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Love Hurts por Nayen Lemunantu

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Capítulo 14

 

 

Nunca sabes lo que tienes hasta que lo pierdes.

Corrección: siempre lo supiste, pero nunca pensaste que lo perderías.

 

 

Su mirada marrón miró con precaución el bullicioso lugar. Había luminosos y coloridos juegos mecánicos por todas partes y miles de parejas caminaban de la mano, sonrientes. Él levantó una ceja con el espectáculo, escéptico.  

Aun no entendía por qué Atobe lo había citado en ese lugar y sólo esperaba que no le hiciera ganarle algún tonto oso de peluche en un juego de puntería. No porque tuviera problemas con este tipo de juegos o tuviera mala puntería, sino porque lo consideraba realmente ridículo. Inspeccionó el lugar otra vez y divisó al peliplateado afirmado sobre la reja de una gran rueda que giraba por el aire llevando a numerosas parejas. Sonrió al verlo de brazos cruzados y el ceño arrugado, al parecer estaba enfadado.

Arriesgando su vida en el acto, se acercó a paso rápido al joven platinado, dejando de prestar atención al bullicio y a la multitud a su alrededor, concentrando toda su atención en el esbelto joven que lo esperaba. Éste al verlo, se incorporó y dirigiéndose con paso rápido a su encuentro, lo increpó evidentemente molesto:

—¡Llegas tarde! Nadie hace esperar a Atobe Keigo.

—Eh… no —Tezuka revisó la hora en su reloj de muñeca y habló convencido—. De hecho llegó justo a tiempo, como siempre.

Keigo sonrió de lado y desvió la vista. Si había algo que odiaba eran las excusas baratas. Aun sin creerle y sólo para asegurarle con hechos quién tenía la razón, imitó el gesto del castaño y revisó su Smartphone, sólo para constatar que eran justo las ocho de la noche, hora puntual a la que lo había citado. Al parecer esta vez él era el equivocado.

—Creo que estaba algo ansioso —sonrió inocentemente y añadió—, y me vine demasiado pronto.

Tezuka movió la cabeza mientras le sonreía. Con el tiempo se había acostumbrado a la personalidad del joven heredero y todas las particularidades de su carácter que sólo lograban exasperar a la mayoría de los seres humanos, a él le parecían lo más adorable en el mundo. Lo miró otra vez para notar que la expresión en su rostro había cambiado, ahora se veía extrañamente alegre, como si segundos atrás el enfado no hubiera existido.

—¿Y? ¿A cuál juego te quieres subir primero? —Keigo le preguntó entusiasmado.

—Ese… —Tezuka señaló con la mano la rueda de parejas contigua a ellos.

La verdad era que no tenía ganas de caminar y para él todos los juegos eran iguales, así que no tenía caso seguir buscando otro si se podían subir al que tenían junto a ellos. No estaba particularmente interesado en los juegos, sólo había ido porque le agradaba sobremanera la compañía del platinado. Cuando estaba con él, era como si fuera otra persona. Cuando estaba con él todo su mundo se transformaba.

—¿Ese? —El peliplateado lo miró con cara de incredulidad—. Mejor escogemos otro.

—¿Para qué me preguntaste entonces si vas a terminar haciendo lo que quieras? —habló con la habitual voz grave y seria.

—Bueno —Keigo suspiró derrotado y con una sonrisa acordó—… supongo que igual servirá.

Tezuka no entendió muy bien sus palabras, no sabía qué quería decir con ellas, así que decidió pasarlas por alto y caminando juntos, se subieron a la rueda. Ésta comenzó a girar lento, otorgándoles paulatinamente una panorámica cada vez más amplia del parque a medida que ganaban altura.

Keigo se tomó de su brazo de pronto y él no pudo hacer más que mirarlo algo extrañado. No era adepto a las demostraciones de cercanía en público, pero por alguna razón, no le molestó esta vez. Por el contrario, pareció disfrutar de la calidez del cuerpo del otro muchacho apegado al suyo y sintió sutilmente el aroma de su perfume. Giró su cabeza sólo un poco, para poder mirar directamente al peliplateado y constató que éste no le estaba prestando atención, sino que miraba fijo hacia abajo.

—No me digas que le temes a las alturas —preguntó preocupado.

Keigo se dio la vuelta para mirarlo y sonrió. Justo en ese momento, cuando la rueda daba su segunda vuelta y ambos jóvenes se encontraban en la parte más alta del trayecto, el lento movimiento circular se detuvo por completo, sacudiendo levemente los asientos. Tezuka se afirmó de los lados de forma instintiva, y miró nervioso hacia abajo. El muchacho a su lado en cambio, se veía demasiado tranquilo con la situación.

—Mira hacia allá — Keigo señaló con su mano derecha hacia la izquierda.

Tezuka siguió con la mirada la dirección del dedo, donde se podían ver un sinnúmero de edificios, todos iluminados con luces amarillentas y blanquecinas. Sin entender la petición del peliplateado, se giró para mirarlo interrogante.

—Sólo espera un momento —pidió el platinado sin apartar los ojos del horizonte.

De pronto, todas las luces de uno de los edificios más altos, se apagaron, para prenderse sólo unas cuantas luego, las que al mirarlas a la distancia, daban la imagen de un corazón. Tezuka se dio la vuelta nuevamente para mirar a Keigo con ojos luminosos y expresión sorprendida en el rostro.

—Mitsu… ¿Quieres ser mi novio? —los ojos grises de Keigo brillaban tenue, reflejando la luz del lugar con pequeños destellos plateados, dándole una extraña vitalidad a su mirada.

—Sí —Tezuka sonrió abiertamente y susurró muy bajito.

Una enorme sonrisa se instaló en la boca del muchacho platinado al oír esa respuesta y acercándose en un movimiento demasiado brusco y lleno de ímpetu, que puso en duda la estabilidad del asiento en que se encontraban, besó al castaño por primera vez.

 

Él sonrió adormilado aún por el sueño del que acaba de despertar. Inconscientemente, su mente lo había llevado de regreso a uno de sus recuerdos más preciados, el día en que él y Keigo decidieron ser novios. Recuerdo que obviamente estaba influenciado por la presencia del peliplateado en su cama.

Se despertó sintiendo la tibieza de encontrarse bajo las cobijas, oyendo el tenue sonido de la lluvia caer sobre el techo de la casa. Con el correr de las horas, ésta había aumentado significativamente y ahora caía con fuerza sobre la ciudad.

Estiró el brazo con la intensión de abrazar al muchacho que dormía a su lado, por alguna razón no lo podía sentir. Tanteó sobre la cama con los ojos cerrados aún, infructuosamente, por lo que los abrió de súbito sólo para descubrir que no había nadie junto a él.

Se incorporó de golpe sobre la cama y miró en todas direcciones sin encontrar señal alguna del muchacho platinado. Su ceño se frunció visiblemente molesto y se puso de pie ¡No podía creer que se hubiera ido! Sólo ahí vio el blanco papel sobre su escritorio, la cuidada letra pertenecía a Keigo, la reconoció de inmediato. Tomando la nota entre sus manos, una risa ahogada escapó de su boca al leer el mensaje:

Mi corazón te extraña… pero mi orgullo te manda saludos.

Con el blanco papel aun entre sus dedos, volvió a meterse en la cama sin parar de sonreír. Atobe, después de todo, seguía siendo Atobe. Y él había sido un ingenuo al pensar que todos sus problemas se habían arreglado mágicamente con el peliplateado, sólo por la noche que habían pasado juntos. Lentamente fue parando de reír para darse cuenta de lo triste de la situación ¡No tenía idea de qué debía hacer para conseguir el perdón de Keigo!

Ahora su mirada se veía decaída y la sonrisa se había borrado de su boca. Se dio vuelta en la cama y se abrigó bien con las cobijas. Su cuerpo desnudo comenzaba a temblar un poco debido al frío y lo sentía algo adolorido.

Sus músculos estaban resentidos, como si el día anterior hubiera hecho miles de abdominales. No tenía idea que la primera vez fuera tan extenuante, y eso que él era un joven atlético y bien entrenado, no quería ni pensar cómo se sentirían los pobres y ordinarios chicos que no practicaban ningún tipo de deporte.

Sus ojos comenzaban a cerrarse de nuevo, la pesadez en sus parpados apenas le permitía mantenerlos abiertos por unos segundos y el sueño invadió su cuerpo cansado. Sin embargo, una chispa de lucidez llegó a su mente y despertó de súbito.

—¡Oh no! ¿Qué hora es? Voy a llegar tarde a clases.

Se incorporó en la cama y revisó el celular, marcaba las diez de la mañana con veintitrés minutos. Evidentemente ya se le había hecho demasiado tarde para ir al colegio, suspiró cansado y se habría dejado caer otra vez sobre la cama si no fuera porque tenía una llamada perdida de Taki.

Marcó de vuelta, pero no pasó nada, el muchacho debía estar en clases, por lo que decidió desistir. Luego de un par de minutos, su celular comenzó a vibrar, anunciando la llamada entrante del castaño.

—Aló, Taki.

El castaño de lacio cabello, al recibir la llamada del capitán de Seigaku, se puso de pie de súbito y con la excusa de ir al baño, salió de la sala prácticamente corriendo. Ahora, en medio del pasillo de Hyotei Gakuen, se paseaba angustiado con el celular en mano.

—¿Qué ha pasado? Keigo no vino a clases hoy y Yuushi anda con un genio de los mil demonios, está enfadadísimo y por si fuera poco, esta mañana aparecieron los carceleros de Kei preguntándonos dónde está —Taki hablaba evidentemente alterado—. ¿Qué rayos pasó anoche? ¿Dónde está Keigo? ¿Sabes algo?

Suspiró con pesadez, aunque no estaba cien por ciento convencido decidió contárselo, principalmente para tranquilizar al castaño. Empezaba a presentir que su mejor amigo uno de estos días iba a matar al chico de un ataque cardiaco, pues los nervios ya los tenía más que alterados.

—Keigo pasó la noche conmigo… pero hoy en la mañana desapareció. Desperté y ya no estaba.

—Oh… ahora entiendo muchas cosas —súbitamente la voz del castaño se oyó calmada.

—De hecho te iba a llamar. Necesito hablar con él ¿Dónde podrá estar?

—Como es evidente, su padre ya sabe que anoche huyó de casa, así que sólo hay dos opciones —Taki guardó silencio unos segundos, analizando la situación—: o se marchó del país, lo cual sería muy sensato… o fue a encararlo.

—¡Segunda opción! —ambos muchacho hablaron a la vez, con voz convencida.

—A esta hora su padre está en el edifico central de la Compañía —Taki se paseaba por el pasillo nuevamente intranquilo—, así que Kei debe estar allá.

—Ok. Salgo para allá.

—Tezuka… ¿Quieres que te acompañe? —preguntó sin saber qué hacer por su amigo y sintiéndose impotente.

—Estás en clases —la voz de Tezuka se oía más jovial de lo acostumbrado—, no puedes salir, ¿recuerdas?

—Sí, tienes razón —el castaño rio nervioso—. Entonces llámame cualquier cosa… y cuídate mucho… y…

—Taki, tranquilo… todo saldrá bien.

Tezuka colgó el teléfono con una extraña sensación en el pecho. Una sensación de euforia lo invadía, se sentía como jugar un partido difícil donde no se tiene la claridad de si se ganará o no. Sentía la adrenalina correr por sus venas. ¿Eso era lo que le provocaba el peliplateado? ¿Tan nervioso estaba por volverlo a ver?

La respuesta era sí.

 

*          *          *

 

Ya eran pasadas las once de la mañana y Fuji aún no daba señas de querer despertar.

Shiraishi acariciaba su espalda y su cabello con suavidad. Tenía la mirada fija en algún punto imaginario en la pared. Perdido concentradamente en sus pensamientos.

La fiesta de la noche anterior había sido intensa en muchos sentidos. Ninguno de los dos había ido al colegio el día de hoy, pero eso no le importaba en lo más mínimo. Anoche había visto una faceta completamente nueva de Fuji, tan nueva le resultaba que no podía dejar de sentirse sorprendido. No, no era eso, se sentía estafado. Como si el muchacho que presenció ayer en la casa de Sanada y el que dormía plácidamente ahora en su cama, fueran dos personas completamente distintas.

¿Qué estaba pasando? ¿Acaso se había enamorado de un espejismo? Suspiró con pesadez y se pasó la mano por el cabello, frustrado. Sabía que no era eso. Sabía la respuesta a sus preguntas, pero no la quería aceptar… Todo era debido a la influencia que tenía el capitán de Seigaku sobre el corazón de su novio.

Fuji borracho, Fuji llorando desconsolado, Fuji completamente fuera de sí. Todo era debido a Tezuka. No podía seguir engañándose más. No podía seguir tratando de justificarlo. Eso era absurdo. Él no había podido ganarse por completo el corazón del castaño, aunque le había entregado el alma y el corazón, no había conseguido que el muchacho hiciera lo mismo con él. Siempre habría un pequeño espacio en el corazón de Fuji para Tezuka… Y aunque le doliera, lo debía admitir.

El castaño se dio la vuelta en la cama, adormilado aún. Entreabrió los ojos con dificultad, por el gesto de dolor que adquirió su rostro, se notaba que la claridad del día le molestaba en los cobaltos orbes y lo más probable es que tuviera un dolor de cabeza de proporciones. Mientras se sentaba en la cama, se llevó las manos a las sienes y se las masajeó con suavidad.

Shiraishi se limitó a observarlo con detenimiento. No dijo ni una palabra.

El castaño paseó la mirada por la habitación. Parecía estar desorientado. Seguramente no recordaba dónde estaba ni por qué estaba ahí. Al reconocer que se encontraba en la habitación de Shiraishi y recordar lentamente todo lo ocurrido la noche anterior, ladeó la cabeza para ver con miedo, los ojos del rubio.

—Buenos días, Syusuke —Shiraishi habló con suavidad, pero su mirada se veía triste—. ¿Cómo te sientes?

—Shiraishi… yo…

—Seguramente te duele la cabeza, iré a buscarte una aspirina.

Se puso de pie y sacando del botiquín del baño el sobre con las blancas pastillas, le ofreció dos a Fuji junto a un vaso de agua. El castaño se las tragó de golpe, sin dejar de mirar al rubio que se había dirigido hacia la ventana de su habitación y se limitaba a mirar la lluvia que caía implacable en el exterior.

Fuji no sabía qué hacer. Sabía que debía hablar, pero no sabía cómo empezar. Era evidente que su novio estaba molesto y no era para menos, pero lo que más lo asustaba era la triste expresión de su rostro. ¿Qué estaría pensando Shiraishi ahora de él? ¿Cómo podría excusarse?

Se sentía culpable. Aunque había tratado de luchar contra sus sentimientos todo este tiempo. El desenfreno producido por el alcohol en su cuerpo anoche, le había hecho ver lo que pasaba en su corazón. Él amaba a Tezuka, ya no lo podía ocultar más.

Pero… ¿Cómo contarle eso al rubio? ¿Cómo decirle que anoche, después de mirarlo a los ojos y decirle que lo amaba, había ido a buscar a Tezuka y lo había besado? ¿Cómo explicarle los celos irrefrenables que había sentido al ver a Tezuka junto a Atobe? ¿Cómo?

Dejó el vaso vacío sobre la mesita de noche y reuniendo todo el valor que pudo, se puso de pie. Estaba vestido aún, ahora recordaba que la noche anterior se había dejado caer sobre la cama prácticamente como un cadáver, por lo que actualmente su cuerpo se sentía resentido. Caminó hacia la ventana, con la vista fija en la espalda del rubio y decidió dar el paso final.

Ahora sabía con exactitud lo que sentían los prisioneros al caminar sobre el tablón en un barco pirata, caminando directo hacia la muerte con las manos atadas ¡Hay que tener valor para hacer algo así! Caminar de frente hacia el fatídico destino sin que el temor te obligue a retroceder.

—Shiraishi… Hay algo que debo decirte.

El rubio se dio la vuelta para mirarlo a la cara, la expresión apenada no se había borrado de su rostro aun, sino que parecía haberse intensificado.

—¡Qué casualidad! Yo también —el rubio habló bajito, pero con voz segura. Fuji retrocedió por la metafórica tabla tres pasos al escuchar esto. Un vacío se formó en su estómago y sintió que era invadido por el terror—. Creo que deberíamos darnos un tiempo… para pensar.

—¿Pensar?

—Yo no necesito pensar nada, sé lo quiero. Te quiero a ti —Shiraishi continuó, convencido de su discurso—… Pero no creo que pueda decir lo mismo de ti ¿Qué es lo que quieres Fuji?

—Yo —Fuji parecía dudar, así que Shiraishi tomó la palabra nuevamente.

—Creo que la distancia te mostrará lo que realmente quiere tu corazón.

—Shiraishi, debo decirte algo… Anoche besé a Tezuka —Fuji hablaba en voz baja mirando el piso, imposibilitado por la culpa de levantar la cabeza y ver los ojos del rubio. Aunque podía imaginarse a la perfección la expresión que vería en ellos: incredulidad… pena… rabia— He tratado de negármelo a mí mismo todo este tiempo —ante el silencio del más alto, el castaño continuó—. Pero yo lo amo.

—¿Qué es lo que dices? —Shiraishi habló entrecortadamente.

—No hay nada que yo tenga que pensar —al decir esto, Fuji levantó la mirada y habló con firmeza—. Yo ya no puedo seguir contigo, porque amo a Kunimitsu.

Esto era mucho peor de lo que había imaginado. Toda la noche que tuvo para reflexionar, la usó para trazar todas las posibilidades que existían. Se puso en el lugar de muchos hipotéticos escenarios, pero ninguno de ellos era tan nefasto como lo que acaba de oír. Creía que Fuji estaba obsesionado con el capitán de Seigaku, que lo veía como alguien inalcanzable y por eso no podía sacarlo por completo de su cabeza, pero que nada de eso podía compararse a todo el tiempo que ellos habían pasado juntos, era incomparable a todo el amor que él le había dado durante todo este tiempo.

Le había pedido tiempo, porque creía que esto serviría al castaño para aclarar sus ideas, para darse cuenta que a quien realmente amaba era a él. Pero no había sido así.

Se llevó una mano a la boca y trató de contener las lágrimas que se empeñaban en salir. Se dirigió a la cama y se sentó pesadamente sobre ella, agachando la cabeza y llevándose una mano a la frente.

—¿Me has engañado con él todo este tiempo? —preguntó con voz temblorosa.

—No… yo…

—¡Cállate! ¡Ya deja de mentir! —Shiraishi se puso de pie, su molestia era evidente—. ¿Cómo esperas que crea alguna de tus palabras?

—Shiraishi…

—No… Tú… ¿Por qué me hiciste esto? —Aunque se notaba el dolor en su voz, ninguna lágrima salió de sus ojos—. ¿Es que acaso te divierte hacer sufrir a los demás?

—Lo siento —una solitaria lágrima rodó por la mejilla izquierda de Fuji.

—No quiero volver a verte jamás —Shiraishi afiló la mirada, nublada de lágrimas contenidas—. Espero que seas muy feliz junto a tu capitancito, pero cuando la vida te de golpes, quiero que te acuerdes de mí y de lo que dejaste escapar el día de hoy… ¡Vete! Vete con tus pretensiones de amor con alguien que nunca podrá darte lo que necesitas, porque nadie te amará como yo… ¡Qué pena me das, Fuji Syusuke!

Fuji, incapaz de soportar la situación y sin dar créditos aún de las duras palabras que acaban de salir de la boca de Shiraishi, tomó sus cosas y salió corriendo de aquella casa, sin importarle que quedara empapado bajo la lluvia.

¿Qué había pasado con Shiraishi? Jamás imaginó que podría escuchar esas palabras en su boca, jamás pensó que podría ver tal desprecio en sus ojos. ¿Qué pasó con aquel muchacho dulce? ¿Qué pasó con la ternura que siempre se reflejaba en sus ojos?

Él pasó. Él llegó a su vida y lo transformó en un monstruo.

 

*          *          *

 

El taxi lo dejó frente al imponente edificio de la Compañía Atobe. Poniendo su expresión más segura, se adentró en el edificio y preguntó en recepción si el hijo del dueño había llegado, aunque se negaron primero a darle respuesta, los convenció luego diciendo que era un amigo de Keigo y que se encontrarían ahí, bastó mostrarles una fotografía en su celular de ellos juntos para corroborar su historia, así que fue invitado amablemente a esperar en el café privado del edificio la llegada del joven heredero.

Luego de varios minutos de impaciente espera, lo vio llegar en su auto personal y bajar con paso seguro y firme de éste. Tezuka salió del café y cruzó corriendo el hall central, para salir a la calle, encontrándoselo de frente.

—Keigo…

—¿Qué quieres? —El peliplateado lo miró extrañado con el ceño levemente fruncido—. Estoy ocupado ahora.

—¿Cómo que qué quiero? Vas a ignorarme después de lo que pasó anoche.

—¡Ah por favor! Sólo fue un remember —Keigo hablaba con naturalidad, restándole toda la importancia a la situación—. ¡Supéralo!

—¡¿Un remember?! —Tezuka preguntó horrorizado—. No fue sólo eso… No para mí.

—¿A sí? Entonces qué fue.

—Fue la prueba. Demuestra que yo te amo y tú a mí —Tezuka habló sinceramente y con seriedad—. Y que debemos estar juntos.

—¿Cuál es tu problema? —Keigo ahora hablaba evidentemente molesto—. Yo no volvería contigo ni aunque fueras el último hombre sobre la tierra.

—¿Tan difícil es para ti perdonarme?

—Mira, Tezuka… Perdonar es divino; pero mandar a la mierda ¡es sensacional! —su fría e impersonal voz fue como una daga en el corazón de Tezuka.

—Y… Todo el tiempo que pasamos juntos —el castaño hablaba con voz temblorosa—, ¿no significa nada para ti?

—Yo nunca busqué a la persona perfecta, Mitsu. Sólo quería alguien para hacer tonterías, alguien que me tratara bien y que le gustara estar conmigo —Keigo miraba al horizonte mientras hablaba con tristeza—. Y creí haber encontrado a ese alguien en ti… pero me equivoqué…

—Yo sé que he roto promesas que juré nunca romper, que he lastimado a personas que prometí nunca lastimar y que he hecho cosas que dije que jamás haría… pero también soy humano, tengo derecho a equivocarme. Lo importante es reconocer el error y repararlo.

—¿Repararlo? —Keigo se cruzó de brazos mientras lo miraba con actitud incrédula—. ¿Y de verdad crees que se pueda reparar?

—¡Claro que sí! —Tezuka continuaba hablando en tono serio y decidido—. Porque finalmente me di cuenta que es a ti a quien amo.

Finalmente el momento había llegado. Keigo sintió que toda su vida futura dependía de la decisión que tome aquí y ahora. Podía decirle adiós para siempre o podía hacer a un lado su orgullo y perdonar al castaño, siguiendo el mandato de su corazón

¿Se arriesgaba de nuevo, aunque cabía la posibilidad de salir herido? ¿Escuchaba a su corazón o a su mente?

El tiempo pareció detenerse, dejando las estáticas figuras de ambos jóvenes de pie sobre la acera, aun cuando sólo habían pasado pocos segundos de silencio entre ambos.

Estaba a punto de abrir la boca para hablar, cuando sintió a alguien pasar rápido a su lado, rozándole levemente el hombro, para lanzarse a los brazos del castaño. Sus ojos se abrieron con incredulidad al posarse sobre la menuda figura de Fuji Syusuke, quien yacía llorando, escondiendo la cara en el pecho de su Kunimitsu.

Dejó caer ambas manos a los costados de su cuerpo y desvió la mirada hastiado

—Sabes qué, Tezuka… Yo no me arrepiento de mi pasado, pero sí del tiempo perdido con la gente equivocada —y sin decir más, se dio media vuelta y se alejó.

 

Notas finales:

Gracias por leer y comentar. 

 


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