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Love Hurts por Nayen Lemunantu

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Notas del capitulo:

Hola!!!

En este cap. habrá una nueva variable que jugará en contra de mi querida Imperial Pair. La verdad es que yo soy muy realista para escribir y creo que en las relaciones de pareja, hay tantos factores que influyen, ademas del propio amor o desamor y eso fue lo que traté de mostrar en este cap. así que ya veremos si el amor es mas fuerte y puede superar todos los obstaculos.

 

Capítulo 4

 

 

Pase lo que pase, sólo tienes dos opciones:

Que sea un buen recuerdo

O que sea una buena lección

 

 

Se sentía preocupado, sus agudos ojos marrones inspeccionaban la banca contraria con insistencia.

Después de la desafortunada escena a la salida de los camarines, no había vuelto a ver a Atobe. No se encontraba sentado en el banco ocupando su lugar como capitán, ni tampoco estaba en las graderías mirando los partidos como un mero espectador. Alrededor de las canchas de tenis, no había señal alguna del joven platinado.

Lo más inquietante era que a su ausencia, se sumaba también la del tensai de Hyotei, cosa que a Tezuka no le gustaba nada. La idea de que ambos estuvieran juntos ahora se le hacía insoportable.

¡Cuánto le desagradaba ese tipo!

Frunció el ceño sólo por el agrio recuerdo que le producía el peliazul y cruzó los brazos sobre su pecho visiblemente irritado. Aún no creía que Yuushi se hubiera atrevido a tratarlo así y peor aún, no comprendía la actitud de Atobe o más bien, no comprendía sus propios sentimientos frente a la actitud de Atobe.

La verdad era que se había sentido increíblemente turbado por las duras y frías palabras de quien fuera hasta hace tan poco su novio. Le parecía como si todos los bellos momentos que habían vivido juntos, que los habían unido y llevado a conocerse, comprenderse y aceptarse, no habían significado nada para Atobe.

No quería aceptarlo, pero le había dolido en el alma su actitud.

Suspiró cansado y se recostó sobre el asiento de plástico de las galerías donde se encontraba ubicado. Echó la cabeza hacia atrás y se masajeó el puente de la nariz mientras cerraba los ojos y trataba de acallar el murmullo a su alrededor, concentrándose sólo en sus pensamientos.

—¡Juego y partido para Hyotei!

La sentencia del juez del partido lo hizo fijar su atención en la cancha ora vez y una expresión de incredulidad se fijó en su rostro al oírla. Fuji acababa de perder en Singles 3 frente a Jirou Akutagawa ¡Tezuka no lo podía creer!

Como no había puesto atención al juego, no se explicaba las circunstancias que llevaron a este resultado, pero estaba seguro que no se debían a las facultades tenísticas del titular de Hyotei. Más bien, era más que seguro que el mismo Fuji fuese el culpable de la derrota, de seguro no estaba lo suficientemente concentrado en el juego.

Aunque pudo ver que él no era el único sorprendido con la derrota, hasta ahora la única de todo el encuentro. Cuando Fuji volvió a la banca, lo hizo frente a la mirada atónita del resto de su equipo, ante las que pareció no inmutarse, es más, dudaba incluso que se diera cuenta de ellas.

—¡Echizen! Es tu turno —habló al ver que su titular más joven no se movía.

—¡Sí! —el chico de la gorra asintió y recobró la compostura.

Fuji por su parte se había sentado y usaba una toalla para cubrirse la cabeza, no se veía agitado ni cansado, el sudor en su cuerpo era mínimo, lo que evidenciaba que durante todo el partido escasamente jugó.

Decidió concentrarse en el juego para ir preparándose mentalmente para su duelo que se avecinaba más pronto de lo previsto, ya que el partido de Singles 2 transcurrió increíblemente rápido. Hiyoshi no fue rival para el talentoso novato de Seigaku y en poco menos de quince minutos, el encuentro terminó con la tercera victoria para el equipo.

Su propio encuentro fue igual de rápido, al parecer a todo el equipo rival le había afectado mucho la inesperada ausencia de su capitán y de uno de sus jugadores más importantes y su encuentro con Kabaji duró menos aún que el partido de Singles 2.

Los saludos correspondientes al término del encuentro se hicieron en medio de un ambiente visiblemente tenso. Sólo la madura cortesía mostrada por los entrenadores logró salvar la situación y mostrar la mínima cuota de camaradería necesaria en un encuentro amistoso.

Mientras ellos hablaban, todas las miradas de Hyotei se dirigían a Tezuka, cargadas de una mezcla de disgusto y rencor. Él por su parte, si se dio cuenta de ellas, no mostró signo de verse afectado. Ciertamente se encontraba preocupado por cosas mucho más importantes que la derrota de Hyotei.

Cuando los saludos de cordialidad terminaron, ya estaba decidido, tenía que conseguir información de Atobe y sólo una persona dentro de todo Hyotei podía ayudarlo: Taki Haginosuke, el mejor amigo del peliplateado.

Tezuka se dirigió con paso rápido y seguro hacia Taki, quien permanecía en las bancas, observando con detención a los miembros de su equipo y no se percató de su presencia hasta que le habló.

—Taki, ¿puedo hablar contigo un segundo?

Taki pareció sorprenderse por la inesperada pregunta y lo miró con ojos muy abiertos, pero sólo le bastaron unos segundos para recuperarse de la impresión inicial y responderle cortante:

—No veo qué podamos discutir tú y yo —dirigió su mirada nuevamente a la cancha de tenis, ahora vacía.

—Necesito saber de Keigo, lo vi esta mañana antes que comenzara el encuentro y luego desapareció, estoy muy preocupado por él —Tezuka habló decidido, ignorando la indiferente actitud de Taki. 

—¡Permíteme dudarlo! —ironizó.

—Aunque te cueste creerlo, es verdad.

—Mira, Tezuka, no vas a sacar ninguna información de mí, así que deja de perder tu tiempo y el mío.

Taki se veía bastante incómodo con la situación, se puso de pie realmente hastiado con la insistencia del capitán de Seigaku e hizo ademán de irse, sin embargo fue detenido por Tezuka, quien lo tomó por el brazo sin usar demasiada fuerza y lo hizo girarse.

—¿Qué haces? —Taki se soltó del agarre con un movimiento brusco.

—Por favor, dile a Keigo que estoy muy preocupado por él y me gustaría verlo… creo que hay cosas que tenemos que hablar aún… Por favor —insistió con una expresión suplicante en la mirada.

Taki lo miró realmente intrigado, con una perspicaz mirada que parecía inspeccionar en detalle los ojos marrones de su interlocutor, buscando una señal de sinceridad en ellos. Suspiró sonoro y dejó caer sus brazos al constado en señal de rendición.

—Voy a darle tu mensaje, pero no te prometo nada —habló con monotonía.

—Gracias —al decir esto, una sonrisa sutil se instaló en los labios de Tezuka.

Taki se sorprendió un poco frente al gesto del muchacho de anteojos y pestañó varias veces, se sentía bastante intrigado con la personalidad de Tezuka, estaba comenzando a entender por qué Keigo se había fijado en él. Realmente Tezuka era una persona muy interesante, de esas personas que no pueden ser leídas sólo con la primera impresión y necesitan de toda una vida para llegar a comprenderlas y aun después de eso, te siguen sorprendiendo.

Sonrió para sus adentros al constatar este pensamiento y decidió marcharse, pero fue nuevamente interrumpido.

—Taki, ¿puedo preguntarte una última cosa? —cuando el aludido se dio la vuelta intrigado, continuó—. ¿Cuál es la relación entre Oshitari y Keigo?

—¿Qué?

—En la mañana pude ver que el interés de Oshitari en Keigo es evidente, pero lo que me preocupa es saber cuáles son sus intenciones con él.

—Lo que a mí me gustaría saber, Tezuka, es cuáles son tus intenciones con él.

Tezuka abrió los ojos ligeramente en un claro signo de sorpresa, no se esperaba una contra-pregunta como esa, que lo descolocó, sobre todo porque no tenía claridad sobre la respuesta.

—Te aconsejo que reflexiones sobre eso —Taki continuó—. Por ahora te puedo decir que no te equivocas con Yuushi, él está y ha estado interesado en Keigo desde que lo conoció y… últimamente se los ha visto muy unidos. De hecho, eso ha sido gracias a ti.

Taki observó detenidamente cómo la expresión de Tezuka cambiaba, dejando en su rostro siempre impasible, una visible evidencia de la molestia que sentía. Sin más que agregar, se dio la vuelta y se marchó, sin tener la delicadeza de despedirse.

Tezuka por su parte, recogió su bolso de tenis con brusquedad y salió rumbo al camarín, tragándose la ira que comenzaba a invadirlo.

Sólo cuando llegó al camarín, fue consciente de todo el tiempo que estuvo conversando con Taki. Ya nadie de su equipo permanecía ahí, todos se habían marchado rumbo al restaurant de Kawamura a celebrar el triunfo. Cerró la puerta con brusquedad y arrojó su bolso sobre una de las bancas, tratando de desahogar la ira contenida.  

Lentamente se fue dando cuenta que no se encontraba solo ahí, aun había un bolso en el camarín y podía oírse el ruido de una ducha. Al cabo de unos minutos, apareció Fuji con una toalla en la cintura, su cabello mojado se veía más largo que de costumbre y desprendía finos hilos de agua que bajaban por su torso y espalda.

Tezuka lo miró detenidamente, sorprendido con la visión del castaño, pero terminó por desviar la mirada y comenzó a cambiarse de ropa. Fuji lo imitó en silencio y cuando ambos hubieron terminado, Tezuka se dio la vuelta y le habló:

—Tenemos que hablar —el castaño no le respondió, siguió vistiéndose, ignorándolo por completo—. Lo que pasó en la cancha hace un rato no puede volver a repetirse. Necesitas concentrarte más.

Aun cuando sabía muy bien que a veces se hace difícil mantener la concentración, no podía salirse de su rol de capitán y como tal, era su obligación recordarle a sus regulares el deber que tenían con el equipo y entregarles algún consejo cuando lo necesitaran. Sin embargo, Fuji no le respondió, se secaba afanosamente el cabello con enérgicos movimientos, inmerso en sus pensamientos, por eso tuvo que insistir.

—Los problemas no se llevan a la cancha Fuji.

—Disculpa por tener sentimientos —las palabras del tensai se oyeron cargadas de sarcasmo.

—No estoy diciendo eso y lo sabes bien.

—Yo no soy como tú, Tezuka —Fuji se dio la vuelta y lo encaró con una mirada desafiante en los ojos cobalto que fulguraban intensamente—, no puedo fingir indiferencia cuando me siento afectado por algo.

Tezuka sin embargo, quiso bajarle el perfil a la discusión, ya estaba cansado de las constantes peleas con Fuji. De un tiempo a esta parte, su relación con el castaño había empeorado dramáticamente. Lo que una vez fue amistad y camaradería, ahora se había transformado en desacuerdos y malos entendidos.

—Te voy a dejar a tu casa —propuso.

—No es necesario, Shiraishi vendrá a buscarme.

Como por arte de magia, la sola mención de ese nombre le devolvió a Fuji la tranquilidad, haciendo que toda la melancolía que sentía hasta hace unos segundos, desapareciera. Terminó de secarse el cabello con rapidez y se puso el pesado abrigo que usaba en esta época del año. Listo ya para marcharse, sonrió para sí mismo al darse cuenta que ya debían estarlo esperando. Tomó sus cosas y se dirigió a la puerta del camarín, pero al abrir la puerta se detuvo y agregó con voz decidida.

—Quiero que me dejes en paz. Yo estoy enamorado de Shiraishi, así que voy a hacer de cuenta que lo ocurrido esta mañana nunca pasó.

 

*          *          *

 

El Ferrari negro se estacionó con suavidad frente a la colosal escalinata de la mansión Atobe, luego de cruzar la larga alameda de robles que enmarcaba el camino hacia los espaciosos jardines.

Era el frío anochecer de un sábado, por lo que a esa hora, cuando la noche dejaba caer su manto, las estrellas se reflejaban en las numerosas fuentes de agua dispuestas frente a la gran mansión.

Habían pasado toda la tarde juntos y ahora se veían muy cercanos.

A pesar de ser compañeros hace tres años, Keigo y Yuushi no eran precisamente amigos. Sin embargo, en las situaciones difíciles es cuando se descubre a los verdaderos amigos y Keigo lo sabía bien: en el momento en que más necesito del apoyo de alguien, fue Yuushi quien no sólo fue su apoyo y contención, sino también un excelente consejero.

Las palabras dichas por el peliazul horas atrás en el café donde se encontraban, aún resonaban en su cabeza:

A veces hay que olvidar lo que sientes y recordar lo que te mereces.

Tal vez Yuushi tenía razón. Tal vez debía sacar a Tezuka de su cabeza para siempre… Aunque no estaba seguro de poder lograrlo.

Quizá con el paso implacable del tiempo podría dejar de pensar constantemente en él, pero, ¿podría sacarlo también de su corazón? No lo sabía y la verdad era que tenía miedo de averiguarlo.

Giró un poco la cabeza y con el rabillo del ojo observó a su compañero sentado junto a él. Éste lo miraba detenidamente, pero no podía ver sus ojos, ya que las tenues luces del anochecer se reflejaban en los cristales que cubrían su mirada.

—Gracias por traerme, Yuu —su voz sonó realmente cálida.

—Fue un placer.

Yuushi no pudo suprimir la sonrisa en su rostro al oír cómo lo llamaba Keigo. Hasta ahora, a pesar de verse casi a diario durante tres años, nunca lo había nombrado por su apodo. Sintió que la cercanía entre ambos había crecido inmensamente en la última semana y no podía ocultar la alegría que esto le producía.

—¿Quieres entrar?

—No creo poder, debo volver a mi casa. Pero nos vemos el lunes en los entrenamientos matutinos —Yuushi habló con una sonrisa en el rostro.

—Ok. Nos vemos el lunes entonces.

—Que descanses.

Sin más, Keigo se bajó del automóvil y sacó su bolso de tenis, se lo colgó al hombro y se alejó rumbo a su casa, al subir la larga escalinata de la mansión, se dio media vuelta y con un gesto de su mano, se despidió de Yuushi. Una sonrisa decoraba el rostro del joven heredero de la familia, pues, aunque pareciera increíble, ahora se sentía aliviado y una extraña confidencialidad lo unía al peliazul.

Escuchó cómo el vehículo arrancaba lentamente, dando la vuelta y alejándose.

Cuando llegó al tope de la escalera, la colosal puerta le fue abierta como de costumbre por el mayordomo de la casa, pero en el vestíbulo lo esperaba el secretario personal de su padre. Éste le indicó que el patriarca de la familia lo esperaba en su despacho.

Su ceño se frunció visiblemente al oír el requerimiento del hombre que vestía de un negro impecable. Él detestaba ir a ese lugar, sólo tenía malos recuerdos de sus visitas al despacho de su padre.

Se reusó unos segundos, tratando de encontrar una excusa para poder huir de la situación, pero no pudo encontrar las palabras precisas y fue dirigido hacia aquel lugar por el hombre que era la mano derecha de su padre. Dudó unos segundos en la puerta y finalmente la tocó.

—¿Quién es?

—Padre, soy yo, Keigo.

—Pasa, te estaba esperando.

La fría y dictatorial voz se oyó aún más impersonal a través de la gruesa puerta que los separaba, pero Keigo entró con paso seguro y expresión confiada al despacho de su padre. Si bien se sentía nervioso, no estaba en su carácter demostrarlo. Toda su vida había enfrentado situaciones como esta y estaba seguro de haber salido airoso de todas.

Se dirigió al escritorio de su padre y se sentó frente a él, en uno de los amplios sillones individuales revestidos de cuero. El material sonó un poco con el peso de su cuerpo. Él cruzó las piernas y apoyó la espalda en el cómodo respaldo.

—¿Qué ocurre? —preguntó alzando ligeramente una ceja.  

—Tranquilo, sólo quiero hablar contigo —el padre imitó el gesto del hijo y se recostó en su asiento mientras lo miraba a los ojos fijamente.

Esta actitud provocó que un escalofrío involuntario recorriera la espalda de Keigo, quien se movió inquieto en su asiento. Nunca había podido sostener la fuerte mirada de su padre, por lo que desvió los ojos, inspeccionando con ellos el amplio cuarto. Se detuvo frente a un pequeño retrato familiar, enmarcado en plata fina, donde se podía ver la escenificación de una familia perfecta que no eran.

—¡Por favor! nunca me has llamado a este lugar por una buena noticia —Keigo ya se comenzaba a hartar de la situación y su voz sonó disgustada.

—Muy bien, iré directo al grano entonces —el padre sonrió complacido ante la perspicacia y carácter de su heredero.

Abrió el cajón superior de su escritorio y sacó una pequeña cajita de madera finamente tallada, la abrió con delicadeza y sacó de su interior un puro, lo cortó y encendió lentamente, frente a la mirada reprochadora de su hijo.

—Fumar hace mal.

El padre ignoró el comentario y exhaló el espesó y perfumado humo por la boca, sostuvo el puro en la mano derecha y habló.

—Para ti… ¿Qué es lo importante en la vida?

—¿Qué?

Keigo se sintió descolocado por la pregunta de su padre. Ciertamente Atobe Akihiro era un hombre indescifrable, para Keigo resultaba imposible leer sus intenciones, no sabía a dónde quería llegar con aquella pregunta y eso lo atemorizaba.

—El amor —Keigo respondió dudoso, pero con sinceridad.

—Te equivocas… es el poder —Atobe Akihiro se quedó mirando a su hijo directo a los ojos, volvió a darle otra bocanada al puro, para luego agregar—. Aun eres muy ingenuo hijo.

Keigo arrugó visiblemente el ceño, esta conversación se estaba poniendo cada vez más extraña. ¿Qué estaba tramando su padre? ¿A dónde quería llegar con este discurso?

—Lo que nos mantiene arriba, es el poder —Akihiro-san continuó—. Somos poderosos y por eso podemos hacer lo que queramos, pero el poder no llega solo, debe conseguirse y mantenerse… a través del dinero. Tú no tienes que conseguir poder, lo tienes por derecho de nacimiento, pero debes aprender a mantenerlo.

Akihiro-san no pudo terminar con su dramático discurso, pues fue su hijo quien lo interrumpió. La impaciencia era uno de los defectos de Keigo que su padre no aprobaba, pues evidenciaba inseguridad, sentimiento imposible de existir dentro de un miembro de la familia Atobe, y se le hacía más difícil de controlar cuando estaba nervioso.

—Sí, sí, sí… conozco muy bien esa jugada, aunque no lo creas, padre. Es simple, el truco está en vender sueños imposibles: lujo, belleza, poder… hasta felicidad, ¿no es así?

—Keigo, tienes el mismo vicio que toda la gente de tu edad: creerte más astuto que el resto de los seres humanos.

—No entiendo cuál es el punto. ¿A dónde quieres llegar con esta conversación, padre?

—Tú eres mi único heredero y debes empezar a pensar como tal. En un tiempo más, serás tú el encargado de administrar la gran fortuna familiar, es un gran deber y responsabilidad.

—Eso lo sé bien.

—Pues yo tengo mis dudas. Quiero asegurarme que realmente estás pensando como un Atobe… como alguien de tu clase.

—¿Clase? ¿Te refieres a todas esas personas que nos rodean? ¿A esos tontos que viven fingiendo que son felices, aunque sean prisioneros de su propio éxito? ¿Con una vida vacía, luchando desesperadamente para aumentar su riqueza y su influencia, aunque ya sean enormes y no le sirvan para nada? Yo no quiero ser así.

—Me temo, hijo, que aún eres muy inmaduro ¡Hasta cuando seguirás con esos sueños infantiles! Cuando decidimos enviarte a Inglaterra a estudiar, fue precisamente para formar tu carácter, un carácter fuerte.

—¿Qué estas insinuando?

—Tal vez deberíamos volver a enviarte al internado.

—¿Acaso me estás amenazando?

—¡Claro que no! Yo no amenazo, advierto. Y ahora te advierto esto: ten mucho cuidado con las decisiones que tomas y con las amistades que eliges.

—¿Qué estás tratando de decirme? Habla claro.

—Me resulta inquietante las nuevas amistades que has estado eligiendo, Keigo.

—¿Así que de eso se trataba todo este discurso? ¿De mis amistades?

—Supongo que ya te diste cuenta que estoy hablando de ese joven al que has estado frecuentando hace algunos meses y que incluso te has atrevido a traer aquí, aprovechándote de mi ausencia.

—¿Me estás vigilando?

—¡Por supuesto que sí! Eres el heredero de la familia Atobe, ¿qué esperabas?

—¡Yo no necesito ser vigilado! Puedo tomar mis propias decisiones —Keigo trató de sonar calmado y seguro, como si realmente pudiera manejar la situación.

—Claramente no es así, la evidencia no está a tu favor, jovencito —la voz del padre seguía sonando inmutable.

—¡Deja de entrometerte en mi vida! —ahora Keigo perdió completamente el control.

—No estoy preguntando tu opinión ¡Esto es una orden! Vas a dejar de ver a ese muchacho hoy mismo.

Keigo se puso de pie en un movimiento brusco; le resultaba imposible de creer la grosería del padre, se sentía lleno de indignación y lo reflejaba en la voz y en la mirada.

—¿Qué te da derecho a ordenarme algo así? —esta vez gritó.

—¡Basta, Keigo! Más bien deberías preguntarte qué clase de hijo eres tú ¡Eres una deshonra para la familia! No toleraré que mi único heredero ande por la calle de la mano con otro hombre ¡Eso no es correcto! —El padre imitó el gesto del hijo y se puso de pie, alzando la voz para hablar y sin tomarse la molestia de ocultar su enojo, llegando incluso a golpear la mesa con furia al hablar.

Sin embargo Keigo no se dejó intimidar por Akihiro-san y le respondió bajando el tono, cargando de calma pero de seguridad la voz.

—No me interesa lo que pienses ¡Es mi vida!

—Tú vida, es ser un digno representante de esta familia y de eso me voy a encargar yo.

Keigo no entendió lo que trataba de decir su padre y arrugó el entrecejo, para luego pasarse la mano por el cabello visiblemente irritado.

—No puedo culparte por nada, pues he sido yo mismo el que erré al darte tantas libertades —Akihiro-san volvió a tomar asiento y relajó su actitud, volviendo a recuperar la calma perdida hace instantes—, pero no volveré a cometer el mismo error. Como todo buen padre, a veces tengo que ser duro e implacable, algún día lo entenderás.

—¿Qué significa eso?

—Por el momento, procura no continuar deshonrando tu nombre y tu familia ¡No volverás a ver a ese joven! Y si insistes, me veré obligado a tomar medidas extremas.

Keigo no pudo responder. Se sentía impactado con la frialdad y crueldad de las palabras de su padre.

—Puedes retirarte.

Akihiro-san continuó con sus obligaciones y sacó varios papeles de la cajonera y los dispuso sobre el escritorio, como si toda la discusión con su hijo no fuera más que otra tarea más dentro de un millón de obligaciones, como si fuera parte de su rutina.

Keigo al verse completamente ignorado, no pudo hacer más que retirarse. Después de todo, no tenía caso seguir discutiendo con su padre, no lograría cambiar nada y ahora, ni siquiera tenía algo por lo que discutir.

Después de todo, ellos ya habían terminado.

 

Notas finales:

Gracias por leer =)


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