Lo siento. He traído esto a su casa. En vista de que…--dice el rubio levantándose con claras intenciones de irse.
¡No puede irse así!—dice el otro deteniéndolo con su cuerpo mientras le agarra de los brazos pues se ve que en cualquier momento caerá por la debilidad. –Llueve y está usted enfermo. Lo devolveré a su cama—añade mientras Joseph solo puede pensar en su olor, ese aroma lo atrae intensamente.
¿Desde cuando me atraen los hombres? Se pregunta amargamente. Pero debía aceptar que ese hombre tenía algo especial. Luego piensa en la noche anterior y, frustrado, se pregunta si no se habría vuelto alguien fácil.
Mientras apoyado por el otro sube las escaleras tratando de mantenerse incólume ante ese aroma varonil que el otro desprende, intenta aguantar la debilidad que le esta mareando.
El otro le recuesta en la cama y le dice—Le dejaré aquí para que descanse. En un rato vendré con la comida. No estoy acostumbrado a cocinar para nadie más así que no se haga ilusiones—
Gracias por lo que hace. Cualquier cosa será un regalo del cielo para mí…--dice antes de quedar inconsciente el rubio.
Rato después alguien le despierta tocando su hombro. Abre los ojos pesadamente y descubre la figura del dueño de casa que le ha traído una pequeña bandeja con un plato de sopa, pan y agua.
Despacio se yergue hasta quedar sentado y luego se acomoda poniendo su espalda contra el cabezal de la cama.
Gracias. No tenía porque hacer esto—le dice el joven rubio.
Los ojos azules le miraron fijamente—¡Ya me lo ha dicho! No hace falta decirlo más. Se ve muy pálido. Me preocupa. ¡Coma eso! Si mañana sigue así traeré al médico del pueblo—dice Kaiba.
No creo que sea necesario. Descansando y comiendo así me repondré muy pronto—dice el ojos mieles.
No tiene porque lisonjearme. Sé que no es una buena comida—contesta el otro muy serio.
Joey le regaló una brillante sonrisa y le dice—¡Tal vez, pero es la primera vez que alguien cocina para mí!—
Eso descoloca un poco al noble que solo le dice al despedirse--¡Bueno, entonces coma! Volveré en un rato—
Joseph come la sopa, está algo sosa y se ha entibiado pero para él es un plato de los dioses. La toma rápidamente y la deja esperando a que el castaño vuelva a por la bandeja pero el sopor que le dio el estómago es más fuerte y después de unos minutos se queda dormido.
Despierta al sentir unos gritos que aunque algo alejados se oyen con claridad. Alarmado el joven se levanta aún algo mareado. Despacio se desplaza por el pasillo camino a la escalera.
Pero sobrino, sabes muy bien a que he venido—dice el forastero,
¡No volveré!—exclama el dueño de casa.
Pero sobrino. Vivir tan alejado de todo no veo para qué…--y de pronto se queda callado y sonríe mirando atrás del castaño. –Bueno, ahora creo entender por que—El castaño voltea y ve lo que su tío—Me hubieras dicho que tenías compañía. Con alguien así al lado también se me...—añade éste.
¡No es lo que piensas!—refuta el ojos azules.
Los ojos grises de su tío lo miran mientras una mueca se dibuja en su rostro como diciendo que no intentara tomarlo por tonto.
El rubio sobre la escalera se desespera y dice—Lo siento. Es que oí gritos y temí… no quise oírlos…--al decir esto da un mal paso gracias a las escaleras y se siente caer, cierra los ojos esperando el impacto de los duros escalones contra su cuerpo pero de pronto descubre que esta a salvo en los brazos de alguien. Lo mira. Es el tío del noble.
Deberías cuidar más al muchacho—le dice a su sobrino que al parecer está tras él. Joseph voltea intentando asimilarlo todo. En un segundo los veía abajo y al siguiente estaban arriba de la escalera. El castaño mira a su tío no a él. ¿Era posible que ambos?—Se ve débil. ¿Acaso no lo alimentas bien? No lo entiendo. Siempre has cuidado bien de tus presas—añadió el tío del castaño con un tono casual mientras ratificaba las dudas del cazador.
Joey tenía la mirada en el suelo mientras un extraño temblor recorría su cuerpo. ¿Acaso era el castaño el que la noche anterior? Unas manos fuertes halaron de él.
¡Déjame en paz y vete!—le dice el sobrino al tío con el ojos mieles entre sus brazos de espaldas a él y con la mirada aún perdida por todo lo que cruzaba su cabeza.
Está bien, me iré ya que tienes cosas que resolver pero volveré mañana—contesta el de ojos grises.
¡No vuelvas! ¡Obtendrás la misma respuesta!—le advierte Seth.
¡Igual lo intentaré! ¡Ciao!—dice antes de cruzar la puerta alegremente el tío.