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Corazón Delator por Nayen Lemunantu

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Notas del capitulo:

Hoy se viene un maravilloso desperar juntos. Kise sigue más adorable que nunca y Aomine más sexy aun

 

CAPITULO 7


¿Qué hago?


 


Cuando comenzó a ser consciente de su cuerpo, lo primero que llegó hasta él fue la sensación de calidez que lo invadía. La terrible lluvia nocturna había cesado por completo y ahora los tenues rayos del sol matutino que se colaban tímidamente por la cortina entreabierta, le daban de lleno en el rostro, pero éstos eran tan tenues que apenas lograban entibiarle la piel; la sensación de calidez que sentía no provenía de ellos, provenía del otro cuerpo dormido junto a él.


Suspiró hondo, se sentía bien, increíblemente bien, de hecho. No recordaba la última vez que había dormido así de bien, que despertaba con esa sensación de relajo total, su cuerpo se sentía descansado de toda la tensión que había acumulado. No sabía si se debía al llanto de desahogo que se había dado el día anterior, ni si era efecto de su cuerpo reviviendo del leve estado de hipotermia en el que lo sumergió, o si se debía al haber dormido con el moreno anoche, tal vez era una mezcla de todas las anteriores.


Lo que sí era seguro es que no podía recordar otro día en que había despertado con tanta paz en su alma ni con tantas energías en su cuerpo. Mucho menos, considerando que anoche había habido una tormenta de proporciones, donde por lo general apenas consigue pegar el ojo. Pero hoy, no sólo durmió, sino que lo hizo estupendamente.


No pudo evitar pensar que todo eso era debido a Aomine. Se sentía tan seguro estando a su lado, tan protegido entre sus brazos. Era una sensación sinigual de la que no quería desprenderse nunca más.


Sin embargo, él a pesar de ser rubio, no era ningún idiota y se había dado cuenta a la perfección que el otro muchacho lo veía sólo como un amigo, y como nada más. Ni siquiera valía la pena tratar de confesarle sus recién descubiertos sentimientos, pues ya sabía la respuesta que obtendría del moreno ¡Hasta podía imaginarse la expresión de fastidio en su rostro!


Suspiró de nuevo y quiso moverse, pero el brazo de Aomine sobre su cuerpo se lo impidió, no quería despertarlo, él aun dormía plácidamente. Poco a poco, fue consciente que los músculos de su cuerpo estaban agarrotados por haber dormido toda la noche en la misma posición y con dificultad comenzó a abrir sus dorados ojos, incómodos con la brillante luz matutina.


Esta era la primera vez que él amanecía con alguien más, que no sea de su familia claro. Aun no lo podía creer, nunca pensó que un día su estúpido miedo a las tormentas le traería algo bueno, pero ahora que estaba en la cama del moreno, no pudo más que sonreír.


Comenzó a mirar en detalle al muchacho que dormía a su lado, no se había dado cuenta de lo cerca que se encontraban, sólo ahora veía con sus grandes ojos dorados el apacible rostro de Aomine dormido. Cuando estaba así, ningún gesto de ira o fastidio se reflejaba en su cara, sino todo lo contrario, parecía estar en paz; le recordaba a la vez que lo vio por primera vez hace ya tanto tiempo.


De pronto, reparó en que su cutis bronceado era perfecto, ninguna mancha o imperfección había en ese rostro. Su nariz era respingada y elegante, sus cejas delgadas enmarcaban a la perfección su rostro y su boca era amplia, carnosa, apetecible… como una invitación a ser besada.


¡Por Dios debía dejar de pensar en eso!


Se dio vuelta boca arriba en un movimiento precipitado, sin reparar en que despertaría al moreno, pero éste, para su sorpresa, no se despertó, sino que al darse cuenta que el cuerpo del rubio se había alejado, cerró con fuerza el brazo que mantenía sobre su cintura y lo arrastró junto a él hasta quedar más apegados que antes. Kise levantó las cejas en un gesto de sorpresa y se dejó llevar, sin siquiera pensar en oponer resistencia.


Aomine sin embargo, parecía haberse disturbado en el sueño, pues su frente se había arrugado visiblemente y su expresión era de incomodidad. Volvió a moverse aun dormido, esta vez apegándose él, para quedar con medio cuerpo sobre el rubio, hasta hundir la cara en su cuello y exhalar un fuerte suspiro que le erizó la piel.


Kise podía sentir ahora a la perfección el atlético cuerpo semidesnudo del moreno junto al suyo. Hasta ese instante no había reparado en que Aomine no usaba pijama para dormir, sino que sólo llevaba puesto el bóxer y el rubio podía disfrutar de su suave piel a voluntad. El cuerpo del moreno era cálido, casi ardiente, tenía un leve sudor en el pecho que le humedecía la camiseta de algodón que estaba usando. Ladeó el rostro hacia la derecha y hundió la nariz en el cabello azulado muy despacio, cuidando de no despertarlo, y pudo sentir el embriagante aroma que despedía. Su pecho se movía acompasado, al ritmo de su respiración y cuando se sobresaltaba en el sueño, apretaba el abdomen inconscientemente, marcando los abdominales.


Kise ya no podía soportar esa sensación. Ahora entendía a la perfección lo que sintió Eva al coger la manzana en el Jardín del Edén, él se sentía bajo la misma tentación. Tenía el cuerpo de Aomine junto a él, lo único que pensaba era en abrazarlo, en rodear su cuello con ambos brazos y no soltarlo jamás, en besar esa tentadora boca y tocar el cielo, en acomodarse en su pecho y alcanzar la gloria, pero no podía.


¡Maldición! Estúpido y sensual Aomine que lo ponía en esos predicamentos ¿Ahora qué haría? ¿Debía fingir ser su amigo como siempre? ¿Acaso podría hacerlo?


Suspiró cansado y dirigió su mirada hacia abajo y vio un pequeño bulto sobre su cuerpo ¡Esto no podía ser verdad! Por favor que alguien le dispare y acabe así con su sufrimiento… lo único que le faltaba era eso: una erección matutina.


—¡No! —gritó histérico y se puso de pie para salir corriendo de la habitación.


Con este repentino grito, Aomine casi cae de la cama por la pura impresión. Abrió los ojos enormemente, sobresaltado y alcanzó ver la figura del rubio salir corriendo. Arrugó el ceño inmediatamente ¿Qué le habría pasado? ¿Acaso se habría arrepentido de haberse metido en su cama? Seguramente era eso: ahora que el rubio sabía que él era homosexual, probablemente su amistad ya nunca volvería a ser como antes.


Se dejó caer pesadamente sobre la cama con expresión decaída en el rostro y suspiró cansado. Aunque había dormido increíblemente bien, aun necesitaba más horas de sueño para poder recuperarse, tal vez unos diez años más.


Kise por su parte, se metió corriendo a la ducha sin importarle que el agua saliera helada en un inicio. Lo único que le importaba era bajar ese inoportuno bulto en su cuerpo. Aunque sabía que eso era perfectamente normal, no podía dejar de sentirse incómodo ¿Qué habría hecho si Aomine se hubiera dado cuenta? No quería ni pensarlo.


Luego de una larga ducha, salió del baño renovado sólo con la toalla colgada casualmente de las caderas. Al abrir la puerta, se encontró con la escultural figura de Aomine de pie en medio de su habitación. Aún vestía sólo con ropa interior, apoyaba el peso de su cuerpo sólo en una pierna y sonreía de lado en un gesto provocador, mientras no dejaba de mirarlo directamente. Kise se llevó ambas manos a la toalla en un gesto instintivo, afirmándola con fuerza y su mirada se veía asustada.


—¡Oye! No te voy a quitar la toalla si eso es lo que crees —la voz de Aomine sonó divertida.


—¡Cl…claro que no! Sólo la afirmo para que no se caiga… por casualidad


El moreno ahora rio abiertamente, divertido con las tonterías que decía el rubio. Kise siempre había sido muy divertido, pero nunca se esperó que en la cotidianidad fuera tan ¿adorable?


—¡Oye! Y se puede saber, ¿qué haces tú aquí? —el rubio preguntó serio.


—Me vine a duchar ¿o quieres que me vaya así? —el moreno levantó un brazo y se olió la axila.


—¡Qué asco! —Kise arrugó la nariz en un gracioso mohín—. Dúchate en tu pieza.


—Allí no hay nada, y además a mí me gusta ducharme aquí —dicho y hecho, el moreno se adentró al baño del rubio.


—¡Al menos cierra la puerta! —Kise tomó la puerta y la cerró de un portazo.


Kise decidió no pelear más con él por eso. Después de todo, él se había ido a meter a su cama la noche anterior, era un pago justo dejarlo ahora usar su ducha. Se vistió rápido. Aunque oía que el otro muchacho estaba en la ducha, no dejaba de sentirse nervioso y más que apresurado se puso su uniforme escolar.


Oyó el ruido de la ducha apagarse, pero el invasor de baños no salía aun y él, impaciente por lavarse los dientes y salir pronto de ahí, abrió la puerta del baño, encontrándose con la imagen de la ancha, fornida y marcada espalda bronceada de Aomine justo frente a sus ojos. Sólo pudo permanecer de pie donde estaba, incapaz de hacer cualquier movimiento, incluido cerrar la boca que se le había abierto de la impresión al verlo así. El muchacho más alto, se dio la vuelta extrañado del silencio del rubio, llevaba la cara llena de espuma, pues se estaba afeitando y se limitó a mirarlo levantando una ceja, expectante.


—No te preocupes, ocupé una rasuradora nueva y la marqué previamente —comentó frente al silencio del rubio—. Tampoco es como si tuviera sida ni nada.


Pero el anfitrión de la casa no dijo nada, de hecho, aún permanecía estático de pie en la puerta, mirando a través del espejo fascinado al moreno afeitarse. Nunca antes se había dado cuenta de lo varonil que era esta actividad tan cotidiana, de lo sensual que se veía Aomine haciéndolo. La forma en que estiraba el cuello y levantaba la cabeza, descubriendo un pequeño trozo de suave piel en cada movimiento.


Cuando hubo terminado y se lavó la cara, se dio la vuelta mirado preocupado al rubio.


—¿Estás bien?


—¿Eh? —Kise aún no salía de su ensoñación


—¡Kise!


El aludido movió la cabeza a ambos lados, despejando sus ideas, esperando revivir su cerebro momentáneamente congelado.


—Sal de mi baño, que necesito hacer algo privado —habló por fin saliendo de su mutismo.


El moreno le obedeció y se fue a su propia habitación para cambiarse, pues ya se les hacía tarde. Se encontraron otra vez dentro de la cocina, donde ambos sacaron algo rápido para comer, mientras salían apresurados del departamento.


Ninguno de los dos mencionó en ningún momento la extraña noche que pasaron juntos. Tal vez fue el pudor que le impidió a Kise agradecer por haber sido acogido esa noche. Tal vez fue el temor que le impidió a Aomine mencionar lo bien que había dormido junto a él. Sólo obviaron el hecho como si nunca hubiera pasado… como si cada uno de ellos no tuviera ningún deseo de volver a repetirlo, aunque claramente no era así.


Al bajar por el ascensor, fue Aomine que impacientemente rompió el incómodo silencio que se había formado entre ambos y dijo:


—Se me hace muy tarde, sino te iría a dejar a la Preparatoria.


El rubio se extrañó con el comentario y ladeó la cabeza para mirarlo con incredulidad, pero casi instantáneamente le respondió sonriente.


—Descuida, lo entiendo.


Se sentía como un verdadero idiota, sonriendo sólo por ese estúpido comentario, pero le había alegrado el día de tal manera, que no se lo podía explicar a sí mismo ¿Cómo era que su corazón era capaz de reaccionar así con unas simples palabras?


El resto del trayecto se hizo demasiado rápido. Ya habían llegado al primer piso, lugar de la bajada del rubio, pero no de Aomine, quien debía bajar hasta el estacionamiento a buscar su motocicleta.


—Bueno… aquí me bajo.


La puerta del ascensor se abrió lentamente, estaba a punto de salir cuando su brazo es detenido, se dio la vuelta y sus ojos se perdieron en la blanca sonrisa del moreno.


—Kise... Que tengas un buen día hoy. 

Notas finales:

Gracias por leer. 


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