Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Corazón Delator por Nayen Lemunantu

[Reviews - 220]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Como todos sabemos, despues de la tormenta llega la calma... y este caso no es la excepcion. 

CAPITULO 6

¿Dónde estás?

 

 

 

Lentamente comenzaba a anochecer. Las últimas luces del día se colaban por los grandes ventanales, iluminando escasamente el departamento en penumbras, donde una alta figura se paseaba incesantemente con ambas manos en los bolsillos.

 

El día había comenzado soleado, pero ahora, el gris y nublado cielo poblado de nubes cargadas de lluvia, amenazaba con caer sobre la ciudad, empapándolo todo, lavándolo todo. Los noticieros habían anunciado lluvias, producto de una inesperada tormenta primaveral. Mayor razón aún para estar preocupado. Y Kise no daba señas de aparecer.

 

Lo había llamado a su celular toda la tarde, pero éste no le había respondido. Parecía que derechamente estaba evitando hablar con él.

 

—¡Arg! Estúpido Kise.

 

Entró al cuarto de huéspedes con pasó rápido, se puso la chaqueta de cuero negra, una bufanda de hilo del mismo color y cogió el casco azul de su motocicleta. Si Kise no pensaba aparecerse por el departamento, él no se iba a quedar ahí de brazos cruzados ¡Lo iría a buscar! Afortunadamente recordaba la antigua casa de Kise, antes que se trasladara a vivir solo.

 

La motocicleta negra salió rápido de los estacionamientos cuando comenzaban a caer las primeras gotas de agua. Sin embargo, el intrépido muchacho no parecía prestar atención a lo resbaloso del pavimento ni a la velocidad a la que conducía, que ya había excedido el máximo permitido en el límite urbano, y recorrió apresuradamente las calles de la ciudad en busca del rubio.

 

Tuvo que detenerse a la fuerza debido al semáforo justo frente a un parque, donde una solitaria figura de pie bajo un árbol llamó su atención. A esas horas y con la lluvia que se había hecho más intensa, muy poca gente permanecía aun en la calle, menos aún en un parque, por lo que reparar en el solitario rubio no fue difícil. Se levantó la visera del casco para ver con mayor claridad y pudo reconocerlo de inmediato: era Kise.

 

Dio la vuelta en U sin importarle la amonestación que esta acción le podría costar y regresó hasta la entrada del parque. Tuvo que correr por el césped mojado que le empapaba los pies, pues sólo llevaba sus zapatillas que no eran adecuadas para el agua, hasta llegar junto al rubio. Éste no se había percatado de su presencia ahí. Se encontraba apoyando su cuerpo contra el tronco del árbol, estaba empapado, temblaba visiblemente y se abrazaba el cuerpo con los brazos, tratando de darse calor.

 

Aomine se quitó la chaqueta de inmediato y acercándose al rubio, se la puso sobre los hombros y lo abrazó suave.

 

—¿Qué estás haciendo aquí? ¿Por qué no volviste al departamento?

 

Kise no respondió, continuaba temblando y su mirada se veía perdida, parecía estar en un leve estado de hipotermia tanto físico como mental. Aomine le ayudó a ponerse las mangas de la chaqueta y lo llevó hasta la moto. Dudó unos segundos antes de subirlo, pero finalmente decidió que lo más importante era llegar a casa rápido, así que se subieron ambos y conduciendo con un poco más de cautela, se marcharon.

 

Una vez en el departamento. Aomine tuvo que guiar al taciturno muchacho hasta el baño, lo dejó en la ducha tratando de que recuperara algo de calor, mientras él se dirigió a la cocina a prepararle una taza de chocolate caliente.

 

Luego de varios minutos y mientras llovía con fuerza sobre la cuidad, Kise llegó al living un poco más recuperado. Vestía un pantalón de buzo gris y un chaleco de lana blanco que le quedaba largo en las mangas sobre una camiseta blanca. Sobre sus hombros aún estaba la toalla con la que se había secado el pelo. Aomine por su parte, también se había cambiado la ropa húmeda, reemplazándola por un jeans azul y un sweater negro.

 

—Te preparé esto —le entregó la taza de chocolate.

 

—Gracias —Kise respondió con voz suave sentándose en posición de flor de loto.

 

—¿Estás mejor? —se sentó junto a él sin despegarle los ojos de encima.

 

—Sí… —contestó más animado mirándolo traviesamente.

 

—¡Ya basta de esa estúpida risita! Si estás enfadado sólo dilo. Si quieres que me vaya sólo dímelo.

 

Kise miró al piso, pensando las palabras del moreno. Hasta el momento nunca había pensado en echarlo. Ni se le había pasado la idea por la cabeza. Pero tal vez eso era lo mejor.

 

—No quiero que te vayas Aominecchi —su boca habló contrariando a su mente—. ¿De verdad crees que te echaría?

 

Aomine no respondió ¿Qué era esa pregunta? ¿Otra prueba? ¡Rayos! Debía responder con sinceridad.

 

—No, es que… no quiero incomodarte. No sé qué es lo que piensas de mí.

 

—Que eres un idiota…

 

—Ya veo, ahora si estoy seguro que estás completamente recuperado —había un dejo de molestia en la voz de Aomine y se cruzó de brazos mientras hablaba.

 

—¿Ahora quieres que te mienta? —Kise preguntó divertido.

 

Aomine se levantó indignado y lo golpeó con uno de los cojines en la cara.

 

—Ese golpe te lo mereces. Envejecí diez años con el susto que me hiciste pasar.

 

—¡Aominecchi!

 

—Es mejor que te vayas a acostar —el moreno suspiró cansado y le dijo con voz preocupada—. Necesitas recuperar el calor que perdiste.

 

Kise le hizo caso y cada uno se dirigió a su respectiva habitación.

 

El moreno se quitó la ropa con cansancio y la dejó caer libremente al suelo, para luego meterse a la cama. Aun no tenía pijama, por lo que se acostó sólo con la ropa interior.

 

Se sentía exhausto. Aunque no había entrenado, ni había jugado basketball, ni había hecho ninguna actividad física, su cuerpo y su mente se sentían cansados. Realmente ese día había sido intenso. Primero el encuentro con Tetsu le había provocado una tensión especial, siempre había sido difícil para él ver nuevamente al peliceleste. Luego había tenido que decirle toda la verdad a Kise, algo para lo que no estaba preparado y que se vio forzado a hacerlo por la situación. Y finalmente el susto que le hizo pasar al encontrarlo empapado bajo la lluvia. Todo eso había sido demasiado. Ese día ya había sido demasiado largo.

 

Comenzó a cerrar los ojos lentamente, tratando de acallar los cientos de pensamientos que se agolpaban en su cabeza. Simplemente quería descansar. Quería poner su mente en blanco y olvidarlo todo. Se recostó sobre su costado izquierdo dispuesto a dormirse. Sin embargo, un fuerte ruido se oyó y una luz invadió la habitación: afuera, la tormenta se había desatado y los truenos y relámpagos comenzaban a hacer estragos en la ciudad.

 

Suspiró cansado dándose cuenta que ni siquiera el cielo le daba respiro esta noche. Al parecer, dormir sería prácticamente una misión imposible. Estaba a punto de cerrar los ojos de nuevo cuando la puerta de la habitación se abrió con brusquedad, dejando pasar a Kise.

 

—¡Aominecchi! —gritó con voz angustiada y se metió de un salto en la cama.

 

—¿Qu…qué haces? —preguntó confundido.

 

El rubio comenzaba a revolver las cobijas para meterse dentro de la cama del moreno y cuando estuvo bajo éstas, lo abrazó por el cuello con fuerza e incluso le pasó la pierna izquierda encima.

 

—¿Qué estás haciendo? —Aomine lo tomó por la cintura y trató de separarlo de su cuerpo, pero fue inútil, el rubio se le pegaba con firmeza.

 

—Aominecchi tengo miedo. Por favor déjame dormir aquí contigo.

 

—¿Le tienes miedo a las tormentas? —Aomine habló divertido, no pudo evitar sonreír con la petición del rubio. Kise asintió con la cabeza pero no respondió—. ¿Y qué hacías las noches de tormenta cuando yo no estaba aquí?

 

—No dormía nada…

 

Aomine suspiró cansado y se rindió. No había nada que pudiera hacer. Era imposible sacar al rubio de su cama. Ni siquiera lo iba a intentar, eso ya era una causa perdida.

 

—Está bien —aceptó—. Pero no te me pegues tanto.

 

Haciendo espacio con su antebrazo, Aomine movió el cuerpo de Kise, que temblaba ligeramente, sólo que esta vez no era por frío.

 

Un estruendoso ruido se volvió a escuchar y un nuevo relámpago iluminó la habitación, permitiendo a Aomine, ver el iluminado rostro de Kise por unos segundos. El rubio miraba hacia el techo con una expresión asustada en el rostro y su cuerpo se tensó al oír el ruido. De verdad parecía tenerle miedo a las tormentas. Compadeciéndose momentáneamente de él y a regañadientes, el moreno pasó un brazo sobre su cintura y permitió que el rubio se acercara más a él. La proximidad con su cuerpo le permitió darse cuenta que Kise aún estaba helado y esporádicos temblores recorrían su cuerpo.

 

Kise se puso boca abajo, por lo que Aomine, llevado de nuevo por un impulso instintivo desde lo más profundo de su ser, comenzó a acariciarle la espalda, logrando así, que los temblores en el cuerpo del chico fueran cesando paulatinamente. Luego de varios minutos, se dio cuenta que el rubio dormía tranquilo, sin preocuparse por la tormenta. Bajo la azulada luz de otro relámpago, Aomine pudo contemplar el apacible rostro del joven.

 

Realmente era muy hermoso. Pero eso lo podía decir cualquier idiota, si debía ser preciso, tendría que reconocer que Kise con la palabra hermoso, se quedaba corto, el más bien era la belleza personificada.

 

El moreno sonrió inconsciente frente a este pensamiento y comenzó a preguntarse, desde cuando él encontraba a Kise tan bello. Si debía ser sincero, tenía que decir que era desde siempre. Desde el primer día en que lo vio, reparó en que el chico era una total belleza. Sin embargo, nunca se sintió atraído por él, probablemente debido a su personalidad tan infantil y extrovertida. A él más bien le gustaban las personas reservadas y además, cuando lo conoció ya salía con Tetsu.

 

¿Por qué estaba cuestionándose todo eso? No es como si ahora le gustara Kise ¿o sí?

 

Volvió a suspirar cansado. No quería pensar en eso. Los amores imposibles no eran lo suyo. Kise nunca había dado muestras de interesarse en los hombres, siempre andaba rodeado de hermosas jovencitas y no sería de extrañar que a estas alturas ya tuviera más de una novia. Mejor se dejaba de pensar tantas cosas y aceptaba la realidad: ellos eran amigos, buenos amigos y nada más.

 

Sus ojos lentamente se fueron cerrando debido al sueño que los invadía. Se apegó más al cuerpo del rubio, haciendo que sus frentes chocaran y rozando suavemente su nariz con la nariz ajena, sintiendo el exquisito olor a miel que emanaba de él y volvió a abrazarlo con fuerza por la cintura, dejando que su mente se perdiera por fin en el sueño. 

Notas finales:

Gracias por leer y comentar. 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).