Dentro el castillo no era muy acogedor con paredes de piedra y pocos muebles. Parecía salido de la novela de Stocker. El de cabellos café lo condujo a una habitación en lo alto de la torre principal. Después de buscar alargó la mano al curioso ojos mieles que por el camino inspeccionó todo. Después de todo no estaba seguro que quien había atacado a las jóvenes era un vampiro. Era una presunción. Siempre pudo ser un maníaco y el otro parecía muy inteligente y elegante para vivir tan apartado.
Joseph tomó la caja de madera con los implementos de asepsia.
Gracias—dijo Wheeler.
De nada—dijo el hombre que bajó por las escaleras por las que subieron no sin antes decirle— ¡Siéntase en libertad de cerciorarse de que las jóvenes no están ni han estado en este lugar! –
Cuando Joey bajó lo encontró leyendo junto a un candelabro forjado que descansaba en una pequeña mesa ovalada junto al tapizado sillón de cuero. Estaba de perfil a él y se veía sereno y en su mundo. A su lado el acaudalado castaño tenía una ventana por la que se veían los arbolados bosques y los campos de Isely. Era una imagen digna de un cuadro y el joven cazador se tranquilizó por un momento con dicha imagen.
¿Ya se aseguró de que no las tengo aquí, inspector?—preguntó sin mirarle el lector lo que hizo sospechar al rubio de hacía cuanto lo observaba sin darlo a entender.
Al menos lo que pude ver está en orden—le dijo algo molesto el ojos mieles y el otro advirtiendo eso en su tono lo miró.
Si quiere lo guiaré—propuso.
No será necesario. No me parece que este usted escondiéndome nada. Al menos en este asunto—respondió Wheeler. –Pero… quisiera saber… Usted se ve como un hombre que disfruta estar solo. Y no veo sirvientes por aquí. ¿Por qué me dejó entrar tan fácilmente?—agregó.
Tiene usted razón, inspector. Disfruto de mi tranquilidad en este lugar y procuro que nadie me moleste pero para serle sincero le he dejado pasar para cambiar un poco mi rutina. Creo que he estado algo aburrido y la aparición de una visita me ha parecido interesante. Además en este pueblo hay pocas personas con las que poder hablar normalmente—dijo el castaño.
Me imagino pero… ¿Y su familia? No creo que sea usted de aquí—dijo el cazador. Los finos modales del otro denotaban que se había criado en una ciudad, tal vez Londres.
Estamos distanciados—dijo el hombre con una pequeña mueca. –Digamos que nuestras maneras de vivir son diferentes. De hecho ellos se reirían de sus sospechas. Siempre me han catalogado como el más inofensivo de todos—añadió. Luego su azulina mirada se clavó en los mieles ojos—Y ya que estamos en tren de confesiones. Dígame inspector… ¿Por qué se cortó antes de entrar en el castillo?—preguntó tomando por sorpresa al otro.
Fue con…--dijo Wheeler tratando de ocultar que le fastidiaba que el otro dudara.
No intente engañarme por favor. Ambos sabemos que esa herida no se lo hizo con las piedras de la entrada. Es un corte demasiado prolijo. Probablemente hecho con una daga o puñal muy posiblemente escondida en su manga—le dijo el castaño impactando al rubio por su deducción.
Joseph se dio por vencido. –Quería ver como reaccionaba ante la sangre—le contestó.
¡Vaya! ¿Y por que?—preguntó Kaiba.
Algunas personas reaccionan mal a su visión o puede recordarles hechos funestos—le contestó Joey.
El otro le miró ceñudo y le preguntó--¿Y que le pareció mi reacción?—
Sinceramente no pensé que le desagradara el ver sangre de tal manera—le respondió el ojos mieles.
Es cierto. Me desagrada la visión de la sangre. Entre otras cosas por eso se reirían mis parientes de sus sospechas—le respondió el castaño mientras la lluvia comenzaba con gran estrépito. –Puede quedarse si gusta—le dijo al visitante al ver su cara de pesar–Le advierto que deberá hacerse la cama pues como notó no tengo servidumbre—
¡No quiero molestarle!—trató de alegar el compungido rubio.
Si me molestara no se lo propondría. Probablemente se queda en el hostal del pueblo que esta muy alejado. Se empapará antes de llegar allí y con seguridad mañana amanecerá enfermo—le dijo el dueño de casa y después de un segundo de espera en que sus ojos no se separaron el ojos mieles asintió.
Gracias de nuevo—le dijo a Seth.
Se le está haciendo costumbre—dijo algo alegre el castaño.
Era un cuarto algo oscuro y pequeño en el ala sur. El dueño de la propiedad tenía el suyo en el ala norte por lo que no debiera preocuparse pero aún así puso su daga bajo la almohada. Ese hombre era raro. Quizás se lo parecía porque estaba solo en una construcción tan grande y parecía estar a gusto. Debía aceptar que parecía tranquilo tal vez demasiado. Le inquietaba alguien así pues nunca había conocido como él.
Se sacó la casaca, los pantalones y los botines y se metió en la cama.
Despertó algo confuso, había algo que no estaba del todo bien. De pronto pudo darse cuenta de qué era. Un peso extra se le estaba posicionando encima y le había agarrado las manos por las muñecas y las había puesto a ambos lados de su cabeza.
Quien fuera se había colado entre las sábanas y su entrepierna, abultada y prominente rozaba para desconcierto del joven con la suya que para azoración suya había despertado antes que él al parecer.
Una lengua caliente y maquiavélica rozó la piel junto a la oreja del cazador.
¿Qué pretendes?—preguntó el de ojos mieles.
¿No es eso obvio? A ti—dijo una susurrante voz justo en su oído causándole un exquisito temblor mientras sentía que su sangre comenzaba a hervir.