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Bello durmiente por desire nemesis

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 ¡Bonjour mademoiselle!—dijo el capitán Kurogane.

 

Fye se quedó sin aliento al ver su rostro tan cerca. Le reconocería sin dudas, su vida y la de su amigo…

 

Ella es Fluorite D´Iselle y esta es su hermana Ladybell—las presentó el conde.

 

An chanté mademoiselles, je sui le capitan Kurogane—se presentó sin sonrisas el pelinegro dejando en claro que no había reconocido al fugitivo. –Le conde debo agradeceros vuestra hospitalidad para mí y mis hombres—le dijo al castaño.

 

Para nada. Entiendo vuestra situación. Es mejor que encontréis a ese príncipe o la cabeza que rodará será la vuestra—dijo el noble y el corazón del otro ojos azules dio un vuelco, sin saber como le había llegado a preocupar eso.

 

Lo tengo muy presente y quería pediros algo, si puedo—dijo el militar.

 

Si puedo dároslo…--dijo el otro.

 

Si. Alojamiento por esta noche. Mis hombres y yo desearíamos descansar pues hace días que no reposamos como dios manda—dijo el ojirojo.

 

Por supuesto. Daré instrucciones de inmediato para que preparen vuestro alojamiento—dijo Seto.

 

Estaré bien con mis hombres en los establos, yo…--exclamó Kurogane.

 

¡De ninguna manera! Una persona de vuestro calibre no puede recibir semejante alojamiento. Sería un insulto a mi impostura—denegó el conde.

 

Como desee, señor conde—respondió el pelinegro inclinándose respetuosamente.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

No veo que te tiene tan nervioso—dijo Joseph una vez que estuvieron a solas en sus aposentos, único lugar en que podían hablar con confianza ya que el baluarte vigilaba la puerta.

 

¡¿No lo ves?! ¡Entonces estáis como una cabra! Ese capitán fue el que me mantuvo prisionero en el palacio. Debe ser la persona que más me conoce entre ellos—dijo Fye nervioso y fue hacia los ropajes para comenzar a meterlos en un equipaje.

 

¿Qué haces?—preguntó de pronto Joseph.

 

¡Debemos irnos! Cuanto antes mejor. Inventaremos una excusa—dijo nervioso el ojos azules.

 

¡En serio os asusta! ¡Jamás os había visto así! Ni siquiera cuando nos rodearon en palacio y todo parecía perdido—dijo el ojos mieles.

 

¡Eso era distinto!—respondió el más alto. Le temblaban las manos. Era cierto. Jamás había estado así.

 

Wheeler le agarró las manos para detener su accionar—¡Pensad! Si nos vamos ahora solo lograremos que nos presten más atención y si se dan cuenta del engaño moriremos todos. ¡Tened que entenderlo! No tenemos más opción que esperar. Una vez el capitán se haya ido nosotros proseguiremos nuestro viaje para encontrarnos con mi futuro marido. ¡Dejad que todo pase!—pidió el príncipe y a Fye no le quedó más remedio que estar de acuerdo.

 

 

¿Cuánto tiempo permaneceréis aquí?—se interesó el ojos rojos durante la cena.

 

¡Poco tiempo! Hemos de encontrarnos con mi futuro cuñado muy pronto—respondió Fluorite con énfasis.

 

¡Así que era cierto!—dijo el castaño.

 

¡Por supuesto! Mi hermana no mentiría con algo como ello—dijo “la” mayor defendiéndola.

 

Por supuesto. Una joven tan mojigata no lo haría—dijo el conde un poquitín molesto.

 

¿Cómo me habéis llamado?—preguntó con los tapones de punta “la” ojos mieles.

 

Conde no es cortés…--trató de decirle el capitán.

 

Y hablando de vuestra familia… ¿De que parte de Normandía habéis dicho que procedéis?—preguntó Kaiba.

 

De ninguna mi conde. Recordad que somos de Constantinopla—dijo Fey tratando de alejar sospechas.

 

¿Y con quién venís a casaros?—preguntó el interrogador con ojos voraces.

 

Con un terrateniente. Nadie conocido—respondió el rubio de ojos azules.

 

¡No os creo! Y si no me decís de inmediato la verdad haré que os lleven a palacio para ser interrogadas debidamente. Pero si me decís la verdad seremos indulgentes con vosotras, después de todo sois solo dos mujeres con sus sirvientes. ¿No es así, capitán?—al otro no le quedó más remedio que aceptar. Conocía al conde mejor de lo que aceptaría y si olía algo mal era que algo estaba pasando. También a él la presencia de dos señoritas de sociedad en tal alboroto le parecía sospechosa.

 

Fye pidió ayuda con la mirada al príncipe sajón y el otro volvió a su  mirada astuta de antaño—Muy bien. Quiere la verdad y se la daré. Mi prometido no es otro que el príncipe sajón—dijo para sorpresa de todos en la habitación—Mi padre pretendía con nuestra unión evitar esta guerra y la pérdida de más almas. Teniendo una esposa normanda el príncipe se aliaría con Normandía sin la necesidad de más derramamiento de sangre—

 

¡Eso es común!—acotó el capitán entendiendo la lógica.

 

¡Eso es imposible! M… El rey de Francia de haberlo sabido hubiera detenido esta locura. ¡El que no lo haya hecho significa…!—dijo el ojos azules.

 

Significa que los correos no llegaron o que al rey le interesaba más que Normandía se anexara estos lugares por la fuerza—dijo Fluorite esta vez.

 

¿Por qué…?—preguntó algo sorprendido el conde.

 

Mi conde, vos parecéis una persona tan mundana pero a veces pecáis de ingenuo por lo que veo. Es claro que al anexarse un reino por la fuerza uno puede hacer lo que se dé a su antojo mientras que si estas tierras permanecieran bajo el poder de otro rey aunque le fuera leal sería algo molesto en ocasiones—se dio cuenta que su modo de hablar era un poco “llamativo” después de tales frases pero ya era tarde.

 

Vosotras no son solo normandas. ¿Verdad?—preguntó Kurogane y “la más alta” volteó su rostro para mirar hacia una ventana.

 

Es cierto. Nuestro padre es normando y nuestra madre sajona—dijo el ojos azules aparentando cierta tristeza que en cierta forma era real pues tenía que casi pedir perdón por los genes de los que realmente se sentía orgulloso.

 

Entonces no hubiera funcionado—dijo el castaño para sorpresa de “ambas”—Al  tener familiaridad con los sajones eso no hubiera sido considerado como una unión con una familia normanda. Vosotras seguid siendo, aunque solo sea en parte “sajonas”—dijo esas palabras con evidente desdén que dolió un poco al príncipe que se levantó inmediatamente después de limpiarse la boca con la servilleta. Su hermano con idénticos modales hizo lo mismo y le siguió.

 

Es un poco descortés dejar la mesa de tal manera a mitad de una conversación. ¿No os parece?—preguntó el conde.

 

Mi querido conde, temo que ya no hay más de que hablar y en vista de que la cena se ha enfriado…--dijo “la” ojos mieles.

 

Vos no parecéis tan interesada en política como vuestra hermana que realmente me ha sorprendido—explicó él. –No es natural que una mujer se interese en nada más que sus afeites y cosas de su casa—añadió.

 

Es cierto. Os pido perdón. Es que mi padre tuvo una manera más liberal de educarnos y…--dijo “la” mayor.

 

Pero su hermana no ha abierto la boca en tales asuntos. ¿No le interesen?—preguntó directamente a “Ladybell”.

 

¡No es eso! ¿Para que dar mi opinión si nadie quiere escucharla? Es una pérdida de tiempo—se despidió “la” joven y se fue siendo seguida por su “hermana”. Seto miró la puerta por unos minutos antes de que su acompañante acotara—Interesante mujer—

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

¡Es una bella noche!—aseguró una voz desde detrás y Fye volteó sobresaltado pues no le había oído acercarse. Estaba solo en el jardín mirando las estrellas y manteniéndose lo más alejado posible del pelinegro pero no había funcionado—No es bueno que permanezca fuera. ¡Aún estas tierras son peligrosas para una dama de su calibre!—añadió.

 

Después de lo que dijeron en la cena no creí que eso les importara—le retrucó “la rubia.

 

Disculpe a… el conde a veces se muestra algo rudo pero es mejor hombre de lo que aparenta—dijo el capitán, no era la primera vez que estando a punto de decir algo se auto-corregía y eso estaba empezando a llamar la atención de Fye. Algo raro pasaba ahí. Había algo que ciertas personas evitaban mencionar como el soldado de esa tarde.

 

Parece que lo conoce mejor de lo que creía—acotó ella.

 

El otro sonrió y mirando al cielo dijo—En un tiempo solía ser mi discípulo—

 

¡Ah!—dijo “ella” algo sorprendida. –Entonces es por eso que le defiende y disculpa—añadió.

 

¡No es eso! Es solo que… está pasando por un momento difícil—dijo él.

 

¡Entiendo lo que es eso!—exclamó “Fluorite”. De pronto se dio cuenta de que él la miraba fijamente. Trató de apartarse pero el capitán la agarró del brazo.

 

¿De donde os conozco? De pronto vuestro rostro se me ha hecho muy familiar—dijo él y “la rubia” se inquietó.

 

¡No entiendo! ¡No nos conocemos! Yo vine de Constantinopla, ya os he dicho—dijo preocupado el ojos azules por la cercanía de esas brasas que podían reconocerle en cualquier momento pero lo que siguió lo tomó desprevenido. Una boca muy ansiosa se puso sobre sus labios mientras una mano poderosa acariciaba la piel de su cuello y bajaba un hombro de su vestido.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Seto estaba caminando para sacarse de encima la impaciencia que le consumía. Esos ojos mieles le estaban persiguiendo con esa mirada fría que le dirigió esa mujer. De otra mujer no hubiera aguantado tal acto de irrespeto después de todo el era… pero eso no importaba ahora. Lo que importaba era que esos ojos le provocaban algo que nunca había sentido antes. No quería castigarla quería… ¿Qué quería? Si, quería obtener su ternura, que esos ojos se derritieran por él. No lo entendía. Había tenido a tantas. De todos los órdenes sociales. ¿Por qué ella era diferente ahora?

 

Entonces al pegar la vuelta a la edificación les vio. Kurogane con Fluorite, abrazados, besándose. Después de un segundo volteó y se retiró.

 

 

 

 

Adentro encontró a “la” de ojos mieles buscando a su hermana.

 

No creo que quiera que la molesten—dijo el dueño de casa. “Ella” frunció el ceño en señal de que no entendía—Se veía muy confortable en los brazos del capitán.

 

¿De que habláis?—preguntó de pronto alarmado Joseph. Esto era serio. Iba en pos de buscar a Fye cuando sintió el agarre del castaño en su brazo y volteó para exigirle que la soltara cuando se vio a milímetros de esos lagos congelados. De esos mares azul profundo en los que de pronto se halló perdido. --¿Qué hace? Mi hermana…--

 

Ella sabe cuidarse bien. Después de todo es la mayor. ¿O no? Quisiera seguir con nuestra interrumpida conversación del otro día—dijo con tono grave Kaiba.

 

¿De que…?—preguntó el rubio.

 

Ahora que sé que no podréis ser desposada os propongo de nuevo lo que entonces propuse—dijo el conde desde tan cerca que sus alientos eran uno. El vio con sorpresa la reacción de “ella” que primero frunció el ceño y luego le empujó con inusitada fuerza.

 

¡Dejadme aclaraos algo! Yo no soy como el común de las doncellas que os entrega todo en aras de una promesa que no tenéis la intención de cumplir—dijo la “furibunda rubia”.

 

¿De que…?—preguntó confuso y sospechando algo el castaño.

 

De que os oí mi querido conde. ¡Ufanaos cuanto queráis! Pero yo soy una persona seria y jamás daría nada a una persona como vos! ¡Yo soy íntegra! Lo que no se puede decir de vos—le gritó “la” joven. Iba a irse pero él la capturó de nuevo y antes de que pudiera decir nada sus labios fueron sellados.

 

¡Puede que seáis íntegra y a mí me creáis un truhán pero yo sé como late vuestro corazón en mi cercanía! Sé que estáis hecha de carne y sangre como yo y que me deseáis como yo os deseo. Eso está más que claro para mí—dijo el conde antes de unir de nuevo sus labios con los de Ladybell que no se movió paralizada como estaba por su propio descubrimiento de lo veraces que eran las palabras de él. Le dejó besarle y cuando terminó lo alejó sin necesidad de fuerza y luego escondiendo su confundida cara tras su flequillo se fue en pos de su “hermana”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La metió en un cobertizo cercano mientras sus manos exploraban su cintura.

 

¡Parad! Esto… esto está mal—dijo de pronto asustado Fye. ¿Qué le sucedía a su cuerpo? A cada caricia temblaba como jamás lo había hecho.

 

Puede que lo esté pero no me detendré hasta haceros mía—dijo Kurogane jalando y descociendo las costuras de la espalda. Entonces “ella” se asustó y tomando un palo cercano, asestó a la abeza del capitán con él, desmayándolo.

 

Fye se lo quitó de encima y lo dejó tendido en el suelo. Lo observó un minuto. En verdad no estaba tan molesto por lo que el otro había intentado hacerlo pero había más en juego que su propia vida.

 

Acarició el chichón que se estaba formando en su frente.

 

Esto dolerá por la mañana—susurró el rubio con una sonrisa y después besó el lugar para luego irse de allí.

 

Fuera se encontró con Joseph.

 

¿Dónde está? ¿Qué te ha hecho?—preguntó preocupado el ojos mieles.

 

¡Nada! ¿Qué? ¿No confiáis en las habilidades de vuestra hermana mayor?—preguntó el jocoso ojos azules.

 

Os dije que no os confiarais. El conde os ha visto besándoos. Nunca pensé que ese capitán fuera de su misma calaña. Pero por suerte esta visto que no os ha reconocido—dijo el príncipe.

 

Es cierto—respondió el más alto sonriendo pero dentro su corazón no sonreía. En verdad era triste porque no lo había elegido a él—Vamos hermanita. Se ha hecho tarde y no es bueno estar al raso tan noche—agregó mientras iniciaba la marcha.

Notas finales:

^^

y?

a mi me gusto

Y a ustedes?

creo que si

xfa denme su rev

trabajo mucho para conseguirlos

ja ne

^^


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