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EL CHACAL Y EL DRAGÓN por desire nemesis

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Universidad de Tokio

 

Habían pasado tres años desde que el Faraón fuera liberado y pudiera descansar en paz junto a los suyos. La vida para todos había transcurrido en monótona tranquilidad pues Yugi se había mudado con su abuelo a unas excavaciones en Tebas.

 

De vez en cuando Kaiba los visitaba ansioso de vencer a Yugi y siempre era apaleado por el más joven lo que dejaba furioso a Seto.

 

Los demás se habían dispersado. Tea se había ido a Estados Unidos con sus padres y Tristán después de intentar un año con la universidad se decidió por estudiar mecánica.

 

En el caso de Joey fue distinto pues el estaba empecinado en estudiar arte, ya que sus maestros y maestras le habían convencido de que tenía un don natural para ello y que su futuro podía estar en la gran industria de los mangas.

 

Estaba sentado bajo el cerezo que coronaba el patio principal, sentado sobre el verde pasto esperando a la persona que ahora compartía su vida.

 

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Ese año se había reencontrado con él por  casualidad en los pasillos de la Universidad y tras meses de pláticas en las que añoraban un pasado emocionante y en las que también hablaban de proyectos y cosas que les habían ocurrido mientras no se habían visto, todo sucedió normalmente.

 

Pizza en el apartamento, una película hasta tarde y…

 

¡Es una lástima que tengas que irte!—dijo el joven rubio.

 

¿En serio? Porque yo no tengo ninguna gana de irme y dejarte solito—dijo el otro acercándose de tal manera que lo dejó con la espalda contra la pared. De pronto sus labios estaban a milímetros de los del otro y su respiración se agitó. Mientras sentía aproximarse a la boca del otro, oyó--¡Detenme si no quieres que esto ocurra!—pero nada hizo para detenerlo.

 

Abrazados terminaron en la cama y sus cuerpos se reconocieron por primera vez. Joseph estaba dispuesto a disfrutar del momento. Su corazón no estaba del todo en ello ya que esa persona no era la que en secreto hubiera deseado que fuera pero era amable con él, lo deseaba y su cuerpo no le era en nada indiferente.

 

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Hola cariño—dijo el pelinegro atrapando de pronto los labios del que se encontraba distraído recordando. Lo abrazó y besó, apasionadamente.

 

Seto estaba cursando  el penúltimo año de ingeniería aeroespacial pero no iba casi nunca a la universidad puesto que tenía que encargarse de su compañía. Ese día sin embargo debía rendir un examen en persona por lo que debió acudir a la universidad. Su chofer lo dejó frente a las escalinatas del edificio principal pero le informaron allí que el examen se llevaría a cabo en el edificio adyacente a la entrada posterior. Refunfuñando el CEO se dirigió hacia allí y es entonces que pasó por cerca del patio principal y el cerezo. Vio una pareja besándose y a otros platicando y pasando el rato pero no les prestó atención pues era común ver esa clase de escenas en esos lugares.

 

Dispuesto a seguir su ruta sin querer desvió la vista hacia la pareja del cerezo y fue cuando las caras de estos se separaron haciéndose visibles.

 

Seto se detuvo donde estaba. Eran Joseph Wheeler y Duke Devlin. Los dos se sonrieron y hablaron mirándose a los ojos mientras el castaño les observaba atónito.

 

El examen fue un desastre debido a que no pudo concentrarse. La visión de esos dos besándose le había revuelto el estómago. No le importaba se decía constantemente pero no dejaba de pensar en esos dos, en la cara de goce que tenía el perro cuando el otro se separó de él. Le enfermaba esa visión aunque por causas distintas a las que él pensaba. Y es que Seto sin saberlo estaba empezando a tener los síntomas de una extraña enfermedad llamada celos.

 

Camino a la salida observó el árbol donde antes viera a esos dos con la inconsciente esperanza de encontrarlos de nuevo pero ya se habían marchado.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Alguien le decía—Tranquilo, no te culpo por esto. Yo siempre te cuidaré—

 

No reconocía el rostro pero de pronto esa persona comenzó a arder. Él quería apagar ese fuego pero no podía y la persona repetía—Yo te cuidaré—

 

De pronto la cara de la persona se transformaba en la del dragón negro de ojos rojos y se acercaba rápidamente a él con la boca abierta exhalando fuego.

 

¡Ahh!—gritó al despertar con el pecho agitado por el susto que se había llevado.

 

Devlin a su lado abrió un poco los ojos. Estaba de costado por lo que podía verle sin moverse y al verlo así se sentó.

 

¿Qué pasa? ¿Otra de tus pesadillas?—preguntó algo preocupado ya que desde que lo reencontrara había visto que esas pesadillas eran cotidianas.

 

El otro agitado, solo asintió con la cabeza y el ojiverde le abrazó contra su pecho para recostarlo con él. – ¡Ven! ¡Vamos a dormir abrazados para mantener lejos esos malos sueños!—le dijo.

 

¡Que no soy un niño chiquito! ¿Cuántas veces te lo tengo que decir?—exclamó el rubio herido en su orgullo.

 

Ya sé que no lo eres. De otra forma lo que te hago sería delito—le retrucó Duke haciendo que enrojeciera y se callara. Acomodó su mejilla al pecho del otro y así quedaron abrazados en la cama del departamento que ambos compartían.

 

 

 

Joey iba con un par de compañeras de la clase de literatura a la de dibujo cuando en una esquina se encontraron con cierto castaño de ojos azules. Este no había podido quitarse de la mente la escena del otro día y su mente había inventado excusas medio plausibles para ir a la universidad en persona en más de una ocasión queriendo inconscientemente ver al ojos mieles pero sin éxito ya que nunca logró cruzarse con él, hasta que ese día la diosa fortuna decidió sonreirle al magnate.

 

¡Kaiba!—exclamó Wheeler.

 

¿Le conoces?—preguntó una de las chicas admirada de los ojos azules y la imponente mirada del castaño.

 

¡Por supuesto! Ellos jugaban a esos duelos de monstruos hace unos años. Actualmente él es el campeón—informó la otra señalando a Seto.

 

¿Qué… que haces tu aquí?—preguntó impresionado Joey.

 

No sabía que tenía que pedirte permiso para venir a la universidad—es todo lo que se le ocurrió decir al castaño pues estaba impactado de encontrárselo así tan de repente después de días en que no le halló, por supuesto no estaba buscándolo, y gracias a eso estaba sin otras palabras para el rubio que las soberbias de siempre.

 

¡Y tú tan amigable como siempre! ¡Debes ser el chico más amistoso de Tokio! ¡Me voy, tengo una clase y no quiero perder más tiempo contigo!—dijo el ojos mieles imitando la forma de actuar del otro.

 

Pasaron por su lado los tres mientras el castaño carcomido por la rabia apretaba los puños. ¿Cómo se atrevía el desgraciado de Wheeler a aseverar que con él perdía su tiempo? Estaba que echaba chispas pero ya se vengaría de ese insulto. Si, lo haría, pensó con una siniestra sonrisa curvándole los delgados labios.

 

Fue tres días después de eso que Devlin y Joseph volvían de la universidad y entrando a su departamento con la bolsa del supermercado para hacerse la cena encontraron un sobre membretado con el logo de KC.

 

Curiosos lo abrieron y dentro hallaron una invitación para Joseph Wheeler a asistir al Campeonato nacional de duelo de monstruos que se efectuaría una semana después en ciudad batallas. La inasistencia no era aceptable, informaba la invitación.

 

¿Pero que se piensa? Tengo mucho que estudiar como para perder el tiempo con…--dijo Wheeler y el otro le arrebató el sobre de las manos.--¡Oye!—

 

¡Irás!—dijo Duke Conj. La autoridad de un duque. El otro lo miró como si evaluara cortarlo en pedacitos y comérselo en la cena. –No me mires así. Hace tiempo que solo hablas de los días en que participabas en esos duelos. Esto es bueno para que te saques las ganas antes de que entres al mundo adulto y de verdad ya no tengas tiempo—añadió sensatamente.

 

¡Pero yo…!--dijo Joey algo convencido pero inseguro.

 

¡Irás! ¡Eres demasiado bueno como para perdértelo!—le alentó el pelinegro.

 

¿En serio lo crees?—preguntó dubitativo el ojos mieles.

 

El otro sonrió de una manera que le dio escalofríos—Si—dijo—Y te voy a dar un incentivo para que le patees el trasero a Kaiba porque sé que puedes. Recuerda que una vez casi lo vences con un mazo de menos de 1500 puntos. Si ganas podrás pedirme lo que quieras pero si pierdes…--

 

¿Si pierdo?—preguntó el incauto rubio.

 

Si pierdes te casarás conmigo. Hace tiempo que te lo pido y tú das vueltas. Esta vez no habrá escape. Si pierdes nos casaremos—dijo el ojiverde para susto de Joey.

 

Pero…--trató de argumentar Wheeler.

 

¡Pero nada! ¡Si no ganas ese torneo, nos casamos!—dijo Duke muy decidido. Joseph tragó en seco. Estaba atrapado.

 

Tebas, Egipto 

 

Era un lugar maravilloso. En el día el Nilo contrastaba con la arena e imitaba al límpido cielo azul. Por las noches lo reflejaba dejando ver en él innaturales estrellas y a la luna que cruzaba la límpida oscuridad. Todo era maravilloso para Yugi, porque secretamente todo eso le recordaba al Faraón.

 

Su abuelo se divertía con sus antiguos alumnos en las excavaciones que recorrían esas ancestrales tierras mientras él vivía en un hostal del estilo de mil novecientos. Atendido por sus dueños, dos ingleses, uno heredó de la familia el negocio y se retiró de Inglaterra para vivir más tranquilo. El otro era digamos su amigo, para el pobre e inocente Yugi.

 

Estaba bordeando las excavaciones cuando una hendidura en la tierra llamó su atención. Se agachó para verla mejor y todo el suelo se vino abajo.

 

¡Yugi! ¡Yugi!—llamó su abuelo desde la boca del gran agujero que se había abierto a los pies de su nieto, lo había visto todo desde cierta distancia.

 

El mencionado se despertó y sacándose la arena de los ojos le contestó a éste para que no se preocupara tanto--¡Estoy bien abuelo!—

 

¡Quédate ahí! ¡No hagas nada! ¡Iremos por una cuerda para sacarte!—le dijo desde lo alto.

 

El menor de los Motou miró en derredor y vio que no había caído en una simple cueva. Dentro, las paredes eran de piedra y el piso igual, mirando todo se dio cuenta de que se trataba de parte de un edificio que de alguna manera se le hacía conocido. Era por todo lo que había estudiado del antiguo Egipto, pensó.

 

Luego de bajar su abuelo admiró la preciosa construcción.

 

¿Crees Negai que sea el palacio de Tebas?—preguntó a su antiguo alumno deseando que alguien confirmara sus sospechas.

 

Tenemos que descubrir más pero es muy posible profesor—le respondió el joven. Ya habían revisado a Yugi y este les aseguró que se encontraba perfectamente.

 

¡Igual te llevaremos con el doctor!—dijo el abuelo hablando del “amigo” del dueño de la posada, quien era doctor lo que era perfecto para el hostal pues no había un hospital en kilómetros. Después se puso a revisar el lugar por un minuto e hizo la pregunta en cuestión.

 

Durante el viaje al hostal no hizo más que hablar emocionado del antiguo palacio que al parecer, según la leyenda, las arenas del desierto se habían tragado entero, víctima de un dios furioso, con todos sus ocupantes dentro.

 

Nervioso y ansioso, dejó a su nieto a los cuidados del doctor, después de que este le asegurara de que el muchacho se encontraba en perfecto estado, y volvió a las ruinas con la esperanza de avanzar algo antes de que llegara la noche, la cual lo encontró en la carretera cuando volvía, más tarde.

 

Nunca pensó que encontraría lo que encontró al llegar al hostal.

 

Algo malo le sucede a su nieto, profesor—le informó Gary, el médico. –Respira y sus signos vitales están bien pero apenas se mueve y no reacciona cuando le hablan.

 

Al verlo el abuelo Motou supo exactamente lo que sucedía sin tener necesidad de saber de medicina.

 

¡Le han robado el alma!—anunció y los demás lo miraron demasiado raro. ¿El viejo habría perdido la razón?

 

Varias horas antes.

 

Yugi miraba desde su ventana el Nilo serpenteante cuando sintió un escalofrío. Se levantó y cerró la ventana pensando que esa era la razón del escalofrío pero al hacerlo se dio cuenta de que no. De que había alguien más ahí. Volteó y una voz le dijo--¡Tengamos un duelo Yugi Motou!—

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En las milenarias paredes de un recinto sin nombre unos violáceos ojos despertaron del sueño eterno presintiendo que era necesaria su presencia por alguien a quien más que nada debía proteger.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Eran las finales en Ciudad Batallas.

 

Un acontecimiento histórico se llevaba a cabo.

 

La final era:

 

                    Seto Kaiba vs. Joseph Wheeler.

 

El premio:

 

               20 por ciento de las ganancias de Kaiba Corp por un año.

 

La muchedumbre estaba expectante al igual que cierto pelinegro llamado Duke Devlin que se estaba jugando algo muy importante en dicha contienda.

 

Joey estaba un poco fuera de práctica, lo que llevó a Seto a vencerle con algo de dificultad, sin embargo. El final de la batalla con su “Triple ojos azules” en pleno fue un espectáculo increíblemente fascinador.

 

Kaiba miró a Wheeler triunfal mientras este se quedó huraño porque había perdido.

 

¿Qué te pasa, perro? ¿Recordaste por fin quien es el amo y no te gusta? Tú siempre serás un segundón—dijo Seto. Eso le enseñaría.

 

¡Tranquilo Kaiba que él ha ganado más que tú!—dijo Devlin acercándose a Joey y abrazándolo de manera protectora.

 

Seto no supo porque pero esa afirmación no le hizo gracia y preguntó--¿Por qué lo dices?—

 

Porque hemos hecho una promesa. Si perdía se casaba conmigo. Así que debo agradecértelo. Si no fuera por ti, no me casaría con Joey—dijo de lo más contento el de los ojos esmeralda.

 

El castaño se los quedó mirando procesando la nueva información. Ambos se veían bien, quizás Joseph algo apenado y Duke demasiado sobrador en su felicidad. Pero verlos así le producía una retorcedura de tripas. Era la única forma de decirlo y saber además que porque él venciera al otro esos dos iban a casarse…

 

Pasó al lado de ambos sin decir una palabra. Había ganado el duelo pero no estaba contento en lo absoluto.

 

Joseph lo miró pasar pero intentó restarle importancia al hecho de que por un momento deseó que el otro se enojara aunque sea un poquitín. Pero claro, a Kaiba no le importaba lo que él hacía ni con quién. Al CEO no le importaba él.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El ojos azules jamás había ido a una biblioteca pues jamás lo había precisado, pero por extraños derroteros de la vida se vio frente a esta admirando el edificio cuando cierto ojos mieles salió de adentro cargando un montón de libros y papeles. Se pegó tal susto al ver de pronto al otro ahí parado que se le cayó todo.

 

¿Tanto te asusta verme, perro?—preguntó al que arrodillado trataba de recoger lo caído.

 

¡Deja de cosas, Kaiba! ¡Deberías ayudarme porque en parte es tu culpa!—dijo el nervioso Wheeler.

 

¿Acaso olvidas con quien hablas?—preguntó el ofendido CEO.

 

Si. Con un estúpido snob—dijo el enojado rubio levantándose con todo.

 

El ojos azules llevado por la rabia de que alguien le hablara así, tomó al otro del brazo logrando que todo lo que éste llevaba volviera a caer.

 

¡Oye Kai…ba!—dijo con el nombre algo atorado al sentir más cerca al otro. Sus ojos se abrieron más y sus mejillas se colorearon. Se alejó de inmediato, retirando su mano y volviendo a recoger las cosas por no mirarlo. Se puso a refunfuñar un poco para alejar de su mente lo que había sentido al tener al otro tan cerca.

 

Para el ojos azules tampoco había sido fácil. Su respiración se tornó pesada y su mente se tornó confusa con solo la vista del otro así.

 

Joseph estaba enfurruñado y seguía hablando en contra de Seto cuando se levantó y vio que el ojos azules ya no estaba.

 

Confundido y molesto, Kaiba se había ido. No podía entender que le estaba pasando. Se encontraba buscando a Wheeler cada vez que podía. Y eso que le pasaba cuando lo tenía cerca. ¿Qué le estaba sucediendo?

Notas finales:

ESPERO LES GUSTE

MATA NE

¨¨


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