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Bello durmiente por desire nemesis

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¿A quien seguiréis? ¿A él o a mí?—dijo el ojos azules poniendo las cartas sobre la mesa, estaba dando un golpe de estado brutal en el clan  de su familia.

 

El rey Luis se veía preocupado. Si el DauContress quitaba el poder a su hermano su golpe maestro quedaría en la nada. Tanta preparación y anticipación para que un estúpido suizo salido de la nada más absoluta, de los que sus amigos no conocían su procedencia apareciera justo para destruír la más grande de sus victorias.

 

Seto estaba estupefacto. El otro había logrado dar vuelta una situación imposible. Había sacado a los suyos del hoyo de la desesperación para de momento estar salvándoles.

 

Cuando el suizo miró a los ojos de los que estaban tras la reja con tan adusta mirada los demás respondieron mudamente con sus propias miradas.

 

¡Esperadme tras los tres valles!—les dijo y los otros se voltearon y empezaron a marcharse.

 

¡Vos no podéis hacer tal…!—dijo el rey agresor.

 

¡Vos no sabéis lo que yo puedo lograr! En todo caso tenéis otras cosas de que preocuparos. ¿O me equivoco?

 

Varios guardias armados aparecieron ante la presencia de Luis, eran soldados de Augustus. Le rodearon y el real con mirada asesina caminó hacia el palacio. Ya otros dos se habían llevado a Elric.

 

¿Qué vas a hacer?—preguntó inquieto su amigo, lo que molestó a Kaiba pues vio esa acción como algo mas que la preocupación de un amigo por otro.

 

¿No pretenderéis que me quede después de todo lo acaecido?—preguntó el otro rubio.

 

¿Por qué no? Tu no has hecho nada malo, nos salvaste y…--trató de argumentar el ojos mieles. Su amigo miró sobre el hombro del otro y sonrió grandemente. Sorprendido Wheeler miró tras si sorprendiendo la taciturna mirada del Delfín.

 

¡Parece que tenéis un oso celoso!—dijo el ojos azules.

 

Joseph y Seto se miraron a los ojos por un momento y luego el rubio se volvió—Eso ya no es posible y lo sabéis. Nuestros caminos se separaron y nunca más volverán a ser el mismo—dijo con tono pesimista el sajón.

 

Yo no estaría tan seguro—dijo el suizo y se acercó al francés a grandes zancadas. Wheeler le siguió nervioso--¡Oíd pecesito!—

 

¡Hablad con más propiedad al Delfín!—reclamó Kurogane.

 

¡A vos os oiré ladrar luego!—le cortó el rubio mientras el mencionado guardaba silencio, quizás un poco curioso de lo que el otro pretendía mencionarle--¡Quisiera saber que haréis ahora que volveréis a vuestra tierra solo!—le encaró Fye.

 

¡Eso no es de vuestra incumbencia!—contestó de mal modo el príncipe de Francia.

 

El otro siguió sin sentirse agredido siguió--¡Me imagino que las partes agredidas por vuestro padre, preferirán que llevéis con vos a un vedor que procure que esto no vuelva a ocurrir ni que vos toméis venganza sobre los sajones o constantinopolicenses!—

 

Vuelvo a decir que eso no os in…--trató de cortarle el otro ojos azules.

 

Es que…--dijo el rubio y miró  detrás donde se encontraba cierto sajón mal parado—…tengo una idea de quien  podría ser—

 

Joseph les miró estupefacto. ¿Era cierto lo que estaba oyendo?

 

Yo no puedo elegirlo y vos lo sabéis—se defendió Kaiba.

 

La sonrisa zorruna del otro le hizo darse cuenta de que eso ya lo había pensado y resuelto—Hay cierta gente que me debe un favor y que no tiene nada en contra de mandar a mi querido amigo como emisario. ¡Mi pregunta es esta! ¿Vos queréis que mueva mis contactos para lograrlo?—dijo Fye.

 

Los ojos de Seto se achicaron--¿Y vos que ganáis con esto?—preguntó.

 

Los franceses sois unos retorcidos desconfiados. ¡Mirad! Yo me he arrogado el derecho de un hermano mayor sobre mi querido amigo, pero temo que en las circunstancias en que me encuentro me será imposible el protegerlo y por otro lado a vos os hace falta gente a vuestro alrededor que no desee cortar vuestro cuello. Me parece que ambos saldréis bien parados de dicho suceso—dijo el ojos azules más alto.

 

¿Y que hay de lo que sentís por él?—preguntó el castaño.

 

Joseph no entendió a que se refería.

 

¿Quién os lo dijo?—preguntó y luego aun con su sonrisa zorruna miró al pelinegro.

 

¡No lo negáis!—afirmó el Delfín.

 

¿Debería? A vos no debiera importaros quien le quiere, sino a quién él quiere—dijo sabiamente el rubio y de repente su amigo entendió de que hablaban. ¿Fye sentía algo por él?

 

Kurogane no estaba molesto con el rubio pues parecía sincero en demasía pero no pretendía hacer verdadero daño pero tenía algo de resquemor sobre el futuro que al próximo rey le esperaba. A Seto le tocaría fungir como rey mientras su padre sería sin duda rehén de los sajones. El tener cerca al sajón podría ser muy perjudicial pero sabía que no lograría hacerle desechar tal idea.

 

Durante todo el tiempo que pasaron en Francia luego de irse de Sajonia el castaño pasó por todos los estados de la depresión. La negación, la furia y después la aceptación. Kurogane se sentía algo así como el tío del príncipe y no quería que pasara por todo ello de nuevo pero las implicaciones…

 

¡Tranquilízate feroz perro guardián! Tu cachorro estará en buena compañía!—dijo el ojos azules con su sonrisa de siempre lo que enfureció un poco al pelinegro pues esa era una imagen muy cercana a la realidad.

 

El rubio se volteó y el otro se interpuso en su paso--¡Fye!—dijo.

 

No os preocupéis que no es nada que vos podáis cambiar o en lo que tengáis injerencia. Solo os pido que no desaprovechéis la oportunidad. Sé que a vos y a “Giselle” os hará bien—le respondió el mencionado y luego abrazó con fuerza a su amigo. La garganta de Joseph se cerró. Le debía tanto… y a cambio no podía darle nada.

 

Todos lo vieron montar en un caballo e irse solo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Unos kilómetros más allá de la ciudad, en donde Fye cruzaba camino a “los tres valles” sintió que una presencia montada en un caballo le seguía.

 

Después de un rato detuvo su caballo y preguntó sin mirarlo pues sabía quien era--¿Qué hacéis?—

 

Me aseguro de que haréis lo que mencionasteis—respondió Kurogane.

 

Fye sonrió con una mezcla de resignación y tristeza—Siempre desconfiando de mí—

 

¿Decís que no tengo razones para sospecharos?—preguntó el ojos rojos y el otro le miró entonces, volviendo su rostro, risueñamente.

 

¡No digo eso! Solo digo que sois un sujeto muy astuto—respondió quitando la basa al pelinegro pues él esperaba que lo negara de lleno. --¿Y? ¿Ya lo habéis decidido?—preguntó el ojos azules sorprendiendo al otro.

 

¿De que habláis?—preguntó Kurogane con cara de total confusión lo que hizo soltar una carcajada al rubio.

 

Una vez me dijisteis…--recordó el suizo--…que no habíais decidido si yo era una valiente o un loco—

 

Kurogane lo recordó bien y después de pensar un momento respondió—Creo que eres ambos—

 

El de zorruna mirada sonrió tan ampliamente que el otro temió que se le rajara la cara y sus ojos sonrieron a la par cosa que impresionó un poco al otro pues jamás le había visto de manera tan genuina—Muy buena respuesta, capitán. Muy buena vuestra respuesta—

 

Algo chifló en el aire alertando a ambos y sus corceles pero la reacción fue demasiado tardía pues era un momento en que ninguno esperaba ataque alguno.

 

Fye sintió una patada en la espalda y un agudo dolor empezó a punzar en su pecho mientras se veía caer de su caballo. Sus ojos perdieron luz mientras la tierra se acercaba a su rostro.

Notas finales:

trengo poco tiempo para esto

pero besos a todos  mañana respondo los revs

^^

ja ne


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