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Hermosos y malditos por Kitana

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Notas del capitulo: Hola hola, espero que se encuentren muy bien, y espero que les guste este nuevo capi, me tarde un poco lo sé pero ojala que consideren que la espera ha valido la pena, bueno y ahora vamos al capitulo dedicado especialmente a todas las personas que se han tomado la molestia de leerlo,
 

Era el primer día de vacaciones de Afrodita. Como cada año desde los doce, el hermoso muchacho se levantó muy temprano, se dio un baño y se vistió con el uniforme de la cafetería donde cada año se empleaba como ayudante para tener un poco de dinero extra. Salió de la habitación que compartía con su hermano menor y fue a desayunar a la cocina, ahí estaba su madre, remendando un vestido de su hermana Elide.

- Buenos días Dita, te levantaste muy temprano.- dijo ella.

- Buenos días mamá, recuerda que hoy comienzo en la cafetería, no quiero llegar tarde.

- Desayuna antes de salir hijo, cuando estas trabajando no te da tiempo de comer  y no quiero que te enfermes.

- No te preocupes, cuando sea hora de comer saldré y compraré algo, ahora tengo que irme.- dijo y se inclinó para besar a su madre en la mejilla. Salió corriendo sin esperar a que la señora Zlatan lo obligara a desayunar. Ingrid Zlatan era una hermosa mujer de origen sueco, Afrodita era idéntico a ella, salvo en el color de ojos, Ingrid los tenía grises, mientras que su hijo los tenía del mismo color que los de su padre.  Ella tenía solo 16 años cuando se embarazó de Afrodita, era casi una niña y el padre de Afrodita se había desentendido del problema.  Años más tarde, se había presentado exigiendo ver al chico, ella no hubiera querido pero terminó por ceder. Al morir el abuelo de Afrodita se supo que el muchacho era heredero de un fideicomiso que no podía tocar si no hasta cumplir 21 años, y solo se le pagarían los estudios si los hacía en el Instituto Ateniense. Afrodita no tuvo opción, estando las cosas como estaban en casa no pudo darse el lujo de rechazar la ayuda. La única condición que puso es que no dejaría de ver a su madre y a sus hermanos. Ingrid se había casado cuando Afrodita tenía seis años y de su matrimonio habían nacido Elide y Mark, su padre había sido marino y cuando murió los dejó con poco menos que lo puesto. Afrodita conservaba el apellido de su madre pues nunca quiso aceptar el de su padre.

Corría a toda velocidad llevando en la mano el delantal que completaba su uniforme de trabajo. Ni siquiera se dio cuenta de que un par de ojos lo vigilaban desde la esquina cercana a la cafetería.

- ¿Lo ves? Te dije que sabia muy bien donde encontrarlo. - dijo Camus con una sonrisa retorcida. El pelirrojo contempló a su compañero con satisfacción.

- ¿Cómo es que asiste al Ateniense y tiene que trabajar en esto? - preguntó Shura.

- Fácil, él es un bastardo. - dijo Camus. - No me mires así, solo estoy diciendo la verdad, es el hijo bastardo de un abogado muy importante, lo tuvo con una mujer sueca o algo así, el punto es que esa lindura no tiene en que caerse muerto, al menos por el momento, mi padre dice que será asquerosamente rico cuando cumpla 21, así que si eres listo comienza a trabajarlo desde ahora, así no te lo ganará Death.

- A veces puedes ser tan idiota. - murmuró Shura.

- ¿Decías? - musitó Camus acercando mucho su rostro al de Shura.

-Nada, ¿cómo es que sabes donde encontrarlo?

-Se lo que debo saber, nada más. Mañana le haré una pequeña visita a Milo, ¿sabes? Ese pequeño iluso me está ocultando algo y yo tengo que saber que es. Que ni se le ocurra querer engañarme, no a mí. - dijo Camus con una sonrisa misteriosa. - Verás, el conocimiento, mi poco elocuente amigo, es poder y yo aspiro a ser más poderoso que toda la estúpida familia de Death junta. - dijo el pelirrojo encaminándose a la cafetería.

- ¿A dónde vas?- preguntó Shura.

- Voy a entrar, no vine tan lejos para nada. - dijo apresurando el paso. Camus entró en la cafetería con la idea fija en la mente de pasarse un buen rato a costa de Afrodita y Shura, si es que podía.  Se dijo que no había conducido tres horas para nada. Shura lo siguió esperando tener la oportunidad de conversar un poco con Afrodita. Se sentaron en la primera mesa que encontraron en su camino. Afrodita se acercó para atender a unas chicas que estaban sentadas en la mesa vecina a la que habían tomado Camus y Shura, ni siquiera los había notado con lo atareado que estaba. - Oye tú, ¿es que no piensas atendernos? - le dijo Camus, Afrodita solo lo miró y se dio la vuelta.

- Tendrás que esperar a que el chico que atiende tu mesa venga, a mi no me corresponde.

- Ya veo... - Camus se levantó de la mesa con una sonrisa burlona en los labios. - ¿Qué tal acá? ¿Aquí si puedes atenderme? - dijo desplazándose a otra de las mesas, casualmente una de las que Afrodita atendía. - Supongo que tu silencio debe ser interpretado como un sí, vamos Shura, ven y siéntate aquí conmigo. - le dijo Camus.

- Estás loco.- murmuró Afrodita con rabia.

- ¿Apenas lo notas? - de los labios de Camus brotó una carcajada burlona. Se sentó frente a Afrodita que se apresuró a poner frente a él la carta, el joven pelirrojo lo miró con lascivia. - ¿Sabes? Esta sería la fantasía de Death, mataría por tenerte así de servil.- dijo y volvió a carcajearse llamando la atención de todos los presentes. Shura se limitaba a mirar como las mejillas de Afrodita enrojecían de furia.

- ¿Qué van a  tomar? - dijo ocultando apenas su enfado.

- Ummm no sé, no sé, me parece que en este lugar solo deben servir porquerías que los muertos de hambre como tú puedan pagar, pero... tráenos dos cafés, y que sea rápido. - ordenó Camus arrojándole el menú a Afrodita en el rostro. El rubio se fue hecho una furia. Shura lo miró preocupado.

- Creo que te estás pasando Camus.

-¿Te parece? A mi no, en realidad lo mejor está por comenzar.

- Definitivamente eres un demente.

-¿Y a quien le importa? No soy un adorable chico francés como creen mis padres o Shion.  Me divierto, simplemente. Créeme soy muchas cosas pero no adorable.

- Empiezo a creer que eres un idiota.

- ¿Sabes? Si fueras otro ya te habría partido la cara, pero me caes bien, no sé tal vez tu y yo podemos ser más... cercanos. - pegó sus labios a la oreja de Shura y la lamió.

-¿Qué demonios crees que haces? - dijo Shura apartándose, Camus reía a mandíbula batiente.

- ¡Deberías ver tu cara en este momento! Es un poema, un verdadero poema. - dijo Camus entre carcajadas. - Por supuesto que no era en serio, eres demasiado salvaje para mi gusto, ¿sabes? A mi me gustan... pacíficos, tal como Milo. Milo me gusta por dos razones, la primera y más importante es que puedo hacer con él lo que se me venga en gana y él nunca hará nada, me tiene demasiado miedo. - dijo  Camus y se río burlón. - La segunda, quizá no tan importante para mí pero si para mi padre, es que el chico está podrido en dinero, así viviera cien años y gastara a manos llenas cada día de su vida, jamás sería pobre. Es un buen pedazo de carne, hermoso, y tiene otros talentos. Puede parir. - dijo Camus con una sonrisa bastante cínica en sus labios. - ¿Te imaginas lo divertido que sería embarazarlo para obligar a su familia a casarlo conmigo? Eso sí que sería genial, y pienso hacerlo muy pronto, al diablo con las reglas de ese imbécil de Arles.

- Definitivamente estas enfermo.

- Tal vez sí... tal vez no... pero te aseguro que me divierto más que tú. En realidad necesito otro pasatiempo, mi estúpido primo Hyoga se dejó descubrir por los amiguitos del nuevo y se nos acabó la diversión, el enano pelirrojo no quiere verlo más, así que debo encontrar algo con que divertirme en lo que termina el curso. Y si hago que Milo se case conmigo lo tendría de tiempo completo y entonces si que me divertiría. Hay tantas cosas que siempre he querido hacerle y no he podido por falta de privacidad... - Shura iba a decirle algo, pero la llegada de Afrodita con los cafés que Camus había pedido hizo que se olvidara por completo del tema.

-Su orden.- dijo el rubio de mala gana. Camus lo miró con una sonrisa depredadora y cuando iba a irse, lo detuvo sujetando la delgada muñeca del rubio. - ¿Y ahora que quieres?

- No le pusiste azúcar precioso. - dijo Camus jalándolo hacia sí. - Aunque me gustaría probar otra clase de... azúcar. - lamió lascivamente la mejilla de Afrodita y luego lo soltó, el rubio se fue de inmediato hecho una furia mientras Camus no dejaba de carcajearse. - Me lo estoy pasando genial, ¿y tú que tal? - dijo Camus con una sonrisa burlona.

- Empiezo a creer que eres peor de lo que me había imaginado.

- Oh vamos, lo dices como si tú fueras una hermana de la caridad. Mi obtuso amigo, tu expediente es muy interesante, ¿sabes? Nunca había conocido en persona a alguien con las agallas suficientes como para intentar matar a alguien, según leí, si no te detienen a estas horas estarías bien guardado en una prisión española, ¿cierto?

- No sabes de lo que hablas.

-¿Es que me dirás que no es cierto? Si lo hicieras me decepcionarías y mucho.

- Estás enfermo.

- Si, y no es gripa... pero tal vez si sea contagioso. - de nuevo la risa cínica de Camus se dejó oír. - Vamos español, sé que eres tan malo como yo, solo que más discreto, ¿quieres acostarte con Afrodita? Solo déjalo en mis manos. Yo siempre consigo lo que quiero. - Camus se levantó de la mesa, coqueteó con las chicas de la mesa vecina y se dirigió a donde se encontraba Afrodita. El rubio le dirigió una mirada cargada de desprecio.

- ¿Qué quieres?- dijo el rubio.

- Oh nada, solo quiero que me ayudes... ya sabes, quiero que uses tus "talentos" con mi amigo Shura.  Te pagaré, yo sé que tú no eres de los que lo hacen gratis. Así que, ¿lo harás por tu voluntad o prefieres que te persuada?

- No estamos en el colegio Camus.

- Eso ya lo sé, pero que no se te olvide que aquí afuera puedo ser peor de lo que soy allá adentro rubio estúpido. - dijo Camus aferrando la barbilla de Afrodita con fuerza inaudita. - En cuanto termines aquí pasaremos a recogerte. Prepárate porque planeo pasar un buen rato contigo. - Camus beso a Afrodita, el rubio se dejó hacer, no tenía muchas posibilidades de escapar y con el paso del tiempo había aprendido que todos ellos eran iguales, si les daba lo que querían terminarían dejándolo en paz. Afrodita suspiró resignado y le dio la espalda a Camus.

- Salgo a las tres. - murmuró, no tenía caso resistir demasiado. Lo sabía. Sabía que Camus era, en muchos aspectos, peor que Death Mask.

- Perfecto, espero que en este lugar haya un hotel decente, ¿o prefieres hacerlo en la calle? Eso sería... poéticamente sucio, ¿no lo crees? - dijo en tono burlón. Afrodita no quiso seguir escuchando. Se alejó, no quería hacer eso, pero sabía que Camus se lo cobraría cuando volvieran a clases y conocía los métodos del francés. Camus volvió a la mesa, Shura lo miró extrañado, nunca había conocido a nadie como ese francés loco. - Está hecho, lo tendrás hoy mismo, a las tres. - Camus miró su reloj. - Así que tenemos exactamente... cinco horas para explorar este pueblucho y encontrar un sitio decente para que te entretengas con ese rubio. Vamos.- dijo Camus, sacó algo de dinero que dejó sobre la mesa y se dirigió a la salida. Shura lo siguió no muy convencido, no estaba seguro de querer tener así a ese muchacho, en realidad no solo le interesaba llevarlo a la cama, lo que a él le importaba era saber que era lo que ocultaban esos hermosos ojos azules que lo tenían loco desde la primera vez que los viera. No podía entender porque alguien como ese muchacho estaba metido en algo tan asqueroso como la prostitución.

 

Afrodita llamó por teléfono a su madre avisándole que llegaría tarde, inventó un pretexto y colgó sin darle tiempo a su madre de reaccionar. Se sentía tan miserable, ¿es que jamás iban a dejarlo en paz?

Mientras tanto, Shura y Camus recorrían la pequeña ciudad.

- Demonios, este lugar es más aburrido que el infeliz colegio.- murmuró Camus.

- ¿Y qué esperabas francés? Esta es una pequeña ciudad de marinos, eso es todo.

- ¿Qué se yo? Dicen que los marinos son gente divertida, pero este sitio es tan entretenido como un cementerio. Dime una cosa Shura, ¿Afrodita solo es un pasatiempo o es algo más serio para ti?

-¿Celoso francesito?

- Por supuesto que no, ya te dije que no eres mi tipo, simplemente es curiosidad malsana, así que dime, ¿te gusta para un rato o vas en serio?

- Eso es cosa que no te importa.- dijo Shura susurrando en el oído de Camus. El francés se rió con ganas.

- Eres simpático, espero no equivocarme contigo como me equivoque con ese estúpido de Saga y su hermano Kanon. - dijo Camus después de recobrar el aliento.

-¿Y esos quienes son?

- Ya los conoces, son esos gemelos locos que van en tu mismo grupo. Son dos tipos idénticos, de cabello negro y ojos azules.

- ¿Los Gemini?

- Los mismos. Al principio creí que eran divertidos, están tan locos como yo, pero los malditos tienen escrúpulos y eso no me gustó. Tengo mis razones para despreciar a ese par de copias, ¿sabías que son idénticos a su hermano mayor? Ese está todavía más loco, y tiene tantos escrúpulos como sus copias.

- Tú pareces odiar a todo el mundo, no me extraña que los odies.

- No los odio... solo odio a uno, pero no se a cual debo odiar, Milo se ha fijado en uno de ellos, en cuanto me entere de quien de los dos es lo moleré a golpes.

- Hasta donde sé esos son buenos peleando. Aldebarán dice que nadie ha podido con ninguno de ellos dos.

- Tal vez, tal vez, pero yo tengo más trucos que nadie. Ven entremos ahí, ese lugar parece aceptable. - dijo Camus apresurando el paso. Entro en el lugar, parecía un bar. Nadie les miró siquiera cuando entraron, el lugar no le gustó del todo a Shura pero Camus parecía sentirse en su ambiente, al parecer para el joven francés, cuanto más sórdido el lugar, mejor. - A esto es a lo que me refería cuando hablaba de un lugar interesante.- dijo Camus con una sonrisa confiada.

Camus se la pasó bebiendo y hablando de todas sus locuras mientras que Shura solo le escuchaba y no dejaba de pensar en Afrodita.

Cuando dieron las tres Camus y Shura se encontraban esperando a Afrodita fuera de la cafetería. El rubio salió del local con paso vacilante, no los vio y por un momento creyó que se había deshecho de ellos, pero no fue así. Exhaló un suspiro y se dirigió hacia ellos. Con cierta reticencia se dejó llevar hasta un hotel más o menos de buen aspecto por los dos muchachos, estaba nervioso, no se sentía capaz de tolerar aquello tan cerca de casa... pero por otro lado, no podía negarse, no podía porque las consecuencias serían terribles. Además estaba el detalle del dinero, su madre no tenía ni siquiera para alimentar a Elide y Mark, mucho menos para alimentarse a ella misma o al propio Afrodita. Entraron en la habitación en medio de los comentarios sarcásticos y vulgares de Camus. Afrodita sintió deseos de llorar, pero se contuvo, como siempre disfrazó su tristeza con una enorme e invitante sonrisa. Shura lo miró y no dejó de notar la mirada triste de ese chico, la sonrisa se contradecía con aquellos ojos tristes.

- Bueno, ¿vas a hacerlo o no? - dijo Camus al ver que Shura solo se limitaba a mirar a Afrodita. - Bien, sí él no quiere... vamos muñequito, tienes que desquitar lo que te pagaré. - dijo Camus y avanzó hacia Afrodita.

- Espera... no pienso hacer nada contigo aquí presente.- dijo Shura sujetando el brazo de Camus. - Así que lárgate.

- Oh vamos, si solo pensaba mirar. No iba a tocarte nada. - dijo Camus con una sonrisa provocativa-  Claro que no te tocaría... a menos que me lo pidieras.

- Anda, lárgate de una vez, ¿o es que tengo cara de actor porno?

- Me agradas viejo, definitivamente me agradas, bien, yo iré a dar un paseo mientras ustedes se divierten. - dijo Camus, abrió su billetera y sacó una buena cantidad de dinero. - Y como eres mi mejor cómplice... al menos por el momento, yo invito. Toma, creo que esto es suficiente para pagar el tiempo de la mejor de las rameras del Ateniense.- su risa burlona resonó en los oídos del rubio, contuvo sus deseos de golpear a ese tipo porque sabía que a pesar de que la ira era demasiada, no tenía oportunidad con alguien como Camus.

- Termina de largarte de una vez ¿quieres? - dijo Shura, Camus se rió y salió finalmente.

- Bueno, ya estamos solos, ¿por donde quieres empezar? - dijo Afrodita, Shura le sonrió y se sentó en la cama.

- Escucha rubio, me gustas, es cierto, pero el día que te tenga será porque tú mismo me lo hayas pedido, no porque ese francés imbécil o alguien más te haya pagado. Ahora largo de aquí, quiero estar solo. - dijo Shura con una misteriosa sonrisa.

- No entiendo...

- No hace falta, ahora vete antes de que me arrepienta. - dijo Shura. - Y no olvides esto. - dijo dándole a Afrodita el dinero que Camus había dejado.

- Pero yo...

- Ya te dije que no lo quiero de esta forma, ¿entiendes? Será a mi modo y cuando tú estés listo para mí. Anda, vete de una vez. - Afrodita no quiso tentar a su suerte, corrió lo más rápido que sus piernas se lo permitieron de vuelta a su casa, horas después Shura se reunía con Camus, le dijo toda clase de mentiras que el francés se creyó a pie juntillas, Shura definitivamente era la clase de persona que le agradaba, pensó Camus.

Notas finales: ya saben lo que tienen que hacer, portense mal y lean muchos fics je je, ya en serio, por fadejenme un comentario aunque sea chiquito si¡? me ayudara a saber que tan bien o que tan mal lo estoy haciendo, un beso, bye bye,

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