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EL CHACAL Y EL DRAGÓN por desire nemesis

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El gran salón estaba solitario. Yugi estaba recorriendo el palacio en el que viviría el resto de sus días. Se sentía solo. Alejado de los que había conocido toda su vida. El palacio le parecía grande y frío pues nadie allí le prestaba verdadera atención.

 

El príncipe pasaba todo el tiempo alejado de él, ocupado en otras cosas. Y pensar que en unos días estaría casado con él.

 

Como si lo hubiera llamado con el pensamiento Yami Atemu dobló por un pasillo y ambos se miraron a los ojos.

 

¡Buenos días!—dijo  el heredero al trono del gran Egipto.

 

¡Buenos días!—dijo con su infantil voz el mas pequeño de los dos. El mayor trató de pasar a su lado sin mirarle de nuevo y entonces el joven Motou sintió la necesidad de preguntarle--¿Podemos hablar a solas?—

 

Los ojos violetas del mayor lo miraron atentamente unos segundos para sopesar los pros y los contras de hablar con el más chico, decidió que era un momento oportuno y despidió al escriba que le acompañaba.

 

¡Muy bien! ¿Qué quieres?—preguntó Yami con educación sentándose en el trono del gran salón.

 

Quisiera saber… esto… ¿Cómo llevaremos esto?—preguntó dubitativo el mas pequeño.

 

¿Llevar es…?—preguntó algo impresionado el príncipe y luego se echó a  reír con ganas. Después de unos momentos se calmó y miró con serenos ojos al otro. –Creo que debo alegrarme de que hayas decidido preguntarme. Te explicaré lo que sucederá entre nosotros una vez nos hayamos unido en matrimonio—dijo acercándose intimidantemente al otro. Tomó su barbilla con fuerza para que los ojos del otro no se apartaran de los suyos—Una vez estemos casados la única atención que recibirás de mí, será cuando me acerque a ti para tener descendencia. ¿Lo has entendido? Tu solo eres el medio para lograr un fin. No eres nada más para mí—dijo el próximo regidor de los destinos de la tierra del Nilo.

 

Unas pequeñas, inocentes e inmaculadas lágrimas comenzaron a brotar de los ojos del más pequeño de ambos y el mayor empezó a experimentar una extraña sensación en la boca del estómago. ¿Qué sería?, se preguntó antes de recalcar—Tú solo me sirves para tener descendencia. Para nada más te quiero—

 

El más joven se sintió humillado, defraudado y en un impulso que jamás había tenido salió huyendo a toda prisa. Corrió y corrió hasta alcanzar las puertas principales y tras ellas al jardín interior del palacio. Estaba tan triste que se puso a llorar sin recato alguno.

 

¡Oye! ¿Qué te pasa amiguito? ¿Te has peleado con alguien?—preguntó una voz dulce como la que tanto necesitaba escuchar. Subió los ojos y vio a un muchacho de más o menos su edad, rubio y de ojos mieles.

 

Secándose los ojos, negó. --¡No!—gritó.

 

No te creo. Luces como alguien a quien han maltratado—dijo Jouno con su mirada de “me estás mintiendo”.

 

El más chico lo miró sorprendido. ¿Cómo sabía eso? –Yo… eto. Estoy muy triste porque me trajeron de muy lejos y extraño a mi familia—dijo el joven tricolor.

 

Como Jouno jamás había visto la cara del Faraón, igual que todo el mundo en Egipto, no pudo ver el parecido del joven con este, así que lo confundió con un aristócrata venido de lejos y comprendiendo como se sentía le dijo sonriente. --¡Ven! Te enseñaré algo—

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Estaban junto a un abrevadero al lado del palacio. Llevaban unas túnicas con capuchas y Jouno tomó las riendas de dos de los caballos.

 

No estoy seguro de que…--dijo Yugi nervioso.

 

No te preocupes. No los extrañarán por un rato. Y tú te ves como alguien que necesita un paseo—exclamó Jouno alargando hacia él una de las riendas.

 

El paseo por la ciudad alegró a Motou que pudo sentirse libre del asfixiante destino que le esperaba por un rato. Cuando volvieron el doncel preguntó su nombre a su nuevo amigo.

 

Yo soy Jouno. ¿Y tu?—preguntó el esclavo.

 

Mi nombre es Yugi—respondió el aristócrata.

 

¿Yugi? ¿Ah? Pues no te desmorones. Tarde o temprano las cosas van a salirte bien—dijo el joven de talante alegre.

 

 

 

 

 

Jouno regresó a las habitaciones de su amo y allí se puso a ordenar unas flores que trajo en el jarrón principal. Su mirada sin que el quisiera recayó en la alcoba para recordar uno de los momentos más intensos de su vida.

 

 

Ceñía al sacerdote con sus brazos mientras su lengua exploraba la sedosa cavidad de su boca. El castaño intentó alejarlo pero solo por un momento. En seguida sus manos comenzaron a explorar la carne con intensidad mientras lo empujaba hasta la alcoba.

 

Allí quitó del cuerpo del esclavo las ropas que lo vestían para colocarlo bajo él en la suntuosa cama. Miró su rostro encendido, miró sus ojos melados y eso fue suficiente para despertar en él un deseo desconocido. De inmediato lo volteó e introdujo su dedo en él provocando un gemido que hizo que su zona baja se irguiera aún más. Luego de un rato fueron dos los dígitos para a lo último ser tres los que impulsaban al joven esclavo hacia el placer.

 

Seth había colocado rato atrás la mano del otro sobre su miembro, donde gracias a sus atenciones éste comenzó a cobrar ímpetu. Así los dos, gracias a las acciones del otro llegaron al éxtasis del orgasmo, derramándose al unísono en aquella cama.

 

Una vez terminado todo el sacerdote como pudo se puso de pie y miró el cuerpo relajado que pugnaba por aire en su cama.

 

Jouno percibió que lo miraba desde un poco lejos y volteó su cara para verlo. Sus ojos azules estaban muy abiertos y su respiración era agitada. Lo miró un momento a los ojos y luego se dio la vuelta para marcharse luego.

 

 

 

 

 

 

 

 

El final no había sido el más deseado pero lo demás estuvo bien. Jouno no conocía los pecados de la carne hasta ese día, pero ver de nuevo el rostro enrojecido de Kaiba y oír sus gemidos deliciosos habían sido para él más que suficiente.

 

El castaño entró en sus aposentos y lo miró con el ceño fruncido. Mala señal.

 

¿Dónde te habías metido?—preguntó. –Te he estado buscando por todo el palacio—añadió.

 

¿A mí? Me siento halagado—dijo burlonamente el rubio.

 

¡No juegues con mi paciencia!—dijo el amo con sus azulinos ojos duros como pedernal.

 

¡No, mi señor! Fui a la ciudad por unas especies que precisaba el cocinero y a recoger estas flores después—mintió el esclavo.

 

Al cocinero jamás le falta nada y si necesita  algo tiene un mensajero para eso—dijo el sacerdote furioso y agarró fuertemente con su mano la muñeca del otro. –No te atrevas a mentirme—agregó.

 

No, mi señor—dijo el ojos mieles bajando la mirada. –He salido del palacio para dar un paseo con un amigo—dijo Jouno.

 

Seto creyó no entender así que le hizo repetir. ¿Cómo era posible que un esclavo se manejara como un hombre libre?

 

¿Qué te atreviste a hacer?—dijo empujando al mas bajo hasta la pared más cercana. – ¡Tú eres mi propiedad! No puedes ir a donde yo no te mando. No puedes hablar con quien no te deje. No puedes hacer nada que yo no quiera. ¿Has entendido?—preguntó el ojos azules.

 

¿Estas preocupado que diga tus secretos, amo?—preguntó retadoramente el ojos mieles haciendo enfadar a Kaiba.

 

¡Como te atreves!—dijo Seth un segundo antes de golpearlo en la cara con su mano abierta. --¡Entiéndelo bien! ¡Tú no eres nada! No te atrevas a amenazarme porque sino conocerás la ira del mismísimo Ra. Tu eres un insecto y si te atreves a interferir en mi camino te borraré de la faz de la tierra sin pensarlo dos veces—fueron las duras palabras que dirigió hacia el esclavo después. –Lo que paso ayer es algo sin importancia. Un error del que me arrepiento pero nada más y si osas otra vez repetir tales palabras haré que desees jamás haber nacido—añadió.

Notas finales:

FUE DURO LO SÉ

PERO ES QUE ES SOLO EL INICIO

TENGAN FE

^^

LES QUIERO

MATA NE


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