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Corazón Delator por Nayen Lemunantu

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Notas del capitulo:

En el capítulo de hoy: Para poder avanzar hacia el futuro, primero hay que dejar atras el pasado. 

CAPITULO 10


¿Qué siento por ti?


 


Caminaba rápidamente calle abajo. El frío viento nocturno le daba de lleno en la cara, pero a él poco le importaba. La expresión de fastidio prácticamente iba tatuada en su bronceada faz.


¡¿Qué se creía ese estúpido de Kise?!


Como si nada y con la mayor naturalidad del mundo, se entrometía en su vida ¡Como si él tuviera algún derecho para hacerlo! Hablaba en su nombre sin medir las consecuencias de sus actos. Estaba harto de su actitud despreocupada, de que no le tomara el peso a nada. Si no lo hubiera parado quizá le hubiera dicho todo al tonto de Kagami.


Kagami ¡Y esa ridícula amistad que tenían! ¿Desde cuándo se habían hecho tan amigos? Se suponía que ellos eran rivales y aun así lo invitaba a su casa. Que tenían un montón de gustos en común había dicho ¿Qué gustos? ¿Y por qué el idiota de Kagami había llegado con comida? ¿Acaso siempre le cocinaba a Kise? Ese estúpido pelirrojo hasta conocía sus gustos. Lo conocía tan bien que sabía a la perfección que Kise detestaba cocinar, que en su departamento a pesar de tener la despensa llena de todos los ingredientes, nunca había comida, que al regresar del Instituto volvería con hambre y en su casa no habría nada para comer y que le daría tanta pereza cocinar, que simplemente se acostaría sin probar bocado alguno… Lo conocía muy bien… Y se preocupaba por él.


¿Por qué él no se había preocupado por Kise? ¿Por qué no sabía que ellos eran tan amigos? ¿Y por qué esa estúpida cara de felicidad de Kise cuando llegó? ¿Por qué sonreía como idiota al hablar por celular con él? ¿Por qué hasta se había preocupado de vestirse especialmente para cuando él llegara? ¡¿Por qué?!


Y Kasamatsu, el preocupado senpai que “amablemente” le había ofrecido su almuerzo ¡Por favor! Sinceramente había veces en las que dudaba seriamente del IQ del rubio ¿Cómo no se daba cuenta de las intenciones de su senpai? ¿Tan ingenuo era? Tal vez si se daba cuenta y era que disfrutaba siendo el centro de atención de todos ellos.


¡Aaahh! ¡Estúpido Kise!


Kise… ¿Qué estaría haciendo ahora? De seguro que seguía inmutable. Sin preocuparse por nada, como siempre… Ni siquiera repararía en su ausencia… Seguramente le importaba bien poco. Es más, debía de estar feliz porque ahora se quedaría en casa solo con Kagami ¿Estaría viendo al pelirrojo cocinar, como lo había hecho con él días atrás? ¿Estarían viendo una película juntos? Seguramente en las escenas de miedo lo abrazaría… seguramente el pelirrojo lo abrazaría de vuelta, lo protegería, lo haría sentir seguro.


Seguía caminando con rapidez, inmutable de todo lo que ocurría a su alrededor. Guardó sus manos en los bolsillos de su chaqueta sin abrochar y afiló la mirada con enfado no simulado. No tenía claridad de lo que estaba haciendo o más bien no estaba haciendo nada en concreto, sólo quería alejarse la mayor distancia posible de aquel lugar, por eso caminaba apresuradamente sin rumbo fijo.


¡Estaba harto! Ya no quería pensar más, en Kise.


—Aomine-kun.


Frenó su caminar en seco, abriendo los ojos ligeramente. Sólo hasta que oyó su suave voz a sus espaldas se acordó de Kuroko. Miró al piso indeciso por unos segundos, pero luego se dio la vuelta para encarar con la mirada al peliceleste.


La verdad era que no tenía claro qué estaba haciendo ahí. Había llegado sólo minutos antes que Kise al departamento sin haberlo llamado previamente. La expresión indescifrable en su rostro había bastado para preocupar a Aomine y lo había dejado pasar, sabiendo que Kuroko no iría a verlo sin una buena razón, por lo que se imaginó que lo más probable era que los padres del joven también se habían enterado de los gustos personales de su hijo y esto probablemente se debía a la intromisión de su propio padre.


Suspiró cansado, se sentía mal por haberlo ignorado todo este tiempo, pero aún más, por haberlo borrado completamente del mapa. Debía hablarle, disculparse, tanto por su actitud como por lo que de seguro había hecho su padre.


—Lo siento, estaba un poco ofuscado. Discúlpame, Tetsu —se disculpó, pero su mirada no se suavizó. Kuroko se limitó a mirarlo serio—. Vamos a un lugar más calmado para conversar —propuso Aomine.


—Está bien.


Se dirigieron juntos sin destino fijo, caminando calle abajo esta vez más lento. Un incómodo silencio cayó sobre ellos, tanto así que parecía que una fría pared se había creado entre ambos jóvenes. Nunca supo cuándo pasó, ni cómo pasó… pero esa era la verdad.


Tiempo atrás, disfrutaba pasar el tiempo junto al peliceleste. Se sentía a gusto con él, en paz, seguro. Pero ahora, ese tiempo le parecía tan lejano, como si de un sueño se tratara. No se dio cuenta cuándo la compañía del más pequeño se le hizo indiferente, rutinaria, aburrida, apática ¿Por qué ahora le molestaba el excesivo mutismo de Kuroko? ¿Acaso era que ya se había acostumbrado al bullicioso de Kise? ¿Tanto se había habituado a Kise que ahora el silencio le parecía insoportable? ¡¿Y por qué seguía pensando en Kise?!


—Allá hay un restaurant ¿Te parece entrar? —Kuroko rompió su mutismo y propuso señalando un local de comida rápida.


Aomine asintió en silencio. Ya era de noche y la temperatura ambiente bajaba cada vez más, de más está decir que no eran las condiciones óptimas para pasear por la calle. Entraron y buscaron una mesa cercana a la ventana. Kuroko pidió un batido de vainilla y Aomine un café. No tenía hambre, aunque no había probado bocado desde el almuerzo. Además, sólo pensar en comida le traía una agria imagen a la cabeza: veía a un Kagami con un lindo delantal cocinando feliz para Kise, mientras éste lo miraba con ojos grandes y brillosos, enternecido por el acto ¡Le daban ganas de vomitar!


—Supongo que te preguntarás por qué vine a visitarte hoy —Kuroko habló de nuevo.


Todo aquello era un indicio de lo extraña de la situación entre ambos. Kuroko guiando la conversación mientras él permanecía en silencio y perdido en sus pensamientos. Trató de concentrarse con todas sus fuerzas, quiso prestarle mayor atención al muchacho sentado frente a él y fijó su vista en su imperturbable y pálido rostro.


—Puedo imaginarlo —conjeturó con voz desganada—: tus padres ya deben saberlo todo ¿no?


—Así es, pero no es lo que te imaginas.


Ahora sí Aomine podía decir que por fin se había interesado en la conversación del peliceleste. Lo miró levantando ligeramente ambas cejas, en un gesto de sorpresa y curiosidad. Kuroko tenía la mirada gacha y revolvía su batido con la pajita, al percibir el silencio del moreno como una invitación a continuar, levantó la mirada y habló.


—Yo les conté la verdad. Les dije que era homosexual.


—¿Qué? ¿Por qué? —la voz grave de Aomine se oía llena de incredulidad.


—Porque no quiero vivir fingiendo el resto de mi vida. Además, prefería que se enteraran por mí y no por terceros —Kuroko habló serio.


—Y… ¿Cómo se lo tomaron?


—No muy bien, mi madre mejor que mi padre. Creo que les llevará tiempo acostumbrarse a la idea.


-—Ya veo. Y ¿Cómo te sientes tú?


—Aliviado. Es como haberse quitado un gran peso de encima, me siento feliz conmigo mismo.


—Me alegro por ti, Tetsu.


Le dirigió una mirada enternecida y comprensiva al muchacho que había sido su novio. Realmente se alegraba por él, se lo merecía. Tetsuya era un chico frágil y delicado, un chico que él había querido proteger y cuidar en un momento, pero que nunca lo consiguió del todo. Ahora veía que el muchacho era valiente y fuerte, capaz de enfrentar los problemas de frente, con valor y convicción. Kuroko era mucho más fuerte que él mismo y sólo ahora se daba cuenta.


—Gracias por venir a contarme esto.


Kuroko ahora lo miraba fijamente, sorprendido de la nueva expresión que había adquirido el rostro del moreno o… más bien sorprendido de ver en el rostro del moreno aquella antigua expresión. Una rememoración del viejo Aomine, del chico del cual se enamoró.


Dicen que el primer amor nunca se olvida y para ellos, viviría eternamente en sus corazones, como un recuerdo. Un amor que los sorprendió tempranamente, que los definió como personas, que les mostró el nuevo rumbo de sus vidas, una primera experiencia que les tocó el alma y los destrozó al mismo tiempo. Pero que ahora, con el paso del tiempo, les servía para entender que conocerse y enamorarse fue una más de las muchas experiencias que les deparaba la vida. Se terminaron alejando y lastimando, sencillamente porque el amor se acabó y ese amor ya no volvería más.


Ahora el silencio ya no incomodó, pues bastaron sus miradas para comprenderse. Habían pasado tanto tiempo juntos, se conocían tan bien que no hacía falta hablar en voz alta. Sólo con esas miradas se dieron el adiós definitivo. El último paso que faltaba para poder comenzar otra vez.


Pasaron horas ahí y se fueron sólo cuando llegó la hora de cerrar el local. Aomine acompañó a Kuroko a su casa, subieron a un taxi y lo dejó en la puerta de la vivienda de dos pisos. Justo como en los viejos tiempos. Sólo que ahora no había ningún sentimiento de por medio, además de la amistad.


Desde la reja de entrada, Kuroko se dio la vuelta y sonriente preguntó:


—¿Lo amas?


—¿Qué? ¿De quién hablas? —Aomine contestó descolocado.


—Kise-kun.


—¡Por Dios! Eso es ridículo —respondió con fastidio.


—Lo amas —esta vez Kuroko lo aseguró.


Aomine lo miró a los ojos, impresionado de la seguridad que había tenido aquella frase en la boca del otro muchacho, sopesando las palabras que para su propia sorpresa hacían sentido en su mente ahora. Su rostro se puso excesivamente serio y tragó seco.


—Sí —confesó en un susurro.


—¡Entonces ámalo!

Notas finales:

Gracias por leer y comentar. 


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