Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Corazón Delator por Nayen Lemunantu

[Reviews - 220]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Este cap. es un poquito mas corto que los anteriores, pero es mas intenso tambien, pues se centra exclusivamente en los sentimientos de nuestro rubio adorable.

 

 CAPITULO 5

¿Qué soy para ti?

 

 

 

Su corazón latía con fuerza sintiendo el cuerpo del otro muchacho sobre él, sus manos sudaban ligeramente y su respiración era entrecortada. No podía pensar con claridad. No sabía lo que estaba pasando… De pronto todo se volvió tan irreal, como si se tratara de un sueño que transcurre en cámara lenta. 

 

Él siempre había escuchado y leído sobre el amor. Le temía y lo anhelaba con la misma intensidad. Era un sentimiento que podía llevarte completamente a la locura, que nublaba tus sentidos a tal punto que no tenías claridad de nada y en tu vida sólo importaba una cosa: la persona amada, logrando olvidarte incluso de ti mismo. Pero él nunca se había sentido así. Y tal vez sólo porque era un romántico empedernido, aún creía que el verdadero amor existía, que las historias de amor que se ven en las películas, sí pasan en la vida real. Creía que la chica de sus sueños existía, solamente que aún no había aparecido, que su media naranja aún estaba por ahí y él sólo debía buscarla.

 

Siempre había querido sentirse así. Flotando en una nube al besar a la persona amada, suspendido en el tiempo cuando estuviera junto a su amor, quería sentir las famosas mariposas en el estómago de las que todos hablaban, quería sentir la desesperación de amar a alguien, quería perder la cordura por alguien, quería sentir en cada fibra de su cuerpo las ansias del amor. Quería sentir…

 

Jamás pensó que se podía sentir así por un hombre, menos aún por Aomine. Porque ahora sentía que toda la teoría que tenía en su cabeza, se podía aplica a la perfección a su caso actual. Había perdido todo control sobre su cuerpo y éste simplemente reaccionaba instintivamente. No podía dejar de ver los labios del otro muchacho y lo único que pensaba era en besarlo.

 

Con la vista fija en la preciada boca, comenzó a levantar lentamente la cabeza, despegándola del suelo… iba a besarlo.

 

—¿Me vas a escuchar o quieres que te obligue?

 

Frenó su movimiento en el acto y levantó la mirada para encontrarse con los intensos ojos azules del moreno fijos en su persona. Él sólo pudo asentir y Aomine se puso de pie, ayudándolo a pararse. Se dejó caer en el sillón mientras él continuaba mirándolo con incredulidad, de pie a su costado. No acaba de entender lo que había sucedido. Su corazón aun latía acelerado y su respiración era agitada, pero el otro muchacho no parecía sufrir de la misma dolencia, el moreno se veía igual de indiferente que siempre. Claramente, toda esa vorágine de sensaciones sólo había sido unidireccional.   

 

—Yo… soy homosexual —Aomine no lo miró al hablar.

 

—¡Ehh! —Kise gritó muy fuerte y abrió los ojos con incredulidad, mirando a su amigo, quien le devolvió una mirada indignada.

 

—Mi papá me echó de la casa al descubrirlo —siguió hablando seriamente, sin inmutarse por la reacción del rubio.

 

Lentamente, Kise recuperó la compostura y tomó asiento junto a Aomine en un leve estado de shock. Miles de pensamientos pasaban a increíble velocidad por su cabeza, era demasiada información para poder procesarla de una vez, por lo que todos los pensamientos que tenía se atoraron en su mente, aturdiéndolo. 

 

Ahora podía entender muchas cosas. Por qué había discutido con sus padres; por qué se había marchado de su casa; por qué no había querido decirle el motivo de esa discusión. Hasta podía justificarlo en su falta de confianza, pues ahora mismo había demostrado que no era más que un prejuicioso al reaccionar así. Lo único que no acaba de entender del relato era la parte del peliceleste ¿Qué tenía que ver Kuroko en todo esto?

 

—¿Y Kurokocchi? —preguntó monótonamente sin salir aún de su estado de estupor.

 

El moreno arrugó el entrecejo nuevamente y respondió en tono grave.

 

—Nosotros fuimos novios cuando aún estábamos en Teiko —el rubio no dijo nada, sólo lo miraba impresionado, por lo que continuó—. Mi papá encontró una foto de esa época y por eso me descubrió. Hoy fui a avisarle a Tetsu, creo… que él debía saberlo.

 

Kise ahora miraba hacia el frente, sopesando la situación repentinamente. Ahora recién se enteraba que dos de sus mejores amigos habían sido novios ¿Por cuánto tiempo? Quizá los tres años de secundaria… quizá menos… quién sabe ¿Por qué no se dio cuenta? Estaba demasiado preocupado con su vida para prestarle atención a los demás. No. No era eso. Ellos se lo ocultaron ¿Por qué? ¿Por qué no le dijeron nada? Sus amigos no le tenían confianza, eso era obvio.

 

Poco a poco, se fue dando cuenta que se sentía excluido y triste.

 

Siempre había pensado que Aomine y Kuroko eran demasiado cercanos, que entre ellos había cierta complicidad y cercanía especial. Pero nunca sospecho que… No. Él ni siquiera vio eso como una posibilidad, para él eso era imposible ¿Por qué? ¿Cómo había podido ser tan prejuicioso?

 

Aomine y Kuroko habían sido novios… Aomine y Kuroko… Kuroko… ¿Por qué Kuroko? ¿De todos, por qué lo habría elegido a él? ¿Por qué habrían terminado? ¿Por qué no se fue a quedar con Kuroko? ¿Por qué vino a su casa?

 

Las preguntas lo aturdían, sentía que su cabeza le daba vueltas mientras un sutil dolor se instaló en sus sienes. Cerró los ojos y se masajeó el puente de la nariz. Los ojos le ardían y el dolor de cabeza empeoraba…

 

—¡Oye! ¿No vas a decir nada? —la impaciente pregunta de Aomine interrumpió sus pensamientos.

 

—¿Por qué viniste a mi casa? —Kise preguntó verbalizando lo que pasaba por su cabeza, sin mirarlo aún.

 

—¿Ah? Ya te lo dije —Aomine no entendía a dónde quería llegar con esa pregunta otra vez ¿Qué no era obvio?—. Porque eres el único que tiene casa propia

 

—Ya veo… entonces eso soy para ti —el tono de amargura en su voz fue innegable.

 

—¿Eh?

 

El moreno pareció descolocarse con este comentario o tal vez fue por el tono triste de la voz del rubio, pero no dijo nada. Se limitó a suavizar la expresión de su rostro y a mirarlo atentamente, expectante del siguiente movimiento que haría el rubio.

 

Kise se puso de pie y sin comentar nada más, se fue a su habitación bajo la mirada atenta del moreno. Pero éste no le dijo nada… ni hizo nada por detenerlo ¡No hizo nada!

 

Kise llegó arrastrando los pies a su habitación y comenzó a cambiarse de ropa desganadamente. No quería estar en su casa, necesitaba salir, necesitaba respirar aire puro, necesitaba pensar, necesitaba separarse un momento de Aomine. ¿Qué era ese dolor que sentía en el pecho? ¿Por qué le había dolido tanto aquella respuesta?

 

Se vistió con una camisa a cuadros azul sobre una camiseta blanca y unos jeans azul desteñidos acomodados desordenadamente dentro de unas botas café de caña media. Se cruzó el bolso por los hombros y tomando sus llaves decidió salir de la casa.

 

—¡Oye Kise! ¿A dónde vas? ¿Qué es lo que ocurre? —Aomine se puso de pie y lo siguió hasta la entrada.

 

¿Qué es lo que ocurre? ¡Qué pregunta más irónica! Eso es lo mismo que a él le gustaría saber, pero ahora no tenía claridad sobre nada.

 

—Voy a ver a mi madre, todos los domingos voy a visitarla —su voz ya no se oía triste.

 

Aomine simplemente no podía dejar que el rubio se fuera así ¡Era un idiota! Recién ahora había entendido la pregunta de Kise, obviamente era una pregunta mucho más profunda de lo que él esperaba. Si hubiera sido una prueba, habría fallado irremediablemente.

 

Espera… tal vez sí era una prueba.

 

Claro que Kise significaba más para él. Era un gran amigo, alguien importante en su vida, con quien había compartido hermosos momentos y que aún hoy, a pesar de no verse seguido, seguía alegrándole el corazón ¿Por qué no le había dicho eso? ¿Por qué le dijo toda esa mierda de que era el único que tenía casa propia? ¡¿Por qué era tan idiota?! Era un bruto sin tacto, ya lo sabía. Pero aun así, no podía dejar que el rubio se fuera, seguramente estaba molesto.

 

—¿Quieres que te lleve? —la voz de Aomine se oía preocupada.

 

—No es necesario Aominecchi, tomaré un taxi —Kise se dio la vuelta y en su rostro pudo verse la misma expresión alegre de siempre.

 

Aomine lo miró con el ceño fruncido. Creía que el rubio estaba molesto, pero no parecía afectado en lo absoluto, es más ¡No le importaba para nada todo lo que le había dicho!

 

Sin decir una palabra más y sin cambiar de expresión, Kise salió del departamento. No sabía por qué, pero no quería que el otro notara lo afectado que se encontraba.

 

Vagó por las calles caminando desganadamente. Aunque era cierto que todos los domingos visitaba a su familia, el día de hoy no se dirigió al destino acostumbrado. En vez de eso, se dedicó a caminar sin rumbo fijo por las calles de Tokio.

 

Era medio día, caminaba por el verde césped de un parque rodeado de felices parejas de enamorados. El sol primaveral se colaba por entre las hojas de los grandes árboles y le entibiaba la piel, dándole la calidez que necesitaba, pues ahora todo su mundo le parecía frío, triste y despoblado, carente de sentido.

 

Paró su caminar en seco y abrió los ojos con asombro. Ahora tenía una respuesta. Ya sabía por qué soñaba hasta despierto con Aomine; ya sabía por qué su corazón latía tan fuerte cuando se encontraba cerca de él; ya sabía por qué se había sentido tan traicionado cuando se enteró de la relación entre Aomine y Kuroko; ya sabía a qué se debía el dolor que ahora sentía en su pecho… Él también era homosexual… Él estaba enamorado de Aomine.

 

Lentamente se dejó caer sobre el césped, cayendo de rodillas. Su torso se inclinó hacia adelante y agachó la cabeza. Dos pequeñas lágrimas descendieron por sus mejillas y le llevaron un salado sabor a la boca. Cerró los ojos con fuerza, consiguiendo que el grosor de las lágrimas aumentara.

 

Se sentía tan infeliz, tan desdichado y miserable.

 

Se suponía que el amor era el sentimiento más sublime en el mundo. Una sensación que te transportaba a la luna y te traía de regreso en un instante. El amor es la máxima felicidad ¿Por qué se sentía entonces tan triste? A sí… este era un amor no correspondido.

Notas finales:

Gracias


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).