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Love Hurts por Nayen Lemunantu

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Notas del capitulo:

Los enredos y las confusiones siguen dentro de estos corazones adolecentes y cada vez se hacen peor.

 

 

Capítulo 9

 

 

Querido destino: si no es para mí,

No lo pongas en mi camino.

 

 

Salió del tranvía e instintivamente se llevó las manos al cuerpo, arropándose con ellas para generar algo de calor y no se las quitó de ahí en las tres cuadras que tenía que caminar desde la estación hasta su casa. La nieve que caía desde hace unas horas en pequeños copos, le otorgaba cierta pureza al paisaje que le rodeaba y hacía que la respiración saliera humeante de su boca.  

Luego de unos minutos, por fin llegó a casa. Sacó la llave de la mochila y con manos entumecidas por el frío abrió la verja de entrada.

Se sorprendió al ver ahí el auto de su padre. Por lo general Tezuka Kuniharu solía llegar de la empresa donde trabajaba más tarde, mucho después que él regresara del colegio. Se apresuró a entrar en la casa y vio reunida a toda su familia en el living, compartiendo juntos del calor de la chimenea encendida.

—¡Ya llegué!

—Bienvenido, Kunimitsu —su madre se puso de pie para recibirlo.

Él dejó su bolso y su abrigo en el recibidor y se dirigió al living, una extraña sensación le invadía, presentía de algún modo que esta sorpresiva reunión familiar no significaba precisamente buenas noticias.  

—¿Qué ocurre? —Preguntó dirigiéndose a su padre—. ¿Por qué llegaste tan temprano a casa?

—Me acaban de despedir del trabajo —el hombre respondió con seriedad.

—¿Qué? ¿Por qué?

—No me dieron mayores explicaciones.

—Yo no me alarmaría mayormente —Ayana habló con optimismo—, esto puede significar una buena oportunidad.

—Con el curriculum que tiene tu padre no le será difícil encontrar otro empleo —Kinikatsu-san habló sin preocupación—, incluso uno mejor.  

—Es mejor no preocuparse por eso —su madre se oía sumamente relajada con la situación—. ¿Quieres que te sirva algo de comer? Hay chocolate caliente.

—Luego —respondió sin dejar de sentirse preocupado—, me voy a dar un baño primero.

—Muy bien —Ayana le sonrió con ternura.

Subió a su habitación con esa extraña sensación invadiéndolo aun. Era cierto que el curriculum de su padre era excelente y que con semejante historial laboral, probablemente su cesantía durara muy poco, pero no dejaba de ser extraño que lo hubieran despedido sin ningún tipo de explicación.

Cerró la puerta de su habitación y se dejó caer con pesadez sobre la cama. Últimamente su vida entera se había transformado en problema tras problema y el cansancio emocional que sentía le estaba pasando la cuenta. Ahora, además de todos sus problemas amorosos, debía sumarle un problema familiar y posiblemente económico. Aunque sus padres siempre habían sido previsivos y sus ahorros les permitían tener un excelente nivel de vida, no estaba seguro de cuando tiempo de cesantía podría aguantar la economía familiar. ¿Qué pasaría si su padre no conseguía trabajo pronto?

Suspiró hondo y cerró los ojos, tratando de acallar al mundo de problemas que se le venía encima vertiginosamente, pero su celular comenzó a vibrar dentro del bolsillo delantero de su pantalón, frustrando sus deseos de encontrar paz. Lo sacó con algo de pereza para encontrarse con una llamada de Taki. Se incorporó sobre la cama sorprendido y alzando una ceja, lo contestó.

—Aló.

—Hola, Tezuka —la voz del muchacho castaño se oía relajada—, ¿cómo estás?

—Bien y tú… ¿Pasa algo? —respondió con un poco de angustia en la voz. Ya estaba acostumbrado a sólo recibir malas noticias.

—No estoy seguro si hago lo correcto al contarte esto, pero… creo que lo deberías saber, después de todo, indirectamente te implica a ti.

—¿Qué ocurre? ¿Pasó algo con Keigo?

—Más o menos… Su padre se puso paranoico y le prohibió las salidas y las visitas, prácticamente es un prisionero en su propia casa. Además, debe ir acompañado por guardaespaldas todo el tiempo.

Tezuka ahora levantó ambas cejas en señal de sorpresa y no pudo evitar pensar repentinamente en el extraño despido de su padre y, como si estuviera leyendo sus pensamientos, Taki volvió a hablar.

—Deberías estar atento, tal vez tu exsuegro hizo planes para ti también.

—Gracias por avisarme, no bajaré la guardia —hizo una pausa, dudando de volver a hablar—. ¿Cómo está Keigo con esta situación?

Se oyó un largo suspiro al otro lado del teléfono y luego el muchacho habló con voz apagada.

—Dice tenerlo todo bajo control, pero yo tengo mis dudas.

—Oye Taki, sé que tal vez esto es pedir demasiado pero… no lo dejes solo por favor. Keigo parece ser muy independiente, pero en el fondo es alguien frágil que necesita el apoyo de los demás.

—No es necesario que me lo digas, eso lo sé muy bien —el castaño habló ahora más animado—. Bueno… aquí concluye mi reporte.

—Gracias —Tezuka le agradeció sonriendo.

—Y… ¿Ya aclaraste tus sentimientos? —La voz de Taki se oía curiosa—, ¿has tomado alguna decisión?

—No creo que eso sirva de mucho —Tezuka habló con voz monótona mientras se dejaba caer de espaldas a la cama— Keigo me escribió anoche, me dijo que si de verdad me preocupaba algo por él, lo dejaría en paz.

—¿Y te piensas dar por vencido así de fácil? Ciertamente imaginé que tenías más agallas, Tezuka.

—Tampoco quiero meterlo en problemas inútilmente.

—Eso quiere decir que no te has decidido aún. Si no te decides pronto, Yuushi te lo quitará —sentenció con voz segura.  

—No me menciones a ese tipo —su voz ahora se oía extremadamente seria.

—Dime una cosa, Tezuka. ¿Por qué aun no puedes admitir que estás enamorado de Kei?

—Ese no es el problema, el problema es que él no es el único a quien amo.

—Amor y obsesión son dos cosas distintas. ¿Lo sabías?

Tezuka suspiró con pesadez y respondió con voz divertida.

—¡Esto es tan extraño!

—¿Qué cosa?

—Hablar de esto contigo.

—Sí, tienes razón —Taki soltó una fuerte carcajada—… voy a colgar.

—¡Taki espera!... Gracias por llamar.

El muchacho en la otra línea sonrió y sin decir más, colgó la llamada. Tezuka por su parte, soltó el celular con una sutil sonrisa en los labios. Realmente no se esperaba semejante apoyo del castaño y recordó con nostalgia, la suspicacia que le produjo a Taki verlo junto a Keigo por primera vez, precisamente en una fiesta en su casa ¡Nunca olvidaría la cara de horror que puso cuando Keigo le contó que eran novios! Quien diría que ahora, se había transformado en su mejor y tal vez único aliado dentro de Hyotei.

 

*          *          *

 

El trayecto desde la escuela hasta su casa dentro de la limusina se le hizo eterno, además de un millón de problemas en su cabeza, lo exasperaba la continua proximidad de los dos hombres contratados por su padre para salvaguardar su seguridad. Estaba claro que su padre no confiaba en él, pero francamente esto era demasiado, ni siquiera dentro de la limusina lo dejaban solo ¡Ahora sólo faltaba que durmieran con él!

Desvió la mirada gris hacia el paisaje que pasaba rápido por el exterior, intentando desviar su atención de los dos hombres que lo miraban imperturbables desde el asiento de enfrente, para constatar que a esa hora, una fina nieve había comenzado a caer.

Sonrió al recordar con nostalgia el recuerdo que se le vino a la mente. La última vez que había hablado sobre nieve con alguien, fue con Kunimitsu. El castaño amaba el alpinismo y había hecho planes para que ambos ascendieran a uno de los numerosos campos de nieve cercanos a Tokio ese invierno, lamentablemente ese plan nunca llegó a concretarse.

—Me pregunto si tú también sonríes cuando piensas en mí —susurró para sí mismo.

La limusina se detuvo lentamente y tras unos segundos, el chofer abrió la puerta y sostuvo un paraguas negro en el aire, para evitar que el joven heredero de la familia se mojara. Cuando Keigo hubo bajado y caminaba seguido del hombre con el paraguas y los dos guardaespaldas rumbo a la mansión, vio por el rabillo del ojo a su padre subiendo junto a su secretario a su limusina personal, detuvo su caminar, girándose para verlo y con la mano derecha quitó el paraguas, evitando que éste obstruyera su visión. Cuando el vehículo pasó frente a él, su padre no se tomó la molestia de mirarlo siquiera y Keigo se limitó a permanecer inmóvil, mientras delgados copos de nieve se depositaba sobre su cabello y sus hombros.

—Joven amo, no debería estar aquí mojándose —el chofer le habló mientras lo miraba preocupado.

Keigo reaccionó con el comentario y miró con amabilidad al hombre, para después sonreír sutilmente. Se dio la vuelta y mientras se sacudía la nieve de encima, continuó caminando rápido hasta entrar a la mansión.

—Bienvenido, joven amo —la puerta le fue abierta como siempre por Michael.

—Buenas tardes, Michael ¿A dónde fue padre? —Keigo hablaba con seriedad.

—Tenía una cena de negocios con unos inversionistas extranjeros.

—Ya veo… ¿y madre?

—Está en su habitación —el mayordomo calló unos instantes, dudando en continuar—. Joven amo, permítame decirle que la señora ha estado intranquila todo el día.

—Gracias, Michael —le sonrió con sutileza—. Iré a verla de inmediato.

Se dirigió con paso rápido escaleras arriba, en dirección a la habitación de su madre, al llegar a la puerta, pudo escuchar la música proveniente de la habitación. Sonaba El Lago de los Cisnes de Tchaikovsky, composición musical que anunciaba el depresivo estado de ánimos de su madre. La habitación tenía una pequeña sala estilo barroco que antecedía a los aposentos y Alice se encontraba sentada en uno de los sillones con una bata de seda blanca puesta y la mirada perdida.

—Neko-chan, ¿puedo pasar? —preguntó luego de abrir la puerta, sin molestarse en tocar primero.

—¡Keigo! —Alice se puso de pie sorprendida y se dirigió hacia su hijo, comenzando a acariciar su rostro y cabello tiernamente— Estas mojado, ¿qué pasó?, ¿quieres una toalla?

—Estoy bien —Keigo le restó importancia al asunto y le sonrió a su madre que aún lo miraba preocupada—, es sólo nieve.

—Mi vida, lo siento —Alice no dejó de acariciarle el rostro—. Me enteré del castigo que te dio tu padre, pero no te preocupes, esta situación no dudará mucho.

Keigo sonrió divertido, imaginándose lo inútil que podrían ser las peticiones de su madre en su nombre ¡Como si Akihiro-san alguna vez hubiera tomado en cuenta alguna de sus exigencias! La tomó de la mano y la dirigió hacia el sillón, donde se sentaron juntos.

—¡Neko-chan! No te preocupes yo puedo arreglármelas solo. Además, no es tan malo.

—Hijo, hablo en serio —Alice habló con su usual voz delicada, pero ahora era segura—. Yo voy a arreglar esta situación muy pronto, sólo te pido que tengas paciencia.

—¿De qué estás hablando? —Keigo tenía el ceño fruncido y su voz destilaba preocupación.

—Yo voy a arreglarlo todo, confía en mí amor —Alice sonrió dulcemente y agregó—.  Ahora ve a cambiarte y prepárate para la cena, hoy vamos a comer los dos solos.

Keigo hizo caso a su madre y se puso de pie para dirigirse a su habitación, sin embargo, un sentimiento de angustia comenzó a invadirlo de súbito. ¿En qué estaría pensando su madre? El terror de pensar en que algo malo podría pasarle a ella por desafiar a Akihiro-san por su culpa, lo inmovilizó por unos segundos. Pensó en volver a su habitación y hablarle, en pedirle que sea más precavida y discreta, que pensara con cuidado sus palabras o que derechamente evitara a su padre, pero pensando con frialdad, se auto-convenció que era imposible que su madre hiciera algo que hiciera sentir amenazado al patriarca de la familia, por lo que no había de qué preocuparse. Con toda probabilidad ella hablaba desde la ingenuidad, pensando que la relación entre él y su padre aún tenía una solución diplomática. Otra razón más para no disturbarla, no quería ser él quien le rompiera la ilusión y le mostrara la horrible no familia que eran.

Entró a su habitación para dirigirse de inmediato a la bañera. Como era costumbre, todo estaba listo para su llegada y él sólo tuvo que desvestirse y sumergirse en la tibia agua y dejar que el líquido relajara su cuerpo y su mente. Permaneció varios minutos con los ojos cerrados entre la blanca espuma y fue sólo al sentir que la temperatura del agua disminuía, que decidió salir.

Salió del baño sintiéndose un poco más relajado, vistiendo un pijama de algodón blanco. Venía aún secándose el cabello húmedo con una toalla pequeña y se dirigió con paso lento hacia los grandes ventanales de su habitación, dejó caer la toalla sobre sus hombros y con ambas manos se dedicó a cerrar las pesadas cortinas, para impedir así que el frío nocturno entrara.

Al ver la nieve caer más copiosamente ahora, volvió a pensar en Kunimitsu. Suspiró pesado y tiró la toalla al piso, mientras se dejaba caer sobre su cama, acomodándose en posición fetal. No entendía por qué los recuerdos volvían a su mente una y otra vez, aun cuando él se había jurado a sí mismo que dejaría de pensar en el castaño, su mente y su corazón aún lo traicionaban, y hasta el más mínimo detalle de la vida cotidiana le recordaba a él.

No podía sacarlo de su mente, ni de su corazón; esa era la triste verdad. Aunque lo intentara, se dio cuenta ahora, que no tenía caso, que a pesar de todo el daño que le había hecho, él continuaba extrañándolo, añorando su presencia, necesitando sus caricias, anhelando sus besos.

La vida realmente podía ser muy cruel ¿Por qué tuvo que conocerlo si todo iba a terminar así?

Pero no sacaba nada con seguir pensando en él. Es más, debía olvidarlo, debía comenzar a borrar los recuerdos que tenían juntos. No sólo porque su relación había demostrado ser una mentira, sino también porque ahora el propio bienestar de Kunimitsu dependía de ello. Las amenazas de su padre primero y sus despiadados actos ahora, le habían demostrado a Keigo que Akihiro-san no estaba jugando y que no sacaba nada con luchar contra él. Su padre se saldría con la suya sin importar qué. Lo mejor que podía hacer por el castaño era asegurarle su bienestar, alejándose de él.

Cerró los ojos con lentitud, con la imagen de Kunimitsu en la cabeza. Estaba dándole la espalda, podía ver su cabello castaño meciéndose suave con el viento. Se giró de pronto para mirarlo y fue ahí que pudo ver detrás del capitán de Seigaku, la figura de Fuji Syusuke.

—¡Debí dejar que mi padre hiciera lo que quisiera contigo! ¡Maldito bastardo! —gritó enfurecido poniéndose de pie y lanzando varios cojines al piso.

Comenzó a caminar en círculos dentro de su habitación, tratando de calmarse, pero fue inútil, se pasó una mano por el cabello, despejando momentáneamente su frente y se dejó caer ora vez sobre la cama, esta vez boca abajo y un largo suspiro salió de su boca.

Aunque odiara admitirlo, comenzaba a entender a Kunimitsu, pues sentía que él estaba haciendo lo mismo con Yuushi. No era su intención utilizarlo ni dañarlo, no quería probar la teoría de: un clavo saca a otro clavo. Era sólo que el peliazul lo hacía sentir bien, lo hacía sentir querido, le había devuelto la autoestima que Kunimitsu se encargó de destruir.

Pero… ¿Estaba haciendo lo correcto? ¿Qué era lo que estaba haciendo con su vida? ¿Se estaba trasformando en un mentiroso manipulador de la misma calaña que el castaño?

 

*          *          *

 

Caminaba tomado de la mano de su novio por las frías calles de Tokio rumbo a su casa. A decir verdad, y aunque pareciera increíble, las familias de ambos muchachos se habían tomado su relación con una naturalidad sorprendente. Se podía decir por tanto, que ambos disfrutaban de una relativa paz y armonía dentro de sus vidas.

La vida familiar de ambos transcurría sin problemas, ambos eran excelentes alumnos y la vida escolar pasaba con tranquilidad, en el tenis disfrutaban de saberse dentro del grupo de los mejores y su noviazgo era perfecto ¡Nada podía ir mal en sus vidas!... ¿o sí?

Fuji se movió intranquilo en la mano del rubio. El frío que comenzaba a hacer y la nieve que caía desde hace unas horas, le congelaba las manos, por lo que se desprendió del agarre de su novio y guardó su entumecida mano dentro del bolsillo de su abrigo.

Shiraishi giró la cara para verlo extrañado.

—Hace mucho frío —Fuji, al notar el gesto en la cara del rubio, se excusó con rapidez—, creo que es mejor llevar la mano en el bolsillo.

—Claro… —Shiraishi le respondió con ternura. Faltaban tan solo un par de cuadras para llegar a su destino, por lo que el rubio no le dio mayor importancia al hecho.  

El día de hoy Shiraishi había ido a recogerlo a la escuela y ahora iban juntos a la casa del castaño. Iba a pasar la noche ahí, con la excusa de tener una importante prueba que preparar para mañana y el castaño le ayudaría a estudiar. Ciertamente, en los planes de Shiraishi no había sólo una ardua noche de estudio.

Al entrar a la vivienda, un agradable aroma a tarta recién horneada los invadió. Como sabían de la visita del rubio, su hermana había vuelto más temprano del trabajo para recibirlos con una exquisita once. Otra muestra más de lo bienvenido que era Shiraishi dentro de su familia.

Después de disfrutar todos juntos del ameno ambiente de sobremesa, ambos muchachos se retiraron rumbo a la habitación del castaño ubicada en el segundo piso. Ambos se habían cambiado ya de ropa, desprendiéndose del uniforme escolar, para relajarse usando algo más holgado y cómodo. Shiraishi llevaba un jeans azul y un polerón Adidas blanco, mientras que Fuji vestía un pantalón de buzo gris y una gruesa chomba tejida a mano por su hermana mayor.

—¡Me encanta venir a tu casa! —el rubio comentó alegre, entrando a la habitación del castaño.

—A mí también me gusta —Fuji confesó sonriendo—, si no fuera por tu visita, no habríamos comido tarta.

—¿Sólo por eso te gusta mi visita? —Shiraishi preguntó en una mezcla de sorpresa y reproche. Fuji se llevó una mano a la boca para tapársela mientras reía animado. El rubio sin embargo, se le acercó y lo besó fugazmente por sorpresa—. Te extrañaba… necesitaba estar contigo —dijo una vez que se despegó de su boca.

—Nos vimos ayer.

—¡Aun así te extrañaba! ¿Tú no me extrañaste?

—Claro… —mientras hablaba, Fuji se abrazó del rubio escondiendo el rostro en su cuello, evitando así que éste le mirara a la cara.

Se sentía la peor persona en el mundo. No podía dejar de pensar en la conversación que tuvo con Kikumaru en la mañana, ni menos aún podía dejar de pensar en la conversación que tuvo con Tezuka.

Aunque no lo quisiera, las dudas habían comenzado a invadirlo. Después de todo, él pasó dos años de su vida esperando la confesión de su capitán, pero no entendía por qué ésta tenía que llegar justo ahora, cuando él ya había encontrado la felicidad junto a Shiraishi. 

Aun recordaba con dolor todas las noches que pasó en vela pensando en el muchacho de anteojos. Todas las ilusiones rotas por causa de la aparente indiferencia de éste. Le costaba creer ahora que todo ese tiempo, esos sentimientos habían sido correspondidos. Y que la amarga sensación de rechazo había sido mutua.

Tal vez Eiji tenía razón, tal vez debía intentarlo con Kunimitsu o corría el riesgo de no encontrar la paz nunca más en su vida.

¡Pero en qué estaba pensando! No podía hacerle algo así a Shiraishi, no después de todo lo que había hecho el rubio por él. Shiraishi había sido la persona que le mostró la felicidad, él había sido quien le enseñó la maravilla de amar y ser amado, él le había mostrado las sutiles pero importantes alegrías de tener a alguien a tu lado siempre, le había demostrado lo que significa el amor incondicional.

El rubio lentamente bajó su rostro hasta llegar a los labios del castaño. Lo besó despacio, acariciando con suavidad su espalda y sosteniéndole la cabeza, de modo que impedía que el otro muchacho se alejara. Con paso lento, comenzó a guiarlo hasta la cama para dejarse caer junto a él sin dejar de besarlo.

Fuji sin embargo, se sintió abrumado por la proximidad del rubio, justo en el momento en que se sentía más confundido que nunca. Se separó abruptamente de su novio y se puso de pie, casi huyendo del rubio que se acaba de incorporar sobre la cama y lo miraba extrañado.

—Hace unos días te he notado extraño —Shiraishi preguntó por fin la duda que hace días llevaba atorada en la garganta—. ¿Qué es lo que está pasando?

—No pasa nada —Fuji se giró para darle la espalda—. No sé de qué estás hablando.

—No hagas esto, Syusuke —Shiraishi se puso de pie y se le acercó desde atrás—. No me alejes de tu vida de esta manera.

—Es sólo que creo que vamos demasiado rápido —Fuji se giró obligado por Shiraishi, quien lo había tomado por los hombros y buscaba mirarlo a los ojos cobalto mientras hablaba, con el corazón acelerado respondió—. No estoy listo para esto aún.

—Tienes razón —el rubio abrazó al muchacho más bajo, con ternura—, disculpa.

Fuji se dejó abrazar mientras su cuerpo temblaba imperceptible, un extraño temor lo invadió mientras continuaba sintiéndose terriblemente mal. Ahora había empezado a mentirle con descaro a su novio. ¿Por qué lo había hecho? ¿De qué tenía tanto miedo?

Tenía miedo de él mismo… De sus sentimientos.

 

Notas finales:

Gracias por leer =)


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