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Juegos de poder por desire nemesis

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Jugueteaba con la tarjeta de invitación que le había llegado como todos los años por esas fechas. La miraba entre frustrado y dolido.

 

Señor Sakurazukamori—le llamó su secretaria por el interfono—Es hora de su reunión con el consejo—

 

Gracias. Ya voy—respondió él dejando la tarjeta sobre el lustroso escritorio  para retirarse luego.

 

 

 

 

 

Los que formaban el consejo eran 10, el y Kaiba encabezaban la larga mesa por lados opuestos. Seto trataba de no mirarlo pero se notaba que odiaba su presencia. No era de extrañar después de lo que había sucedido.

 

Al salir de la reunión se encontró con que el otro iba a su oficina. Trató de darle alcance para divertirse un poco con su furia y recordarle su situación pero el otro entró en ella antes de que lo lograra. En el piso estaban tanto sus oficinas como la sala de reuniones así que no hubo de seguirlo por mucho. Decidió volver a la suya cuando se encontró en el pasillo a cierto rubio.

 

Le saludó. Algo nervioso el otro contestó el saludo. Algo pasaba con Joey. Pensó divertido que debía estar incómodo porque durmieron juntos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Seto salió por una carpeta que en el apuro olvidó en la sala de juntas cuando los vio ahí parados conversando como si nada. Su sangre hirvió al ver que seguían en buenos términos y decidió intervenir.

 

¡Wheeler!—ladró—Ven a mi oficina de una vez—

 

Tu jefe se ve molesto. ¿Pensará que estamos confabulando en su contra?—preguntó el otro.

 

No lo creo—respondió sucintamente el ojos mieles sorprendiendo un poco al otro—Con su permiso—dijo Joseph y se retiró a la oficina de Kaiba quien dedicó a Sei cierta mirada de odio mientras el otro cruzaba la puerta que él mantenía abierta para luego cerrar de un portazo.

 

¡No quiero que vuelvas a hablarle!—le gritó el ojos azules al recadero.

 

Pues va a ser muy difícil. Te recuerdo que trabajo aquí, como tú o como él. Mi deber es levantar recados así que…--le contestó su empleado.

 

¡Hay otros ochenta recaderos aquí! Que otro levante sus recados—dijo frustrado el castaño.

 

Joseph estaba algo sorprendido de la actitud casi infantil del otro—Yo no puedo elegir a quien sirvo o a quien no en la compañía—argumentó.

 

Entonces te nombraré mi recadero personal. Hay otros para que le lleven sus cosas. No es nada anormal que presidencia tenga uno personal—dijo el castaño rumbo a su escritorio. Ni siquiera el mismo Seto se comprendía a si mismo del todo y eso era frustrante para él porque esas actitudes estaban fuera de su control.

 

¿Estás celoso?—preguntó el otro con precaución.

 

El ojos azules solo lo miró asesinamente, confirmando así que lo estaba.

 

No tienes que estarlo—le dijo el ojos mieles tratando de calmarlo.

 

¿Cómo quieres eso? Él te hizo suyo antes—dijo tan enojado Kaiba.

 

Entonces esto es pura competencia. Te dije, yo no soy un trofeo—dijo de pronto dolido y molesto el rubio.

 

Seto le dio alcance antes de que llegara a la puerta, donde lo obligó a girar—No eres un premio. ¿No lo entiendes?—dijo antes de tomarlo en sus brazos y besarlo hasta que se le acabara el aliento.

 

Wheeler trató de protestar en un principio pero todo quedó atrás con el beso. Cuando sintió que era recostado en el sillón recordó esa vez en la oficina del pelinegro pero no dijo nada. Mientras el castaño esparcía besos por su cuello y caricias por su cuerpo que aumentaban poco a poco el calor reinante en él, Joseph rememoró las palabras de Seto.

 

“Quiero borrarte a ese tipo”.

 

Por eso no dijo nada. Para dejar que lo hiciera. Que ese recuerdo fuera sustituido por este. Mientras su amante recorría sus caderas con sus manos y el fuego que sentía en el estómago bajaba, Joey le dijo a Seto—Yo nunca… fui suyo. Eso fue… deber. Recuerda que yo nunca quise… estar en esa situación. Fuiste tú…--

 

¿Me odias por ello?—preguntó Kaiba con los ojos muy fijos en los del melado, muy quieto, poniéndole nervioso.

 

Sabes que no. De odiarte yo… nunca hubiera permitido esto—dijo el más joven y de pronto vio de nuevo sus labios arrebatados por el otro—No podemos…--dijo cuando hubo recuperado su habla.

 

Sí que podemos—dijo el otro lleno de febril deseo.

 

Pero…--trató de decir Joseph.

 

Es hora del descanso y yo puedo hacer lo que quiera en mi oficina—dijo el castaño para consternación del otro—Solo mantén la voz baja. Aquí no es como el apartamento—advirtió luego al oír los gemidos en aumento.

 

No… no puedo—dijo Wheeler con las manos agarrotadas, los ojos cerrados, el cuerpo arqueado que llevaba su cara contra la de él y las mejillas muy rojas. Una imagen más que prohibida y seductora para el ojos azules que embestía su cuerpo con más y más intensidad. Sentía que el otro se correría muy pronto. Era tan sensible al ser tenido. Incluso era lo que más lo seducía de él.

 

Yo te ayudaré con eso—dijo el empresario besándolo para que llenara su boca con esos gemidos que era incapaz de controlar y que lo volvían loco.

 

Joseph se vino sin poder esperar más y Seto mezclo su semilla con el interior del rubio.

 

Manché todo—se disculpó sintiéndose mal el recadero.

 

No importa. Tengo unos pantalones para cambiarme cuando esto sucede—le informó el otro poniendo en relevancia cierto malestar en el ojos mieles que miró a un lado.

 

Se ve que estás acostumbrado. ¿Traes a tus mujeres también aquí?—preguntó el melado con cierto tono de celos que pareció querer ocultar pero que fue evidente para el otro y lo alegró.

 

Me refería a cuando me mancho con café o comida Wheeler—contestó Seto y el otro le miró contrito—No lo he hecho con nadie más aquí. Tú eres el primero—dijo después secando la boca de Joseph que le miraba víctima de sus propios sentimientos—Deja de ser tan desconfiado o no saldré más contigo—

 

¡Mira quien habla!—criticó despacio el melado para luego agregar—De igual manera esto tiene que terminar—

 

¿De que estás hablando?—preguntó Seto curioso. Eso no sonaba bien.

 

¡Tú y yo! Eso es un escándalo. La empresa…--dijo Joey.

 

De eso me ocupo yo—dijo el empresario.

 

Pero…--trató de argumentar el recadero.

 

No será la primera vez que hay una cosa así dentro de una empresa. Además si Sakurazukamori se entera dudo que lo divulgara. Traería a mal a la empresa y eso va contra sus intereses. En cuanto a chantajearme no puede por lo mismo. Así que no veo porque debiera dejarte. Además no lo deseo. Y yo siempre obtengo lo que quiero—dijo antes de besarlo de nuevo el castaño.

 

Estaba mal. Lo sabía. Era retorcido pero… le quería así. Celoso, posesivo, egocéntrico. Ese era el Kaiba que conocía y una veta de él le prefería así aunque esos fueran defectos y no virtudes, se dijo Joey mientras era besado por su amante.

 

Estaban llegando al clímax con sus mentes hirviendo de descontrolada pasión cuando al rubio se le escapó la fatal frase.

 

Te amo—dijo y solo se dio cuenta de lo dicho después de que el castaño detuviera sus acciones. La cara de Seto estaba oculta tras su oreja y el temió verla de vergüenza—Lo siento—afirmó.

 

Dilo de nuevo—susurró la voz de Kaiba.

 

Yo… lo dije sin pensar—argumentó el empleado.

 

¡Dímelo de nuevo!—pidió esta vez Seto más demandantemente.

 

Joey se encogió y despacio hizo lo que el otro le pidiera. Hubo un momento de silencio y después el ojos azules llevó atrás su rostro. El otro tuvo miedo. ¿Qué es lo que diría? ¿Qué haría? De pronto los labios del empresario estaban sobre los suyos con brutal fuerza y con frenesí empezó a moverse dentro de él. El ahínco que el otro estaba poniendo en hacerlo suyo era signo más que suficiente de que esa impensada confesión le agradaba en lo más hondo.

 

Culminaron los dos juntos esta vez.

Notas finales:

esto lo dejo porque estamos en alerta meteorológica por fuertes tormentas este fin de semana así que esto corre por mañana

os quiero y me esfuerzo por ustedes

5 trabajos y tiempo para esc ribir yaoi

^^

todo un record no?

feliz semana de turismo

que todo mejore para vosotros amados lectores

ja ne

^^


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