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EL CHACAL Y EL DRAGÓN por desire nemesis

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Era un día lúgubre para todo el glorioso imperio egipcio pues su monarca y su sumo sacerdote de Ra habían sido asesinados por un desconocido. Nadie en toda la tierra del Faraón dudaba de que todo esto era un muy mal presagio y las peregrinaciones a los templos para otorgar a Ra ofrendas que le protegieran de tan aciago destino se multiplicaron por cientos.

 

También era lúgubre en el palacio del Faraón por supuesto.

 

¡No se de donde era pero era un mago!—dijo un colérico Seth a Atemu—Manejaba las arenas como si fueran propias—añadió.

 

Atemu estaba furioso y confuso. Había hablado con su sacerdote y habían llegado a la conclusión de que su padre había sido asesinado por el rompecabezas del milenio pero como en secreto se lo había dado a su hijo mayor para que lo custodiara no había logrado su cometido.

 

¡Hijo! ¡Ya es hora!—dijo su madre a Yami entrando a la habitación.

 

El asintió. Hacía rato él y Seth habían sido vestidos y adornados para la ceremonia. Era algo que debía suceder.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Cuando entraron al gran salón todo el mundo se postró excepto la familia de Ra, su nuevo sumo sacerdote y una extraña figura de túnica negra que usaba una máscara que semejaba la cabeza de un chacal.

 

¡Hijo de Ra! ¡Yo, como sumo potentado del dios más poderoso os declaro en este día Faraón del Alto y el Bajo Egipto! ¡Plenipotenciario regidor de toda tierra que toque el Nilo! ¡Adoren al nuevo Faraón de Egipto! ¡Adoren a Atemu primero!—dijo el castaño en su investidura como sumo sacerdote de Ra en tierras egipcias.

 

Loas se levantaron de los asistentes, mientras una insistente mirada hizo que el joven Faraón volteara y viera a unos pasos suyos esos ojos como los suyos que preocupados le observaban casi sin pestañear. No supo porque la atención del otro le incomodó sobre manera.

 

Los asistentes se estaban dispersando cuando Yami atinó a llamar a aquel que llevaba la máscara.

 

¡Dime!—ordenó—Los preparativos… ¿Van bien?—preguntó después.

 

Ya está todo listo, majestad—dijo el chacal.

 

¡Bien! Entonces partiremos después de que Ra salga del inframundo—exclamó Atemu.

 

Se hará como usted ordene—dijo la figura y después de una inclinación partió.

 

Nunca me han agradado los sumos sacerdotes de Anubis—declaró el ojos azules—Solo los que le eligieron saben como se ve su rostro. Pasan años entrenando alejados de la sociedad y cuando retornan jamás se sabe quienes son—añadió.

 

Si, son tétricos pero cumplen una misión y hay que dejarlos cumplirla. Nadie más conoce la ciencia de la momificación como ellos. Después de llevar a mi padre a la “Valle de los Reyes” seguiremos viaje hacia Tebas y nos desharemos del sumo sacerdote de Anubis—le dijo el ojos violetas para tranquilizarlo. Luego lo miró. Su mirada al igual que la de los demás estaba baja aunque permanecía en pie--¡Ven a mis aposentos conmigo! ¡Debemos hablar en privado!—dijo.

 

Seth le siguió obedientemente. Ni bien entraron el Faraón desvistió al segundo hombre más poderoso de Egipto y con sus manos acarició cada milímetro de su sensual piel hasta llegar a la entrada entre sus muslos donde hundió el más largo de sus dígitos con una cadencia suave. Decidido llevó al otro hacia su lecho donde lo recostó y con su otra mano comenzó a acariciar la parte más privada de Kaiba.

 

Este con el pasar de los momentos se fue retorciendo de puro placer hasta que 3 dedos estuvieron dentro de él y su boca empezó a rogar por más.

 

Yami se introdujo dentro del que para entonces estaba en cuatro patas sobre la cama del que hasta un día antes había sido el Faraón de todo Egipto. Sus embestidas fueron creciendo en brutalidad y sus manos se tornaron encrespadas garras sobre la blanca y fina piel del castaño quien no se quejó ni un momento.

 

Tan llevado por el calor del momento estaba.

 

Cuando Atemu culminó dentro del otro fue un momento de disfrute insondable para él. Un momento después Seth se daba cuenta de lo vacío que se había vuelto para él aquello. Si. El sexo era bueno. Pero al lado de lo que había sentido junto al esclavo era mezquino e insípido.

 

El castaño fue a levantarse cuando el Faraón que acariciaba recostado de lado la desnuda espalda del sumo sacerdote le dijo--¡Quédate!—

 

Pero majestad, mañana son los funerales y si me ven salir de aquí se enterarán y…--dijo Seth.

 

El de violáceos ojos cortó la retahíla de excusas que Seth ponía, diciendo--¿Y  que tiene que se enteren? ¡Soy el Faraón ahora y puedo hacer lo que me plazca! ¡Te quedarás y no se dirá más!—

 

Es ahí cuando Seth se permitió desconfiar. ¿No le habría urgido demasiado al príncipe convertirse en Faraón y hacer lo que desease?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Devlin estaba cerca de la muchacha, por eso la escuchó decir aquel nombre.

 

¿Has dicho Jouno?—dijo mirándola primero y luego a donde esta veía. En efecto miraba al esclavo personal del doncel del Faraón.--¿Le conoces?—

 

Si, señor—respondió ella con la mirada baja. –Creo  que es mi hermano—añadió.

 

¿Crees? ¿No estás segura?—preguntó sorprendido el Capitán.

 

Es que nos separamos cuando éramos niños, señor—preguntó el pelinegro.

 

Si, es que… un día hace mucho mis hermanos desaparecieron de mi casa—dijo la joven consciente de que no podía mentirle porque él podía muy bien castigarla.

 

Devlin miró por largo rato la figura que iba y venía de la tienda de Motou poniendo las cosas para que este como los demás se asentara cómodamente en ese desértico paraje.

 

Eso no era tan extraño. Miles de niños eran arrebatados de sus hogares para ser convertidos en esclavos pero… él llegó con las ofrendas y se suponía que las ofrendas eran vírgenes de casas libres.

 

Algo raro pasaba allí y no tardó en irle a preguntar para evacuar sus dudas.

 

¡Buenas tardes Capitán!—dijo al verle el rubio.

 

Jouno. ¡Dime! ¿Cómo terminaste de ofrenda para el sumo sacerdote?—preguntó con su ceño fruncido.

 

¡Creo que como todos!—contestó molesto el inquirido. –Mi casa me dio para que fuera la ofrenda del pueblo—añadió.

 

¡Mientes!—dijo el ojiverde. –Hoy me he cruzado con tu hermana que te ha visto y me ha dicho que tú faltas de tu casa desde hace años—agregó.

 

El otro sonrió y dijo— ¡No miento!—

 

¿Entonces ella miente?—preguntó el Capitán y el otro sacudió la cabeza. --¿Cómo es que ninguno de los dos miente?—preguntó casi incrédulo.

 

Sencillo—exclamó el joven de ojos mieles. –Yo y mi hermano nos escapamos de casa porque no había lo suficiente para comer allí y decidimos vivir por nuestra cuenta. Nos dedicamos a las pillerías hasta que un día decidí volver—

 

¿Y él?—preguntó Devlin.

 

A él le gustaba esa vida—respondió Jouno—Así que volví solo. Cuando lo hice no estaban contentos de verme. A mi hermana ya la habían ofrendado y lo mismo decidieron hacer conmigo. ¿Estás contento ahora?—

 

¡No te subleves! ¡Recuerda que me debes una!—dijo Devlinut tomando fuerte su brazo.

 

¡Suéltame! ¡Me lastimas!—dijo torciendo el gesto el rubio y al ver que el otro seguía mirando fijo a sus ojos, como si en ellos intentara ver la verdad, añadió—Debo preparar las cosas para mi amo—entonces el Capitán lo soltó y el se fue rumbo a sus faenas.

 

 

 

 

 

 

 

Después de los funerales de Amenón en la Necrópolis de El Cairo, la comitiva inició su viaje al “Valle de los Reyes” y este fue tranquilo. Una vez terminadas las exequias del Faraón  Aknotep se separaron de los sacerdotes de Anubis y siguieron rumbo hacia Tebas donde estaba el templo principal de Ra en todo Egipto.

 

Como era de esperarse la comitiva era grande y en su paso hacia el Nilo en donde tomarían sus barcos pasaron por un tramo de inmisericorde desierto. De no ser por los preparativos que consistían en agua para y comida para varios días de viaje, no hubieran logrado entrar y salir de él, o al menos es lo que intentarían porque a mitad de camino entre el Valle de los Reyes y el Nilo se vieron rodeados por una gran tropa de bandidos que habiendo sabido de antemano la dirección de su caravana puso varias trampas en la arena en que muchos de los guardias cayeron.

 

El líder de los bandidos miró codicioso el preciado botín que esos infelices le habían traído pues un Faraón y su cohorte jamás se mueven sin lujo. 

 

Él, como aquellos que le acompañaban, venía de un pueblo asolado por la tiranía de Aknotep y disfrutaba sabiendo que él sería quien liquidaría al hijo preferido de ese apestoso Faraón.

 

Miró sin miedo a aquellos que desde la distancia le observaban y ordenó el ataque.

 

Seth esperaba y Yami le ordenó--¡Deshazte de ellos!—

 

Un momento mi Faraón. Quiero que estén más cerca para ser más efectivo—le dijo su sumo sacerdote y entonces con el ceño fruncido el ojos violetas se dispuso a observar mientras tres o cuatro de los asaltantes se acercaban a galope.

 

Al otro lado de la caravana Jouno y su amo observaban como uno de estos se acercaba más y más y más. Alzó su sable    dispuesto a golpear al rubio quien en esos momentos estaba frente al doncel para protegerle.

 

¡Jouno!—gritó el bajito justo antes de que una gran tormenta de arena arreciara sin previo aviso. De pronto todos en la caravana solo lograban ver arena, volando a gran velocidad, metiéndose en sus ojos, dificultando la visión, raspando sus pieles.

 

Los de la caravana solo pudieron oír voces apagadas dentro de la tormenta. Los asaltantes solo lograban ver a una rápida figura que sin piedad los fue aniquilando.  Hasta que se acercó al líder y de un rápido manotazo lo bajó de su caballo.

 

A través de la flotante arena el peliblanco de ojos rojos solo pudo distinguir unos brillantes ojos amarillos que le miraban. Estaba sentado en el suelo y mientras miraba a su alrededor esperando que el otro apareciera, pues había perdido su sable en la caída, preguntó--¿Quién eres tú?—

 

Se tensó y los pelos de su nuca se erizaron cuando una voz le habló desde atrás suyo junto a su oreja—He matado a todos tus compañeros. ¡Tú decides! Sirves al que yo sirvo o mueres—

 

¿A quien debo servir?—preguntó el líder. Esa presencia no le gustaba. Era como si no fuera un mortal.

 

El otro le habló al oído y él se puso blanco como su pelo.

 

La tormenta se disipó tan pronto como había aparecido y todos pudieron ver el tendal de bandidos. Todos muertos menos uno que estaba sentado en el suelo.

 

Seth tuvo una extraña premonición. Esa arena, los asesinatos. Todo parecía demasiado igual. Tomaron prisionero al sobreviviente pero este nada dijo de quien le atacó.

 

¡No se preocupe mi Faraón! Yo le haré hablar—dijo el sumo sacerdote de Ra.

Notas finales:

ESPERO Y LES GUSTE

¨¨

AYER NO PUDE ACTUALIZAR PERO COMO VEN NO TARDE TANTO

BESOS A MIS REVIEROS QUE ME ANIMAN 

Y A LOS QUE SE MANTIENEN CALLADOS POR FAVOR

DIGANME ALGO

XD

 


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