El impulsivo castaño entró como una tromba en la oficina de su enemigo jurado. Llegó hasta su escritorio con ojos feroces mientras la secretaria del otro que no había logrado detenerle le perseguía y vociferaba.
El pelinegro ignoró al otro y sin levantar la vista de lo que leía en su laptop levantó una mano con la que le indicó a su empleada que se detuviera y volviera a su escritorio. Ella obedeció. Seto lo miraba intensamente mientras recordaba lo acaecido minutos antes en su oficina.
Seto, necesito hablarte—le dijo el melado al muy ocupado jerarca.
Ahora no, por favor. Tengo una docena de reuniones hoy y debo adelantar algo de trabajo antes de acudir a…--dijo el ojos azules pensando en todo lo que debía lograr ese día.
¡Es sobre Sakurazukamori!—le advirtió el otro y enseguida el CEO se quedó muy quieto con la atención fija en el rubio para luego levantarse de su asiento e ir hacia él.
¿Qué te ha hecho?—preguntó.
¡Nada! No se trata de lo que pudiera hacerme—dijo Wheeler mientras era agarrado de los brazos por el otro que estaba muy junto a él—Temo que he cometido una infidencia y me preocupan los resultados—
¿De que hablas?—preguntó Kaiba sorprendido.
Yo… le hice ver sin querer que tú y yo…--dijo el otro quedándose sin palabras.
Seto sonrió y mientras le dejaba para volver a su escritorio oyó algo que de nuevo lo hizo detenerse.
No estoy seguro pero creo que nos amenazó—le dijo Wheeler.
¡Y ahora estaba ahí! Frente a ese mequetrefe que había osado amenazarle.
¿Crees que puedes amenazarme así sin más?—preguntó el castaño y al no obtener respuesta tiró la computadora del otro del escritorio.
Seichirou miró con poca molestia el aparato arruinado y luego dirigió su mirada marrón hacia el ojos azules—Haz roto más que un simple CPU. Dentro tenía todos mis archivos más que esenciales—
No me asustarás con eso. Sabes muy bien que podemos sacar la información del disco duro sin alterar los datos y sobre el CPU saldrá de mi cuenta. Ahora, dime de que diablos estabas hablando—dijo el CEO.
Asumo que hablas de mi charla con tu muñequito dorado—dijo Sei refiriéndose a cierto rubio.
¡No lo atosigues! ¡No tienes nada y lo sabes! Esas noticias son para algún pasquín perdido porque a nadie le interesan ya. Estamos en el siglo XXI así que deja de amenazar en vano o ciertamente me molestarás—dijo el furibundo castaño.
¿Quién dijo que yo pensaba en la prensa?—preguntó el ojos marrones al ojos azules.
Seto entornó su mirada y con un mal presentimiento preguntó--¿Y a que te referías?—
Bueno… yo te dije. No te metas con mi familia a menos que quieras que me meta con la tuya—dijo ominosamente el azabache mirándolo a los ojos.
Kaiba entendió las implicaciones de lo que el otro decía.
Mokuba.
¿Qué sucedió?—preguntó Joey una vez que el otro volviera a la oficina.
¡Ese maldito!—exclamó el castaño yendo a su escritorio sin mirarlo.
¿Seto?—preguntó preocupado Wheeler.
Piensa en decírselo a mi hermano—dijo el joven empresario.
Joey sabía que eso implicaba una verdadera amenaza para la vida de Seto. Si algo valoraba el ojos azules es su imagen ante su hermano menor. Lo que implicaba que tal vez estaba valorando el acabar con lo que tenían.
Comprendo—dijo con tono lúgubre el ojos mieles.
Seto lo miró con recelo y preguntó--¿Qué se te ha ocurrido?—
Creo que es obvio. Es mejor que tú y yo terminemos—dijo el melado en contestación.
Aún es muy temprano para eso. Además mi hermano no le cree al primero que pasa. Debemos ser cuidadosos. Eso es todo—alegó Kaiba.
“¿Dónde estás?”
“¿Vas a venir?”
Miró las palabras en su pantalla del móvil. No sabía como consiguió su nuevo teléfono ya que hasta eso cambió para romper el contacto pero su primo era el mimado de la familia y si se lo pedía a alguien más… ¿Por qué no dárselo?
Sei estudió las palabras con un sentimiento de pesar. Eran preguntas ansiosas que mostraban que el remitente estaba deseoso de verlo en su fiesta.
Pero aún así él no iría.
“Lo mejor es dejar todo en el pasado” se dijo y eliminó el mensaje.
Estaba solo en su apartamento, tomando un coñac y viendo la vista de la ciudad. A oscuras. Como siempre. En verdad su familia no lo había notado pero era un ser bastante depresivo y dada la naturaleza de su problema jamás lograría salir del pozo.
Pensando en eso sonrió pues eso le recordaba al rostro de Subaru. Él era el único que logró siempre apartarlo de esa depresión traída por el stress de los deberes por cumplir. En su familia eran muy estrictos con las obligaciones. Si uno se decidía a hacer algo tenía que ser el mejor en ello.
De hecho su tío había adquirido las dichosas acciones de KC y lo había puesto al frente de la inversión. Si el estúpido de Kaiba supiera que él solo era la cara visible de la adquisición.
En fin. Subaru era un oasis en ese desierto árido, de intereses y obligaciones. Verlo y hablar con él lo distraían de todo lo demás. Pero ahora que le había faltado su depresión se había vuelto tan intensa que a veces había deseado solo cerrar los ojos y no abrirlos nunca más.
Él era muy distinto a esa persona que todos veían, inclusive Subaru. Esa coraza fuerte en realidad encerraba un débil feto que se estaba pudriendo por falta de luz. El no lloraría jamás, ni pediría ayuda a nadie. Tal vez en eso estribaba su debilidad.
Si algo lo mantenía en pie realmente era saber que allá afuera estaba él. Y que tal vez algún día lo necesitara. De ser así él quería estar ahí. Mientras tanto jugaría los juegos de los otros y fingiría que le gustaban porque para eso era bueno.
Terminó su copa y la dejó en la mesita del living para ir a dormir. Mañana sería otro día. Tendría que capear temporales y enfrentar enemigos.
Una visita llegaría al día siguiente a su oficina que le dejaría sorprendido. Una joven de cabello corto y negro con los mismos ojos de Subaru. Ella entró y admiró el lugar para criticar luego su carácter impersonal.
Esa joven tenía un fuerte carácter que distaba del de su gentil hermano un tanto. Era Hokuto hermana mayor de Subaru.
¿A que has venido?—preguntó más preocupado que sorprendido.
Quiero preguntarte que te sucede. ¿Acaso ahora odias a Subaru?—preguntó la mayor de los hermanos.
Seichirou se sorprendió con la pregunta. Era la misma que él le había hecho--¿Por qué iba a odiarlo?—
Eso me pregunto. Sé que la decisión que tomó no te satisfizo pero he venido a preguntarte si eso bien vale hacer sufrir a mi hermano—contestó ella.
Él la miró sorprendido--¡Jamás fue mi intención herir a Subaru!—alegó.
Pues no te habría salido mejor de esta haber sido—le contestó Sumeragi--¿Qué te está pasando? Antes eras tan gentil con él y ahora eres un hielo. Sabes cuan sensible es mi hermano y odio verlo sufrir así que ve y has las paces—dijo la pelinegra.
No tengo porque hacerlas. Te repito que no lo odio ni nada así—dijo el ojos marrones.
¿Y entonces? ¿Por qué le dejaste esperándote?—preguntó ella.
La imagen de un triste Subaru esperando su llegada fue muy dura para el pelinegro que desvió su mirada y respondió—Tenía una reunión—
¡A mí no! Puedes meterle a Subaru ese cuento aunque dudo que él se lo crea. Es más listo de lo que supones. Además fíjate que yo vine de New York con un trabajo tan ocupado como el tuyo. Dime si tú no puedes aplazar una simple reunión. No. Para todos quedó claro que algo tienes con Subaru, y más para mí—dijo ella.
Ese no es tu asunto—le dijo el mayor algo fuera de su eje por el ataque de ella pues en cierta forma se parecía a su hermano.
¡Si lo es, si hiere a mi hermano!—le gritó Hokuto. Después se quedó callada y lo miró muy atentamente— ¿Lo has descubierto, verdad?—preguntó ella y él levantó la cabeza conmocionado.
¿De que estás hablando?—preguntó Sei.