¡Dígame doctor la verdad!—pidió el CEO. Era el único ahí aún pues los padres de Joey tardarían un poco en llegar.
Bueno. El estado de Joseph es muy grave, aunque hemos logrado estabilizarle no sabemos cuanto podrá resistir en estas condiciones. Por suerte hay una luz de esperanza pues el joven que murió en la caída parece ser compatible y por lo acontecido el joven Wheeler ha subido en la lista de transplantes. Si todo va bien y los padres de él lo consienten en cuanto sea posible iniciaremos la cirugía. Tal vez así lograremos salvarle la vida—dijo el médico muy comprometido con el caso del rubio.
Dentro de la sala principal de urgencias el ojos mieles luchaba por mantenerse con vida después de una caída de veinte metros sobre un auto. Ryu Asashi un hombre mucho más sano había fallecido en la caída. Por lo que se veía Wheeler se aferraba a la vida con uñas y dientes. Fuera de la sala el corazón de Kaiba palpitaba alocadamente por el miedo que perderlo le provocaba.
Estaba sentado en una estación de tren. Esperaba el siguiente. No recordaba bien a donde iba. Solo sabía que no podía perderlo. Sentía esa urgencia que todo mundo siente cuando algo muy importante depende de que tomemos un transporte dado.
Miró hacia un lado. Una joven compartía el banco en que estaba. Eran los únicos en la estación.
¿Esperas el tren?—preguntó ella sonriente. Era muy bonita, pensó él.
Si. ¿Y tu?—preguntó educadamente.
Subiré si tú subes—respondió ella y él no supo como tomar eso.
¿A dónde vas?—preguntó la chica de su edad.
Nervioso se levantó de su asiento y respondió sintiéndose inquieto—No sé—Eso era lo que lo ponía peor. Pues aunque no sabía su destino también sentía que era muy importante llegar a él.
¿Y no te parece raro querer tomar un tren sin saber a donde vas?—preguntó ella inquisitiva.
No entiendo a que te refieres. ¿Por qué me preguntas eso?—preguntó el joven algo alarmado.
¿Qué es lo último que recuerdas?—preguntó ella.
¿Pero que…?—preguntó el joven haciendo un esfuerzo. Lo último que debía recordar era llegar a la estación pero las imágenes que de pronto se hicieron presentes en su cabeza eran muy distintas.
Cayendo al vacío. El cielo azul allá arriba. Se volteó en el aire mientras un auto desde el suelo venía a su encuentro.
¿Estás seguro que quieres tomar ese tren?—preguntó ella.
¿Dónde estamos?—preguntó Joey de pronto confuso y preocupado. La muchacha le estaba diciendo lo que creía.
Ya te diste cuenta—dijo ella sonriente. —Si tomas este tren lo perderás para siempre—añadió.
¿Y tu como sabes todo eso?—preguntó el rubio.
Porque una vez lo tomé. Y perdí lo mismo que perderás tú—le dijo ella.
¿Qué haces aquí? ¿Por qué te preocupa?---preguntó el ojos mieles.
Porque no quiero que Seto pierda a nadie más y sé que tú tampoco—dijo la rubia.
¿Qué te importa? ¿Cómo sabes lo que siento?—preguntó Joseph muy alarmado.
He estado contigo todos los días de tu vida. ¡Por eso lo sé!—le reveló ella.
¿Dónde? ¡Nunca te he visto!—dijo el confundido rubio.
Me veo distinta en el espejo—dijo la muchacha.
¡Deja de hacerte la misteriosa! ¡No entiendo!—gritó el ojos mieles. La muchacha sonrió provocando más ira en Joey. --¡Rayos! ¡Dime quién eres o si no…!—añadió el joven.
Solo quiero que no lo pierdas como un día yo lo perdí—dijo ella.
¿Tú eres…?—preguntó Joseph.
Mi nombre es Sofía—dijo sonriéndole y mirándolo con esos ojos mieles mientras su larga cabellera rubia revoloteaba al viento. De pronto Joey se dio cuenta de que se parecían.
¿Pero por que ahora… yo…?—Joseph estaba impresionado.
Porque es el momento. Si no te detienes Seto te perderá—dijo ella.
Está bien. No lo tomaré pero dime… ¿A que te referías cuando decías que has estado conmigo toda mi vida?—preguntó mas que intrigado él.
¿Estás seguro de que en verdad no sabes?—preguntó ella acercando su cara a la de él hasta que les separaban milímetros poniendo más nervioso al otro. Luego se acercó más y él intentó eludirla retrocediendo pero ella fue más rápida y en vez del beso que él esperaba se encontró con que ella entró en su cuerpo.
El miró a todos lados y luego se miró a sí mismo. Sus brazos sus manos. No había rastros de nada. ¿Era eso un sueño o de verdad estaba camino al más allá? ¿Qué hacía ella ahí? ¿Por qué se había fijado en él?
“He estado contigo todos los días de tu vida.”
“Me veo distinta en el espejo.”
“¿Estás seguro de que en verdad no sabes?”
Joseph no quería creer lo que estaba pensando. ¿Todo eso quería decir que él…?
Los padres de Joey llegaron y se les explicó el estado de su hijo. Cuando Seto iba a hablar con ellos sonó su teléfono.
¿Seto Kaiba?—preguntó una voz.
Si. Soy yo—respondió Kaiba.
Soy el detective Ataishi. De la Central de policía de Tokio y necesitaría hablar con usted ahora mismo. ¿Sería posible?—le dijo.
Éste es un mal momento, detective—dijo el castaño.
Siento oírlo pero es en verdad necesario que hablemos—explicó el detective.
Mire en verdad no puedo. Si se trata del caso de espionaje puede preguntarle a sus colegas de aquí. Yo ya les di todos los datos que conozco—dijo el castaño.
¿Espionaje? No se de que se trata pero yo le llamo por un caso que tenemos aquí. Se trata de una red de “Trata de niños”. Encontramos que uno de los doctores involucrados en un momento le atendió a usted. Por eso deseo hablarle. Tal vez hallamos encontrado a su hijo, señor Kaiba—le contó Ataishi.
Muy bien. Mañana estaré por allá—le contestó el empresario.
Se lo agradezco—dijo el investigador.
Después de pasar la noche en vela pues a Joseph le habían operado, por suerte con éxito, al lado de su hermano que parecía haber olvidado su disgusto por la situación, Seto tomó un vuelo a Tokio y allá se reunió con el detective. Los datos que le reveló el investigador le dejaron frío. Los padres adoptivos de su hijo al estar implicados en tal ilegalidad estaban sometidos a la justicia y probablemente caerían presos. Su hijo debería pasar a su patria potestad.
Cuando volvió a Domino se fue derecho a la clínica y encontró a un Joey despierto y ansioso.
¿Qué sucedió con la cinta?—preguntó preocupado de que se hubiera descubierto el escándalo.
Seto sonrió. Aún en su condición de recién operado del corazón Wheeler se preocupaba por él. –Todo está bien. La cinta era un CD que llevaba consigo y que se destrozó al caer—le informó.
¿No habrá hecho una copia?—preguntó algo asustado el rubio.
Al parecer no. La policía investiga. Solo debemos esperar—le dijo el castaño.