verse a su antojo como otras parejas del colegio. Debían verse a escondidas para no despertar sospechas, para evitar problemas, no solo con Death y sus amigos, también con el subdirector Arles.

Le parecía injusto, ¿qué les hacia diferentes del resto de los muchachos del colegio? Kanon parecía aceptarlo con más calma que el rebelde Milo, le lastimaba tanto como al rubio pero no podía permitir que los alejaran y si para verse tenían que ocultarse no importaba siempre y cuando Milo le amara.

Por suerte para ambos las vacaciones les darían la oportunidad de pasar más tiempo juntos. Habían descubierto que sus familias vivían a solo unas calles de distancia en Atenas. El descubrimiento no podía ser más placentero para ambos. Milo había hecho uso de toda su imaginación y se había comportado lo mejor posible para que Mu pudiera pasar las vacaciones con él en Atenas. La madre de Milo se había encargado de convencer a su padre de aceptar que el pequeño tibetano fuera con Milo a Atenas. Por su parte, la madre de Mu no tuvo objeción en dejarlo ir a Atenas, la señora Padesh se sintió aliviada al saber que no tendría que ver a Mu sino hasta el verano.  Nada podía ser mejor para los cuatro.

Afrodita cruzó corriendo el patio central. Tenía que darse prisa si quería llegar a tiempo para poder desayunar antes de ir a clases. Corrió sin pensar que podía chocar con alguien, dudaba de que a esa hora hubiera alguien en el patio. No notó la presencia de un muchacho de cabellos oscuros y penetrantes ojos verdes que se paseaba por el patio en espera de que su madre saliera de la oficina del director del colegio. Afrodita no pudo evitar chocar contra ese muchacho que le miró altivo mientras estaba en el suelo.

-Lo siento... no te ví.

- Eso es obvio. - murmuró el otro.

- Lo siento, tengo que irme. Disculpa mi torpeza- dijo Afrodita y se levantó de un salto. El muchacho de cabellos oscuros lo miro detenidamente, era hermoso, con los cabellos rubios revueltos y esos ojos de un límpido azul que le recordaba el cielo de su tierra natal España. Lo vio correr hacia donde se encontraba otro muchacho, vio como su rubio era abrazado por ese muchacho que sonreía burlón mientras el otro forcejeaba. Vio que hablaban y que el rubio recibía un sobre del pelinegro.  Luego el rubio echó a correr volviendo sobre sus pasos. Notó que el rubio apretaba los puños y lloraba mientras corría. Pensó que aquello era realmente extraño. Pero ya habría tiempo de averiguarlo sí es que el director permitía que se quedara en el colegio.

Mientras la madre de ese muchacho esperaba fuera de la oficina del director a que se resolviera la situación de su hijo, dentro Shion y Arles discutían sobre si sería correcto que a esas alturas del curso se incorporara un alumno nuevo.

- Shion, considero que no es pertinente admitir a ese muchacho en el colegio; además considerando su historial y el prestigio del Ateniense no podemos admitirlo, ha recorrido todos los colegios de Europa y en ninguno han podido con él.

- Lo mismo dijiste cuando admitimos a Camus, y ahora es uno de los mejores alumnos del Instituto. No Arles, no vas a convencerme de lo contrario, admitiré a este muchacho y es mi última palabra, ve a informárselo a su madre y haz los arreglos necesarios para que se le asigne un dormitorio.

-Como digas Shion. - murmuró Arles. Salió a informar a la madre del chico de la decisión de Shion.  La mujer sonrió aliviada al escuchar que su problemático hijo sería admitido en ese colegio, era su última opción si no quería perder el año, solo le faltaban unos meses para terminar la preparatoria pero una de sus constantes peleas había provocado que fuera echado del único colegio en el que había conseguido matricularle después del escándalo que su hijo había protagonizado con el hijo mayor del político más importante de Madrid.

La mujer fue a reunirse con su hijo en el patio del colegio.

- Buenas noticias, te han aceptado. - dijo la mujer con no disimulada alegría.

- Eso debe alegrarte madre.

- Mentiría si dijera que no. Fernando, sé que no te alegra tanto como a mí, pero es lo mejor para todos, sabes bien que no puedes volver a España, al menos no en un buen tiempo.

- Como digas madre, como digas. - musitó Fernando.

- Vamos, te asignaran un dormitorio, vendré a verte en cuanto me sea posible.

- Querrás decir en cuanto tu nuevo esposo te lo permita. - dijo el muchacho con una cruel sonrisa. La mano de su madre le cruzó el rostro con una sonora bofetada. - No es necesaria la violencia madre, sabes que jamás me atrevería a dañarte, en cambio tú... - una nueva bofetada estuvo a punto de estrellarse en el rostro de Fernando. - Madre, te respeto, aunque no te ame, te respeto, no hagas que también deje de respetarte como he dejado ya de amarte. - dijo el muchacho con la mandíbula apretada de furia y sosteniendo la mano de su madre.

- Vendré a verte pronto. - dijo su madre recobrando el aplomo. Le dio la espalda y se retiro con rumbo a la salida.

Fernando fue instalado en el dormitorio 86 del ala sur, sería compañero de cuarto de Camus Mont Claire, Arles lo había considerado conveniente, pensaba que podía sacar provecho al belicoso carácter que adivinaba en Fernando. Pensó que el elemento correcto para hacer que Fernando mostrara lo peor de sí era eses pelirrojo demente.

Camus era el más eficiente de sus ayudantes, aunque también era de los más inestables, lo mismo podía obedecerle sin replicar que comenzar a fraguar una pequeña rebelión para derrocar a quien le estorbase. Tenía en su haber más puntos malos que buenos, sin embargo, para la clase de trabajo que le encomendaba Arles era perfecto. Pero no confiaba en él, lo consideraba aún más  peligroso que a Death Mask, no porque éste último no fuera de temerse, pues además de ser el hijo de un notorio mafioso siciliano, el chico era de por sí perverso y cruel,  sino porque  Camus le superaba en todo lo que a maldad y crueldad se refería. El pelirrojo no media las consecuencias de lo que él llamaba sus juegos. No tenía escrúpulos ni límites si se trataba de conseguir lo que deseaba. Además de todo, detrás de ese aspecto inocente y encantador, se ocultaba un consumado manipulador. Había sido lo suficientemente cruel y egoísta como para poder entregar  a su mejor amigo a las manos de Arles con tal de conseguir algún provecho.  Cuando peleaba era exageradamente cruel y no se detenía ni siquiera cuando su oponente se encontraba en el suelo. Los únicos que habían logrado derrotarle eran los gemelos Gemini y desde entonces Camus les profesaba un odio irracional que se incrementó cuando notó que Milo, a quien consideraba de su propiedad, se había fijado en uno de esos gemelos.  No sabía cual de ellos era el que acaparaba las miradas del rubio. De  haberlo sabido lo habría molido a golpes como era su costumbre hacer con aquellos que tenían la osadía de siquiera captar la atención del hermoso rubio.  No era que lo amara, o al menos eso era lo que él decía, no lo amaba, simplemente le catalogaba como su juguete favorito. Mientras le entretuviera haría de él lo que quisiera, pero no parecía aburrirse de ese costoso juguete que resultaba ser Milo. Le divertía y le odiaba al mismo tiempo. Sentía que Milo no era como ningún otro chico con el que hubiera jugado antes. Milo era todo temple y orgullo, podía doblarlo, pero quebrarlo jamás. Le había tomado solo un verano ganarse al confiado Milo y una noche en el colegio destruirlo por completo. Ya no era el chico ingenuo y algo despistado que solía ser. Ahora Milo se ocultaba detrás de una máscara de orgullo y arrogancia que paraba en seco a cualquiera que pretendía acercársele, cosa que complacía en extremo a Camus.  El pelirrojo no sospechaba siquiera que la muralla había sido no solo franqueada por Kanon, sino que el propio rubio le había dado paso libre porque estaba perdidamente enamorado del pelinegro.

A Camus le divertía el escuchar los comentarios de Death Mask respecto al desempeño de Milo en la cama. "Hacerlo con él es como hacérselo a un cadáver, no se muevo ni hace ruido... me encanta." Solía decir Death cada vez que llevaba a Milo a su habitación.  Camus siempre reía a carcajadas por ese comentario. En el fondo le alegraba que Milo se mostrara tan frío con el resto como lo hacía con él.  Alguna vez había escuchado a un chico alardear acerca de que él había hecho gemir de placer a Milo. El insolente había tenido que tragarse sus palabras y confesar que el rubio había sido terriblemente frío y que había terminado por dejarlo ir sin tocarle siquiera un cabello. Aún así no se libró de la paliza que Camus había decidido de antemano proporcionarle.

Camus vio entrar a Fernando a su dormitorio, Arles le hizo señas para que pasara a verlo después, de inmediato pensó que Arles estaba planeando reclutar a ese chico de aspecto sombrío. El aire retador de Fernando le hizo recordar a los gemelos, aunque pensó que tal vez Fernando no tendría tantos escrúpulos como esos gemelos del infierno como él solía llamar a Kanon y Saga.

Camus entro a paso lento, Fernando se encontraba de pie en mitad de la habitación contemplándolo todo a su alrededor, "así que esta es mi nueva cárcel", pensó el pelinegro.

- Bienvenido, mi nombre es Camus Mont Claire. - dijo Camus con una sonrisa por demás amable que puso en alerta a Fernando de inmediato.

- Un placer... Camus. - dijo Fernando en tono sensual, si el chico quería jugar, él también lo haría.

- Es extraño que hayan admitido a un alumno en mitad del curso, más extraño todavía es que faltando una semana para las vacaciones de fin de año te hayan traído aquí.

- Ni mi familia ni yo nos hemos caracterizado nunca por ser lo que se dice normales.

- ¿Cómo te llamas?

- Fernando Cervantes de Salazar, pero todos me llaman Shura. - dijo Fernando con una sonrisa torcida. - Te voy a poner las cosas claras ya mismo Camus, nome gusta meterme con nadie y no tolero que nadie se meta conmigo, ¿lo has entendido'

- Escúchame bien tú a mi ahora, las cosas aquí no son tan fáciles como tú te imaginas, aquí dentro pasan muchas cosas, tantas que no te las imaginas siquiera, todo se resume a ¿estás con nosotros o contra nosotros? Es así de fácil. Si decides quedarte con nosotros este curso no será más que mero trámite, es bueno ser amigo de Arles, como podrás darte cuenta después es él quien maneja la escuela y lo mejor es estar en buenos términos con él.

- Comprendo, lo que no comprendo es ¿qué pintas tú en todo eso?

- Mucho. Puedo hacer que tu estancia aquí sea como unas hermosas vacaciones o puedo hacer que sea un completo infierno, tú eliges. - dijo Camus con la desfachatez que le caracterizaba.

- ¿Alguien te ha dicho que eres un psicópata?

- Miles de veces, tanto que ya me acostumbré a la etiqueta, así que, ¿qué me dices?

- No puedo decirte nada hasta no saber con exactitud lo que obtendré. ¿Qué me ofreces Camus? No me digas que puedes hacer de mi vida un infierno porque para eso tendrías que ser peor que yo y dudo mucho que lo logres. - dijo Shura con una sonrisa que perturbó a Camus.

- No mates al mensajero si no te gusta el mensaje, yo solo te he dicho lo que debía decirte, ya tú tendrás que arreglar tus privilegios con Arles. - dijo Camus con una sonrisa de medio lado. Shura le había impresionado. Nadie se había atrevido jamás a hablarle de esa manera ni a plantearle las cosas de forma tan cruda. - Me agradas Shura, espero que te arregles con Arles, nos veremos después. - dijo Camus, se dirigió a la puerta, pero antes de que pudiera salir. Shura lo tomó del brazo y lo detuvo. - ¿Qué es lo que quieres Shura? - dijo Camus con una provocativa sonrisa.

- Eres bello... pero solo quiero que me digas algo. Quiero saber si conoces a alguien.

-Pregunta, conozco a todos los que son importantes o interesantes. - dijo Camus, Shura procedió a darle la descripción del muchacho que había visto en el patio cuando llegó con su madre. Camus sonrío, en su mente revolotearon mil ideas para un nuevo juego, pero se contuvo de llevarlo a la práctica considerando que Shura era mejor amigo que enemigo.  - A ese lo encuentras en el dormitorio 79, aunque no podrás tenerlo gratis.

- ¿Qué quieres decir?

- Ya lo sabrás.

- Quiero saberlo ahora.

-Como quieras, de cualquier forma no hará ninguna diferencia saberlo ahora que más adelante. - la sonrisa burlona de Camus dio mucho en que pensar a Shura, el español esperaba con impaciencia la respuesta del chico pelirrojo.- Es un imposible.

-¿Qué significa eso?

- Un imposible... uno de los niños bonitos del colegio que se dedican a entretener a los alumnos, si sabes a lo que me refiero. - Camus sonrío despectivo al notar la confusión de Shura. - En otras palabras, él es un acompañante para los ratos de ocio, o en palabras vulgares, una ramera fina. - Shura no podía creer lo que escuchaba, esa cara de ángel no podía pertenecerle a alguien que hacía eso, era difícil de creer. - Sí, lo sé, es difícil de creer, en especial con esa maldita cara de ángel que tiene, pero es tan ramera como las de la calle. ¿Asustado? No deberías, él y sus compañeritos de dormitorio son una de las diversiones más solicitadas del colegio. Deberías probar al nuevo, es sencillamente delicioso, creo que se llama Shun, en realidad no me importa como se llame, lo único que me importa saber de él es que me gusta tenerlo en mi cama, no es tan dócil como Sorrento pero tiene lo suyo. - dijo Camus. - Algo más... no te acerques demasiado a Afrodita, es el favorito de Death Mask. Ya lo conocerás,  te digo esto porque me agradas, a Death no le gusta que se metan con sus cosas. Todos tenemos un favorito, aunque a mi no me importaría compartir a Milo contigo. - dijo Camus y soltó una risotada que le habría helado la sangre a cualquiera.  Pero Shura estaba demasiado sumido en sus pensamientos como para ocuparse de Camus. Tenía que saber más, no iba a quedarse con lo que Camus dijera. Vio salir a  pelirrojo de la habitación. Se tumbó en una de las camas pensando en ese hermoso rostro y en los ojos azules de su dueño.

Pronto vino a buscarlo uno de los prefectos  para indicarle las clases que debía tomar, le entregó el uniforme y los libros de texto. Le pidió que lo siguiera para llevarlo hasta el salón donde encontraría a sus compañeros de clase.

Shura siguió al prefecto, que lo condujo hasta el salón donde tomaba clases el grupo 612, el mismo grupo donde estaban Shaka y Afrodita.  Shura entro y de inmediato sus ojos repararon en el hermoso rubio, este estaba tan concentrado anotando en su libreta que no se dio cuenta de que Shura no lo perdió de vista ni un instante.

Después de presentarlo ante el resto de la clase el profesor le indico que se sentara en el único asiento vacío, el que estaba junto a Shaka. De inmediato Shura imaginó que si ese chico rubio era amigo de su rubio entonces podría averiguar algo más sobre él a través de ese muchacho.

- Hola.- murmuró luego de tomar asiento junto a Shaka. El rubio lo miró y musitó un seco hola que  no desalentó a Shura. El pelinegro deslizó un papel al pupitre de Shaka preguntándole su nombre. Cortésmente Shaka le respondió que su nombre era Shaka y que se abstuviera de seguirle hablando pues no quería tener problemas.

A Shura le intrigó la actitud amable pero cortante de Shaka. No pudo entender lo que significaba no querer tener problemas, imaginó que el rubio se refería a un novio celoso o a algo semejante. Ni siquiera sospechó de que se trataba.

 

Notas finales: Ta ta tan¡¡¡ la aparicion estelar de Shura, como ven no se define todavía si va a ser un niño malo o bueno, todo depende de ustedes y sus reviews, bye bye¡¡¡

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