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Love Hurts por Nayen Lemunantu

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Capítulo 6


 


 


Esperar es doloroso, olvidar es muy difícil,


Pero no saber qué hacer, es la peor forma de sufrimiento


 


 


Sus manos temblorosas se encontraban sobre su boca, acallando el suave gritito de impresión que se le escapó de los labios al ver las fotografías que inculpaban a su hijo.


Se sintió congelada, aislada del tiempo, inconsciente del lugar en que se encontraba y permaneció estática en medio de la habitación por varios minutos, incapaz de moverse.


De pronto, todo adquirió claridad dentro de su cabeza. Se imaginó la discusión de la noche pasada, oyó los gritos y las recriminaciones del padre, sintió cómo sus hirientes y agresivas palabras dañaban al hijo y la gravedad del asunto adquirió peso en su cabeza. El asunto era sumamente delicado e implicaba un problema para toda la familia. No sólo se trataba de complacer o no a Keigo en algún capricho, se trataba de un tema que trascendía a su voluntad y sus deseos, ya que las repercusiones se sentirían en toda la familia de aquí a futuro y podrían llevar a la extinción del apellido Atobe.


Asustada y aun temblando por el shock emocional en que se encontraba, Alice comenzó a recoger una a una las fotografías dispersas sobre la alfombra. Colocó todos los documentos dentro de la caja fuerte otra vez y se aseguró de no dejar rastros de su visita al lugar.


Salió del despacho, cerrando la puerta con suavidad, de modo que ni siquiera los sirvientes se enteraran que ella estuvo ahí, y se dirigió a uno de los salones con vista a los jardines. Pidió un té de jazmín para relajarse y comenzó a pasearse dentro de la habitación intranquila. Aun no sabía qué hacer, ni se imaginaba tampoco los alcances que Akihiro-san podría llegar a tener ahora que sabía este importante secreto.


Aunque nunca pensó que algo así pasaría, en su interior dudó sobre quien depositar su lealtad: ¿Apoyaba al hijo y lo dejaba ser libre de escoger su propia vida o apoyaba al marido para seguir siendo la importante y poderosa familia Atobe?


Con la fina taza de porcelana suspendida en el aire en su mano aun temblorosa y la mirada perdida, la encontró Michael varios minutos después. Parecía no haberse movido desde que las sirvientas fueron a llevarle el té, el hombre dudó un minuto antes de hablarle, pero finalmente se decidió.


—Madame, permítame informarle que el joven amo ha recibido una visita —la voz de Michael era suave en extremo—. Sin embargo, Atobe-sama ha restringido sus visitas, así que el joven está esperando en el salón contiguo al vestíbulo.


Alice bajó la taza abruptamente, evidenciando su alterado estado de nervios y miró al mayordomo con ojos asustados. Tragó seco antes de realizar la pregunta.


—Y… ¿Quién es ese joven? —miró con actitud expectante al mayordomo, rogando para sus adentros que la respuesta no fuera Tezuka Kunimitsu.


—Se trata del joven Taki, madame.


Alice suspiró aliviada y dejó que su cuerpo descansara, recostándose en el sillón, exhalando un fuerte suspiro.


—Está bien, Michael, llévalo a la habitación de Keigo —habló cuando pudo recuperarse de la impresión.


—Como usted ordene, madame.


Michael salió del salón y cruzó con paso elegante y rápido el largo corredor enmarcado en columnas de mármol que lo llevaba al salón junto al vestíbulo, abrió la puerta con delicadeza y se dirigió a Taki.


—Por favor disculpe la demora, joven Taki. El joven amo lo espera en su habitación. Sígame por favor.


Taki sonrió al hombre y lo siguió hasta la habitación de Keigo. Cuando llegaron hasta la puerta, Michael la tocó tres veces, anunciando su llegada y luego habló.


—Joven amo, tiene una visita.


La sutil, pero a la vez fuerte voz de Michael sonó a través de la puerta, justo en el momento en que con suma educación la abría, dejando ver a un concentrado Keigo que inspeccionaba por la ventana el paisaje del exterior.


—Permiso, ¿puedo pasar? —la pregunta de Taki estaba de más, pues ya se encontraba dentro de la habitación.


—¡Claro, Taki! Pasa —Keigo se giró y caminó hacia él.


—Gracias —Taki agradeció al mayordomo.


—Gracias Michael, puedes retirarte.


Luego de una sutil reverencia, Michael se retiró de la habitación, cerrando con delicadeza la puerta de ésta.


—¡Vaya! Tu familia se pone cada día más quisquillosa con las visitas ¡Nunca me habían hecho esperar en la entrada! —Taki se quejó con justa razón.


Keigo rodó los ojos en un evidente gesto de molestia y movió la cabeza en signo de negación. Él mejor que nadie sabía lo irritable que podía llegar a ser el protocolo exigido sólo para poder acercarse a un miembro de la familia, pero era aún peor ahora que su padre lo tenía bajo amenaza.


—Bueno, whatever… Pero tú ¿Cómo estás? ¿Estás bien? ¿Qué pasó? ¿Por qué no fuiste al encuentro? —Taki parecía desesperado al realizar las preguntas.


—Bien, bien, nada y no se me antojó —Keigo le respondió sarcástico a cada una de ellas.


—¡Oye! Estábamos muy preocupados por ti —Taki ignoró el sarcasmo de su amigo y continuó preguntando insistentemente—. De pronto Sakaki nos anunció que no jugarías y no te vi más. ¿Qué pasó?


—Lo siento, sé que no debí ausentarme del partido —Keigo se llevó las manos a la cintura y miró al suelo—. Ya me informó Sakaki de la humillante derrota y asumo toda la culpa.


—El partido no importa, lo importante es saber por qué faltaste.


—Ya te lo dije, no se me antojó —mintió.


Taki lo miró de arriba abajo con una expresión de intriga y se dirigió a la cama de Keigo, de un salto se dejó caer de espaldas en ella, se puso las manos bajo la cabeza y habló para sí mismo, como si estuviera pensando en voz alta.


—Tú no faltas a los partidos así como así… debe haber una muy buena razón para ello —Keigo no respondió, lo ignoró por completo. Taki reaccionó frente al silencio de su amigo y se incorporó en la cama para sermonearlo—. Oye, al menos respóndeme las llamadas, estaba muy preocupado y… no era el único.


—Lo sé, me disculparé con el equipo mañana —Keigo aún permanecía ensimismado.


—No estoy hablando del equipo, Kei —Keigo lo miró con expresión interrogante, pero ninguna pregunta se formuló en su boca, así que continuó—. Luego de terminado el encuentro… Tezuka se acercó a hablarme —dijo esto muy lento, sopesando la reacción de su amigo frente a sus palabras.


—¿Qué? —Keigo lo miró con incredulidad. Por primera vez desde que Taki había llegado, le prestaba toda su atención.


—Parecía estar muy preocupado por ti… y parecía ser sincero —Keigo se cruzó de brazos y una sonrisa amarga se formó en su rostro, pero no dijo nada, por lo que Taki continuó—. Me pidió que te diera un mensaje. Quiere hablar contigo, él cree que hay una conversación pendiente.


—Increíble… —Keigo susurró con ojos vidriosos.


—También me preguntó por tu relación con Yuushi.


—¡Pero qué hijo de puta! —esta vez, Keigo alzó la voz indignado.


—¿Kei? —Taki se extrañó de las palabras usadas por su amigo y lo miró de arriba abajo, alzando ambas cejas.


—No, Taki ¡Basta! No quiero escuchar nada más de él.


—Yo sólo te estoy diciendo lo que me pareció. A mí me pareció sincero, de verdad estaba preocupado por ti.


—¿Preocupado por mí? ¡Por favor! —Keigo hablaba con el ceño fruncido en un gesto de molestia total—. Apenas pasó una semana desde que terminamos y ya está con ese… imbécil de Fuji Syusuke.


—¿Qué? Pero si yo vi a Fuji ayer irse de Hyotei Gakuen muy feliz, de la mano de su novio: Shi-ra-i-shi —Taki pronunció la última palabra muy lentamente, como si fuera a prueba de idiotas.


—¿Qué? —Keigo se descolocó un segundo con la respuesta de su amigo, pero inmediatamente volvió a su actitud indiferente— ¡Ah! No importa, eso ya no es mi problema y la verdad es que tengo cosas más importantes de las que preocuparme.


—¿Qué cosas?


Keigo pareció volver a su anterior estado pensativo, suspiró cansado, se dirigió a la cama y se dejó caer sobre ella junto a su amigo, se quedó mirando el techo con expresión perdida. No continuó hablando y Taki se limitaba a verlo de reojo un poco preocupado, sin embargo, el sonido en su Smartphone lo hizo quitar la atención del peliplateado y buscó su celular en el bolsillo trasero de su jeans.


—¡Fuck! —la expresión se escapó de sus labios al leer en la pantalla “Tezuka Kunimitsu”, esa llamada no podía ser más inoportuna.  


—¿Qué ocurre? ¿Quién es? —Keigo preguntó monótonamente, con un interés ínfimo.


—No, nada, nadie importante —colgó la llamada nervioso—. Me decías…


—No te puedo contar aquí, debemos salir.


Ambos jóvenes se incorporaron sobre la cama y mirándose cómplicemente a los ojos Taki dijo:


—Ok. Vamos a almorzar al restaurant de mis padres.


—Ok.


 


*          *          *


 


Taki le había colgado.


Esto significaba que había perdido su único aliado y su único contacto dentro de Hyotei y ahora no sabía qué hacer. Necesitaba comunicarse con Keigo con urgencia, debía advertirle, debía hacer algo, pero no sabía cómo acercarse al peliplateado.


Había intentado llamarlo, pero su celular permanecía apagado. Con toda probabilidad había cambiado el número, asegurándose así, de permanecer inalcanzable para él. Se dejó caer sobre el sillón de la sala ofuscado, dejó caer el celular a su lado y se recostó.


Sus padres aun no llegaban a casa y probablemente lo harían hasta el anochecer, pues como es lógico, aprovecharían al máximo el poco tiempo que tenían de descanso. Tezuka agradeció por interno que no hubiera nadie en la casa, todo se habría complicado el triple si sus padres hubieran estado ahí al momento de recibir la desagradable visita de hace unas horas.


Aún continuaba recostado en el sillón con los ojos cerrados, cuando su celular sonó con un timbre corto, lo revisó y era un mensaje de Taki vía Whatsapp.


No puedo hablar contigo ahora, estoy con Keigo.


Tezuka se incorporó súbitamente sobre el sillón y tecleó rápidamente la respuesta, después de todo, no todo estaba perdido.


Taki, necesito hablar con él, es urgente.


Tuvo que esperar unos segundos para recibir la respuesta, pero esos escasos segundos le parecieron años mientras esperaba mirando la pantalla impaciente.


Lo siento, Tezuka, él no quiere hablar contigo.


Un brillo de desilusión se instaló en sus ojos marrones al leer el mensaje, pero siguió insistiendo.


Escúchame, Taki, debo hablar con él, es urgente, se trata de su padre, Akihiro-san.


Después de un tiempo considerable, luego del cual pensó que incluso Taki dejaría de contestarle, su celular volvió a sonar y vibrar en su mano.


Muy bien, nosotros vamos ahora hacia el restaurant de mis padres. Nadie podría culparte si casualmente aparecieras por allá.


Sonrió alegremente al ver el mensaje y respondió:


Gracias, Taki.


Se paró del sillón y subió la escalera corriendo, rumbo a su habitación. Se metió a la regadera y luego de varios minutos, salió del baño y se cambió de ropa apresurado. Sacó de su closet un jeans azul desteñido de fábrica, una camiseta blanca de algodón, un chaleco negro abotonado y unas zapatillas del mismo color. Se puso encima una chaqueta de cuero negra y bajó corriendo a la calle.


Tomó el primer taxi que pasaba por afuera y se dirigió hacia el restaurant de la familia de Taki. Se encontraba muy nervioso, parecía que tuviera un nudo en el estómago y el corazón le latía acelerado. Sin embargo, la resolución que tenía era igual de fuerte que su nerviosismo.


¡Iba dispuesto a todo!


Al entrar al refinado local, dio una fugaz mirada por todo el lugar, buscando la mesa en que se encontraban Keigo y Taki. Finalmente dio con ellos en un pequeño e íntimo espacio, ubicado en el segundo piso, con vista al elaborado jardín interno del restaurant. Ambos jóvenes conversaban alegres y disfrutaban a esa hora del almuerzo. Keigo estaba de espaldas a él y no podía verle la cara.


Se encaminó hacia allá enseguida, pero su paso le fue cortado por un elegante camarero vestido de un negro impecable.


—Buenas tardes, estimado cliente. ¿Tiene alguna reservación? —el camarero le habló con amabilidad.


—No, no la tengo.


—Lo siento mucho joven, pero a este restaurant sólo se puede acceder haciendo la debida reservación —la actitud del camarero cambió rotundamente.


—Lo sé, pero yo soy amigo del hijo del dueño y he venido a encontrarme aquí con él —Tezuka respondió cortante, sin dejarse intimidar.


El camarero lo miró de arriba abajo, incrédulo de las palabras del joven castaño frente a él. Estaba a punto de llamar a los guardias, cuando de pronto Taki se dio cuenta de la presencia del muchacho de anteojos en la entrada y le hizo un gesto con la mano. El camarero se giró hacia Tezuka y se disculpó por el bochornoso incidente, sin embargo Tezuka, sin tiempo que perder, no terminó de oír la disculpa y avanzó apresurado escalera arriba.


Keigo, al ver a su amigo hacer el gesto con la mano, giró el cuerpo en dirección a la entrada. Y al ver a Tezuka avanzando hacia ellos, se dio la vuelta hacia Taki para mirarlo horrorizado; se levantó de un solo movimiento y lo encaró indignado.


—¡Traidor! ¿Cómo pudiste hacerme esto?


—Kei por favor… ¡No seas tan dramático! Él tiene algo importante que decirte.


A esas alturas Tezuka ya había llegado junto a ellos y mirando con una impaciencia latente a Keigo le habló sin rodeos.


—Por favor escúchame, hay algo muy importante que debo decirte.


—¡Lárgate de mi vista ahora! —Keigo ordenó en un grito sin tomarse la molestia de mirarlo—. Tú y yo no tenemos nada que conversar.


—Keigo escúchame —Tezuka no le prestó atención y se acercó decidido, quedando muy cerca de él—, es sobre tu padre.


—¿Qué? —Keigo se giró hacia Tezuka, mirándolo desconcertado.


—Recibí una visita de un hombre que lo representaba esta mañana —Tezuka lo miraba con ojos de preocupación—. Él lo sabe todo !Debes tener mucho cuidado!


—¡¿Qué?! No puede ser. ¿Qué vas a hacer ahora, Kei? —Taki se encontraba espantado y su agudo tono de voz lo reflejaba.


—Ya lo sabía —Keigo confesó recuperando la autosuficiencia.


—¿Qué? —Taki y Tezuka hablaron al mismo tiempo, mirándolo incrédulos.


—Anoche habló conmigo, me hizo algunas advertencias, pero nunca pensé que se atrevería a ir a tu casa.


—Pues lo hizo. Me ofreció dinero para dejar de verte.


—¡¿Qué?! —Taki se encontraba cada vez más horrorizado.


Keigo pareció dudar unos segundos, sin saber qué decir exactamente o analizando la situación.


—Disculpa, todo esto es culpa mía por no haberle aclarado apropiadamente a mi padre que tú y yo no somos nada —agregó con una expresión muy segura y firme, pero a la vez muy impersonal—, pero no te preocupes, voy a hablar con él y una situación como esta no volverá a repetirse.


—¡Qué estás diciendo! ¿Acaso crees que vine aquí para reclamarte? —ahora el indignado era Tezuka.


—No veo que otra cosa puedas querer —Keigo lo miró con indiferencia.


—Estás muy equivocado, yo estoy aquí porque estoy preocupado por ti.  


Taki miraba divertido la discusión de los dos capitanes de pie frente a él, sentado en su mesa. Era como ver una película en primera fila. Se notaba a leguas que esa relación no había concluido aún.


—El tiempo en que creía tus mentiras, Kunimitsu, ya pasó —Keigo continuó con su arremetida, implacable, sin dejarse afectar.


—Yo sé que si te es difícil creerme es por mi culpa, sé que es algo que me merezco… pero mi preocupación es real —la voz de Tezuka se suavizó y lo miraba con ojos suplicantes—. Si tu padre fue capaz de enviar a alguien a mi casa, ¿qué será capaz de hacer contigo?


—Eso no es asunto tuyo.


—¡Claro que lo es!... porque tú me importas —Tezuka tomó a Keigo por los hombros y le habló mirándolo directo a los ojos—, y quiero que sepas que yo estoy aquí para ti, para lo que necesites.


Taki supo que esa era su cuña para hacer salida del escenario. Lentamente se puso de pie, cuidando no hacer ningún ruido y se alejó de la mesa, dejando a los capitanes enfrascados en su discusión. Ellos ni siquiera se dieron cuenta de su ausencia.


—Escúchame bien —Keigo se soltó del agarre del más alto y respondió arrogante—, yo he vivido dentro de esa familia toda mi vida y sé muy bien cómo manejarla, ¿Ok?


—Keigo, debes hacer algo —Tezuka habló con angustia en la voz, haciendo caso omiso de la actitud hosca del peliplateado—. ¿Por qué no pides ayuda? Tal vez tu madre pueda ayudarte, o tus abuelos.


—Ninguno de ellos hará nada contra mi padre.


—¡Pero algo debemos hacer! Yo no te voy a dejar en esa casa solo… no te voy a dejar a merced de ese hombre.


Keigo lo miró con expresión expectante. La verdad era que no podía dar crédito a lo que oía, se sintió confundido. Cuando miraba a Tezuka a los ojos y lo escuchaba hablar así, parecía que de verdad estaba afligido, que de verdad se preocupaba por él. Pero enseguida recordaba todo lo sucedido en el pasado y no podía confiar.


—Ven conmigo, ven a mi casa, yo te protegeré —las palabras de Tezuka fueron en realidad un ruego.


—Ya deja de hablar tantas estupideces juntas y lárgate de una vez… ¿Quién te crees? ¿Es que acaso piensas que yo… —Keigo no pudo continuar hablando, pues Tezuka selló sus labios con un fuerte y demandante beso.


A pesar de que como capitán de Seigaku y como jugador de tenis, Tezuka era una persona muy segura de sí misma, con un carácter muy fuerte y con objetivos muy claros, como hombre era en realidad muy tímido. Le costaba mucho expresar sus sentimientos, sobre todo delante de los demás y muchas veces se mostraba incómodo con las demostraciones de afecto. De hecho, él nunca había besado a Keigo en los tres meses que tuvieron de relación, siempre era el peliplateado el encargado de robarle los besos de la boca, ni mucho menos consentiría un beso en un lugar público. Sin embargo, ahora fue justamente él quien tomó a Keigo por la cabeza y lo besó.


Keigo se sobresaltó primero y pestañeó un par de veces producto de la impresión, pero lentamente fue dejándose llevar, cerrando los ojos y aferrándose con sus manos a las caderas del castaño. Se perdió en el sabor de sus labios, en el suave aroma a perfume masculino que emanaba su piel y en la calidez de sentirlo apegado a su cuerpo.


Tezuka por su parte, se dejó llevar por los instintos, no supo cómo ni cuándo lo había hecho, sólo sabía que ahora se encontraba besando a Keigo, sin importarle nada de lo que ocurría a su alrededor. Dejó de pensar en el restaurant y todos sus clientes, dejó de pensar en Akihiro-san y sus amenazas, pero por sobre todo, dejó de pensar en Fuji Syusuke.


Ahora en su vida sólo existía Keigo y el dulce y adictivo sabor de sus labios.


El beso fue lento, como si se tratara de una caricia entre ambas bocas, dejando que las electrizantes sensaciones se esparcieran desde ahí al resto de su cuerpo. Tezuka sostenía con delicadeza la plateada cabeza y cuando comenzaba a enredar sus dedos en los cabellos, sintió que un fuerte brazo lo sostuvo del cuello de la chaqueta y lo tiró abruptamente hacia atrás, separándolo con brusquedad de los codiciados labios de Keigo.


Abrió los ojos con impresión y vio de pie frente a él a Oshitari Yuushi.


 

Notas finales:

Gracias por leer =)


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