-¡Eh pescadito! Deja de hacer el tonto y acepta que te van a dar una paliza.
Afrodita estaba parado en la arena del Coliseo, su pose muy rígida reflejaba que estaba a la defensiva. Al escuchar aquello tuvo que hacer un esfuerzo para no responderá la imprecación, no le sorprendió que su acento fuera italiano. Pero debía concentrarse en el entrenamiento, su contrincante era Saga y no debía distraerse en cosas ajenas. Al menos contra el guardián de géminis sí podía utilizar su cosmo.
Con una expresión que fingía concentración invocó una muy pequeña parte de su energía, en una lluvia de flores afiladas, pero inofensivas. Saga fácilmente esquivó el ataque deshaciendo las flores con su brazo. Pero una no iba dirigida hacia él. Le pasó de largo, justo por entre el codo y el cuello y se fue a estrellar en la arena del coliseo, rozando el brazo de Death Mask, abriéndole un rasguño que comenzó a sangrar de inmediato.
-¡Idiota!
Sin importarle la herida, se levantó dispuesto a enfrentar a su atacante, pero fue Saga quien lo detuvo.
-Basta, Cáncer. Soy yo quien pelea con él.
El entrenamiento siguió. Y efectivamente, Piscis perdió, salió bastante malherido; pero nunca perdió esa actitud de suficiencia característica.
Se retiró renqueando, pero muy erguido, hasta el lado contrario del Coliseo, donde Milo lo esperaba para curar sus heridas. Se veía preocupado, las cosas entre esos dos seguían siendo tensas y comenzaba a pensar que nunca podrían dejar de odiarse.
-Afrodita-le murmuró en voz baja- Deberían tratar de hacer las paces. Aun después… de… de eso, ¿no ha cambiad nada?
El sueco comenzó a reír, divertido por ese pudor infantil de Milo, tan fuera de lugar. Se giró hacia él, aún con el rostro marcado por el cansancio y el sudor se veía más hermoso que antes. Iluminado por algo especial que Milo no sabía descifrar.
-Claro que cambió Milo. ¿No lo ves?
Dirigió entonces su mirada brillante hacia el lado opuesto del coliseo, donde Death Mask lo observaba con el rabillo del ojo. El griego vio algo que nunca creyó ver, en la punta de la boca italiana, una sonrisa, sin sarcasmo o ironía, Cáncer estaba sonriendo.
-Cambió todo. –Continuó el sueco- Lo que antes nos hacía enfurecer secretamente, ahora nos hace sonreír de la misma manera.
Milo abrió la boca dispuesto a seguir preguntando, sin entender del todo. Cuando miró que el italiano se alejaba del coliseo para subir hacia el santuario, Afrodita le guiñó un ojo a su amigo y se fue para seguirlo.
-Ahí van de nuevo.
Era la voz de Saga. Eso y las risas ahogadas del resto lo trajeron a la realidad. Todos los miraron alejarse riendo y luego siguieron entrenando como si no pasara nada.
Milo seguía en su lugar, boquiabierto al comprender por fin. Ya no estaba preocupado pero le resultaba difícil pensar en ellos como pareja. Si sus pleitos eran siempre escandalosos no quería imaginar cómo sería su intimidad.
Y precisamente porque no quería, no pudo evitarlo.