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Bello durmiente por desire nemesis

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Una escandalosa risotada escapó de los labios de Rudolff y dijo—Vaya que si podéis hacerlo—su hijo lo miró aterrorizado—Pero no creo que mi pobre Fielder pudiera aguantar vuestro ritmo. Después de todo no tiene vuestro brío.¡Jajajaja!—exclamo Wallenhein provocando de nuevo la curiosidad del capitán francés—¡Aún recuerdo ese día!—luego pasó de mirar a los hombres para terminar mirando a “las damas”—Perdonen señoritas pues los relatos que voy a contaros no están hechos para oídos tan sensibles como los vuestros—

 

La curiosidad de Kurogane no podía ser mayor y se daba por buen servido si los aliados de ese tipo le daban detalles de su procedencia pero descubriría solo que aún los que acompañaban a su enemigo no le conocían tan bien como el creyera.

 

En el tiempo en que comandé mi ejército de cruzados allende (más allá) del mar me vi en la situación de salir de puerto sin cartas (mapas; las cartas en la antigüedad eran llamadas misivas) en mis manos pues el cartógrafo (el que hace mapas) de la expedición se había retrasado. Una terrible tormenta había hecho presa de nuestra flotilla en el Egeo y nuestra embarcación fue la primera en llegar con al menos un día de anticipación. En lugar de esperar en la costa acampados, dado que Saladino andaba por aquellos lares decidí llevar a mis hombres tierra adentro para adelantar algo de viaje y encontrar un paradero más propicio para parapetarnos y esperar. Lo encontramos en un pueblo en la cima de unas colinas. Al ver llegar a tantos hombres de brillantes cascos y de fiera mirada los locales nos dieron una tibia bienvenida pero una bienvenida al fin.

 

Habíamos tenido 6 días de agotadora marcha y dos de reposo cuando decidí enviar a una tropa para encontrarse con los que seguramente venían hacia nosotros de las naos (naves). Estaba seguro de que se encontrarían cerca y yo necesitaba de las cartas para ubicarme pronto y dirigirme a tierra santa por lo que envié a algunos de los más jóvenes pues a esa altura eran los más repuestos con uno de mis oficiales más experimentados y presumí que Saladino no les atacaría. Lo que ocurrió después es algo que quedó en la historia y de lo que me he arrepentido desde entonces—dijo el viejo y tanto Seto como su capitán vieron como la mirada del melado y la sonrisa del ojos azules se volvieron un tanto más tristes.

 

100 de sus hombres contra una tropa de 30 de los más inexpertos de los nuestros—dijo con emotiva y tristemente el dueño de casa.

 

Al-Bazir—pronunció Kurogane como en un suspiro.

 

¿Conoce la historia señorita? Eso es sorprendente—dijo el viejo mientras el ojos rojos podía ver a Fye tentado a reír mirándole con picardía. El pelinegro debería arreglarlo pronto pues no era usual que una dama oyera de tales cosas y menos en las cortes de Francia.

 

Solo un poco, su señoría. Hablan de ello como una gran epopeya. Tenía entendido que de todos esos solo uno sobrevivió. Se dice que es Sir Rolff de Ruttengan. Otros que es Victor Pendrike conde de Glasgow—dijo el francés evocando esas historias que se tejían alrededor de tal gesta heroica. Kaiba los observaba charlar pues no tenía mucha idea de los eventos sucedidos allende Europa.

 

¡Jajaja! Madam está usted muy bien enterada para ser mujer. ¡Jajaja!—dijo Rudolff Wallenhein sacudiendo su gran barriga como un papá Noel del medio evo—Pero todo eso que se teje son puras patrañas. Yo estuve ahí, llegué cuando todo había acabado llevado por un mal presentimiento. Nunca vi escena tan cruel en esa cruel guerra. La sangre de 129 hombres bañaba la tierra como si hubiera habido una gran tormenta y en vez de agua el líquido vital hubiera sido derramado. Y allí donde tanta matanza había sido llevada a cabo un hombre permanecía de pie. El único ser vivo que llevado por unas brutales ansias de vivir y un gran dominio de su espada había sobrevivido a todo ese caos de sangre y muerte. No, no fue ni sir Rolff de Ruttengan ni el conde Víctor Pendrike señorita el que sobrevivió a la más dura de las pruebas a la naturaleza humana de la que yo he sido testigo. No fueron  ellos señora. Fue uno de los más jóvenes en esa tropa—dijo el viejo y después de dar tal anuncio miró a la persona a la que se refería antes de decir—Fue un joven a quien apenas había conocido antes de salir de puerto y del que no conozco mucho más que su valor merece todo nuestro respeto. Solo se un nombre de él. ¡Fye!—

 

Kurogane miró con ojos asombrados al rubio. ¿Él, el héroe de Al-Bazir, ese ser tan invencible que combatió con casi treinta árabes él solo? No podía ser posible. No. Ni en mil años. Y sin embargo… recordó los ojos que puso en aquel bosque en que por un segundo supuso que le mataría. Si, el podía ser esa clase de hombre. Odiaba admitirlo.

 

Sus ojos se encontraron a través de la mesa y permanecieron alerta entre sí, uno reconociendo por primera vez un terreno desconocido y los otros solo percatándose de su sorpresa y al parecer disfrutándola un tanto pero no tanto como debiera, una nube ensombrecía al sobreviviente de Al-Bazir.

 

Al-Bazir—escapó de pronto de los labios del Delfín que tenía la mirada perdida a la vez que dirigida al príncipe sajón. Recordaba algo de sus lecciones de geografía que sin duda le afectó aunque nadie lo sabía con claridad excepto él.

 

¿Perdone querida?—preguntó sorprendido por esa forma algo soñadora de hablar de la muchacha.

 

Perdone su señoría, es solo algo que recordé—respondió “Giselle”.

 

¡Compártalo!—exigió cordialmente el ojos grises.

 

Recordé… que… Al-Bazir queda a orillas del Éufrates—respondió “la” castaña.

 

En la cabeza de los cuatro jóvenes que marcharan de Britania una semana antes una frase dicha en los bosques de aquella región resonó al unísono.

 

“Perdí a mi hermano a las orillas del Éufrates”.

 

Los ojos mieles de Joseph se encontraron con los azules de Seto y éste pudo ver que había acertado.

 

Rudolff puso en palabras aquello no dicho por los visitantes—Si, fue una terrible pena y un dolor muy grande para mi sobrino Deltasyus. Su primogénito falleció en esa contienda. Era compañero de armas de Fye y no dudo de que de poder salvarle lo hubiera hecho pero no se pudo. Joseph se quedó con nosotros al yo descubrir su verdadera identidad y castigarle. Desde entonces creo que mi sobrino ha sufrido por mi decisión. Pero yo lo veo diferente. Si ese día lo hubiera dejado marchar tendría que lamentar haber perdido a otro miembro de mi familia—

 

Y así el misterio de la rara asociación de los rubios fue resuelto. Kurogane y Seto estaban tanto admirados como tristes de su cruel situación. De todo lo que debían sobrellevar y de todo por lo que habían pasado.

 

Ahora el pelinegro entendía la cara que Fielder puso cuando el ojos azules apoyó su brazo en el hombro del ojos verdes. El aura de Fye despedía la fuerza de uno de esos semidioses de leyenda y la gente reaccionaba en consecuencia.

Notas finales:

^^?

y?

gusto a ustedes?

mata ne

^^


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