Los siguientes días pasaron con una pequeña rata haciendo hoyos en la mente del ojos mieles. Frecuentemente el castaño lo hallaba distraído y cuando le preguntaba que le pasaba el otro contestaba q ue nada y sonreía pero Seth sabía que Joseph algo ocultaba. Con el pasar de los días el rubio se fue poniendo tenso y brusco con el ojos azules y comenzó a decirle que no se metiera en sus cosas cuando lo hallaba distraído. La relación entre ambos se fue enfriando con el correr de los días y pese a los intentos de Kaiba de recuperar a su cachorro.
Mientras Seth tenía otro problema, su hermano. Noah también estaba alejado del castaño. Cuando se cruzaban en alguna parte de la casa el peliverde miraba para otro lado y fingía no oír el llamado de su hermano.
Seth entró en la sala del trono por el llamado de su madre. Sus planes eran irse en 5 días. Temía que si seguían ahí no solo perdería a su hermano sino también a su cachorro y después de todo lo que había pasado para recuperarlo no estaba dispuesto a eso.
Noah estaba también ahí y al verlo intentó irse pero su madre se hizo oír y lo detuvo diciendo— ¡Ya está bien de idioteces!—
¿Tú? ¿Tú me dices eso? También me ocultaste la verdad. Y fue peor porque lo tuyo fueron años. Eres una falsa. Tú todo este tiempo me mantuviste engañado.- Tú…--dijo el herido Kaiba menor.
¿Y que hubiera pasado si te enterabas de que eras un hijo ilegítimo? ¿De que no eras uno de los príncipes? ¿Y si alguien más se enteraba? ¿Qué hubieran pensado del hijo bastardo de la reina? Era todavía peor que supieran que eras hijo del hermano del rey. Seto estuvo de acuerdo. Incluso Seth se dio cuenta de que era lo mejor—contestó May.
¿Papá lo supo? Perdón. ¿El rey lo supo?—preguntó anonadado el ojos azules mientras su hermano compartía su estado.
¡Por supuesto! ¿Acaso piensan que alguien podía engañar a Seto Kaiba?—preguntó oronda Valantine.
¿Y que te dijo?—preguntó su hijo curioso.
No estaba feliz. Es cierto. Por un tiempo no me habló y hasta creí que me pediría que te aniquilase y me preparaba para acatar lo que decidiera cuando me dijo que lo tendríamos con la condición de que sería un secreto. Después de todo es mi sangre, me dijo—respondió la rubia para asombro de sus hijos.
Seth y Noah la miraron por un momento y después su hijo menor confundido y enojado se fue de ahí.
Johan se estaba recuperando bien. De hecho ya estaba casi normal pero aún descansaba. Cuando la puerta se abrió y vio al ojos mieles su disgusto fue evidente y más se molestó cuando el joven se sentó a un lado de la cama. Tardó un minuto en mirarlo a la cara y el otro le miraba intensamente.
Necesito pedirte un favor—dijo el rubio.
El castaño volvió tarde a su habitación esa noche y se encontró con Joseph que leía un libro. Trató de pasar de él para no generar otro momento de malhumor en ambos puesto que estos se estaban volviendo frecuentes. De pronto una mano tomó su brazo.
No quiero que peleemos más—dijo el ojos mieles con rostro preocupado.
Yo tampoco cachorro—respondió el ojos azules antes de besarle.
Sus bocas se fundieron mientras sus cuerpos empezaban a hervir. Las manos de los dos comenzaron a acariciar cada parte del otro, buscando su mano más sensible. Seth lo llevó hacia la cama mientras desnudaba su frágil cuerpo. Yaciendo bajo el castaño Joey se arqueó y Seth clavó sus colmillos mientras le embestía despacio, dulcemente. Hacía días que no tenía a su cachorro, su dulce cachorro para él y solo para él. Lo amaba con la devoción más noble. Lo veneró despacio y en totalidad.
Seth despertó con una gran sonrisa. Totalmente relajado. Tenía al cachorro de nuevo a su lado y todo iría bien. Miró a su costado para verlo pero nada encontró. Su corazón dio un vuelo y más cuando al mirar vio una nota en su mesa de luz.
“Seto, espero me perdones por lo que voy a hacer. Lo he pensado mucho y es por eso que me has visto distraído. Me molestaba tomar esta decisión unilateralmente y también el herirte pero es algo necesario y solo quiero que mi decisión no haga que eches todo por la borda. Hago esto para que puedas tener una vida tranquila.
He decidido entregarme a la Asociación. Por favor no culpes a Johan. He pedido su ayuda en esto porque sé que no se negaría. Por favor, ponte en mi lugar. Es lo que tú harías también. Tantos han muerto por mi culpa que solo la idea de que tú y tu familia pasen por lo mismo me duele. Solo me queda esperar que llevado por tus sentimientos no deshagas aquello que trato de conseguir.
Espero algún día me perdones por hacer esto a tus espaldas. Y espero que algún día volvamos a encontrarnos. Solo espérame. Deseo que esto sirva para que en un futuro todo sea paz.
Te ama, tu cachorro.”
El corazón del castaño se apretó y desesperado salió a buscar a su cachorro. Ahora entendía. Lo de la noche anterior había sido una despedida. Wheeler se había ido ni bien el castaño se durmió. Johan le acompañó por lo que ambos estaban muy lejos cuando este despertó y alertó a la casa.
Tres días más tarde alguien golpeó a las puertas de la Asociación. Los guardias tenían que considerar a todo mundo sospechoso y por ello abrieron apuntando con sus escopetas al visitante que al parecer había llegado a caballo y solo cargando un pesado fardo envuelto en una bolsa de lona.
¿Qué quiere?—le preguntó el más alto.
Hablar con su jefe—respondió el desconocido.
¡No le verá a menos que…!—dijo el guardia ceñudo pero el otro le cortó.
Él me verá. Téngalo por seguro. ¡Ahí traigo un regalo que aliviará sus penas!—dijo el otro apuntando al fardo.
¿Quién es usted?—preguntó el guardia.
Soy Herr Johan Richtenchrikter—respondió el visitante.
Arthur Nellison era el dirigente de la Asociación y se encontraba reunido con sus cuatro lugartenientes para planear los próximos movimientos en esa cruenta guerra. A ellos no les estaba yendo tan bien pues muchos de sus cazadores jóvenes habían perecido en las batallas. La sangre nueva de la Asociación estaba perdiéndose y entrenar a un cazador llevaba por lo menos 5 años y por los momentos sus cazadores restantes tenían que mantenerse batallando por lo que estaban en peligro de perecer en más de un significado pues nunca se pensó en una guerra a gran escala contra los más poderosos clanes vampíricos. De hecho por eso se habían dedicado solo a aquellos vampiros que atacaban indiscriminadamente o que no se saciaban con facilidad y causaban el terror.
Cuando Nellison oyó la noticia su corazón se llenó de malos presagios. Uno de los últimos Richtenchrikter estaba a su puerta y solo podía querer dos cosas, un trato o venganza.
Se paró entre sus guardaespaldas y preguntó al desconocido--¿Qué desea?—
¡Qué rudo! Aunque no me puedo quejar. El que me atienda en la puerta es mejor trato del que ha recibido mi familia—los ojos de Arthur se volvieron unas rendijas, tenía razón después de todo. El otro podía venir a tomar venganza—Pero no recordemos cosas tristes. ¿No le dieron mi recado?—preguntó después.
Si. ¿Pero que pretende en verdad?—preguntó el director de la Asociación.
¡Eso! Darle un regalo. El mejor de todos—dijo el castaño desatando el fardo y tirándolo en tierra frente a los cazadores.
Uno preguntó con la mirada a su jefe y este asintió con la cabeza. El cazador abrió el fardo de lona para ver su contenido y un rostro conocido apareció.
Era Joseph Wheeler y parecía muerto.
¿Qué es esto?—preguntó sin entender el canoso cazador.
¡Lo que he dicho! Un regalo. Un presente que espero acabe con esta guerra—respondió el vampiro.
¿Está muerto?—preguntó confuso Nellison.
¡Por supuesto! No sería un fin a esta situación si no lo estuviera. ¿No es cierto?—preguntó el de ojos verdes.