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Bello durmiente por desire nemesis

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Se encerraron en la habitación de Joseph.

 

Debemos apresurarnos con los planes—dijo Fye.

 

¿De que están hablando?—preguntó Seto.

 

De irnos a Francia por supuesto—respondió Kurogane.

 

¿Por qué yo no sabía nada de esto?—reclamó Kaiba a Wheeler.

 

Creí que estaba claro que esto pasaría a su debido tiempo. ¿O acaso pensabais quedaros a vivir aquí? Sabéis que de esa forma no tardaréis mucho en ser descubierto—dijo el sajón a pesar de que le hablaba de forma brusca le comprendía, para él también era difícil de asimilar y eso que ya lo había pensado de antemano, para el otro costaría el doble.

 

¡Idos de aquí!—gritó el castaño y los demás le miraron.

 

Fye como siempre captó rápido que él y el pelinegro no eran bien recibidos ahí y tomándolo de un brazo lo arrastró afuera bajo protesta.

 

¡Como os atrevéis a hacer planes sin mi consentimiento!—le gritó el ojos azules a su par sajón.

 

 

 

 

Siempre solapándoles. Sabéis bien que no les hacéis ningún bien—dijo el ojos rojos.

 

¡Au contrer, mon ami! (Al contrario mi amigo) —exclamó el rubio en francés. Se nota bien que vos jamás habéis querido realmente a nadie sino no diríais eso. Cuando vais a perder a la persona amada cualquier minuto que podáis pasar con esa persona es más que valioso y os sirve para atesorarlo siempre. Restarle eso a una persona es como quitarle pedazos de su corazón. Esos recuerdos os ayudan a sobrellevar y curar esa separación—

 

¡Y yo pensé que solo en Francia existía gente tan cursi!—le respondió el pelinegro—Para salir de una relación complicada nada es mejor que cortar por lo sano y de prisa. Si uno se aferra por mucho tiempo se termina enfermando—respondió el ojos rojos de una manera que hizo pensar al ojos azules que había pasado por ello.

 

¿Fuisteis vos o alguien que os rodeaba?—preguntó el incisivo Fye.

 

¡Eso no es de vuestra incumbencia!—respondió molesto Kurogane.

 

¡Entonces  fuisteis vos!—declaró el otro.

 

¡Pensad lo que queráis!—dijo el pelinegro pegando la vuelta y marchándose. El rubio le siguió con la vista pensando en ese aspecto interesante del otro. Tal vez el fuerte pelinegro sufría por un amor imposible y se regía por esa regla para no atormentarse pero no se daba cuenta de cuan atormentado parecía.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

¡Os repito! ¿Qué queríais? ¿Quedaros a vivir aquí?—preguntó el ojos mieles molesto ante la forma en que el otro le hablaba. Estaba haciendo eso por su bien. ¿Acaso no se daba cuenta de que eso era un sacrificio para él?

 

Si—respondió Seto sorprendiendo al otro que de pronto se vio muy cerca de él--¿No os has dado cuenta de lo importante que os habéis vuelto para mí?—preguntó el ojos azules—Quiero que solo estéis conmigo y no deseo estar con nadie más. No sé porque pero desde que os ví por primera vez esos ojos mieles vuestros me hechizan. Quiero haceros el amor hasta que no quede nada de miel en ellos. Me rehúso a que alguien más la pruebe. Desde que os hice mío esa miel es mía y yo no soporto que alguien más se apodere de lo que he hecho mío. Creo que es un defecto de la realeza. Deberéis perdonarme por ello pero no me arrepiento para nada de este defecto que por derecho es mío—dijo después dejando sin habla al rubio antes de probar de nuevo sus melados labios.

 

Las manos de Joseph cobraron vida propia y fueron a la nuca del otro para empujar su cabeza y así profundizar la sensación de su boca sobre la suya mientras los poderosos brazos del otro ceñían su cintura y sus cuerpos entraban  a subir de temperatura.

 

Sus manos nerviosas despojaron de su vestimenta al castaño que al ver su destreza en el arte de quitar vestidos frunció el ceño y cuando hubo terminado le besó más demandantemente como para fijar en él su derecho de posesión a la vez que borraba las marcas que alguien más pudo haber dejado en el otro. Luego despojó rápidamente al otro de su ropa con las ansias propias de la juventud enferbervecida.

 

Le preparó de la manera más rápida que pudo mientras su otra mano se ocupaba del miembro del otro haciendo que se arqueara sobre el raso de la cama, debajo de él, su entrepierna estaba dolorosamente erguida bajo él y rozaba levemente la pierna del rubio causando en este más sensaciones de las que podía controlar, tomó los labios del Delfín por asalto mientras su cuerpo a sí mismo era asaltado por todas las caricias y acciones que tomaba el ojos azules en su condición de amante egoísta y posesivo.

 

Los gemidos de Wheeler resonaban en el lugar levemente, apagados por la boca del más alto y cuando este separó la suya de la del otro y miró su cara sonrojada y sus labios que el rubio mordía para no gemir más alto su lujuria llegó a su punto más alto.

 

¡Grita mi nombre!—exigió—Quiero que tus gemidos llenen todo este lugar—

 

¡Pueden… oir… nos!—le dijo el sajón.

 

No me importa quien nos oiga. Quiero que todos sepan que sois mío y que ningún ser en la naturaleza puede apartarnos en este momento. Le mataría si tan solo intentara sacaros de mis brazos—exclamó Seto—Quiero oír de nuevo esos gorjeos escapar de vuestros labios que son míos por derecho. Todo vos lo eres y no podéis negaros así que os demando que digáis mi nombre en el lecho. Desde ahora y para siempre. No me importa si en el futuro os acostáis con otra persona. Vos seguiréis siendo mío hasta que el aliento os abandone. Así como yo seguiré siendo vuestro hasta que el latido me falte—dijo el más alto haciendo que el corazón del melado se detenga. Lo que había dicho el otro era tan egoísta y tan hermoso a la vez. Solo de una manera podía contestar a ello.

 

Besó sus labios con todo el deseo que podría jamás albergar y luego dejó escapar una pequeña palabra de sus labios.

 

¡Seto!

 

Una pequeña palabra que significaba mucho para los dos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Al día siguiente, después del paseo familiar, en que tanto Fye como las francesas participaron, un visitante llegó a la mansión y dio las buenas tardes a los reunidos en el salón del té. Era un hombre alto, apuesto y fornido, de ojos y pelo canela, su sonrisa era afable y parecía un buen sujeto.

 

¡Dörmund! ¿Cómo os ha ido?—preguntó Fye de pronto lleno de alegría y el otro puso cara de molesto.

 

¡Os he dicho que mi nombre no es Dörmund!—le gritó el visitante.

 

¿Ah, no?—preguntó el joven de ojos azules levantando una ceja visiblemente impresionado por ese hecho, o así parecía.

 

¡No! Mi nombre es Grötter von Dörmund—dijo el susodicho.

 

¿Ves? Sí os llamáis Dörmund—insistió el rubio con mirada de sermoneador.

 

¡No! ¡Yo me llamo Gröten! ¡Dörmund es la ciudad a la que pertenezco!—le explicó a voz en grito el canela mirándole con cara de pocos amigos.

 

¿En serio?—preguntó aparentemente asombrado Fye.

 

Si, en serio—le respondió el otro.

 

¡Bien!—dijo calmadamente el rubio y todos los presentes pensaron que la cosa quedaba ahí—Pues a mí me gusta más Dörmund y os seguiré llamando así—añadió.

 

¡Arghhh!—gritó von Dörmund lleno de furia.

 

¡No os quejéis Gröten! ¡Sé que en el fondo os cae bien—dijo el dueño de casa.

 

 Sinceramente… sir Rudolff hubiera preferido caminar de rodillas a Tierra Santa antes que comandar a este insolente—dijo el recién llegado al dueño de casa que reía ante las ocurrencias del joven Fye.

 

El canela se acercó al otro para saludarle como se debía y ahí todos pudieron observar que cojeaba. Se presentó ante todos cordialmente y “las jóvenes francesas” apreciaron que era un hombre cabal como sus aliados.

 

 

Notas finales:

^^

espero les guste el lemon

jeje

ja ne

^^


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