Cuando Mokuba se enteró del nombre de su sobrino, su nombre escapó de sus labios.
¿Noah?—preguntó.
Seto se inquietó. – ¿Le conoces?—preguntó.
Si. Es el hijo del director del instituto. Con el que Joey peleó—le informó su hermanito.
¡Ya no más! ¡Me han otorgado su custodia! Sus padres probablemente terminen presos por lo que han hecho—le dijo el mayor.
¿Y vivirá aquí?—preguntó Moki algo picado.
¿Algún problema?—preguntó el empresario sorprendido de la actitud del otro.
Es un poco… engreído—dijo el menor. Pensándolo bien se parecía a su hermano. Con el cabello verde, claro.
Pero no tuvieron tiempo de disfrutar la noticia ya que ni bien John Gardner se enteró de lo que estaba pasando, mandó a sus mejores abogados a presentarle un ultimátum a Seto. O le entregaba la custodia del niño o él enteraría a las autoridades de cómo el bebé había terminado en la red de tráfico de niños.
Kaiba no era tonto. Si se atrevía a desafiar al otro no solo terminaría con sus pretensiones de ser padre sino que con sus abogados se aseguraría de que pasara una temporada en la cárcel. Allí lo perdería todo. Su compañía. Su hermano. Joey. Decidió no evitar que su hijo quedara en manos de Gardner pues después de todo él era su abuelo. No quería dañarlo.
En palacio de tribunales se reunieron los tres personajes principales.
¡Llevará mi apellido!—gruñó Gardner furioso.
¡De ninguna manera! ¡Es un Kaiba!—gritó Seto.
¡Ya cállense! ¡No me llamaré Gardner y no me llamaré Kaiba! ¡Yo soy un Hills! ¡Siempre he sido un Hills y siempre lo seré!—gritó el confundido muchacho acallando tanto a su abuelo como a su padre que aunque no quisieran comprendían su estado de ánimo. No era fácil afrontar de un día para el otro que tu familia no es tu familia, que es otra. Que los que creías que siempre estarían contigo te abandonan y que alguien que no conoces se haga cargo de ti y tenga derecho hasta de cambiarte el nombre.
Ambos adultos se compadecieron del joven. Después de todo era el hijo de Sofía…
Pasaron tres años en los que el castaño y el rubio continuaron viéndose a escondidas. Las relaciones entre los Gardner y los Kaiba no mejoraron mucho pero se le permitía al más joven de los Kaiba visitar a su padre y tío.
Moki encontró a Noah en la terraza principal mirando al jardín en su primera visita.
¿Qué te sucede?—preguntó el pelinegro.
Quiero irme. ¡A él no le importo! El abuelo dice que él me regaló—dijo el joven peliverde.
Mokuba se sintió mal por él. Se sentía solo. Abandonado. —No debes dejarte influenciar—dijo.
Además en esta casa no hay nada para hacer y…--decía Noah cuando su tío le interrumpió.
¿Te gustaría probar los juegos de Kaiba Corp que aun no salen al mercado?—preguntó el pelinegro y la cara del otro se iluminó del interés.
¿Se puede?—preguntó el peliverde.
¡Claro! ¡Recuerda que eres el hijo del dueño!—dijo Moki alegre y así convenció al joven.
Llegó el cumpleaños de Noah y he de aquí que cumplía el mismo día que Joseph, así que Mokuba trató de que ambos unieran las fiestas un día en que ambos estaban en la mansión de Seto.
¡Nunca!—dijo Noah.
¡Ni muerto!—exclamó Joey.
¡Entonces no iré a ninguna de las dos!—gritó el pelinegro para el asombro de su hermano mayor la discusión se detuvo ahí y ambos aceptaron la opción conjunta.
Mokuba estaba semidormido cuando el rubio y el castaño se unieron a él para desayunar. Ambos se miraban a hurtadillas y Joseph lo miraba a él de la misma forma.
¡Ya díganmelo que me estoy poniendo nervioso!—dijo inquieto el menor de los hermanos.
Bueno…--dijo el ojos mieles.
¡Queremos decirte que estamos teniendo una relación!—contestó el directo castaño.
A Wheeler se le cayó el alma a los pies. No estaba bien decirlo así. Tan de pronto. La impresión sería muy grande para el menor de los hermanos.
Algo me decía que no venía tanto a casa solo por verme. Además supuse algo parecido cuando más de una vez con insomnio lo fui a buscar y al ver que no contestaba entre a su cuarto donde no estaba. Las primeras veces me asusté y revisé la casa pero no lo encontré. El primer día pensé que se había ido y preferí esperar al día siguiente. Me sorprendí mucho cuando apareció como si nada a desayunar y no dije nada esperando que me lo contara pero nunca lo hizo—dijo para sorpresa de ambos Moki. –Solo les pido que lo hagan público despacio. Que nadie se percate de que vienen saliendo desde antes de que Joey sea mayor de edad—añadió.
Wheeler y Kaiba sonrieron por la perspicacia del pelinegro.
Fue un cumpleaños divertido. Esa es la palabra que usaron muchos de los invitados a la fiesta. Y mal que les pesare, los dos cumpleañeros la pasaron muy bien compartiendo el banquete.
Mokuba pudo volver a ver a Tea y charlaron largo y tendido. La joven estaba algo triste viendo a su ex porque recordaba lo que su padre le había hecho. En un momento Mokuba puso su mano sobre la suya y le dijo—No te preocupes. Estoy seguro de que lo superarás. Es un trago amargo pero tú eres muy fuerte— Y con esas palabras conquistó a la joven.
Una vez que terminó la fiesta Joey se quedó en la casa como era de esperar. Y ni bien estuvo solo corrió al dormitorio del dueño de la mansión. Dentro lo esperaba el regalo más esperado. Pasar la noche con su amado castaño.
Entró y Seto estaba en mangas de camisa pues la chaqueta de su traje descansaba en un banco cercano. El más joven, presuroso corrió a él y lo besó con toda la pasión y ansiedad que contenía, tomando con ambas manos la cara del ojos azules mientras movía su boca al compás de las olas.
Seto lo ciñó por el talle y así estuvieron largo rato hasta que el empresario optó por su cuello. Mientras lamía el espacio que discurría entre la oreja y el hombro el rubio como siempre tembló y gimió. El castaño llevado por el deseo dio rienda suelta a sus impulsos y de inmediato comenzó a desvestir al otro. A tal punto que él quedó vestido mientras el otro estaba desnudo.
Con prisa le llevó a la alba cama, donde lo tendió mientras él se recostaba encima. Miró sus perfectas facciones y enredó sus dedos en el dorado cabello. Mientras Kaiba lo admiraba el menor se sintió cohibido y sus mejillas enrojecieron.
¿En que piensas?—preguntó.
En que soy muy afortunado de tenerte conmigo—respondió el otro muy serio.
¡No digas esas cosas!—le increpó el ojos mieles.
¿Por qué no voy a decirlas si es la verdad?—preguntó el de ojos azules.
¡Bastardo!—dijo Wheeler juguetonamente.
¿Por qué me dices esas cosas…?—Seto no pudo terminar sus pensamientos porque una boca ansiosa invadió la suya.
Llevado por ese leve perfume a jazmines que despedía el rubio, Kaiba perdió la conciencia de lo que hacía como era lo habitual. Las manos del otro comenzaron a desvestirlo lo que le provocó una sensación casi orgásmica.
Primero el rubio tiró de la corbata azul hasta deshacer el nudo, luego desabotonó la camisa blanca para después hacerla descender de los bronceados hombros del castaño y por sus fuertes brazos. Para luego ocuparse del botón y cierre de su pantalón.
Ahí, las manos de Seto lo detuvieron mientras su lasciva boca retomaba un beso casi olvidado. El ojos azules con sus propias manos se deshizo de sus pantalones sin deshacerse del beso y luego se tendió cuan largo era sobre el cuerpo del melado cachorro.
Lo hizo suyo, con fuerza, con ganas, como tantas otras veces. El rubio gemía su nombre una y otra vez, como a él tanto le gustaba haciéndolo enloquecer de pasión. El final se aproximaba cuando Seto dijo las palabras que tanto anhelaba el cachorro.
Ahora nada puede separarnos. Eres mío para siempre—dijo Seto.
Y era cierto. Era suyo por y para siempre. Era suyo desde siempre.